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miércoles, 25 de mayo de 2016

RELATOS DE HÉNDER, Libro 1 (Las piedras de Hénder) parte 1

Comenzamos aquí un nuevo libro titulado RELATOS DE HÉNDER. Se trata de un largo cuento en forma de trilogía de momento, porque tiene vida propia y sigue creciendo; con aventuras, exploraciones y mucha magia. Un "malvado y poderoso mago - tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto -" es autor de un encantamiento que Fan, nuestro protagonista, deberá neutralizar. Contará para ello con unos extraños compañeros de viaje y descubrirá nuevas tierras inexploradas.



Y comienza así...

dedicado a Elia y Llanos
que algo de frikismo me deben


LIBRO 1.- Las piedras de Hénder (parte 1)


Pascia era un pequeño y tranquilo país, situado al sureste del Continente Único. Limitaba al Norte con el Reino de Alandia y al Oeste con las Montañas Brumosas. Era un país de pescadores y campesinos que nunca habían ido más allá de sus fronteras y que, salvo algún caso excepcional, no tenían ningún interés en aventuras ni viajes.
En Aste, una pequeña aldea que se dedicaba a la agricultura y la ganadería, situado al Norte de la Capital, vivía un pastor llamado Fantasik, al que todos llamaban Fan. Cuidaba su rebaño con gran dedicación, ordeñaba sus ovejas y elaboraba los mejores quesos del pueblo y de los mejores de toda Pascia. También esquilaba, aunque las labores de hilado y tejido se las dejaba a otros.
Era un espíritu inquieto y curioso, pero tampoco en su vida había tenido ocasión de salir de los límites de su aldea, ni tan siquiera conocía el Mar del Alba que bañaba las costas del Sur y el Este de su país, nunca se había aventurado por los caminos que conducían al pueblo de pescadores conocido como Puerto Fin y aún menos a la Capital, de hecho ellos no viajaban para vender sus productos sino que los comerciantes los recogían con sus carretas.
Fan conocía muy bien a cada una de sus ovejas y sus preferencias a la hora de comer y a cada uno de sus perros, de los que Rayo era el mayor y macho dominante de los otros tres. Entre sus ovejas había unas que preferían el trébol silvestre, otras la avena borde de los ribazos, otras la correhuela,… pero otra tenía aficiones caprinas, ya que sólo le gustaba un raro té de roca que crecía en los riscos más inaccesibles; por lo que se engarabitaba por los roquedales, como si fuera una cabra, en busca de tan aromático forraje. Por encima de las otras, a Fan le resultaba simpática esta oveja porque; además de sus curiosos hábitos alimentarios y de que había aparecido no hacía mucho entre el rebaño sin que nadie supiera de dónde había salido, tenía una mancha negra en la cabeza que le daba un aire cómico. Como a todas sus ovejas y a sus perros le había puesto nombre, la llamaba Lunar por aquella mancha y porque había aparecido con la Primera Luna Llena
Cierto día en que buscaba su golosina, se encaramó en unas crestas pero, una vez allí, fue incapaz de bajar por más que lo intentó, ya que el paraje era de lo más escarpado. Asustada comenzó a balar y balar hasta que el pastor pudo localizarla y, con muchas dificultades, trepar por las rocas hasta alcanzarla. Una vez arriba se la cargó a cuestas y emprendió el peligroso descenso, con riesgo de caer y estrellarse contra las rocas.
Logró descender hasta el prado y, dejándola en el suelo, muy enfadado, comenzó a decirle, como si ella pudiera entenderlo.
¿Estás loca?, tú no eres una cabra. Que sea la última vez que me haces esto, porque no me molestaré en subir a ayudarte
Como si lo hubiera entendido, Lunar agachó las orejas y se tendió mansamente en el pasto y, al mismo tiempo, como una aparición, se materializó junto a ella una bella joven ataviada con una vaporosa túnica de seda y le dijo al pastor.
Gracias por rescatarla; es muy importante porque sin ella no podría librarme del encantamiento que pesa sobre mi.
