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miércoles, 31 de enero de 2018

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 3 Eolio


 Y aquí acaban las aventuras conocidas del Dr. Hexápodus. Hay exploradores que se han empeñado en el descubrimiento de la base; aunque, dado que han transcurrido más de cien años desde la desaparición del Dr, tanto de él como de Lupi no debe quedar el más mínimo rastro. 


LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS



 

EL CUADERNO
    
(Desde 3 Eolio)
 

3 Eolio
Afortunadamente, el camino que faltaba hasta Arsix es ya muy claro y sin incidencias; así que, tras una aburrida jornada, sin nada que destacar, aparte de tener que reprimir unas irresistibles ganas de desandar lo andado y regresar a la base, donde tantos buenos ratos pasé, llegamos a última hora a la ciudad. He dejado a Adagio y la carreta en una cuadra de alquiler y me alojo en el mismo, único, destartalado, y viejo hotel de la ciudad en que lo había hecho a la llegada. Me parece una eternidad, aunque no hace tanto tiempo; pero, por fin, he podido darme una buena ducha y cenar algo caliente aunque ahora me resulta poco apetecible.

4 Eolio
He vendido, con mucha pena, a Adagio y la carreta. Me los habría llevado a Sandulia pero es imposible transportarlos, no hay ningún medio apropiado, y hacer el viaje con ellos me llevaría demasiado tiempo y ya estoy deseando llegar a mi casa, mi sillón y mi laboratorio.
Tomo el Ciclobús a Sandulia y ahora me esperan días de pedaleo y aburrimiento, aunque he tenido que pelearme con un pasajero que se había apropiado del espacio necesario para mi equipaje. Él llevaba tantos paquetes y bolsas que no le cabían encima de su asiento, pero eso era su problema y no el mío. Yo había vendido en Arsix también la carpa y hasta el material de escalada, así que llevaba lo justo. Fue tal la trifulca que tuvo que intervenir el conductor y le obligó a desalojar mi espacio. Además, como había plazas libres, le hizo colocar el exceso de equipaje en una de ellas y le cobró una segunda plaza. Me imagino la cara que pondrá al llegar a su destino cuando le cobre la tarifa máxima por esa plaza adicional, ya que el equipaje no puede pedalear.

11 Eolio
He llegado por fin a casa. Garfio me recibe como nunca lo ha hecho. Veo en él un cariño impropio de un gato y ha desaparecido aquella mirada inquietante. Se ve que la soledad hace milagros. He hecho una compra rápida en el Comercado de lo más esencial. He preparado unas rodajas de ossobuco de zancodio en salsa de brie, se relame mientras lo preparo y los compartimos, dando buena cuenta de lo que le pongo en su plato.
Estoy cansado del viaje, dejo esparcido por la sala el equipaje que llevaba, excepto un paquete de ancas de megafrog al vacío que compré en Arsix y que guardo en el conservador para una ocasión especial.
Me voy a dormir y mañana será otro día.

12 Eolio
Me he levantado tarde, sólo porque Garfio se ha subido a mi cama y se ha puesto a dar saltos; que si no, hoy no me levanto. ¡Qué le vamos a hacer!, tengo que guardar mis aparatos, fragmentos del muro de sílice, ropa de repuesto, libretas etc. Y trabajar en mis notas.
Este viaje ha sido de lo más apasionante, ¡lastima que tenga que guardar todo en secreto!, pero es mejor así. Tengo que deshacerme de este cuaderno, pero pienso que sería una pena que generaciones venideras se perdieran mi experiencia por los Montes Áureos. Finalmente decido ocultarlo, tras copiar en otra libreta todo lo que no tenga relación con ese viaje. Todas las notas de este cuaderno que no hacen referencia a este último viaje, a Lupi, la base y las urracas diamantíferas las voy a pasar a uno nuevo y ahora voy a poner a salvo este viejo cuaderno, ya agotado, en lugar seguro para que nadie lo pueda descubrir, al menos hasta dentro de unos cien años en que espero pueda ser conocido sin peligro para los trabajos de Lupi.
Para mayor seguridad decido quemar el otro cuaderno en donde había hecho anotaciones más extensas sobre lo vivido en la base y donde se indicaba claramente su localización exacta pero, no sé por qué, no hice lo mismo con el plano que me había facilitado Lupi para el regreso.
Me entran unas enormes ganas de coger a Garfio, regresar a la base y ayudar a Lupi en su labor y, a duras penas, las consigo reprimir. Espero que no encuentren la base nunca, porque no se sabe el uso que se puede dar a lo que allí se oculta.
Así que dejo de escribir aquí y, por si sobre--ve a los siglos, dejo este m--saje para gene----ones ve----ras.
“El con-ci-iento es básico para la form--ión humana; pero, a ve-es, no se pu-de divulg--- todo lo --- se conoce, hay secret-s que ----------- ----------- debilida--s y ambi---nes que podría --------------y dañar al entorno o a los semej--------------------------
Y es por eso ----------- oculto -------------------- retazos-----------------inform------------------- e -----------


 

NOTA.- Hasta aquí, aunque con vacíos, casi se puede interpretar el mensaje que quiso dejarnos en estas últimas páginas, pero a partir de aquí las pocas hojas restantes están tan dañadas que se vuelven totalmente ilegibles.
Confiamos en que estas notas tengan la resonancia que nosotros creemos y que el Dr. se merece, y esperamos encontrar más datos sobre el Dr. Hexápodus para publicar un nuevo tomo.
La redacción






(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados al inicio, a partir de: 


















miércoles, 24 de enero de 2018

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 25 Diluvial

 Comienza el viaje de regreso tras una
 silenciosa y dolorosa despedida





LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS




 

EL CUADERNO
    
(Desde 25 Diluvial)
 

25 Diluvial
Llegó el día de la partida. Esta mañana ya tenía todo cargado pero, antes de partir, me di una vuelta por todas las instalaciones en las que tantos días había vivido y tantas cosas había aprendido y comprendido. Tras uncir a Adagio, acariciar a Wolf y despedirme de Lupi con un fuerte abrazo que casi me ha hecho saltar las lágrimas, descendemos la rampa de piedra y seguimos hasta la orilla del riachuelo que meses antes nos había conducido allí en su crecida. Ahora discurre perezoso y con poco caudal, por lo que no es muy difícil seguir con la carreta por el margen derecho.
Lupi me ha preparado un pequeño mapa con las indicaciones para regresar, aunque yo recuerdo perfectamente todos y cada uno de los senderos y sucesos del viaje aquél. Ahora tengo que recorrerlos a solas, aunque mejor así que en según qué compañías. Andalio, después de tantos días transcurridos desde su partida, ya debía haber llegado a Arsix y no hay peligro de tropezarme con él por el camino.
Comienza a oscurecer y, como las temperaturas aún son frescas, monto la carpa, ceno uno de los guisos que caliento en una fogata y quemo en la misma el envase criovac, del que no quedan restos.

