Otro cuento de talla M
La hormiga y la cigarra
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al final
Antonina era una hormiga que tenía grandes inquietudes artísticas, pero en su hormiguero no podía ponerlas en práctica, tampoco el ambiente de la colonia era favorable al arte y no había tiempo para esas tonterías. El trabajo ocupaba a la colonia durante todo el día y, cada vez que una hormiga exploradora avisaba de que había algo comestible para guardar en la despensa, se movilizaban todas las obreras y salían a acarrear: un grano de trigo, una miga de pan, el cadáver de una mosca, el jamón de un saltamontes o la punta de la cola de una lagartija, todo era bueno para la despensa.
Pero Antonina (Ant para abreviar) se veía atrapada en la riada y no podía evitar cumplir con su deber, ni podía dedicarse a la música, que era lo que más le gustaba.
Cierto día en que acarreaba una cáscara de pipa pudo escuchar un sonido rítmico y penetrante. Se trataba de una cigarra que, mientras chupaba la savia de un chopo, hacía vibrar sus membranas y cantaba ruidosamente.
Allí se quedó Ant, con la cáscara en la boca e inmóvil, escuchando, mientras el resto de las hormigas la esquivaban cargando con más cáscaras que habían encontrado al pie de un banco del Parque y las llevaban al hormiguero.
Rompiendo las reglas del hormiguero y dejando allí mismo la cáscara, trepó por el tronco hasta donde estaba la cigarra; ésta dejo su canto, lo que suelen hacer todas cuando notan una presencia extraña, y se le quedó mirando.
- ¿Qué haces por aquí? ¿Vienes a recoger los restos de carcomas que ha dejado el pájaro carpintero?.
- No, vengo a escuchar tu música y a pedirte que me enseñes
- Pues no va a ser posible, tú no tienes mis membranas, ni siquiera los élitros que tienen los grillos, así que veo muy difícil que puedas hacer música alguna.
Ant se sintió decepcionada y abatida, todas sus ilusiones habían caído por los suelos y los nervios se apoderaron de ella, sus seis patas comenzaron a temblar y ese temblor se transmitió rítmicamente al tronco del árbol produciendo un leve golpeteo.
La cigarra le dijo
- ¡Sigue así!, ¡sigue así!, y ahora hazlo más fuerte, yo te acompaño
Ant recobró el control de sus patas y comenzó a tabalear a un ritmo de seis por seis, mientras la cigarra reemprendía su canto.
Al poco se les unió un grillo que comenzó a frotar sus alas como si de un violín se tratara y el conjunto rítmico resultó de lo más artístico. Aunque faltaba otro intérprete que llevara alguna melodía, comenzó a atraer toda clase de insectos, menos las hormigas que siguieron con sus trabajos, y todos se quedaron embobados escuchando.
La cigarra les dijo a los otros dos músicos.
- Formemos un conjunto y marchemos por esos montes dando a conocer nuestro arte.
Los tres, entusiasmados, aceptaron la idea; pero la hormiga no podía viajar con tanta facilidad como la cigarra y el grillo, no tenía alas, así que la cigarra se ofreció a cargarla sobre su espalda y marcharon volando y saltando hasta el próximo árbol en donde tuvieron un éxito espectacular.
Desde entonces van recorriendo, en su larga y exitosa gira, todos los árboles de los alrededores. Así que, si por la noche escuchas su concierto, deja unas miguitas de pan para la hormiga y una hojita de lechuga para el grillo. La cigarra no necesita nada, ni siquiera los granos de las despensas de las hormigas, porque se alimenta chupando la savia de los árboles en que se para.
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