Fan casi se cae del sobresalto y se la quedó mirando embobado, no se sabe si por la sorpresa o por la contemplación de aquella rara belleza
¿Quién eres y qué quieres decir?– dijo Fan, al que casi no le salía la voz sorprendido por la súbita aparición
Yo soy Saturia la hija del rey Nasiano V que reina en un país muy lejano, pero no tanto como suelen serlo los países de los cuentos y por eso se llama así, No Tan Lejano. Un malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto, me condenó a vagar como un espíritu por esos mundos, sin poder regresar a mi país ni a mi forma corpórea, hasta que alguien logre reunir las cuatro piedras perdidas de la Corona de Hénder.
¿Y tú que tienes que ver conmigo y con Lunar?
Si me puedes ver ahora es gracias a haberla salvado del peligro y sólo me puedes ver tú. El malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto, convirtió una de las piedras perdidas en oveja, de ahí su extraño comportamiento; pero hasta que no se encuentren juntas todas ellas no se romperán los encantamientos, tanto el mío, como los de las cuatro piedras. Por favor, ¡ayúdame!, tienes que encontrar las otras tres y te estaré eternamente agradecida. La próxima se encuentra cerca del pueblo de Mutts, en la Cueva de los Silencios, al borde de las Montañas Brumosas, pero no puedo decirte en qué la transformó el malvado y poderoso mago, eso lo tienes que descubrir tú.
Y dicho esto la princesa desapareció del mismo modo en que había aparecido.
Fan se quedó boquiabierto, contemplando el lugar que segundos antes ocupaba aquella bella y sorprendente aparición, pero reaccionó enseguida y tomó una decisión.
Animado por la expectativa de aventuras y encandilado por la belleza de la princesa, decidió emprender la búsqueda, así que se dirigió a la aldea y le contó la historia a su mejor amigo, Merto. Éste, que también era dado a la fantasía, quiso acompañarlo en su búsqueda pero, a regañadientes, tuvo que quedarse al cuidado del rebaño, aunque Fan tuvo que prometerle llevarle con él en sus próximos viajes.
Merto era un diestro artesano de la forja y fabricaba muy buenos instrumentos y herramientas de corte de excelente filo, tan excelente que podían cortar un cabello al aire y, como prueba de su habilidad, lucía una cicatriz en una mejilla fruto de un accidente con una de sus navajas.
Ambos amigos pasaban largas horas de charla y se ayudaban mutuamente en sus respectivas tareas, aunque a Fan no se le daba tan bien el afilado ni a Merto el pastoreo.
Acompañado por la oveja encantada, se puso en camino hacia las Montañas Brumosas. Llevaba en su zurrón, además de su navaja y una pequeña hacha obra de su amigo, yesca y pedernal en un bruñido estuche de acero que también era obra de Merto, una fuerte pero fina cuerda, un pañuelo de hatillo, una fina manta de la lana de sus ovejas, una hermosa hogaza de pan, uno de sus quesos más curados, chorizo y tocino suficientes para unos días, pero como era buen conocedor de las plantas y hongos comestibles, así como de algunas plantas medicinales apenas tendría que echar mano de sus reservas.
A los cinco días de caminar ya se distinguía a lo lejos la silueta de las montañas aunque debían caminar aún otros tres o cuatro días más, ya que el sendero bordeaba la falda oriental, hasta llegar a aquel pueblecito a la orilla de las Montañas y ya muy cerca de la costa.
El sol apretaba fuerte, de modo que a las horas de más calor comía y reposaba a la sombra y se dedicaba a tallar con su navaja complicados dibujos en su cayado.
Una vez llegado a Mutts quiso preguntar dónde se hallaba la Cueva, pero el pueblo bullía de actividad; la gente iba de aquí para allá con guadañas, horcas, palos y todo tipo de armas imaginables.
Preguntó al primero que se encontró, que a qué se debía aquel revuelo y le respondió.
Vamos a matar a un maldito lobo que se esconde en la Cueva de los Silencios, ya estamos hartos de que nos mate las ovejas. Y tú no sé por qué te atreves a venir aquí con esa precisamente.