26 Diluvial

Me levanto temprano y proseguimos el camino. No ha pasado más de una decihora cuando me paro en un remanso del arroyo que se ve en ebullición, tal es el número de peces que pululan en las aguas. Provisto de una red que llevaba como cazamariposas intento hacerla servir para pescar algo sin tener que meterme en el agua como hacía Lupi y mojarme, porque el agua debía ser gélida. Al fin pesco media docena de truchas de tamaños variados, vuelvo a echar al agua las más pequeñas y me quedo con tres ejemplares de ración. Ya tengo para comer y cenar hoy y aún me sobra una.
Seguimos el arroyo en dirección Sur, aquí tiene más caudal por las aportaciones de otros muchos arroyuelos casi imperceptibles. Al frente se elevan las orillas del arroyo; se forma una especie de desfiladero pero, como bien recuerdo, antes de llegar al farallón que me impida el paso encontraré un amplio sendero que trepa hacia lo más alto. Mientras vamos trepando, es tan fuerte la pendiente que me tengo que bajar y ayudar a Adagio empujando la carreta. Me parece volver a ver aves volando, pero esta vez van muy altas y no puedo distinguir de qué especie son.
Una pausa para comer una trucha asada al fuego y unas galletas de pan y, sin perder tiempo, seguimos camino.
Cuando comienza a caer el sol llegamos a un claro que recordaba bien; decido acampar pero, recordando los ruidos nocturnos sospechosos que entonces me habían mantenido en vela, he decidido montar la carpa y preparar una buena fogata para espantar a cualquier alimaña que merodee por aquí.
Aso otra trucha en las brasas que, acompañada con un recipiente de sopa, me sirve de cena. Tras quemar el recipiente y las espinas, alimento la hoguera con abundante leña y me retiro a dormir

27 Diluvial

Seguimos ruta bordeando el acantilado, al fondo se ve brillar el agua del arroyo. A la hora de comer llegamos a la encina que entonces nos sirvió de cobijo. Tras comer la otra trucha que me queda y un criovac de guiso de cordero, comienzo a pensar que basta de pescado y que debo cambiar de menú, porque en caso contrario no me podré acabar las provisiones de la base.
Siguiendo el reborde acabo descubriendo un sendero que gira a la derecha, alejándose de la grieta, y nos adentramos en él. Ya comenzaba a oscurecer cuando llegamos a una pared de roca que, tiempo atrás, nos había servido de refugio. Aún se podían ver restos de carbones de la hoguera en la que había degustado mis primeras truchas. De todas formas, aunque un poco antes de llegar hay un arroyo en el que a buen seguro hay pesca, desisto de ir a pescar porque ya estoy harto de peces. Caliento un recipiente de patatas con ternera estofada y acompañado con un cubilete de vino quedo satisfecho y me voy a dormir.

28 Diluvial

Continuamos el viaje sin muchos incidentes, aparte de piedras y ramas que hay que ir retirando del sendero, la zona rocosa ha ido quedando atrás y al frente se ve una masa vegetal que se extiende en todas direcciones. Espero encontrar el sendero, porque podría perderme en esa maraña boscosa pudiendo llegar a marismas o zonas inundadas de las que me sería muy difícil salir, aunque cuento con el plano y llevo una brújula.
Hacemos noche en un claro antes de internarnos en la espesura. Justo donde he montado la carpa descubro los restos de una fogata que no llevará más de una semana; lo que me hace pensar que Andalio, u otra persona, han acampado aquí. Eso me anima, porque espero encontrar sus huellas en los senderos que, junto con el plano, me ayuden a elegir el buen camino, aunque también me pone alerta.

29 Diluvial

Hoy ha sido un día pesado y duro. El sendero es estrecho, las ramas me dan en la cara y tengo que apartarlas a cada momento. Fuera de la espesa vegetación no se puede ver nada, suerte que el rastro está bastante claro, aunque a veces se pierde para reaparecer unos pocos metros más allá. Acabo comiendo sobre la marcha, sin llegar a parar. Adagio va comiendo de las ramas bajas mientras camina. La verdad es que, inmerso en ese verdor abrumador, me siento perdido y muy pequeño y tengo ganas de salir a terreno abierto.
Cuando ya pensaba que aún tendría que parar a dormir entre estas verdes paredes, comienza a clarear el matorral y los árboles están más dispersos y son menos frondosos. Encuentro un pequeño claro, dentro aún de la foresta, y me preparo para pasar la noche. Adagio se da un banquete con el pasto que casi llega a ocultar la senda.
Yo no tengo muchas ganas de comer, este entorno me ha quitado el apetito, así que con unas galletas y un poco de aquella leche en polvo me acabaré durmiendo.

30 Diluvial

Seguimos avanzando y, poco a poco, el horizonte se ensancha. La vegetación selvática ha dejado paso a algo menos agobiante y, tanto Adagio como yo, experimentamos nuevos bríos, llegando en menos de dos dh. a la muralla ruinosa de antes de la caída del Imperio.
Lupi me facilitó una preciosa herramienta que guardo celosamente y que deberá quedar oculta a cualquiera. Se trata de una navaja láser que puedo llevar fácilmente en el bolsillo y que me ha permitido cortar unas muestras de la pared polimérica. Guardo todo en el bolsillo más profundo de la mochila y, tras comer dos recipientes, seguimos el viaje por una senda estrecha pero, comparada con la que acabábamos de recorrer, casi parecía una Avepista. El recuento de provisiones me indica que voy a tener que atiborrarme con los guisos de la base, si no quiero que me quede alguno a mi llegada a Arsix, pero no renuncio a cazar algún conejo. Por eso voy a comenzar a caminar junto a Adagio, en lugar de ir en el pescante, si quiero quemar todas las calorías que voy a tener que ingerir y no ponerme como un fardo.
Llegamos a un claro conocido junto a un riachuelo. Intento cazar algún conejo por los alrededores como hizo Lupi, pero a mi no se me dan bien esas cosas, así que me voy a quedar con las ganas de comer conejo como despedida de los buenos alimentos naturales. Como no deben faltar mucho más de tres jornadas hasta Arsix, tengo que dar buena cuenta de las provisiones, para usar en la última jornada sólo aquello que traje en mi viaje de ida, y deshacerme de cualquier comida o recipiente procedente de la base.

1 Eolio

Anoche cené abundantemente, tanto que me costaba conciliar el sueño, pero finalmente me quedé como un tronco y he despertado ya bien entrada la mañana. Tras quemar los restos, apagar la fogata y uncir a Adagio, reemprendemos el camino.
Más adelante llegamos donde los árboles del pan y me vuelvo a quedar con las ganas de probar sus frutos porque, en esta ocasión, se encuentran aún en floración. También me quedo con las ganas de comer el néctar y las flores de las florimiel porque es muy temprano y no pienso estarme esperando todo el día a que anochezca y desaparezcan los insectos a fin de poder recolectar algo; así que, algo defraudado por los hados, sigo el camino.
Tras dejar atrás el bosque de pinos llorones  evitando su resina pegajosa, paramos en un claro en la espesura a dormir. Adagio se da un buen atracón del césped fresco que aquí abunda y yo he dado buena cuenta de las últimas provisiones que me quedaban de la base.
Tras acabar con los últimos y sencillos, pero energéticos y nutritivos alimentos en conserva, recuerdo con añoranza los deliciosos guisos de la base que ya no volveré a probar y que superan con mucho a los que hace tiempo pude degustar en Poor Span, ni siquiera los de la última cocina deconstructiva de Adrién Bully. Ahora me quedan sólo algunas de las provisiones que había comprado en Arsix y para no más de dos días. Espero que el viaje no se complique y dure más de lo que calculo, de lo contrario me vería en la necesidad de racionar lo poco que me queda.

2 Eolio

A corta distancia de nuestra parada nocturna encontramos los álamos gomosos, con su población de águilas arborícolas. Me vuelvo a maravillar con la técnica de caza, aunque he podido presenciar pocos vuelos, seguramente por falta de presas. Lo escaso de su población se debe a esto mismo y el riesgo de desaparición es alto si no fuera porque por aquí pasa una ruta migratoria del pato tamiz, que es la única presa a su alcance.
Decidido a seguir el viaje, diviso una formación en uve de estas anátidas cruzando el cielo sobre el bosque. En ese momento, como doradas flechas, alcanzan a la formación media docena de águilas que capturan cada una un pato y regresan a sus nidos. El resto de la formación continúa su vuelo, recomponiendo sus líneas, casi sin notar las ausencias. Posiblemente ya están habituados a estas cacerías.
Esta noche espero dormir aquí sin sobresaltos y no como en el viaje de ida. Ahora ya estoy habituado a dormir en el suelo y los ronquidos de Lupi no me van a despertar. Me dispongo a dormir mientras contemplo el nítido cielo estrellado y pienso que difícilmente voy a volver a disfrutar de una visión tan clara. Recuerdo los versos del Poeta de Eria, tan oportunos.


