El cuento más largo de los que me contaba mi hermana Maruja cuando chico, en aquellas frías noches de invierno, frente al humero. El cronista se ha tomado ciertas libertades (mea culpa) pero no creo haber empeorado la versión original.
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al pie
se sigue el texto en el
vídeo que figura al pie
LOS TRES
PELOS DEL DIABLO
Érase
una vez una mujer muy pobre que dio a luz a un niño, y nació de pie, por lo que
le dijeron que siempre tendría suerte y que se casaría con la hija del rey.
Al
poco tiempo el rey llegó al pueblo de incógnito por lo que nadie supo
que era el rey; se enteró del nacimiento y de la profecía, cosa que le molestó
mucho y pensó cómo deshacerse del niño.
Se
ofreció a los padres a cuidar de él y darle una educación y los padres se
negaron, pero les ofreció oro y acabaron aceptando por el bien de los demás
hermanos y, además, a aquel niño afortunado no podría pasarle nada malo.
Le
entregaron el niño y el rey lo puso dentro de una caja, y al llegar al río lo
dejó a merced de la corriente; pero la caja siguió flotando por el curso del
río hasta llegar a un molino, quedando atascado en la esclusa de la presa.
El
molinero que vio la caja la alcanzó con un palo y la llevó a la orilla y al
abrirla descubrió al niño sano y salvo. Como los molineros no tenían hijos se
alegraron mucho con el hallazgo y lo cuidaron y lo criaron hasta que fue mayor.
Un
día, cuando el rey iba de caza, le sorprendió una tormenta y se refugió en el
molino; al ver al muchacho les preguntó a los molineros que si era suyo y éstos
le explicaron cómo y cuando lo habían rescatado del río.
El
rey se dio cuenta de que el muchacho era el niño afortunado que había arrojado
al río y dijo:
-¿Podría el muchacho llevar una carta a palacio? Le pagaré
dos monedas de oro.
-Si lo ordena el rey, así se hará -
Dijo
el molinero y ordenó al muchacho que se preparara para partir.
El
rey escribió la carta a la reina, y decía:
“En cuanto llegue alguien con esta carta, ha de ser muerto y enterrado
sin pérdida de tiempo”.
El
muchacho salió con la carta, pero se equivocó de camino y ya de noche fue a dar
al corazón de un enorme bosque. En la negrura del bosque creyó percibir un
punto de luz y caminó hacia el lugar en que brillaba, encontrándose con una
cabaña. Dentro encontró a una anciana junto al fuego que se asustó mucho y
dijo:
-¡Márchate de aquí! Esta es la guarida de unos ladrones y
cuando vuelvan te matarán.
-No tengo miedo, sólo tengo tanto sueño que no me aguanto ya
de pie.
Y
echándose sobre un tarimón junto a la chimenea, se durmió.
Poco
después llegaron los ladrones y preguntaron quién era el muchacho que allí
dormía.
-¡Pobre! Es un muchacho que se ha perdido en el bosque y
tiene que entregar una carta a la reina.
Los
ladrones abrieron la carta y supieron que el muchacho iba a ser asesinado en
cuanto llegara; entonces el jefe, rompiendo la
carta del rey, escribió otra en su lugar, diciendo que inmediatamente después de la
llegada del joven debía ser casado con la hija del rey.
Lo
dejaron tranquilo durmiendo hasta la mañana siguiente y cuando despertó le
entregaron la carta y le indicaron el camino que debía seguir.
Después
de recibir la carta y de leerla, la reina hizo como se le ordenaba: mandó
organizar una gran boda y casó a la princesa con el afortunado muchacho.
Tiempo
después el rey volvió a palacio y se enteró de que la profecía se había
cumplido.
-¿Cómo es esto? -preguntó-.
En mi carta ordenaba todo lo contrario.
Entonces
la reina le entregó la carta. Al verla, se dio cuenta de inmediato que había
sido sustituida por otra. Preguntó al muchacho qué había pasado con la carta que
le diera y por que había traído una diferente.
-Yo no sé nada de eso -respondió el muchacho-. Me la debieron cambiar mientras dormía en el bosque aquella noche.
El
rey exclamó:
-Quien quiera tener a mi hija por esposa deberá traerme tres
pelos de la cabeza del diablo. Si me los traes, tuya será para siempre.
-Claro que traeré los pelos del diablo. Yo no tengo
miedo.
Se
despidió y se puso en camino. Su marcha lo condujo a una gran ciudad. Al
llegar, el centinela lo llevó al Alcalde que lo interrogó acerca de su
profesión y conocimientos.
-Yo lo sé todo -dijo el muchacho.