¿Por qué? ¿Qué tiene de particular esta oveja?
Porque este lobo tiene la manía de matar a todas las ovejas blancas con una mancha negra en la cabeza, suerte que de esas hay pocas, pero a las blancas del todo y a las completamente negras no las ataca, sólo las espanta, pero luego cuesta reunirlas, y más de una se despeña huyendo.
Enseguida intuyó que el lobo era su objetivo y les dijo a los habitantes del pueblo.
No os preocupéis que yo os voy a librar de él.
Y se encaminó a la Cueva. La boca era oscura, no digo que como boca de lobo, pero oscura con ganas. Precediendo a Lunar se internó en la abertura, anduvo unos pasos y descubrió al fondo el brillo de unos ojos fosforescentes y atemorizadores. El miedo recorrió su espinazo como un calambre, pero no se arredró, otras veces ya se las había tenido que ver con lobos y sabía como tratarlos, aunque en esta ocasión no contaba con la ayuda de Rayo y sus compañeros. Siguió avanzando hasta que se le acomodó la vista y descubrió, agazapado al fondo de la cueva, tras unas estalagmitas, a un lobo grande y gris con aire amenazador.
Dirigiéndose a él, le dijo:
– ………………………………………
Pero, haciendo honor a su nombre, las paredes de la Cueva absorbían todos los sonidos, incluso sus pisadas y los latidos de su corazón, y no se escuchó nada.
Repitió de nuevo el intento, alzando la voz, con el mismo resultado.
– ………………………………………
El lobo, enseñando los afilados colmillos y alzando el cuello aulló
– ………………………………………
Tampoco su aullido llegó a materializarse, el espeso silencio era dueño de la cueva.
Dio la vuelta y se dirigió al exterior seguido por Lunar. El lobo salió tras ellos, mirándolos con ojos famélicos.
Encarándose a él, le dijo:
¿Así es como me agradeces que te salve la vida?, Los campesinos estaban dispuestos a matarte, pero yo les he pedido que te dejaran en paz y les he prometido que te llevaría muy lejos. De desagradecidos está el mundo lleno, pero si lo prefieres te doy a elegir: te dejo con ellos o me haces caso y te vienes con nosotros.
Una multitud armada con los enseres más variopintos, si puede llamarse multitud a toda la población de una pequeña aldea, contemplaban al lobo con miradas airadas.
Como si lo hubiera entendido, el lobo agachó las orejas y se tendió mansamente en el pasto y, al mismo tiempo, como una aparición, se materializó junto a ellos Saturia, aquella bella joven de la primera vez.
Gracias por rescatar al lobo de las iras de los campesinos; es muy importante porque, sin él, no podría librarme del encantamiento que echó sobre mí aquel malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto. No debes preocuparte por lo que pueda decir toda esa gente, no me pueden ver. Ahora que has encontrado la segunda piedra encantada deberás seguir la búsqueda llevando contigo a la oveja y el lobo. Pero debes tener mucho cuidado de que éste no la dañe, porque entonces todos nuestros esfuerzos habrían sido en vano. De la tercera piedra encantada sólo puedo decirte que se encuentra en los Jardines Reales de Alandia y no puedo decirte bajo qué forma la escondió el mago.
Dicho esto la princesa desapareció tal como había aparecido.
Fan no quedó tan embelesado con la princesa como la otra vez, es más le molestó mucho tener que ir ahora a Alandia, ya que la distancia era mucha y debía desandar buena parte del camino, para finalmente atravesar el puente sobre el río Far y el páramo gris.
Ya podía haberme enviado primero allí y ahora no tendría que dar tanto rodeo
Pero, resignado, emprendió el viaje llevando delante al lobo, para mantenerlo vigilado, y seguido por Lunar.
Los aldeanos, que habían contemplado sorprendidos aquella rara escena, aunque no vieron a la princesa habían visto a Fan hablar al aire, se quedaron boquiabiertos mirando cómo se perdía en la distancia aquel extraño trío y luego regresaron todos a sus casas y a sus tareas cotidianas.