Admiro tu negrura impenetrable
poblada de universos que titilan,
donde afanes y sueños se destilan
en un poema casi impronunciable
En tu distancia tan inabarcable
los eones y parsecs hoy ventilan
diferencias que raudo se mutilan
en deriva infinita e implacable

Y en tu eterna expansión en movimiento
las galaxias, los cúmulos y estrellas
se diluyen veloces en la nada,

como cenizas que dispersa el viento
y se llevan lo exiguo de mis huellas,
fugaz presencia frente a tu riada.





(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)



miércoles, 17 de enero de 2018

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 30 Nivoso

 Ya, de regreso en la Base, la
nieve retiene al Dr. enclaustrado
en espera del momento apropiado
para partir de regreso a Arsix



LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS





 
EL CUADERNO
    

(Desde 30 Nivoso)
  

30 Nivoso
Recogidas las mochilas nos ponemos en marcha, la bajada era menos fatigosa pero de mayor riesgo, así que calculé que íbamos a tardar aproximadamente lo mismo que al subir y que tendríamos que hacer noche a media altura en nuestro anterior campamento.
Un desprendimiento de nieve y rocas nos complicó aún más el descenso, pero no hubo más incidentes y, a media ladera, encontramos la tienda que nos había servido a la subida para descansar y refugiarnos del frío, así como el resto de la impedimenta.
Mientras yo ordenaba el material, Lupi encendió el fuego, fundió nieve de la más limpia en un recipiente calentando el agua y disolvió unas cucharadas de ese polvo blanco que llevábamos para la expedición y que daba lugar a una leche muy sabrosa y nutritiva, la acompañamos mojando unas galletas. Cenando al amor de la lumbre aprovechamos para hacer planes sobre el regreso y la mejor manera de guardar nuestros secretos. Vamos a hacer noche en la tienda, al abrigo del viento helado, y más confortablemente que la noche anterior.
1 Diluvial
Finalmente, sin nada que resaltar, llegamos a última hora a nuestra gruta. Wolf nos recibe alegre, ha acabado el pienso que le habíamos dejado, pero muy cerca puedo descubrir los restos de un lagarto de buen tamaño. Se ve que ha tenido hambre y ha salido a cazar, de modo que le abro un recipiente de carne. Parece ser que por aquellos montes sobrevivió una especie de reptil a la catástrofe. Adagio ha ido saliendo por su cuenta al exterior y ya hay un amplio espacio alrededor libre de nieve y también libre de hierba.
Volvemos a encender la hoguera, reponemos las antorchas consumidas desde que salimos y planificamos el viaje hasta la base. Los caminos aún están transitables y, de momento, no amenaza nieve pero es mejor salir cuanto antes, o sea mañana bien temprano. Cargamos todo, menos lo imprescindible para esta noche y el desayuno, cenamos un buen plato de guiso de cordero bien caliente porque ya hemos malcomido bastante en la montaña.
Quemamos, como siempre, los recipientes para no dejar ningún rastro. Nos vamos a dormir pronto porque mañana madrugaremos.
2 Diluvial
Abandonamos nuestro refugio, nos esperan unas pocas jornadas para regresar a la base y espero que el tiempo se mantenga estable. A partir de ahora, a no ser que tengamos algo excepcional que comentar, no voy a tomar nuevas notas porque vamos a volver por la misma ruta y veremos los mismos lugares.
3 Diluvial
Atravesando las ruinas del poblado, que se llamó Dawn en sus buenos tiempos, tropecé con un cascote que casi me hizo caer. Tuvimos que hacer una parada para ponerme linimento y aplicar un vendaje al tobillo izquierdo que, afortunadamente, no presentaba herida ni se me había roto nada, pero me lo había dislocado ligeramente y me dolía al caminar. Llevábamos en el botiquín todo lo necesario, la crema, que debía ser analgésica, antiinflamatoria y anticoagulante local, me calmó de inmediato el dolor y, al poco, ya me encontraba mejor. No me molestaba nada para seguir caminando, aunque cojeaba, y así lo hicimos de momento. Ya veríamos si me acababa de salir hematoma luego, pero aparentemente la cura estaba resultando muy eficaz. De todos modos Lupi, tan pronto el camino lo permitió, me hizo subir al pescante mientras él iba a pie conduciendo a Adagio del ronzal y haciéndole pasar por las zonas más practicables.
Todo esto nos ha retrasado algo y hemos llegado a la otra cueva, que a la venida nos sirviera de refugio, ya oscureciendo.
4 Diluvial
En la cueva vamos a hacer noche, la revisamos y descubrimos los restos del paso de Andalio por allí y, por las cenizas de la hoguera, nos llevaba tres días de ventaja. Espero no encontrarlo por el camino.
Compruebo cómo llevo el pié pero no aprecio hematoma y el dolor, si no me toco, ha desaparecido, no obstante me vuelvo a untar de crema y lo vuelvo a vendar para dormir esta noche. Mañana haré lo mismo para reemprender el camino porque habrá tramos en los que tendré que echar pie a tierra.
5 Diluvial
Siguiendo la misma ruta de vuelta pasamos por el Valle de los Patos, como yo le acabé bautizando. Lupi creo que le llamaba Sector 12 Sur. Wolf volvió a hacer lo mismo que la vez anterior y nos trajo un conejo que, junto con otro pato que cazó Lupi y media docena de truchas, nos servirá para cenar hoy, comer mañana en la base y aún sobrará para Wolf.
Llegamos al pie de la puerta de la cueva ya anocheciendo y Lupi trepó por la ladera para acceder por la puerta de emergencia y abrir la rampa. Una vez abierta entramos, solté a Adagio y Lupi apareció con un saco de pienso y un cubo de agua. Cuando entramos al comedor, Wolf se dirigió hacia su habitáculo y yo le abrí la puerta, comprobé que aún quedaba pienso, a estas alturas yo casi era uno más en las rutinas de la base y me iba encargando de ciertas responsabilidades. Mientras tanto Lupi se dispuso a preparar la cena.
En mi cuarto, finalmente he podido quitarme aquella ropa, muy útil en el exterior pero incómoda allí dentro, me acabo de dar un buen baño y, ya en pijama, después de comprobar que el pié estaba bien y volverlo a vendar, salgo a cenar esperando que Lupi no se sienta molesto por cenar en ropa de dormir. De todos modos, mientras se estaba haciendo la cena, Lupi también se había ido a su cuarto y había hecho lo mismo que yo, nos hemos reído un rato y después cenamos. No teníamos muchas ganas de andar arreglando el pato y el conejo, que hemos dejado para comer mañana, pero ha cocinado unas truchas al horno que estaban para chuparse los dedos.
Tras escribir estas pocas notas, me voy a meter en esta cama tan mullida, que ya hace días echo de menos.
6 Diluvial
Esta mañana amaneció nevando, medimos cinco centímetros a la puerta de la cueva y la nevada iba arreciando. Esperemos que en breve se despeje y pueda emprender el regreso a casa. Aprovechamos el día en dejar rematada la estrategia a seguir y las precauciones a adoptar, a fin de mantener todo lo descubierto en el más absoluto de los secretos. A última hora de la tarde comprobamos que la capa de nieve alcanza ya los cincuenta centímetros y no se ven perspectivas de que el temporal vaya a remitir.
Aparte de ir pasando material de esta libreta a otra nueva, tengo que encontrar alguna cosa en que ocuparme. Lupi está muy atareado en sus criaderos y casi no le veo en todo el día, nada más que a las horas de comer. Merodeando por la biblioteca descubro en un rincón un armario de doble puerta que aún no había tenido ocasión de revisar. Mi sorpresa fue enorme al abrirlo, porque contenía una amplia pantalla en el centro, unos grandes altavoces situados en la parte interior de cada una de las puertas y diversos aparatos para mí desconocidos.
En unos enormes cajones, que ocupaban la parte inferior del armario, había numerosos estuches conteniendo unos discos de apariencia metálica como de un palmo de diámetro, variados estuches conteniendo cintas de diversos tamaños y formatos y recios sobres conteniendo otros discos negros, como de plástico, en tres tamaños diferentes. Y las estanterías que, desde lo alto de la pantalla, llegaban al techo, una enorme cantidad de estuches que curioseé pero volví a colocar en su mismo lugar. Se trataba de estuches o fundas de cartón, bellamente decorados con temas muy variados, con textos que indicaban su contenido y más cosas que no llegué a leer, y en su interior había unos discos de una especie de plástico negro de más de un palmo de diámetro y con un agujero en el centro. Recordaba haber visto algo de esto en algún anticuario y en el Museo Histórico Nacional Sanduliano.
Consulto con Lupi y él, que se conoce todos los equipamientos de la base al dedillo, me explica cómo hacer servir los reproductores de imagen y sonido. Quedo asombrado por lo que he descubierto en aquellos cajones y estanterías y me parece que, aunque las nieves nos sigan bloqueando mucho tiempo, no voy a estar ocioso ni aburrido.
7 Diluvial
En las colecciones de audiovisual, muy extensas en temática, me centro en los temas que a mi más me interesan y descubro unas series de discos que llaman poderosamente mi atención. Se trata de:
Vida Salvaje.- Editado por Ecoglobe
Animales Amigos.- de Domestic Life
Pequeña Fauna.- de Microfauna
Aguas y Vida.- de Sealand
Me enfrasco en la visualización de estos grandes reportajes, más bien Enciclopedias de Biología, que dejan empequeñecida mi base de conocimientos de la antigua Fauna que había adquirido en la Universidad y en los libros. Aquí podía ver a los animales en acción y en su medio con todo lujo de detalles. Mi gran memoria fotográfica, de la que suelo hacer gala, se va a llenar a rebosar con toda esta información y eso me va a llevar días.
Por lo que se refiere a los discos negros y grandes y otros de los más pequeños, prácticamente todos contienen música, una gran variedad de músicas que no me llaman la atención, se nota mi formación científica y no de humanidades. Por eso me he centrado en los reportajes de Naturaleza, aunque también los hay de Historia, Geografía, Turísticos, de Ficción, reportajes de Guerras y otras cosas que más vale no mencionar.
15 Diluvial
Por fin han quedado despejados los caminos, pero los arroyos bajan muy crecidos y los senderos, aunque ya sin nieve, se han vuelto intransitables. Así que aquí la vida transcurre apaciblemente y ya voy dando remate a las series audiovisuales y algún que otro reportaje que he ido descubriendo en aquellos enormes archivos. Entre ellos unas grabaciones conteniendo los discursos del Emperador Altius III vendiendo a la población su famoso proyecto Novedulis, y otros discos con instrucciones de los Regenarios para el mantenimiento de las bases y la planificación de las técnicas de repoblación. De todos modos será cuestión de ir haciendo planes para la marcha y preparar provisiones.
Durante estos días pasados, Lupi ha emprendido dificultosamente una salida hacia sus zonas de cría y ha rescatado de la nieve y el hambre a unos cuantos ejemplares de ovejas y vacas. Regresó derrengado y ha estado descansando durante dos días, pero ya ha reiniciado sus agotadoras jornadas arriba y abajo.
20 Diluvial
Los arroyos ya han bajado su caudal y el tiempo aparece soleado y sin previsión de lluvias. Comenzamos a preparar los víveres para la marcha. Hago una selección de los platos que más me gustan y se envasan en esos contenedores que Lupi denomina “criovac”. Otros alimentos que no soportan el vacío, se envasan en una atmósfera de nitrógeno puro. De los víveres que traje en mi viaje de llegada queda muy poco, ya que buena parte se la tuvimos que dar a Andalio Router, y como no conviene que los comestibles y envases de la base lleguen a Arsix, tengo que consumir éstos antes y quemar los envases, reservando los pocos que me quedan del anterior viaje para el último tramo hasta llegar a la ciudad. Pero, de todos modos, puedo cazar o pescar algo por el camino tal como hicimos a la llegada, así que las provisiones no me van a faltar.




