Reanudan sus aventuras y en
esta ocasión conocen a un
lobo de mar y hacen un viaje
en velero.
esta ocasión conocen a un
lobo de mar y hacen un viaje
en velero.
------------------------------------------------------
REGRESO
Y PARTIDA
parte 2
parte 2
--------------------------------------------------------
Mientras tanto, Fan había vaciado la mochila. Como no se notaba lo
que podía tener dentro no se le había ocurrido comprobar si estaba
totalmente vacía. La puso boca abajo, la comenzó a sacudir y
cayeron cosas que ni recordaba haberlas puesto: Unas cabezas de
pájaro martillo, odres de agua vacíos y uno aún medio lleno, medio
queso y algo de pan, acompañado por una fina lluvia de migas, la
dentadura del tiburón de arena, una manta, la capa, la red, el ovillo de seda, cuerdas,...y los
dos odres de Sicuor, aquel extraño licor que le había regalado
Halmir, entre otras cosas variadas que cayeron sobre la mesa. Colocó
como pudo todo aquello, de la mejor manera posible: Las cabezas a la
chimenea, aunque no sabía si aquello quemaría bien, enjuagó los
odres de agua y los colgó a secar, aún conservaban por fuera granos
de sal de aquel pescado en salazón. El queso y el pan volvieron a la
mochila, tras comprobar que estaban en perfecto estado, como el
primer día, aunque no reparó en algo tan extraño tras tanto tiempo
desde la partida. La dentadura de cristal lucía brillante en la
cornisa de la chimenea, la manta, cuerdas y otros utensilios de viaje
volvieron a la mochila, y los dos odres de sicuor debían ir a la
despensa, pero… la curiosidad es mala consejera y dicen que mató
al gato, y a él podía haberlo matado también, o no…, tras
satisfacerla le siguió quedando la duda. No conocía los efectos de
aquel licor ni el sabor, pero lo que sí tenía claro es que, tarde o
temprano, acabaría probándolo. Halmir nunca le hubiera
entregado algo que fuera peligroso o perjudicial. De modo que decidió
que, entre tarde o temprano, mejor sería temprano, no era procrastinador. En una cucharita
vertió unas cuantas gotas, ni tan siquiera un sorbo, y lo cató.
Podría definirlo como dulcipicante, el sabor era muy intenso aunque
no desagradable. Pero lo que pasó a continuación le dejó como
petrificado, algo así como debió sentirse el Rey Melanio de Hénder.
No podía moverse pero todo giraba a su alrededor, escenas vividas y
otras que no conocía, todas giraban y giraban. Logró identificar
alguna y fijar su atención, la imagen se estabilizó y pudo verse
acosado por un pájaro martillo, pero lo veía desde fuera de sí,
como un espectador. Pensó cerrar los ojos y todo volvió a girar:
vio pasar la cabaña del mago, el Salón del Trono de No Tan Lejano,
se quedó mirando la escena y pudo verse decirle al Rey Nasiano:
– ¡De eso nada don rey!; a la princesa, después de tantas apariciones y desapariciones la tengo ya muy vista y además es de lo más machacón y repetitivo con su “malvado y poderoso mago”. Te agradezco mucho tu generoso ofrecimiento. Sé que el rechazar tus regalos te puede incomodar y te ruego me disculpes, no pretendo ofenderte, es que yo sólo soy un sencillo pastor de una pequeña aldea y no encajaría en un reino tan grande e importante como el tuyo, me conformo con que me dejes quedarme con esta corona. –
– ¡De eso nada don rey!; a la princesa, después de tantas apariciones y desapariciones la tengo ya muy vista y además es de lo más machacón y repetitivo con su “malvado y poderoso mago”. Te agradezco mucho tu generoso ofrecimiento. Sé que el rechazar tus regalos te puede incomodar y te ruego me disculpes, no pretendo ofenderte, es que yo sólo soy un sencillo pastor de una pequeña aldea y no encajaría en un reino tan grande e importante como el tuyo, me conformo con que me dejes quedarme con esta corona. –
Pudo
ver la sorpresa y la indignación del rey, mezclada con el alivio de
que todo aquello no le costara nada, y de sus súbditos, así como el
soponcio de la Princesa. También pudo ver lo que pasaba allí, tras
su presurosa y casi subrepticia partida, y el revuelo que se armó, y
de cómo el Rey ordenó a unos soldados que le persiguieran y le
hicieran volver, pero él había tomado una senda hacia el Oeste hacia
las Montañas Brumosas y no los caminos principales que iban hacia el
Norte y hacia el Sur.