(Publicación interrumpida
vuelto a publicar completo desde )
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miércoles, 18 de mayo de 2016

XIV.- Cloe quiere... saber


Y aquí terminan las andanzas de esta gallina alocada. Esta vez Cloe se da un baño, aunque no en el estanque. 
Se trata de un baño de realidad y de 
autoestima. 

La verdad es que a mí me gustaba más cuando se metía en líos 
y lo hubiera dejado en el capítulo anterior, pero era el trece
 y pensé que mejor ese número no, que ya había tenido bastante mala suerte la pobre.

Otro día... Algo nuevo que ando maquinando      






CLOE QUIERE SABER

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final

Un día, a Cloe se le encendió una chispa en el cerebro; se trataba, no de otra idea descabellada, como habitualmente, sino de una pregunta. No una pregunta como las que tenía a todos acostumbrados:
¿por qué no puedo nadar?
¿por qué no puedo volar?
¿por qué no puedo hablar?…
La pregunta era la siguiente:
- ¿Cómo es que Muu y Wof saben muchas cosas más que yo? ¿acaso, por ser gallina, tengo que ser tonta?
Y se encaminó a hablar con quien todos pensaban que era la más inteligente de la granja, que siempre estaba rumiando: la vaca Muuriel, y le preguntó:
    - Muu ¿Por qué yo sé tan poco y vosotros tanto? ¿Puedo aprender? Ya sé que no he sido capaz de aprender a nadar, volar, hablar y tantas cosas más; pero ¿Es que soy tonta por el hecho de ser gallina?
    - No eres tonta, – respondió Muu – la prueba es que te haces preguntas como ésta, sólo que no eres consciente de lo que sabes. Además, cada cual sabe cosas diferentes; tú sabes, aunque no lo puedas creer, cosas que yo no sé, y yo sé cosas que tú no sabes
    - ¿Y por qué no me enseñas?
    - En eso no te puedo ayudar ni dar clases, a lo sumo algún consejo o alguna exhortación. Cada cual debe descubrirlo por su cuenta y es la vida la que enseña. Tan solo tienes que desvelar esas enseñanzas ocultas, hacerlas aflorar y aprovecharlas.
    - Pero yo no sé nada…
    - Eso te crees tú, lo que pasa es que nunca has reparado en ello. Pasa revista a tu vida, haz memoria, aunque te cueste un esfuerzo, y ya verás las cosas que has aprendido a lo largo de tus pocos años de gallina.
    - Pero si lo único que he aprendido es que hay cosas que no soy capaz de hacer: nadar, volar, hablar, viajar…
    - Sí, pero de los fracasos también se sacan enseñanzas, y no debes pensar sólo en los fracasos y en lo negativo, piensa en las cosas positivas. Piensa en que tienes amigos, en cómo eres capaz de hacer cosas que otros no pueden: como cazar saltamontes al vuelo o localizar un grano de trigo en un pajar, pero no desesperes. Cada cual atesora una gran riqueza de conocimientos escondidos entre los recuerdos, aunque no sea consciente de ellos. Piensa y analiza cada cosa que hagas o hayas hecho, y verás que tengo razón, que sabes mucho más de lo que crees y que nadie puede darte lecciones; en todo caso se pueden compartir conocimientos y experiencias, pero siempre se recibe en la medida que se da, y tú tienes mucho que dar.
    Cloe se marchó a su Montaña de Basura a pensar y, mientras cazaba lombrices, gusanos, escarabajos y toda clase de insectos, comenzó a recordar;
    Recordaba cuando estando dentro del huevo, sintió que ya había llegado su hora y comenzó a picotear el cascarón con todas sus fuerzas, sin que nadie le hubiera tenido que enseñar aquello, lo hizo por si misma y sin ayudas.
    Recordaba cuando comenzó a usar sus menudas patitas y echó a andar, sin que nadie le hubiera enseñado.
    También recordaba cuando comenzó a cambiar su suave plumón por suaves, pero fuertes, plumas y cómo éstas la abrigaban en el frío invierno, por lo que no tuvo necesidad, como la golondrina, de emigrar a África del Sur.
    Se dio cuenta de que era capaz de alimentarse por si misma y hacerlo muy bien y sin que nadie le enseñara qué era comestible y qué no. No tenía necesidad de mojarse para pescar en el agua, con lo fría que estaba, ni tenía que cazar los insectos al vuelo con el riesgo de ser la presa de una rapaz en lugar de ser el cazador .
    Recordó también, como alguien le había contado, que a aquel loro parlanchín lo habían encerrado en una jaula para divertir a los humanos, que le enseñaban palabras malsonantes, y recordaba que ella también había estado en una jaula. Por lo que pensó que ése era el destino de los que no seguían su naturaleza y actuaban como no debían. Así aprendió que le convenía, como a todos los demás, no hablar el lenguaje de los humanos, ni siquiera para pedir comida que ya se sabía agenciar por su cuenta.
    Recordó haber visto al gato cazar ratones y alimentarse con ellos ¡Qué asco! Y también a los humanos comerse a sus primas las perdices, conejos, liebres y otros animales que cazaban ¡Qué horror! ¡Con lo ricos que estaban los saltamontes! ¡Eso sí que era caza!
    Y no hablemos de su habilidad para hacer nidales y poner sus huevos para incubarlos. ¡A ver si sabía hacer eso una vaca o un perro!
    Tampoco necesitaba, como la paloma, una pareja que la ayudara, se bastaba y sobraba ella sola para cuidar de sus huevos y sus pollitos. ¿Para qué necesitaba un gallo, aparte de los fugaces encuentros de fertilización? ¿Tenía necesidad de aguantarlo horas, días y meses? ¡No!
    Y a Cloe se le despertó la autoestima dormida y comenzó a valorarse, cosa que nunca antes había sido capaz de hacer.
    Además estaba pensando mucho, intensamente, y varias cosas a la vez - algo que ni ella ni nadie hubiera creído posible – y es que el ejercicio mental desarrolla la memoria y el entendimiento.
    Por una vez, Cloe, sin necesidad de intentar emprender algo imposible, fue feliz, se sintió realizada y se lo agradeció a los consejos de Muuriel, pero mucho más a ella misma.


