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martes, 10 de marzo de 2015

Rebelión en las minas


Un "trascuento" que explica lo que pasa 

en las entrañas de la tierra, en una mina 
de los enanos. ¿De qué me suena eso 
de que son siempre los currantes 
quienes pringan y los que tienen 
que pagar los platos rotos?





REBELIÓN EN LAS MINAS

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final



Algo huele mal en las minas de Thumb’s Nail.  No, no es que las galerías sanitarias tuvieran problemas de ventilación o filtraciones; lo que desde hace algún tiempo estaba pasando es que el ambiente se estaba haciendo algo irrespirable tras el agotamiento de las vetas más productivas, y eso era algo grave en una comunidad como la de los enanos, con una gran avidez por el oro y las piedras preciosas.
En el fondo de una de las galerías más profundas, entre un calor agobiante y a la tenue luz de sus faroles de aceite, un grupo de jóvenes mineros se hallaba reunido como en una conspiración, mientras uno de ellos vigilaba la entrada de la galería por si aparecían los Guardianes y dar aviso para reanudar el trabajo.
Uno de ellos, al que llamaban Cascarrabias porque siempre estaba de mal humor y protestaba por todo, decía así con gran vehemencia.
-Esto no puede seguir así; la baja producción de las vetas la sufrimos siempre los mismos, los que cavamos. Tanto los Ancianos del Consejo, como los Gestores, como los Guardianes, reciben su parte de oro aunque se consiga menos. Ellos no padecen las crisis; mientras nosotros, que somos los que lo extraemos, nos tenemos que repartir lo poco que sobra, si es que sobra. Así que, como siga descendiendo la producción, llegaremos a no ver ni un gramo; eso, si no tenemos que pagar de nuestros ahorros para mantener el nivel de ingresos de los Ancianos, la Administración y las Fuerzas de Seguridad.
- No, no – corearon todos los enanos, salvo Callado, que nunca decía nada y que se limitó a mover la cabeza a un lado y a otro. 
- Pues algo tendremos que hacer, a ver si mañana nos reunimos de nuevo y alguien aporta ideas
Como terminaba la jornada de trabajo, recogieron picos y palas, lo cargaron en las carretillas sobre el mineral acumulado y, trabajosamente, las empujaron a la galería de los ascensores desde donde serían llevadas a la superficie para el posterior triturado, lavado y sedimentado del oro en las canales de agua corriente, en las que se separaba de las rocas y el polvo por gravedad y por tamaños.
La organización de la mina era bien sencilla; las galerías superiores, ya improductivas, se habían acondicionado para viviendas, almacenes y oficinas. Estas viviendas eran usadas por los Ancianos que formaban el Consejo y que gobernaban aquel pequeño país.
En las siguientes galerías, ya más profundas se alojaban los Gestores; que administraban los víveres y otros materiales, contabilizaban y repartían el oro extraído y organizaban la convivencia y el funcionamiento de la colonia, cumpliendo las órdenes del Consejo. También se alojaban en ese nivel los Guardianes cuya misión era mantener el orden y vigilar que los trabajadores cumplieran con sus obligaciones.
Ya en niveles inferiores, más calurosos y toscamente acondicionados, se alojaban los trabajadores, tanto de mina como de superficie, así como los encargados de hacer girar las grandes ruedas que hacían subir y bajar los ascensores del mineral.