Volvió a cerrar los ojos y acabó fijándolos en unas rocas con la oveja Diamante balando desconsoladamente. Aquello, pensó, ya lo había vivido cuando la rescató. Quiso evitarse ver la aparición de la Princesa e iba a cerrar los ojos, cuando creyó verse trepar, pero no era él, era Merto. Sorprendido siguió viendo la escena y escuchó la reprimenda, incluido aquello de:
- Y a Fan no le voy a decir nada porque sería capaz de hacerte chuletas.
Desvió la vista y las imágenes siguieron girando hasta que fijó su atención en la cubierta de un barco de vela, y en ella a él mismo, a Merto y a los cuatro. Iban navegando por un mar encrespado, pero aquello era nuevo y no reconocía nada más.
La imagen acabó desdibujándose hasta acabar de esfumarse y volver a ver su habitación y pudo moverse libremente. Deseaba volver al estado anterior y ver en qué paraba aquel viaje en barco, pero pensó:
- De modo que estos son los efectos del sicuor. No sé cuanto tiempo ha transcurrido. He vuelto porque la cantidad ha sido mínima, pero es mejor no pasarse. Está claro que se puede ser testigo de cosas vividas, cosas pasadas. Pero hay otras cosas que yo no he vivido, aunque sí otros, y cosas que aún no han sucedido. ¿Se puede ver el futuro? Porque ¿Qué significa ese barco en que vamos navegando los seis? Será mejor no abusar de este licor, aunque habría que experimentar un poco más y ver si se pueden seleccionar el tiempo, el lugar, la escena…
Tomó una pequeña cantimplora y la llenó de sicuor. Los dos odres los guardó muy bien escondidos en la despensa mientras pensaba:
- Mejor será que nadie lo encuentre accidentalmente y crea que es vino u otra bebida. No sabemos qué podría pasar.
Preparó unos comestibles y agua, añadió la capa de seda, la manta, la red, la bobina de hilo y colocó todo cuidadosamente.
Aún era temprano; Sabiendo que Merto podría tardar porque había tenido problemas si sus visiones eran ciertas, se acercó al huerto para ver cómo estaba Esmeralda. La encontró clavada en su rincón favorito y hasta le pareció ver como agitaba sus hojas, como un saludo, al llegar él.
Luego miró por si Zafiro se encontraba reposando en la morera del patio, como de costumbre, pero la mariposa había volado. Seguro que seguía topografiando el reino y los reinos vecinos, que ya se los debía conocer de memoria.. Pero no tardaría, siempre solía regresaba al atardecer. Cuando ya se iba a retirar la vio llegar y posarse en su rama de costumbre. se la veía satisfecha, seguro que había encontrado un buen sitio para libar.
Fan se retiró y comenzó a preparar la cena: una ensalada de aromático tomate de su huerto, queso fresco de sus ovejas y albahaca de su jardinera. El aceite y la sal venían de la Capital. Cortó unas lonchas de una perfumada pata de cinguo en sal, otras de su queso más curado y aguardó a que regresara Merto.
Ya oscurecía cuando atravesó la puerta, siempre abierta, y Fan le dijo:
- Quédate a cenar, ya he preparado, y de paso me cuentas cómo te ha ido.
- Lo siento, me he retrasado y no me ha dado tiempo de ver qué hacen Esmeralda y Zafiro, de modo que no vamos a poder salir mañana.
- No te preocupes, ya los he mirado yo y además.tengo la mochila preparada. Pero, ahora ¡cuenta! ¡cuenta! ¿qué tal te ha ido?
Merto tragó saliva haciendo un esfuerzo y respondió:
- Bien, muy bien. Allí las he dejado pastando en el valle al cuidado de Rubí y de Rayo.
-¿Y qué es eso que no me estás diciendo? Aparte de haber tardado mucho te lo noto en la cara. Algo me ocultas.
Merto enrojeció a ojos vistas y su cicatriz resaltaba casi luminosa.
- Nada, nada, no te preocupes. Allí todo ha quedado bien.
-¿Estás seguro? ¿No tienes nada que contarme?. Me da la impresión de que estás disgustado o lo has estado.
- Bueno…
- ¡Anda! ¡Cuenta!
- Resulta que Diamante es una liosa y ha convencido a Rubí para que las llevara a los pastos altos.
-¿Y...?
¡Vale! No presiones más. Ni que yo fuera un delincuente y me estuvieran aplicando un interrogatorio… Se ha subido a las rocas como te hizo a ti aquella vez y he tenido que rescatarla, Pero… ¿Cómo lo sabes?.
- No lo sé, lo sospecho, se te nota en la cara y en ese desgarrón nuevo que llevas en la zamarra. No sabes mentir o se te nota demasiado, cosa de la que me alegro. Y ahora – con una sonrisita malévola le preguntó Fan - ¿Se te ha aparecido alguna princesa?