jueves, 12 de mayo de 2016

XIII.- Cloe quiere... novio

Se equivocó la gallina, se equivocaba, al pretender ser paloma se equivocaba, creyó que un novio sería, la ilusión
que ella esperaba, se equivocaba, que él le 
empollaría los huevos, la cuidaría si enfermaba.

Otro día "Cloe quiere...  saber"        







CLOE QUIERE NOVIO


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final

Hacía tiempo que a Cloe no se le ocurría hacer nada sorprendente o imposible para una gallina, comía como siempre y últimamente dormía en su palo plácidamente sin que le molestaran: cloqueos ajenos, caídas, aleteos o el sonido de la gallinaza al caer, así como tampoco el olor del gallinero que hasta le parecía el más caro de los perfumes. Y dormía profundamente hasta que el gallo daba los buenos días a voz en grito.
Era un gallo imponente, de fuertes espolones, roja cresta, potente pechuga y colorido plumaje. A Cloe le gustaba encontrárselo recortando su silueta a la luz del sol naciente, posado en un tocón, con el cuello estirado y la cabeza enhiesta, lanzando su matinal y puntual:
- KIKIRIKIIIIII

El gallinero se movilizaba y todas salían a comer. Algunas habían dejado su huevo del día en el nidal; otras, como Cloe, se esperaban para regresar en su hora de puesta, que era diferente para cada una y que se iba retrasando cada día un poco. Algunas encontraban un lugar recóndito bajo unas matas, o un rincón oscuro, y ponían allí. Eso le pasaba a Cloe, había encontrado como nidal una enorme mata de romero, a cuyo pie iba poniendo y ya llevaba almacenada casi media docena, con el riesgo de que alguna sierpe u otro bicho diera con ellos y se los comiera, pero ella no podía estar todo el día vigilándolos y dándoles calor.
Andaba Cloe, como siempre, de caza de insectos y grano, cuando encontró un montón de cebada que parecía haberse salido de un costal agujereado. Se puso a comer con apetito y, mientras comía, aterrizó por allí una paloma que la saludó y se puso a comer también.
Entablaron conversación y la paloma le contó que llevaba comida en el buche para su palomo, que éste se había quedado en el nido cuidando los huevos. Le contó también que, cuando cualquiera de ellos se encontraba mal, el otro le cuidaba y le buscaba comida.
Cloe, admirada, dijo:
- ¿Y cómo es eso? Nosotras las gallinas no tenemos pareja y el gallo es de todas, porque sólo hay uno en el gallinero.
- Pues las palomas siempre vamos en pareja y son para toda la vida. Se han dado casos de que, en una pareja, si uno de los dos se muere, se muere el otro de pena.
- ¡Qué bonito! - dijo Cloe – Cómo me gustaría tener una pareja para toda la vida.
- Pero es que las gallinas sois diferentes de nosotras las palomas.
- Sí, pero yo quiero una pareja y haré todo lo posible por conseguirlo.
No quiso decir nada a Muuriel, porque ya sabía que le reñiría y le echaría el sermón de siempre: “Confórmate con ser gallina y no pretendas ser otra cosa”
Desde ese día procuraba no acercarse por donde estuviera Muuriel, ni a Woffe tampoco le quiso comentar nada, no porque éste fuera a hacer reproches, pero seguro que se iría de la lengua.
Comenzó a acicalarse las plumas y a hacerse ver más por el gallo, se le acercaba contoneándose y echándole miradas tiernas, aunque la mirada de las gallinas es totalmente inexpresiva.
