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domingo, 8 de marzo de 2015

Cucú cantaba la rana


 ÍNDICE CUENTOS SONORIZADOS
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Hoy 9 de Marzo de 2015 hace cinco años que una gran nevada se acababa de abatir sobre Gerona, y ese mismo día nacía mi nieto Oscar. 
Felicidades en su quinto aniversario.
Con motivo de su primer cumpleaños le edité un librito de cuentos que escribí expresamente para él. Se trataba de convertir aquellas viejas canciones infantiles, que muchos recordarán, en un cuento.
Más tarde se me ocurrió hacer lo propio con otras canciones infantiles y, además, adaptarlas en un soneto; textos que fui recopilando en una pequeña colección, que yo vengo en llamar "Cantos y cuentos para un infante culto". Todo ésto también lo iré publicando aquí.


Puede escucharse mientras 
 se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie




CUCÚ CANTABA LA RANA

En la charca, “cucú” canta la rana
y no es por la dislexia o el retraso,
ni tampoco es que tenga el seso escaso,
pues lo hace así porque le da la gana.

El croar y croar le da galbana
¿está estudiando idiomas?, ¿es que acaso
le inspiran las mil musas del Parnaso?
¿o es amante de juergas y jarana?

No le importa si pasa un caballero,
ni tampoco si pasa una señora,
no le importa la capa ni el sombrero,

tampoco le preocupa el marinero,
lo que a ella la subleva y la encocora
es perderse el tallito de romero

Y ahora la canción convertida en un cuento

Había una vez un país que se llamaba Croatia en el que vivía gran cantidad de ranas. Los demás animales de aquel país tenían una rara peculiaridad y es que todos entendían el lenguaje de las ranas y las ranas entendían el lenguaje de todos los animales, por lo que había unas muy buenas relaciones entre todos; además cuando algún animal, pongamos por ejemplo; un gato, quería dialogar con una lagartija, siempre había una rana dispuesta a hacer de intérprete entre ambos.
Muy lejos de Croatia había un gran estanque también poblado con innumerables ranas, pero las de aquel estanque, al contrario que las de Croatia, sólo entendían el lenguaje de las otras ranas, y el croar aquél sólo era entendido por las de otros estanques próximos y ningún otro animal de aquellas tierras era capaz de interpretar aquellos croarr croarr  croarr.
Entre todas aquellas ranas había una tan emprendedora, tan emprendedora que propuso traer una rana de Croatia como intérprete o de profesora en una Academia de Idiomas que quería montar en el tercer nenúfar a la derecha.
Las otras ranas la trataban de loca pero ella se defendía diciendo:
-   ¿Es que sólo queréis entenderos con otras ranas?, ¿no comprendéis que saber idiomas es importante para nuestra supervivencia?
Pero Croatia quedaba muy lejos y sus anfibias habitantes no estaban dispuestas a desplazarse al estanque de nuestra historia para hacer de intérpretes o profesores.
Es por eso que nuestra rana decidió viajar a Croatia y así lo hizo, aunque ello le llevó muchos días de ir saltando de estanque en estanque y de charca en charca, pero finalmente llegó a su destino.
Allí pasó mucho tiempo aprendiendo los idiomas de los otros animales, en vista de que las ranas de su estanque no serían capaces de entender nunca a sus vecinos, ni éstos serían nunca capaces de entender el raniquicuaque.
-   Si las aves, mamíferos y reptiles de nuestro entorno – se decía – son incapaces de entender nuestro idioma, aprendamos nosotras el suyo y así nos podremos comunicar.
Así que cuando regresó de Croatia,  dominando las lenguas de la mayoría de la fauna, tras otros muchos días de saltar de charca en charca y de estanque en estanque, estableció su Academia de Idiomas en aquel tercer nenúfar a la derecha, confiando en que sus congéneres se apuntarían masivamente a las clases de lagarto, zarigüeya, topo, gato, cerceta, cuclillo, y otros muchos de aquellos idiomas que había acabado por aprender; pero sólo se le matriculó una ranita chiquita, tan chiquita que recientemente acababa de perder la cola.
Esta alumna eligió la lengua más fácil de todas porque sólo tenía una palabra que aprender y encima era de sólo cuatro letras. El lenguaje elegido era el “cuclillo” y lo cogió con tanta afición que se pasaba las noches enteras practicándolo a la orilla del estanque
-   cucú,
Cantaba la rana, mientras las otras atronaban la noche con sus croarr croarr croarr.
-   cucú
Debajo del agua, desde la orilla o encima de una hoja de nenúfar.
-   cucú
Mientras así cantaba pasó un caballero con capa y sombrero que se quedó sorprendido por ese canto, sobre todo porque sonaba desde el agua y no en las ramas más altas de algún árbol, como sería lo normal.
-   cucú
Seguía cantando mientras por allí pasaba una señora con traje de cola que también se sorprendió mucho ya que aquel cucú le sonaba con un acento extraño, más anfibio que alado.
-   cucú
Seguía cantando incansable cuando en una barca de remos llegó un marinero que cargaba un enorme haz de romero y lo llevaba a vender al mercado. Al marinero lo que más le extrañó es que una ranita diminuta, cantando como un cuclillo, se atreviera a pedirle un ramito; ramito que no le quiso dar, no por maldad, sino de tan aturullado que estaba por la sorpresa.
La pequeña ranita, del disgusto, renunció a hablar otro idioma, se metió en el agua y se echó a llorar, pero esta vez con un croarr croarr croarr que a nadie sorprendió y que todas las ranas entendieron de inmediato acudiendo a consolarla.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado



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