Los dos rieron con gana hasta que acabaron doliéndoles los costados. Luego cenaron, Merto marchó a su casa y se echaron a dormir porque al día siguiente tendrían que madrugar.
El gallo cantó dos veces y no había llegado a cantar la tercera cuando ambos ya estaban en pie. Esmeralda sacó sus raíces y se trasladó al otro extremo del huerto en donde le tocarían los primeros rayos del sol. Zafiro alzó el vuelo y se perdió en la distancia en uno de sus habituales vuelos de exploración.
Desayunaron y se pusieron en marcha hacia el Sur, por el camino que conducía a la Capital y a Puerto Fin. La mañana era fresca y apetecía aquel paseo matinal mientras charlaban recordando sus aventuras, y Merto haciendo planes para otras nuevas.
- Tú conoces otras muchas tierras y yo sólo Alandia y Hénder
- No, hombre, no, también conoces Serah
- Vale pero no he estado en Mutts, Los Telares, El Gran Lago, las Montañas,… tantas cosas que me gustaría conocer.
- Supongo que no querrás visitar No Tan Lejano
- Bueno. A mí no me conocen y podría ir sin peligro
- ¿Sin peligro? Pueden colocarte a la Princesa
Y así, riendo y charlando, llegaron sin darse cuenta al cruce que llevaba a la Capital, a Puerto Fin y al Puente sobre el Far.
-¿Qué camino seguimos? - preguntó Merto - ¿Y si fuéramos a la Capital?
- ¿No íbamos por pescado para guisarle a Mirto?
- Vale, otra vez será,pero tengo curiosidad por saber cómo es nuestra Capital
- Pues me han contado que es un poblachón aburrido, salvo que tiene un Palacio de Gobierno donde manda el Gobernante de turno, un gobernante que no tiene comparación con Mirto o Melanio.
Y tomaron el camino hacia sureste
Llevaban unas horas por aquel camino cuando una sombra se cernía sobre ellos, algo les tapaba el sol y no parecía una nube porque estaba despejado. Alzando la vista vieron a Zafiro en uno de sus vuelos. Les había visto y se acercaba planeando.
Tomó tierra delante de ellos en el camino. Suerte que en ese momento no se veía a nadie por allí. Fan le dijo:
- No es preciso que nos acompañes, no tardaremos mucho en regresar. Vuelve a Aste y vigila que todo esté bien. Y no pierdas de vista a Diamante, que es muy loca. Más que una oveja parece una cabra.
Zafiro pareció comprender, porque las cosas y seres mágicos tienen otros sentidos que escapan a nuestro entendimiento, y alzó el vuelo en dirección al Noroeste.
Siguieron su camino y, a lo tonto a lo tonto, llegaron a Puerto Fin sin darse cuenta, cuando ya comenzaba a caer el sol y la Segunda Luna asomaba su menguante sobre el mar. Se acercaron a la Posada para pasar la noche y el posadero, que los reconoció, les sirvió para cenar aquel guiso de pescado con patatas que tanto les había gustado en su anterior viaje.
- Exquisito – dijo Fan chupándose los dedos – mucho mejor que el que hacemos nosotros ¿No nos habrá ocultado algún secretillo en la receta?
- No, no – rió el posadero – es la mano de la cocinera y los muchos años de hacerlo.
Amanece en Puerto Fin, la brisa marina lleva el aroma salobre a la posada y nuestros amigos se desperezan, tras darse la vuelta. Hacía tiempo que no habían dormido tan a gusto. No es que los mullidos colchones de la lana de las ovejas de Fan no fueran tan confortables, sino que el clima y la brisa marina aportaban un punto más de lasitud. Pero ya estaban despiertos y el tiempo había que aprovecharlo como siempre solían hacer y, saltando del lecho, no tardaron mucho en estar a punto, desayunar y llegar al puerto.
Una gran nave, más grande de lo que ellos pudieron imaginar, se balanceaba en el muelle. Lo cierto es que sólo habían visto unas canoas allí y Fan en el Gran Lago, y aquello era un velero de dos palos, no uno de los más grandes, pero mucho más que todas las embarcaciones que ellos habían visto hasta el momento.
Allá en el puerto andaban remendando redes un grupo de mujeres y ambos reconocieron entre ellas a Andrea. Ella, al verlos, dejó la labor y se acercó a saludarlos.
- Bienvenidos ¿Otra vez por aquí? Me alegro de verles.
- Y nosotros también – dijeron ambos al unísono.
- No sabes lo útiles que nos han sido el hilo y la red – dijo Fan.
- Sí, nos han salvado la vida en más de una ocasión – añadió Merto.
- Me alegro mucho y… ¿qué les trae por aquí de nuevo? ¿Otro nuevo capullo de seda?