 

(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)


jueves, 11 de enero de 2018

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 26 Nivoso


 Un refugio seguro, un encuentro 
inesperado y un hallazgo 
sorprendente les esperan



LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS





 
EL CUADERNO
    
(Desde 26 Nivoso)
 
26 Nivoso
Me levanté con agujetas pero había dormido muy a gusto, eché más leña al fuego que conservaba apenas unas pocas brasas y puse la cafetera. Cuando ya burbujeaba, Lupi se desperezó y salió del saco, salió al exterior y se lavó la cara con un puñado de nieve, me entró un frío al verlo...
Desayunamos y, ya con luz del día, pudimos echar un vistazo a lo que quedaba de Goldworld. ¡Quién les hubiera dicho entonces que acabaría así! Según Californio Search, aquella población había tenido más de 10.000 habitantes y contaba hasta con capilla, biblioteca y un teatro de variedades, pero ahora todo era pura ruina y no quedaba ningún vestigio de su anterior grandeza.
Habíamos tenido suerte al encontrar aquella casa de piedra, porque prácticamente todas las demás edificaciones eran de adobe y apenas quedaba una pared en pie. Exploramos todas las casas adosadas al paredón, a un lado y a otro, y encontramos alguna más de piedra, pero ninguna parecía mejor que la que ocupábamos, no obstante acabamos descubriendo en una de ellas una abertura horadada en la roca, regresé a por las linternas y nos internamos por aquella cavidad. Aquello parecía ser una bocamina pero no lo era porque, cinco pasos más adelante, desembocaba en una amplia caverna. Por el fondo de ella transcurría un hilo de agua y en uno de sus extremos pude ver estalactitas y estalagmitas.
En las paredes de la caverna aparecían otras aberturas y el suelo era bastante plano y seco. Habíamos encontrado un buen refugio, así que despejamos de cascotes la casa exterior, que conservaba en buena parte sus muros de piedra, entramos a la caverna las vigas de los tejados y toda la madera aprovechable que pudimos encontrar por los alrededores, encendimos una hoguera y pudimos comprobar que el humo ascendía hacia una de las aberturas de la pared y se perdía por ella.
Con todo esto se nos había hecho la hora de comer, regresamos a donde teníamos la carreta, preparamos la comida, la consumimos allí mismo y luego cargamos todo, uncimos a Adagio y, seguidos por Wolf, llegamos a la nueva base de operaciones.
Tras soltar a Adagio, dejarlo pastar fuera de la casa, y descargar en su totalidad la carreta, buscamos acomodo a enseres y comestibles en una de las repisas de piedra que había en una de las paredes. La carreta, una vez descargada, la dejamos entre los muros de piedra donde habilitamos un cobertizo con la tela de la carpa para protegerla de la lluvia y la nieve. Entre las vigas caídas de las techumbres había muchos troncos de pino muy resinosos que cortamos en forma de teas con las sierras de lanza y las colocamos como antorchas, la caverna quedó suficientemente iluminada.
Habíamos hecho entrar a Adagio y a Wolf mientras hacíamos todas estas labores, ordenado los comestibles y demás, y acondicionando un espacio para los sacos de dormir. Adagio se echó en un rincón para dormir sus tres horas de costumbre. Wolf se dedicó a explorar la sala y husmear en todas las aberturas hasta que, con un sordo gruñido, se quedó estático y como extasiado frente a una de ellas. Nos acercamos e intentamos apartarlo para ver que había, pero se resistía. La abertura era lo bastante amplia para que pudiéramos entrar, pero decidimos no hacerlo, no sabíamos qué nos podía esperar allí en aquella boca oscura, no sabíamos si algún animal peligroso, cosa improbable, había podido sobrevivir y se refugiaba allí. Wolf comenzó a ladrar en el hueco y sus ladridos reverberaban por todas partes. Luego se hizo el silencio y, al poco, nos pareció escuchar como el eco de un lamento en las profundidades de la oquedad.
Decidimos penetrar con sendas antorchas, pero con Wolf por delante. No habíamos caminado ni veinte pasos cuando el pasadizo se ensanchó dejando paso a una cavidad no más amplia de cinco pasos y al fondo, acurrucado junto a la pared, se encontraba un personaje estrafalario, esquelético hasta la inanición y tapado someramente con unos harapos grasientos.
- ¡Por favor! ¡por favor! – decía
 Wolf se quedó parado y nosotros avanzamos iluminando la escena, se removió inquieto, en sus ojos se podía leer el miedo. Procuramos tranquilizarlo, le dijimos que no queríamos hacerle daño alguno, que le íbamos a ayudar y que teníamos comida y ropa. Poco a poco se fue calmando, le dijimos que nos siguiera, después de enviar a Wolf de regreso a la caverna y con paso vacilante, abandonó el rincón y avanzó por el pasadizo iluminado a la luz de las antorchas, siguiendo nuestros pasos.
Al llegar a la caverna iluminada por las otras antorchas casi estuvo a punto de retroceder por donde había venido, pero lo tranquilizamos ofreciéndole unas galletas que devoró en un santiamén. Poco a poco fue tomando confianza y al final conseguimos que respondiera a nuestras preguntas. Nos contó que era un buscandero, y que se llamaba Andalio Router, le pregunté entonces si tenía algo que ver con el naturalista Andalio Cento, pero no.
Nos contó que hacía una semana que merodeaba por allí, que había tenido que alimentarse de unas hierbas que crecían en las praderas desde que se le acabó el pan seco y la carne de un raro animal que había cazado antes de llegar. Le comentamos que habíamos visto los restos y nos explicó que, para poder transportarlo, finalmente había tenido que despedazarlo y se había llevado las partes más carnosas dejando los huesos y otros restos. Hasta ahora se había estado refugiando en la caverna; pero cuando llegamos se tuvo que esconder en la galería más profunda, intentando pasar desapercibido y esperando, nos confesó, la oportunidad de echar mano a algo de comida y algo de abrigo, antes de emprender, con las manos vacías, la penosa marcha hasta Arsix.
Estaba tan sucio y desarrapado que le buscamos unas prendas de ropa interior térmica, un sobretodo termoaislante e hidrófugo, calcetines, botas y un gorro de montaña, pero le hicimos lavarse a fondo en el arroyuelo que corría por el centro de la caverna, antes de vestirse. Una vez limpio y vestido parecía otra cosa, pero mantenía su aspecto macilento y famélico, así que preparamos una buena olla de caldo con legumbres, carne y verduras que devoró sin darse ni cuenta de que estaba recién sacado del fuego ni de qué extraños ingrediente estaba hecho el guiso. Le ofrecimos un vaso de vino que se tomó con un gesto de extrañeza por aquel raro brebaje y, dándonos las gracias más efusivas, se quedó dormido en el duro suelo. Lo tapamos con una manta.
Salimos al exterior y pasamos revista a los sucesos del día y lo que Andalio pudiera suponer de peligro para la base y la expedición. Decidimos que no debíamos hacer nada que le hiciera sospechar; aunque la presencia de Wolf, un animal para él desconocido, debió parecerle de lo más extraordinario. Así que ocultamos todo aquello relacionado con la base y dejamos a la vista sólo lo que yo había traído de Arsix.
A todo esto,se había hecho noche cerrada y el estómago reclamó algo de alimento, entramos para cenar. El día ha sido muy duro e intenso y es preciso descansar y recuperar energías para lo que nos espera.
Hasta mañana.
27 Nivoso
Me desperté instintivamente y no porque la luz del día hubiera penetrado en nuestro refugio, Andalio seguía dormido como un tronco y roncaba estrepitosamente, Wolf hacía guardia junto a él. Mientras se hacía el café saqué a Adagio para que comiera, el sol estaba ya alto en el horizonte y durante la noche había nevado, una capa de medio palmo cubría el suelo y el pasto, así que tuve que remover la nieve para despejarle un hueco donde comer. Una vez adentro, el café ya había salido, desperté a Lupi y desayunamos, dejamos algo para que lo hiciera después nuestro invitado, le puse un criovac de carne a Wolf y me deshice del envase.
Cuando Andalio se despertó, al pronto no recordaba dónde estaba ni qué había sucedido pero, tras desayunar, nos volvió a reiterar las gracias y se puso a nuestra disposición si podía servirnos de algo. Lo cierto es que no nos interesaba que nadie más que nosotros supiera más de lo debido, así que declinamos su ofrecimiento y le animamos a que, si iba a regresar, lo hiciera cuanto antes para no quedar bloqueado por las nieves.