-Entonces podrás hacernos un favor: dinos por qué la fuente
de nuestra plaza del mercado, de la que antes manaba vino, se ha secado y ahora
ni siquiera da agua.
-Espera mi regreso y lo sabrás - le contestó -
Siguió
caminando y pronto llegó a otra ciudad, donde el centinela le llevó también al
Alcalde que le preguntó acerca de su profesión y conocimientos.
-Yo lo sé todo -respondió el muchacho.
-Si es cierto dinos por qué un árbol de nuestra ciudad que
antes daba manzanas de oro, ahora no echa ni siquiera hojas.
-Espera a que regrese y lo sabrás.
Y
llegó a un gran lago que debía atravesar. El barquero le preguntó acerca de su
profesión y conocimientos:
-Yo lo sé todo -respondió.
-Si es así, explícame por qué siempre tengo yo que ir y
venir sin que nadie venga a relevarme.
-Espera mi regreso y sabrás -respondió el muchacho.
Una
vez que hubo atravesado el gran lago, encontró la puerta del infierno. El
interior era negro como boca de lobo, pero el diablo no estaba en casa. Sin
embargo, la abuela estaba allí sentada en una mecedora.
- ¿Qué quieres? -le preguntó
-Quisiera tres pelos de oro del diablo - contestó - de lo contrario perderé a mi esposa.
-Es difícil lo que pides. Cuando el diablo regrese va a
devorarte, pero como me das pena veré si puedo ayudarte.
Lo
transformó en hormiga y le dijo:
-Escóndete entre los pliegues de mi toquilla, ahí estarás
seguro.
-Muy bien -dijo el joven-,
pero además quisiera saber tres cosas: por qué se ha secado una fuente de la
que manaba vino y ahora ni siquiera da agua; por qué un árbol que daba manzanas
de oro ahora ni siquiera echa hojas y por qué un barquero ha de estar siempre
remando de una orilla a otra sin que nadie vaya a relevarle.
-Esas son preguntas muy difíciles -respondió la mujer- pero quédate quieto y callado y escucha lo
que dice el diablo cuando yo le arranque los tres pelos.
Al
anochecer el diablo regresó a su casa y en seguida dijo
-Olor a carne humana siento,
si no me la dan reviento -
Luego
anduvo por todos los rincones buscando algo sospechoso pero no encontró nada.
La
abuela le dijo:
-Te lo parecerá a ti porque siempre llevas en el olfato el olor a carne humana, aquí no
hay nadie, Venga y cena.
Después
de haber comido y bebido le entró sueño y recostó su cabeza en el regazo de la
abuela. Al poco rato se durmió, lanzó unos cuantos resoplidos y roncó. Entonces
la vieja cogió un pelo de oro, lo arrancó y se lo guardó.
-¡Ay! ¿Pero qué haces? -se quejó el diablo.
-He tenido una pesadilla -dijo la vieja-. Y te he tirado de los pelos.
-¿Y qué has soñado? -preguntó el diablo.
-He visto en sueños que en la plaza de un pueblo había una
fuente de la que manaba vino y de pronto se secó y no brotaban de ella ni
siquiera unas gotas de agua. ¿Cómo se explica eso?
-¡Je, je, je! ¡Si lo supieses! Bajo una piedra de la fuente
se ha metido un sapo; si lo mataran, el vino volvería a brotar.
Se
volvió a recostar y se volvió a dormir y roncar profundamente.
Entonces,
le arrancó el segundo pelo.
-¡Ay! ¿Qué haces? -preguntó el diablo.
-No te enfades. Ha sido otro sueño.
-¿Y qué has soñado esta vez?
-He soñado con una ciudad donde había un árbol que siempre
daba manzanas de oro y al que ahora ni siquiera le brotan hojas. ¿Cuál puede
ser la causa?
-¡Je, je, je! ¡Si lo supieses! -contesta el diablo-. Un ratón está royendo sus raíces; si lo
matan, volvería a dar manzanas de oro, pero si sigue royendo, el árbol se
secará del todo. Pero déjame en paz con tus sueños; como vuelvas a molestarme,
te atizaré un soplamocos.
La
vieja se esperó hasta que se durmió de nuevo y volvió a roncar. Entonces agarró
el tercer pelo de oro y lo arrancó. El diablo se puso hecho una fiera, pero
ella lo calmó de nuevo, diciendo:
-¿Qué puedo hacer yo contra las pesadillas?
-¿Qué has soñado ahora, si puede saberse? -preguntó el diablo.
-He visto en sueños a un barquero que se quejaba porque
nunca paraba de ir de una orilla a otra, sin que nadie acudiera a relevarle.
¿Cómo se explica eso?