El gallo le hacía caso medio minuto, como a todas, y marchaba a por otra, y otra, y otra. Eso la enfurecía, pero no mucho y tampoco se podía poner celosa, porque eso es un sentimiento que difícilmente hubiera entrado en sus saturadas neuronas, ocupadas totalmente con la obsesión de conseguir al gallo para ella sola.
Siguiendo con el acoso, comenzó a cebarlo para ganarse su voluntad, porque pensaba que al gallo se le ganaba por el buche. Le llevaba todo el grano y bichos que podía conseguir. Ella apenas comía y, con el tiempo, se estaba quedando en los huesos, el brillo de su plumaje, del que tanto presumía, se estaba quedando apagado; y su pechuga, envidiada por las otras gallinas, ya no era más que un pellejo arrugado recubriendo su quilla.
El gallo comenzó a apreciar sus ofrendas y comenzó a dedicarle más tiempo que a las otras. Por otra parte, se estaba engordando tanto que había cambiado la voz y, además, algunos días se dormía y no cantaba a la hora.
Muuriel se dio cuenta de que algo no marchaba bien en el gallinero y enseguida pensó que Cloe tenía algo que ver. No se equivocaba. Acabó encontrándola y la vio tan desmejorada que le preocupó mucho; casi más que cuando se tiró desde el tejado y se le rompieron dentro los huevos pendientes de salir. Le preguntó qué pasaba y Cloe no pudo evitar decir la verdad, no era capaz de mentir porque en su cabeza no cabría ni siquiera una mentirijilla.
- Sigues con lo mismo de siempre – dijo Muuriel – pretendes imposibles y finalmente acabas defraudada, cuando no lesionada. Suerte tienes de que no te puede durar mucho, pero sigues sin asumir la realidad. Por crudas que sean hay que aceptar las cosas tal y como son. Los gallos no son monógamos como los palomos. Y tú, aunque no sé cuándo te vas a enterar, eres una gallina.
- Pero yo quería alguien que me ayudara a cuidar los huevos, a empollar, que me cuidara de vieja…
- Los huevos no hace falta que los cuide nadie, porque se los llevan cada día, tampoco hay que empollar porque ya lo hacen las incubadoras, aunque con lo que estás haciendo con el gallo me parece que sólo serían fértiles los tuyos y los de las demás no valdrían para incubar. Y te voy a ser franca, aunque duela, de vieja se dice que harás buen caldo, aunque tal como estás ahora, como mucho, saldría una taza. Sé que todo ésto es muy duro de escuchar, pero lo olvidarás enseguida.
Cloe se marchó no muy convencida, pero el gallo ya no estaba allí. Estaba tan gordo que daba gusto verlo y, como no servía ya como despertador ni con las gallinas, fue destinado a la cena de Nochebuena. En su lugar pusieron a otro gallo joven, nacido de uno de los huevos de Cloe.
De pronto se dio cuenta de lo delgada que estaba y notó una sensación acuciante, tenía mucha hambre. Así que se dedicó a buscar comida y se dio un atracón. Le sentó muy mal porque últimamente no estaba acostumbrada a comer y pasó unos días con dolor de pechuga y molleja, pero comenzó a recuperar el peso y olvidó su obsesión por la monogamia; también olvidó afortunadamente lo que Muuriel le había dicho del caldo de gallina vieja.
Muuriel vio que las cosas volvían a su cauce natural y pensó:
- A ver ahora con qué cosa nueva nos va a sorprender ésta.
 