Pero lo que si le pedimos fue que nos informara de todo lo que hubiera visto por los alrededores, y nos puso al corriente de los lugares en donde durante la fiebre se encontraban las minas y los lavaderos del mineral, pero lo que más me interesaba era lo referente a la fauna local. Había visto volando a algunos de los ejemplares de urraca minera, pero había sido incapaz de localizar sus nidos, todas volaban hacia el norte, hacia los picos más altos de la sierra y a los bosques de pinos que cubrían las laderas del más alto de ellos, el Mc’Fog cubierto casi todo el año por nieblas. Había llegado a tal extremo que si hubiera podido cazar a alguna de las urracas habría pasado de los nidos y lo que pudieran contener y se la habría comido hasta con plumas.
Llegado al fin de su relato le indicamos el lugar donde se encontraba la cueva que habíamos encontrado viniendo, pero él nos dijo que ya la conocía y la había utilizado, le facilitamos unos pocos comestibles, pero de los que yo había comprado en Sandulia y Arsix (no convenía que conociera los alimentos de la base y lo divulgara), suficientes para unos tres días de camino, no sin antes recomendarle que procurara cazar preferentemente conejos o si encontraba cabras u ovejas que sólo capturara machos, en cuanto a los peces podía pescar todos los que pudiera comer. Como no sabía lo que eran aquellos animales, se los tuvimos que describir, pero le advertimos que no abusara porque le podría traer problemas de salud. Le despedimos y nos quedamos nuevamente solos, haciendo planes para las próximas exploraciones. A mi me traían sin cuidado las minas y los lavaderos, mi único objetivo eran las urracas, así que planificamos para mañana la ascensión a los bosques del Mc’Fog .
El día se nos ha pasado haciendo preparativos, material de escalada, una tienda de campaña, comestibles, sacos de dormir...
Y hablando de sacos de dormir me voy a acostar
28 Nivoso
Nos levantamos temprano; tras desayunar cargamos las mochilas y, dejando a Wolf al cuidado de la cueva, emprendimos la marcha hacia los bosques del Mc’Fog. El camino era empinado pero bastante transitable a pie. A las cuatro dh estábamos ya al pie del monte y nos íbamos a internar en los bosques que poblaban sus faldas. En el trayecto pudimos ver algunas urracas volando en dirección a los pinos más altos. La ascensión, además de la nieve acumulada, era penosa pero íbamos bien equipados, la ladera a veces quedaba cortada por profundos barrancos que había que salvar improvisando puentes entre los pinos de las dos orillas a base de lanzar las cuerdas con un garfio, y cortando algún pino lo suficientemente largo para usarlo como pasarela.
A media tarde ya estábamos a media ladera y seguíamos viendo urracas en vuelo hacia los últimos pinos. Localizamos un espacio relativamente plano y montamos la tienda de campaña. Como hay abundantes ramas bajas secas, encendemos una fogata y nos calentamos antes de cenar y acostarnos
 29 Nivoso
Suerte de los trajes aislantes y los sacos, porque anoche bajó mucho la temperatura, la nieve se había helado, lo que hacía más difícil el avance, pero seguimos sin desfallecer. Habíamos dejado allí la tienda montada, para no tener que cargar con ella ni andar montando y desmontando, y cargamos sólo con lo imprescindible para un día y una noche. Ya estábamos alcanzando el borde del bosque, los pinos cada vez eran más deformes y el musgo se acumulaba en troncos y ramas. Parece ser que las urracas, tras su persecución en tiempos de la fiebre, habían cambiado sus hábitos de nidificación, eligiendo un hábitat más seguro. Lo que yo trataba de averiguar era si también habían cambiado sus hábitos recolectores, al haber desaparecido prácticamente el oro en aquellos montes, ahora mal llamados áureos.
Cuando ya casi estábamos alcanzando los pinos más altos y de ramas retorcidas, por encima de los cuales sólo había peligrosos pedregales sueltos,. pude ver posarse en una de las ramas más altas de un pino que teníamos unos metros más arriba a una urraca llevando algo en el pico. Es posible que hubiera llegado ya al final de mi exploración y a descubrir lo que había venido a buscar, así que descargamos las mochilas lo más cerca posible y provisto de cuerdas, trepadores y ganchos comencé a escalar aquel pino. La maraña de ramas me dificultaba la ascensión, pero por otra parte me ofrecían buenos puntos de apoyo para manos y pies, así que al poco rato ya estaba llegando a una rama alta que alojaba un nido en una de sus cruces. Trepé por encima del mismo para poder verlo desde arriba, mi intención no era dañar a las urracas ni al nido, sólo descubrir lo que ocultaba.
El sol estaba en todo lo alto y un destello me deslumbró tanto que casi me hizo caer, el nido brillaba pero no como el oro, sino como una mañana luminosa de primavera, el sol se reflejaba en una especie de cristales que llenaban por completo la cazoleta del mismo y que, difícilmente podría dar cabida a ninguna urraca y menos a una nidada.
En aquel momento no había ningún ave a la vista; así que, con el máximo cuidado, alargué la mano y agarré un puñado, una pequeña parte de los objetos que allí se amontonaban, de aquellos cristales que refulgían al sol y producían todo el espectro de colores en una mezcolanza de arcos iris. Me los guardé en la bolsa de muestras y me disponía a descender cuando un espectáculo maravilloso se desencadenó a mi alrededor.
El sol comenzaba a declinar ya hacia el ocaso, dejando la perpendicularidad, e incidía en las copas de los pinos en un pequeño ángulo y de cada uno de ellos se desplegaba un espectáculo de luces y colores, todos los nidos irradiaban sus destellos y la montaña, desde la altura en que me encontraba, parecía incandescente. Atraídas por las luces una enorme bandada de urracas sobrevolaba la cima del monte y evolucionaba en formaciones fantásticas. En un rápido recuento pude calcular que la bandada no bajaba de dos millares de ejemplares, así que la población se había recuperado bastante. Me quedé extasiado sin decidirme a bajar y con riesgo de caerme, hasta que una nube veló el sol, la magia se acabó y las urracas se dispersaron a los cuatro vientos. Sujeto a la cuerda inicié el descenso y al llegar a tierra le pregunté a Lupi si había visto lo mismo que yo. Me respondió que había visto la bandada de urracas evolucionando pero que, desde allí abajo, no había visto más que unas luces fugaces y tenues.
Regresamos a donde habíamos dejado las mochilas y, resguardados lo mejor posible del viento, que traía nubes y que soplaba frío, saqué las muestras de la bolsa. Había cristales de diversos tamaños, pero lo que si tenían en común es que se trataba de diamantes en bruto y que, pese a no estar tallados, tenían un intenso brillo. La conclusión es que las urracas habían cambiado sus preferencias a la hora de acumular cosas llamativas en sus nidos, lo que no se sabía es desde donde los transportaban ni dónde estaría la veta, pero eso no era lo que me había llevado allí, la respuesta a esta búsqueda ya la había encontrado y ahora, lo más prudente era guardarlo en secreto, no podía hacer uso de esto para un libro porque aquellos montes volverían a ser arrasados y las urracas exterminadas, además del peligro que correrían los incipientes ecosistemas que estaba creando Lupi y el riesgo de que alguien descubriera la base.
Habría querido, como tenía planificado al partir de Sandulia, quedarme a estudiar las urracas, sus hábitos, su número exacto y su distribución, estudiar de cerca algún ejemplar, pero el descubrimiento en si ya era bastante importante y sobrecogedor. Así que en aquel preciso momento ambos decidimos partir de inmediato para no alterar la colonia, e hicimos un solemne pacto de silencio en todo lo referente a este descubrimiento y a la base. Estos diamantes quedarían custodiados por Lupi, porque no estaba dispuesto a subir de nuevo al nido para devolverlos, y esta libreta tenía que desaparecer. Tan pronto llegara a casa me encargaría de copiar todo lo que no tuviera relación con este viaje y me desharía de estas notas.
Tras tomar un bocado apresurado y escribir estas notas, la noche ya era cerrada. Nos embozamos en los sacos de dormir hasta los ojos por el viento helador que soplaba.