Como había dicho Cascarrabias, el reparto del oro se producía de la siguiente manera; una parte, que en condiciones normales representaba el setenta por ciento del total extraído, cifra que en cada año se fijaba como presupuesto tanto si luego se producía más como si se producía menos, aunque curiosamente nunca se producía más, servía para cubrir los gastos de acopio de materias primas, alimentos, herramientas, vestido y calzado, honorarios de los Ancianos del Consejo y salarios de los Gestores y Guardianes. Lo que quedaba, si quedaba algo, se repartía a partes iguales entre todos los trabajadores, tanto de mina como de superficie. 
Últimamente las vetas  más ricas habían comenzado a flojear, hasta que se habían agotado por completo y habían tenido que abandonarse. Ahora las prospecciones en busca de nuevas vetas se llevaban los mayores recursos en mano de obra, por lo que la producción en otras vetas menos productivas, pero aún activas, se había visto resentida y, en consecuencia, había mermado aún más la producción total.
Las nuevas galerías se iniciaban en todas direcciones esperando hallar nuevas vetas y se iban abandonando a falta de resultados.
Es natural que aquella situación se fuera haciendo insostenible y el malestar de los mineros creciera.
Volvemos a encontrarnos en aquella profunda y calurosa galería con el grupo de enanos que ya conocemos y que estaban reunidos alrededor de los faroles de aceite, como la vez anterior.
Alumbrado, que llevaba al cuello una gruesa bufanda de lana y que era llamado así porque siempre estaba resfriado y le colgaban dos velas de la nariz, dijo
- ¿A quién se le ocurre poner a Callado a vigilar la llegada de los Guardianes?, ¿Cómo nos va a avisar? 
- ¿Y quién quieres que haga guardia? ¿Marmota? Lo que es yo no me pienso perder el debate, es más divertido que estar allí solo en la boca de la galería. 
Todos se volvieron a mirar a Marmota que se había quedado allí dormido de pie.
-Conmigo no contéis – dijo Haragán – yo no voy a caminar hasta allí para nada.
-¡Callad de una vez! – gritó Cascarrabias – Todos sabéis muy bien que Callado no es mudo de nacimiento, debió perder el habla por algún trauma de la infancia y no es sordo, al contrario, podría oír a alguien acercarse mucho antes que ninguno de nosotros y vendría corriendo a avisarnos; pero aún así dudo que vengan por aquí los Guardianes; está lejos, hace calor y ellos con que les paguen bien tienen bastante y procuran hacer lo menos posible. ¡Y basta ya! Estamos reunidos para ver qué podemos hacer. Éste mes seguro que no vemos ni un gramo, al paso que van las cosas, y algo habrá que hacer.
Miedoso hizo un esfuerzo y se atrevió a decir,
-Lo que sea, pero que no me vea nadie,
Marmota, que casi estuvo a punto de perder el equilibrio, despertó ligeramente y abriendo un ojo dijo
-¿Por qué no hacemos huelga y nos quedamos en la cama?
- ¡Eso, eso! – jaleó Haragán – y que nos lleve la comida a la cama el Comité de Huelga.
- Si sirviera de algo…, – dijo Miedoso – pero ya verás tú como nos hacemos notar y salimos malparados.
- No, hombre, no – espetó Alegre, riendo – Ya verás que con una buena juerga nos lo pasamos muy bien, ¡Ay! ¿Habías dicho juerga o huelga?
-Bueno, aparte de la huelga ¿Alguien tiene una idea? – dijo Cascarrabias – Yo propongo que hagamos unas pancartas y nos manifestemos en la galería del Consejo.
-¡Ay no, no! – protestó Miedoso – yo no pienso hacer eso porque me pueden conocer. 
- Pues tenemos que hacer algo ya – replicó Cascarrabias – porque ellos no van a reducir sus ingresos pase lo que pase; ya habéis visto que nos han aumentado las tasas del uso de las galerías sanitarias, el precio del aceite de las lámparas, el carbón de las cocinas y ya veréis qué pronto nos suben todo lo demás.
Miedoso levantó tímidamente la mano y dijo:
-Y si las cosas están así y van a ir a peor ¿Qué hacemos aquí?, ¿Por qué no nos marchamos? Podemos buscar nuestra propia mina y trabajaríamos sólo para nosotros y no para mantener a esa caterva de aprovechados.