           

jueves, 5 de mayo de 2016

XII.- Cloe quiere... casa

Hay momentos en que la falta de sueño puede poner de 
los nervios a cualquiera, hasta el extremo de hacer 
alguna barbaridad; y Cloe, como no es un caso
aparte, se mete en otra como de costumbre,

Otro día "Cloe quiere...   novio"                   




CLOE QUIERE CASA
Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


- ¡Estoy harta, harta y más que harta!
Así se quejaba Cloe, paseando nerviosamente frente al gallinero. Sus amigos estaban preocupados porque últimamente la veían demacrada y se iba durmiendo por cualquier lugar.
Woffe le preguntó
- ¿Qué te pasa?, ¿Tienes algún problema?
- ¿Que qué me pasa, dices? Que estoy más que harta. Llevo días sin poder dormir a gusto. Cada día me acuesto con las gallinas y me levanto con el gallo, pero no puedo dormir de corrido. Cuando no es la de al lado que cloquea en sueños y me despierta, es otra que se cae del palo y sus locos aleteos me desvelan, o el constante sonido de la gallinaza cayendo rítmicamente al suelo “plof, plof, plof”. La cuestión es que no pego ojo, me paso las noches en blanco y estoy desesperada. Además, como estoy despierta, tengo que aguantar la peste a gallinero y cada día me da más asco. Y el hacinamiento y la falta de privacidad e intimidad me agobian, porque hasta los mínimos encuentros con el gallo tienen testigos. Cada día estoy más harta de vivir en esta especie de campo de internamiento y estoy deseando marcharme.
- Pero si el gallinero es tu casa, la casa de todas las gallinas.
- ¡Ya! Pero no tiene que ser siempre así, porque sí. ¿No tienes tú una caseta para ti solo? ¿No tiene Muu su cuadra para ella sola? ¿No tienen los pajarillos nidos para ellos, su pareja y sus crías? ¡Hasta los caracoles tienen casa propia! ¿Por qué yo no?.
- Porque no es lo propio de las aves de corral, de vosotras las gallinas; y tú, como te diría Muu, eres una gallina y no debes olvidarlo.
- Pues yo pienso poner remedio, no me resigno a no dormir por las noches.
Woffe se marchó muy preocupado y se acercó a contárselo a Muuriel
Mientras tanto Cloe comenzó a hacer planes.
- ¡Sí! Conseguiré una casa para mí sola
Y comenzó a pensar en cómo sería, de qué materiales y quién podría construirla, porque las gallinas carecen de habilidades constructivas.
Como referencia tenía lo que veía a su alrededor y lo que recordaba de las casitas que se habían hecho Pag, Peg y Pig(ver nota al pie), aquellos tres cerditos que le contaron una vez cuando era polluela.
Descartó la casita de ramas, porque seguro que se colaba el viento por todas partes y seguro que entraría agua al llover.
Descartó la casa de piedra porque, aparte de que en la granja no había nadie capaz de construir algo así, allí no había peligro de que entrara ningún lobo soplador, gracias a Woffe.
Finalmente se inclinó por una casita de tablas; que era fácil de construir, ligera y abrigosica durante el frío invierno. Ahora se trataba de encontrar un constructor, porque el terreno ya lo había elegido, lo más lejos posible del gallinero.
Cavilando en éstas estaba cuando oyó el rítmico tamborileo “tap ratatatap tap” del Pájaro Carpintero, y pensó que ahí tenía a su contratista para encargarle la obra.