(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)


miércoles, 3 de enero de 2018

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 20 Nivoso

 La expedición transcurre con alguna 
incidencia sin mucha importancia y 
una pequeña nevada, pero acaban 
llegando a lo que en tiempos fuera
 la capital del oro
 



LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS





 
EL CUADERNO
   
(Desde 20 Nivoso)
20 Nivoso
Nos levantamos temprano y nos damos una buena ducha, porque tampoco sabemos cuándo podremos volver a hacerlo. De los armarios anejos a los dormitorios sacamos ropa de abrigo e impermeable, mantas, así como guantes, bufandas, calcetines caloríficos, gruesas botas, y también dos juegos adicionales de todo como recambio. Nos vestimos y desayunamos, junto con Wolf que devora media docena de salchichas gigantes. Antes de pasar a la cueva, Lupi se dirige a la cortina que cubre el mural, la corre y acciona una palanca. Inmediatamente el mural desaparece y, en su lugar, se puede ver la pared de roca que da acceso a la cueva y también los alrededores hasta una buena distancia. Mueve la palanca y reaparece el mural, cierra la cortina y marchamos a la puerta de acceso.
Uncimos a Adagio a la carreta y esperamos a que la puerta intermedia se cierre. Luego levanta la piedra y acciona la palanca, la losa de piedra comienza a descender con un chirrido, cuando ya está totalmente abatida baja Wolf seguido por Adagio y después nosotros. Esperamos a que la puerta se cierre sola y partimos en dirección al arroyo que ya conocía y que estuvo a punto de arrastrarme.
El terreno no permitía montar en la carreta pero, al llegar a la orilla, ya era más plano y pudimos subirnos al pescante, así pasaron dos o tres dh y aproveché para preguntarle por lo que había visto en el mural. Según me comentó era una precaución habitual para evitar presencias extrañas a la hora de abrir la cueva, así se podía ver si alguien rondaba por los alrededores.
En esta ocasión la cautela era aún más necesaria porque, cuando regresaba, había visto huellas sospechosas a la orilla del pantano y no quería tener un mal encuentro, al menos en las proximidades de la base. De todos modos, entre el material del taller habíamos cargado, a modo de armas defensivas, dos taladros sónicos y dos sierras de lanza láser. Me hubiera gustado tener uno de ellos al pasar por aquel muro en ruinas para poder cortar un trozo, espero hacerlo al regresar a Arsix.
Pregunto si era frecuente encontrar a alguien por estas tierras y me comenta que no suele perderse nadie por aquí, pero alguna vez se puede encontrar vagando a los que, por no llamarlos buscadores, se ha dado en llamarlos peyorativamente buscanderos, y son unos vagabundos que andan a la caza de oro y objetos de valor en las ruinas de los pueblos y ciudades abandonados. Son bastante más frecuentes cuanto más cerca se está de los Montes Áureos, porque aún esperan encontrar restos de oro en las minas, lavaderos de mineral y nidos, así como en lo que queda de los poblados mineros derruidos. De todos modos en los diez años que llevaba por aquí no se había tropezado más de tres buscanderos, a los que tuvo que auxiliar para que pudieran regresar a Arsix , aunque con las manos vacías; a lo sumo uno había conseguido dos pequeñas pepitas de oro y un pico oxidado, otro una pierna vendada y el otro una bronquitis. Pero por las huellas que veía en sus frecuentes expediciones, el número era bastante mayor.
Paramos a comer en un verde valle en el que cantaban los pájaros y se podía escuchar a lo lejos el mugido de una vaca. Lupi dijo que sería mejor intentar conservar las provisiones de la carreta y procurar alimentarnos, siempre que fuera ecológicamente posible y conveniente, de los frutos, la pesca o la caza; así que se marchó mientras yo desataba a Adagio, juntaba leña y encendía una fogata. Regresó al poco rato con un pato y media docena de peras.
Tras desplumar y preparar el pato lo clavó en un hierro y lo asó al fuego, tras sazonarlo y frotarlo con unas ramas de hierbas aromáticas. Comimos y aún sobró bastante para Wolf, que no dejó ni los huesos, entre tanto Adagio se estaba dando un atracón de trébol.
Seguimos viaje y desde el pescante podía ver cómo se había repoblado la zona. En una charca que no llegaba a estanque pescaba una bandada de patos mientras que en la orilla practicaban la natación unas cuantas nidadas detrás de sus madres. A lo lejos pude ver unas cuantas vacas y varios terneros. Un toro se nos quedó mirando y rogué porque no aumentara su curiosidad y nos hiciera una visita. 
Wolf abría la marcha husmeando por los matorrales y de vez en cuando se perdía de vista. En una de esas ocasiones regresó con un conejo en la boca y lo puso a los pies de Lupi, que lo cogió y lo colgó de un lado de la carreta. Luego Wolf siguió explorando por los alrededores pero ya no trajo nada. Cuando ya comenzaba el ocaso estábamos atravesando un espacio llano y despoblado, lejos del arroyo. El cielo estaba raso aunque el viento anunciaba una noche fría y escarcha matutina.
Montamos la carpa, frente a ella hemos encendido una pequeña fogata porque no hay mucha leña en los alrededores. Lupi me dice que duerma tranquilo y no tema por la posible existencia de fieras, todavía no ha soltado grandes predadores y aún menos por aquellos contornos. De todos modos contamos con Wolf para hacer guardia así que podemos dormir los dos tranquilamente. Cenamos con el conejo asado y una pera, escribo estas notas y me meto en el saco de dormir a resguardo dentro de la carpa.