Después de aquella parrafada, inaudita en él, dio un profundo suspiro de alivio y se podía ver, a la luz de los faroles que, bajo las barbas, sus mejillas se habían enrojecido intensamente.
- Eso es huir y no dar la cara – dijo Alumbrado, sonándose las velas con la manga derecha – Tú lo que quieres es seguir refugiado en tus miedos y poner tierra por medio.
En su nariz volvieron a aflorar dos gotas, como si no se hubiera acabado de sonar.
-Todo lo que proponéis supone cambio, y el cambio trabajos – terció Haragán - ¿Por qué no seguimos como estamos? Total, aquí sabiendo escurrir el bulto y distrayendo una pepita que otra se puede seguir tan ricamente y con el mínimo esfuerzo.
- Bueno, pues finalmente tenemos cuatro opciones a elegir, salvo que Callado tenga algo que decirnos, ja, ja, ja, - rió con ganas Alegre
- ¡Basta de bromas! –cortó Cascarrabias – ahora mismo voy a buscar a Callado y los siete juntos tomaremos una decisión.
Mientras iba en busca de Callado, los demás se quedaron allí; Marmota durmiendo como de costumbre, Haragán sentado y apoyando la espalda en la pared, miraba a los otros que seguían de pie discutiendo.
-Yo creo que lo mejor es marcharnos – dijo Miedoso
Marmota abrió un ojo y balbuceó medio dormido
-Una buena huelga de brazos caídos es lo que necesitamos.
- No; debemos seguir aquí - dijo Haragán - Procurando hacer como los Guardianes, lo menos posible y si encontramos además alguna influencia  podríamos llegar a ser Guardianes o Gestores y ya tendríamos los ingresos asegurados sin tener que dar un palo al agua, y luego sólo queda esperar a llegar a ser Anciano del Consejo.
En ese momento llegaba Cascarrabias acompañado de Callado; al que, durante el camino, había puesto al corriente de todo lo tratado.
Después de despertar a Marmota, dijo:
-En primer lugar, y antes de decidir nada, creo que debemos comprometernos todos a no echarnos atrás y hacer lo que aquí se acuerde y sin discusiones.
- De acuerdo – dijeron todos, salvo Callado que afirmó con un movimiento de cabeza.
- Pues ahora – concluyó Cascarrabias – Y resumiendo, tenemos cuatro opciones a elegir:
a) hacer huelga
b) manifestarnos
c) marcharnos de aquí
d) seguir como estamos
Así que decidamos; y para eso podemos usar cuatro carretillas de las que están en la galería; la primera por la huelga, la segunda por la manifestación, la tercera por marcharnos y la cuarta por seguir igual. Bastará con dejar cada uno nuestro pico en la carretilla elegida y luego los contamos.
Así lo hicieron, apagaron los faroles y, todos en fila con su pico en la mano, pasaron a tientas por las carretillas y sólo se escuchaban los pasos y el golpe sordo de los picos cayendo en ellas.
Volvieron a encender los faroles y el recuento arrojó un empate entre la huelga y la marcha, con dos picos cada una, en cambio las otras opciones tenían sólo un pico.
-¿Cómo es posible?- dijo Alumbrado en medio de un sorbitón – Sólo salen seis y nosotros somos siete.
Hasta que vieron que Marmota se había quedado dormido con el pico en la mano.
-¡Despierta! – gritó Cascarrabias
Y del susto se le cayó el pico en la carretilla más cercana, la votación había terminado y se había roto el empate
Casualmente se había dormido junto a la tercera carretilla y entonces había ganado el éxodo.
- La votación ha terminado y no valen discusiones – dijo Miedoso – Ahora debemos organizarnos, recoger nuestras pertenencias y salir de aquí. No tenemos mucho que recoger, nuestras pertenencias se reducen al pico, la pala, algunas prendas de ropa y la bolsa de los ahorros, así que podríamos descansar, levantarnos mañana temprano y marchar.