Le llamó y éste descendió con un rápido aleteo, desde unas ramas secas en lo alto de un álamo, y se posó junto a ella.
- ¿Por qué me has llamado? ¿No ves que tengo trabajo?
- Quiero que me construyas una casita para mí sola
- Eso se puede hacer, pero tendrá que ser una especie de loft, algo diáfano, no me gustan los tabiques. Veamos las medidas...
Aleteó agitadamente alrededor de Cloe y finalmente le dijo.
- Sí,creo que a cincuenta por cincuenta bastará, te vendrá a medida y no te quedará estrecha ni extremadamente holgada. Pero has de saber que eso es caro.
- ¿Cuánto?
- El presupuesto me sale que puede costarte unas cien unidades, entre insectos, orugas y gusanos.
- ¡Pero eso es muy caro!
- Pues si te interesa es lo que hay. Y si no tienes, pide un crédito.
- ¿Y eso incluye el mobiliario y complementos?
- De ningún modo. Para eso te tendrás que buscar otro proveedor. Tú vete a buscar efectivo y ya me dirás si hacemos trato o no. Pero te advierto que no puedo esperar mucho porque tengo más obras esperando.
Cloe marchó muy preocupada. Juntar cien unidades en poco tiempo era imposible, le llevaría al menos una semana larga y le acuciaba la prisa por marchar del gallinero.
Entre las gallinas de la granja había una que ejercía de prestamista, aunque por lo alto de sus intereses más bien podría decirse usurera. La llamaban IBG (Intereses Bien Grandes) y acumulaba efectivo para prestar a altos intereses, pero a veces resolvía problemas urgentes, como era el de Cloe en ese momento, y acudió a ella.
- Venía a pedir un préstamo de cien unidades para comprarme una casita.
- ¿Y dónde está esta casita? Porque yo necesito una garantía con que cobrarme y que responda del pago.
- Todavía no está, aún me la tienen que construir.
- Pues entonces es una casita hipotética.
- Bueno, si… ¿Pero me podrá prestar esos cien?
- Claro, pero tratándose de una "hipotética" los intereses serán mayores. ¿Aceptas?
- Acepto
- Pues marca tu pata aquí, y aquí, y aquí, donde la cruz.
Así Cloe le pudo llevar sus cien unidades, entre gusanos, orugas e insectos al Pájaro Carpintero y éste le prometió que a la mañana siguiente comenzaría la obra. Primero tenía que preparar los materiales.
Cloe se retiró a su gallinero, se acostó con las gallinas, y esa noche aún durmió menos, pero no por los cloqueos, caídas, aleteos y defecaciones, sino por los nervios.
Nada más cantar el gallo, saltó del palo y corrió al lugar destinado a su casita y en donde debería comenzar la obra su contratista.
Y esperó, esperó, esperó. Esperó todo el día y no apareció. ¡El pájaro había volado! ¡Y con sus cien unidades!.
Cloe se sentía estafada, y de hecho el pájaro la había timado. Se había quedado sin casa y encima tenía que pagar a IBG el valor de la "hipotética" con sus intereses.
Las semanas que siguieron fueron muy largas y de locura; yendo de aquí para allá a la caza y captura de: gusanos, orugas e insectos, de sol a sol hasta que finalmente pudo amortizar el préstamo por su hipotética casita.
Pero no hay mal que por bien no venga. Cada día se retiraba tan agotada que, ni cloqueos, caídas, aleteos o el sonido de la gallinaza al caer, conseguía despertarla y dormía de tirón, como una bendita. Así acabó olvidando su obsesión por una casita y su aversión por el gallinero.
NOTA (ver): Pag, Peg, Pig