21 Nivoso
Seguimos la ruta. Al frente, las Montañas ya se ven muy cerca y abandonamos el llano nos internamos en un ancho desfiladero que describe una curva, pero sigue la dirección que nos interesa. El suelo todavía es bastante llano y la carreta no tiene problemas, Adagio camina con facilidad en aquel terreno, pero eso ya no puede durar mucho, porque se va volviendo cada vez más pedregoso. Parece como si esto hubiera sido en tiempos remotos el cauce de un glaciar, pero ahora está seco y las alineaciones de piedras que hay en el centro y en los laterales, en su día debieron ser las morrenas.
El cañón es tan ancho que aún podemos pasar holgadamente entre la alineación pedregosa del centro y la de la derecha, pero conforme pasan las horas se va estrechando. Afortunadamente, al tiempo que se estrecha, disminuye el número de los cantos rodados, aunque van siendo de mayor tamaño. Hacemos una pequeña pausa para comer algo y reemprendemos el camino. En el último tramo, en el que ya se divisa el final del desfiladero, tenemos que bajar del pescante y ayudar a avanzar a la carreta, quitando algunas de las rocas más grandes dispersas a todo lo ancho. La marcha se hace así aún más lenta y creo que no llegaremos arriba antes de que anochezca.
Mientras vamos avanzando pesadamente, descubro sobre una roca a un lagarto ocelado tomando el sol de la tarde, le llamo la atención a Lupi y casi no tiene ocasión de verlo porque desaparece rápidamente por una grieta. Le pregunto que si ha dado suelta por aquí a algunos reptiles y me responde que este debe ser algún superviviente de los tiempos antiguos y que aún no es el tiempo de los lagartos, lagartijas, serpientes, tortugas y muchísimas otras especies, ya llegarán.
Finalmente decidimos parar allí mismo y pasar la noche. Soltamos a Adagio y le pongo algo de pienso y de beber, porque por aquí no hay pasto de ninguna clase ni agua. También a Wolf le pongo una dosis de carne en conserva y un cuenco de agua. Hacemos una cena ligera, pero no montamos la carpa. No podemos encender fuego, no hay leña en los alrededores. Nos refugiaremos en los sacos de dormir, que hemos colocado al abrigo de la pared rocosa en un pequeño entrante.

22 Nivoso
Amaneció nublado. Tras desayunar unas galletas con un café caliente, reanudamos el lento avance. Las paredes del desfiladero cada vez eran más bajas y ya se vislumbraba la parte más alta del cañón. Wolf se quedó unos instantes como petrificado, husmeó el aire y lanzando un ladrido salió corriendo. Paramos el avance y dejando a Adagio atrás salimos a toda prisa tras el perro.
Al llegar arriba se abría un altiplano verde que se extendía a derecha e izquierda, al frente y a muy poca distancia ya teníamos, casi al alcance de la mano, los picos más altos de los Montes Áureos. Wolf estaba parado a unos cuantos pasos frente a nosotros y nos miraba fijo. Al llegar junto a él, vimos los restos recientes de un corderillo. ¿Habría podido llegar hasta allí por si mismo? ¿Lo habría cazado algún depredador? Lupi me hizo notar que no se apreciaban dentelladas y que las patas y la cabeza habían sido, seguramente, seccionadas a cuchillo. Esto me preocupaba porque significaba que alguien merodeaba por allí y además armado, por suerte somos dos y contábamos con el olfato y oído de Wolf, aunque no sabíamos cuantos podían ser.
Me comentó que esto debía ser obra de ese buscandero cuyas huellas había visto en las marismas, pero que no teníamos que preocuparnos porque suelen ser inofensivos, aunque te pueden dar un susto o robarte alguna de tus pertenencias, si les das ocasión.
Regresamos a la carreta, y ayudamos a Adagio a coronar la cuesta. La planicie que teníamos enfrente estaba cubierta de un césped bastante crecido y Adagio se paró a comer. Lo desatamos para que siguiera comiendo a gusto y dejando a Wolf de guardia, nos dirigimos a una ladera rocosa próxima en la que se abría la boca de una cueva; había que ver si nos podía servir para refugiarnos, porque el cielo estaba amenazante y la temperatura suave hacía presagiar nieve.
Llegados a la cueva, que no era muy profunda pero si lo suficiente para entrar también la carreta, exploramos todos los rincones y acabé descubriendo al fondo los restos de una hoguera. No podía saber si esos restos eran recientes o no, en principio estaban fríos, pero la ceniza de un trozo de rama a medio consumir se mantenía sin desprenderse y lo hizo sin dificultad sólo con moverlo ligeramente, cayendo como una nevada. No debía contar con muchos días; al contrario que unos restos que, al otro extremo de la cueva, estaban apelmazados y la ceniza compacta.
Estudiada la cueva podía muy bien servir como campamento base, pero aún estaba por lo menos a un día de distancia de lo que sería deseable. Aprovechamos el resto de la mañana para explorar los alrededores y estudiar el camino mejor y más directo hacia lo que un día fue el foco de la minería del oro. Aún se podía apreciar el trazado de una antigua ruta que, aunque repoblada de matorrales, se mantenía en bastante buen estado para transitar con la carreta. Siguiendo en aquella dirección, mañana podríamos establecer ya el campamento definitivo.
Comenzaron a caer copos, así que llevamos la carreta a la cueva, dejamos suelto a Adagio y, mientras Lupi preparaba los comestibles, yo marché a buscar leña. La nevada iba arreciando y empezaba a cuajar pero se veía clarear por poniente así que no duraría mucho y mañana podríamos salir sin problemas. Por encima de la cueva había un bosquecillo de pinos con las raíces aferradas a la roca, trepé por la ladera y encontré un pino caído y seco desde hacía tiempo. Me había llevado una de las sierras de lanza y pude cortarlo en trozos manejables, que eché a rodar ladera abajo para no tener que cargarlos mientras bajaba. Luego entré a la cueva toda la leña y, con unas cuantas ramas finas y dos troncos gruesos, prendí una buena fogata. El humo se deslizaba por el techo y acababa saliendo por la boca.
Después de comer me dediqué a organizar mis notas y acabo de pasar estas últimas, de lo que pase esta tarde ya daré cuenta a la noche.
La nevada terminó a media tarde dejando una capa de dos dedos que no creo que pueda durar mucho, Salimos a dar un paseo y es agradable sentir en los pies el crujido de la nieve. Hacía tanto que no veía nevar. Adagio sale a comer y se encuentra con la sorpresa de que la hierba está cubierta con una capa blanca, tan solo asoman los tallos más largos, que empieza a mordisquear.
Cuando comienza a oscurecer nos retiramos a la cueva y añado leña al fuego, cenamos y nos preparamos los sacos de dormir al amor de la lumbre. Esta noche puede haber helada porque se ha quedado raso, habrá que tener cuidado al salir. Acabo de pasar estas pocas notas y me acuesto.