-¡Je, je, je! ¡Pobre tonto! -contestó el diablo-. Sólo ha de poner los remos en las manos
del primero que llegue para pasar a la otra orilla, entonces éste podrá
atravesar el lago y él se habrá librado.
Como
la vieja ya había arrancado los tres pelos de oro y había obtenido la
respuesta a las tres preguntas dejó en paz al diablo que durmió hasta que
empezó a amanecer.
Cuando
el diablo volvió a marcharse, la abuela devolvió al muchacho su figura humana.
-Aquí tienes los tres pelos -dijo-. Y lo que el diablo ha respondido a las
tres preguntas, ya lo has oído.
-Sí-dijo él- lo he oído y
no lo olvidaré.
-Así que ya no falta nada. Ya puedes marcharte.
El
joven agradeció a la anciana su ayuda y contento de que todo había salido tan
bien, abandonó el infierno.
Al
llegar a la orilla del lago, el barquero le exigió la respuesta prometida.
-Pásame primero al otro lado -dijo el muchacho- y luego te explicaré cómo arreglar tu
asunto.
Cuando
llegó a la orilla opuesta, le dio el consejo que había oído del diablo:
-Cuando venga alguien y quiera pasar, dale los remos.
Siguió
caminando y llegó a la ciudad donde crecía el árbol infecundo y donde el
Alcalde esperaba también la respuesta.
Y
le dijo:
-Debes matar el ratón que roe su raíz; entonces el árbol
volverá a dar manzanas de oro.
El
Alcalde le dio las gracias y en reconocimiento le regaló dos burros cargados de
oro.
Al
fin llegó a la ciudad cuya fuente se había secado y allí repitió al Alcalde lo
mismo que había dicho el diablo:
-Hay un sapo bajo una piedra dentro de la fuente; búsquenlo
y mátenlo, y entonces de la fuente volverá a manar vino en abundancia.
El
Alcalde le dio las gracias y también le dio otros dos burros cargados de oro.
Finalmente
llegó a casa.
Su
mujer se alegró mucho al verle y oír lo bien que había resultado todo.
Entonces
llevó al rey los tres cabellos que le había exigido.
Cuando
éste vio los cuatro burros cargados de oro, se puso muy contento y dijo:
-Has cumplido las condiciones y puedes quedarte con mi hija.
Pero, dime ¿de dónde has sacado tanto oro? ¡Es un gran tesoro!
-Tuve que cruzar un gran lago y de allí lo traigo. Se
encuentra en la orilla como si fuera arena.
-¿Puedo ir a buscar yo también? -preguntó el rey con
avidez.
-Por supuesto -respondió el joven-. Hay un barquero junto al lago, le pides
que te pase y entonces podrás llenar los sacos que quieras en la otra orilla.
El
rey marchó a toda prisa y al llegar al lago le hizo señas al barquero de que
lo pasara al otro lado.
Vino
el barquero, lo hizo subir, y cuando llegaron a la orilla opuesta, dejó los
remos en sus manos y salió corriendo.
Desde
entonces, el rey ha tenido que remar y remar sin descanso de un lado a otro del
lago, como castigo por su maldad.
Mientras
tanto el joven afortunado y su esposa tomaron posesión del reino y el pueblo,
gracias a la buena fortuna de su nuevo rey, progresó mucho y había paz y
felicidad.
Sólo
una cosa empañaba esta felicidad y era la tristeza de la joven reina por el
destino de su padre pero, con el tiempo, logró convencer a su esposo para que
encontrase una manera de liberarle de la condena puesto que, a buen seguro, ya
habría aprendido la lección.
El
Joven rey se las ingenió para que llegara a los oídos del ladrón más peligroso
del reino, que se encontraba en las mazmorras del castillo, la noticia de cómo
conseguir todo el oro que quisiera; para lo que sólo tenía que quitarle de las
manos los remos al barquero del gran lago y llegar a la otra orilla, donde
encontraría la fortuna. Luego facilitó las cosas para que, en un descuido de
los guardias, se fugara de los calabozos.
El
ladrón llegó al gran lago y, encontrando al viejo rey, le quitó los remos de
las manos de modo que éste pudo salir corriendo hacia su reino donde llegó
avergonzado, exhausto y sin oro pero le compensó ver la felicidad de su hija y
de su pueblo.
En
cuanto al ladrón; incluso ganó con el cambio ya que, en lugar de pudrirse en las
oscuras y frías mazmorras, comenzó por primera vez una vida sana al aire libre
y con un saludable ejercicio físico que lo mantuvo en forma durante muchos
años.
Los
jóvenes reinaron por muchos años, fueron
felices y comieron perdices y a mi no me dieron porque no quisieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se admiten comentarios incluso anónimamente. Lo único es que no se publicarán hasta su filtrado para evitar cosas indeseables para todos.