-LA PARTIDA –

Aunque tuvieron que levantar a empujones a Marmota, pudieron salir temprano sin ser vistos.
Salir al aire libre fue una novedad para ellos; sí que alguna vez habían estado en la superficie, pero siempre por poco rato y con la tranquilidad de poder volver inmediatamente a su seguro refugio subterráneo.
Procuraron poner tierra por medio, cuanta más mejor, aunque para lograrlo tuvieron que “incentivar” a dos miembros del grupo, que creo no hará falta señalar. 
Además del pico y la pala, llevaba cada uno un hatillo conteniendo ropa, ahorros, una cantimplora con agua y algunos comestibles, consistentes en galletas y algo de carne seca.
El día era espléndido y a mediodía pararon en un robledal, junto a una fuente, tomaron un bocado y reposaron un rato a la sombra de los grandes árboles.
Costó bastante reanudar la marcha porque Marmota y Holgazán hicieron causa común y querían acabar el camino y tratar de establecerse allí mismo; pero, aunque costó, lograron convencerlos de que la distancia a Thumb’s Nail no era suficiente y que haría falta distanciarse por lo menos tres días más de trayecto hasta poder sentirse totalmente seguros, además aquel terreno no parecía muy apropiado para excavar una mina. 
El conocimiento de los suelos y un olfato especial para los minerales era una de las más apreciadas cualidades de los enanos.
Aunque cada día costaba discusiones, siguieron caminando durante tres días más y avistaron cerca unas montañas muy prometedoras.
Cuando alcanzaron la falda de la montaña, hasta Alumbrado notó el olor a oro, a diamantes, entre otros variados aromas de rubíes, ópalos y esmeraldas.
Decidieron que aquel sitio era el idóneo para hacer sus prospecciones y descargaron herramientas y hatillos.
-Bueno –dijo Marmota - ¿Y ahora dónde podemos alojarnos? Aquí todavía no hay galerías que podamos aprovechar y yo necesito saber cuanto antes dónde estará mi cama. 
-Tendremos que construir una casa – dijo Miedoso.
- ¿Una casa? Los enanos nunca hemos vivido en casas y además eso debe ser muy cansado, teniendo encima que picar la bocamina – respondió Haragán.
- Ya ha dicho Marmota que aquí no hay galerías, o sea que, ¿Queréis seguir durmiendo unos meses a la intemperie hasta que tengamos galerías adecuadas? Yo, de ningún modo, estos aires me matan y creo que estoy pasando del resfriado a la alergia – dijo Alumbrado.
-¡Basta de discusiones! – cortó Cascarrabias – Hagamos la casa; total entre los siete no puede costar mucho y aquí hay buena madera, así que manos a la obra.
- Habrá que comprar sierras, martillos clavos y otras cosas, además de muebles, cacharros de cocina y comestibles decentes, porque yo ya estoy harto de las galletas y la carne seca – dijo Alegre – o sea que podríamos poner cada uno unos pocos gramos de oro y comprar todo lo necesario en el pueblo más cercano.
Así lo hicieron y, en pocos días, tenían una bonita casa con siete dormitorios, cocina, aseo y comedor. La construyeron junto a un riachuelo que, además de proporcionarles abundante y límpida agua, les proporcionaba unas muy ricas truchas.
Los trabajos de la mina también avanzaron a buen ritmo y pronto comenzaron a conseguir resultados, con unos hermosos diamantes en bruto de los que podrían salir muy bien siete valiosos brillantes de muchos quilates cada uno.
Hasta aquí el relato de los siete enanos, que viene a explicar cosas tan extrañas como que siete jóvenes vivieran aislados de toda comunidad enana y, lo que es más extraño, el hecho de que vivieran en una casita en lugar de en una galería de la mina como hacen todos los enanos.

En fin; esas cosas que nunca llegó a preguntarse aquella muchachita que, tiempo más tarde, se encontró la casita en el bosque, pero eso ya es una historia bien conocida por todos y que no es preciso contar.


Este trascuento explica por qué vivían siete enanos
 en una casita, la casita que más tarde encontraría

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