23 Nivoso
La mañana nos sorprendió durmiendo como troncos, la hoguera se había apagado y Wolf también dormía; aunque, tan pronto me incorporé, se me acercó y me dio un lametón. Adagio estaba ya despierto, suele dormir muy pocas horas. Tras desperezarme me asomé al exterior, la capa de nieve se había helado, sobre todo las huellas de nuestras pisadas que brillaban como si fueran de cristal.
Una vez desayunados, recogido todo y uncido Adagio al varal, reiniciamos la marcha. La nieve, superficialmente helada, crujía a nuestros pies pero se podía caminar sin problemas.
Avanzábamos a buen paso y la carreta rodaba sin tropiezos y, aunque el camino subía y subía y casi no se apreciaba bajo el blanco manto, afortunadamente la capa de nieve no era muy gruesa y se notaba la depresión por donde transcurría aquella antigua ruta de mineros.
Llamé la atención a Lupi sobre un rastro que atravesaba el sendero, paramos y nos acercamos a verlo más de cerca. Era una línea de pequeñas huellas que cruzaban perpendicularmente nuestro camino y se perdían en la distancia a uno y otro lado. Wolf se acercó y estuvo husmeando las huellas, pero no dio señal de alarmarse. Mirando más de cerca, Lupi me comentó que le parecían de conejo, así que había algunos ejemplares que ya se iban alejando de su territorio y colonizando otros más distantes, y eso era bueno.
Sin muchas incidencias se nos pasó la mañana; paramos un momento a comer algo, pero no había lugar alguno libre de nieve, así que lo hicimos de pie y casi sobre la marcha.
La tarde iba tocando a su fin y estábamos llegando a un llano con un pinar y, bajo los pinos, se podían apreciar los restos de muros de adobe y maderos carcomidos. Se debía tratar de un antiguo poblado minero pero estaba totalmente derruido.
No había ningún lugar apropiado para montar la base, la cueva que habíamos dejado atrás era perfecta pero estaba demasiado lejos, así que montamos la carpa provisionalmente bajo los pinos y preparamos los sacos de dormir, las cosas de primera necesidad y los útiles de uso inmediato, encendimos una hoguera con maderos de las ruinas aunque la mayoría estaban muy carcomidos y se desmoronaban en las manos. Sólo alguna de las vigas nos fueron de utilidad porque se las veía muy resinosas y habían aguantado los elementos y los años, seguramente debían proceder de pinos llorones, nos facilitaron un buen fuego aunque un tanto humeante y unas luminosas antorchas. Decidimos dedicar el día siguiente a explorar los alrededores para buscar otro lugar mejor.
Se nos ha hecho de noche con los preparativos, de modo que acabamos cenando y ya nos vamos a dormir. Wolf hace guardia, junto a Adagio, fuera de la carpa.

24 Nivoso
Hoy hemos explorado los alrededores, pero no hay un lugar mejor para establecer el campamento, al menos a poca distancia aunque más al norte y, siguiendo el cauce de un arroyo, se destaca un farallón rocoso que podría reportarnos algún abrigo.
Esta tarde nos hemos quedado en la carpa. He traído un libro de la biblioteca de la base que nos puede ser de utilidad; se trata de “La otra fiebre del oro” de Californio Search. Según se desprende de las descripciones de Mr. Search, el lugar donde nos encontramos se trata de un pequeño poblado de los primeros tiempos de la fiebre, al que llama “Dawn”, y que fue abandonado tan pronto se estableció otro poblado mayor y más cercano a los yacimientos. Nuestra impresión inicial de esta mañana era correcta porque situaba este nuevo poblado en dirección norte y a orillas de un arroyo, así que mañana intentaríamos encontrar lo que en aquellos tiempos fuera la capital de la fiebre que, según aparece en el libro, se llamaba “Goldworld”.
Hoy no hay nada más digno de mención, sólo que Wolf está un tanto inquieto y merodea por los alrededores como buscando algo y olfateando por los rincones

25 Nivoso
 Recogido todo seguimos el cauce del arroyo hacia el norte, el camino no estaba muy deteriorado, pese al mucho tiempo transcurrido, aquello debía de ser una ruta muy transitada en aquellos tiempos. La carreta avanzaba sin tropiezos, aunque en alguna ocasión tuvimos que retirar rocas desprendidas de las laderas y algún árbol caído, incluso uno tan grueso que tuvimos que trocearlo con las sierras lanza para poderlo mover. La nieve se estaba fundiendo, había ya algunas zonas despejadas, dejando ver la hierba y Adagio hacía amagos de pararse o desviarse para comer, así que aprovechamos un prado en el que había unas rocas que hacer servir de asiento, soltamos al jumento y nos preparamos con el fogón una comida caliente que nos sentó muy bien. No demoramos mucho la partida y reanudamos la marcha.
Fue a la tarde cuando, en la distancia, pegado al farallón de roca que vimos ayer, descubrimos una aglomeración de sombras oscuras e irregulares. Había cierta geometría en aquellas formas difusas, que se extendían muchos pasos en dirección al arroyo. Apresuramos lo más posible la marcha, cuando ya comenzaba a oscurecer atravesábamos las primeras ruinas de casas de adobes. Muy pocas paredes seguían en pie y de los tejados ninguno. Daba la impresión de que, en su tiempo, aquello había sido una gran urbe. Entre aquellas ruinas no había nada que hacer, nada nos podía servir de refugio; pero las edificaciones que estaban al abrigo del farallón parecían haberse conservado mejor, y algunas paredes permanecían en pie adosadas a la roca.
Nos acercamos hacia allí, aunque el paso era difícil por los cascotes desperdigados en lo que, en su día, debieron ser calles. La oscuridad se estaba cerrando a nuestro alrededor y hubo que encender las linternas, pero al final llegamos a los muros de una casa que, al contrario de la mayoría, estaban hechos de piedra. Aunque no había tejado aquello nos ofrecía un refugio provisional hasta encontrar algo mejor, pero tuvimos que trabajar duro retirando tejas rotas y cascotes del suelo donde pensábamos montar la carpa.
Trabajamos a la luz de las linternas y de la fogata que logré encender con restos de maderas del tejado en un rincón que, en su tiempo, debió ser chimenea. Nos acabó quedando una amplia sala, despejada y resguardada por los muros de piedra y la pared del farallón. Hice entrar a Adagio con la carreta y lo solté, allí estaba seguro, Wolf se enroscó junto al fuego.
Cansados de tanto trabajo y tras montar la carpa y tender los sacos, no tenemos ganas más que de tomar unas galletas secas y un café caliente. Acabo de redactar estas notas y me voy a dormir.  



(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)