- No. Sólo veníamos a comprar pescado salado de ese tan bueno que tenéis por aquí. Pero no seas tan ceremoniosa, trátanos de tú, como nosotros – dijo Fan.
- Pero ¿qué cosa es esa que hay en el puerto? - preguntó Merto
- Un barco velero que hace la ruta a Alandia y a No Tan Lejano.
- ¿A Alandia? - dijo Merto con extrañeza
- Bueno; a un pequeño puerto que hay en la desembocadura del Río Far. Desde allí acarrean las mercancías a la capital. Este nuestro es un puerto pequeño de un país pequeño, pero estratégicamente muy bien situado. Desde aquí también se intercambian mercancías con nuestra Capital.
- ¿Y a No Tan Lejano?, porque está muy al interior también – comentó Fan.
- Eso lo sabe el Capitán, yo sólo tejo y remiendo redes, pero creo que hay alguna cala.
- ¿Y ahora hacia dónde van? - preguntó Fan
- Hacia Alandia, pero aún tienen que cargar. Si queréis os puedo presentar al Capitán.
- ¿Que te parece Fan? ¿Intentamos dar un paseo por mar?
- Bueno, pero no esperes nada, igual no nos admiten.
Y se acercaron, con Andrea, a aquel enorme barco.
- ¿Está el Capitán a bordo? - preguntó Andrea a un marinero que se distraía haciendo nudos sentado en la pasarela.
- Por ahí anda Andrea, ¿Le llamo?
- Es igual, ya le buscaremos
Y haciéndoles una seña avanzó por la pasarela hasta la cubierta. Allí se reunieron los tres y Andrea se dirigió al puente. Ellos la siguieron.
- ¡Hola Andrea! ¿Qué te trae por aquí? - sonó una voz cerca de la rueda del timón.
-Hola Capitán. Vengo con dos amigos que quisieran dar un paseo.
- Porque eres tú os recibo. Si fuera otra persona la haría bajar o la tiraría por la borda porque aquí tenemos mucho trabajo y no estamos para pasear ociosos. ¿Tienes algún interés especial?
- No, pero son buena gente y nada ociosos.
- Está bien. Acercaos. Estoy preparando la ruta para el Embarcadero del Far, aunque aún falta cargar algunas cosillas de aquí.
Y subieron al puente. En un rincón, frente a una mesa cubierta de cartas marinas, se encontraba un hombre alto, enjuto, de mirada penetrante y con el cabello recogido en una coleta que le llegaba a la cintura.
- ¿Son estos? - gruñó inquisitivo
- Sí; se llaman Fan y Merto y creo que les gustaría dar un paseo ¿No es así?
Ninguno de los dos se atrevió a contradecirla aunque no estaban seguros de lo que podría pasar ni si se atreverían a navegar en aquel barco desconocido comandado por alguien que, al pronto, no se veía muy tranquilizador.
- Vale. Acercaos que no me como a nadie. Sólo quiero ver que pinta tienen mis nuevos pasajeros.
Se acercaron. Ambos llevaban, como de costumbre, colgando del cuello aquellas Flores de Lis que les había impuesto el rey Mirto II
- ¡Pero bueno! ¿Sois vosotros? - bramó el Capitán – En Alandia no se habla más que de dos forasteros aventureros y vuestra fama ha llegado hasta el Desembarcadero del Far. ¡Claro que os llevaré! Hasta donde queráis. Pero… ¿Qué hay de esos bichos mágicos que os acompañan?
- Están en casa, descansando. No queríamos traerlos y despertar demasiado la atención – respondió Fan.
- Pues con esas condecoraciones no pasáis desapercibidos precisamente, aunque aquí nadie ha oído hablar de ellas ni de vosotros, pero en el Desembarcadero… Bien. Mañana temprano salimos para el Río Far. No es más que una pequeña cala con un amarradero para cargar y descargar, luego regresamos aquí. Será un corto paseo y si queréis participar, seréis mis invitados.
- Gracias Capitán – respondió Fan – pero yo no estoy muy seguro de querer ir
- Sí, sí Fan, por favor, ¡Anda! ¡Vamos!. No tendremos otra ocasión
- Bien Merto, lo que tú digas. Capitán, mañana sin falta, al amanecer estaremos aquí como un clavo.
- Hasta mañana, pues
Bajaron del barco los tres y acompañaron a Andrea donde las otras remendaban las redes pero, antes de marchar, dijo Fan.
- Muy amable el Capitán, aunque al pronto intimida. ¿Cómo se llama?
- No te rías. Se llama Rumboincierto. Es algo que se remonta a sus primeros años cuando timonel, ya hace muchos años, y tiene fama de ser un marino muy seguro y experto, pero no le gusta que se lo recuerden, prefiere Capitán a secas o, como mucho, Capitán John.
- Muchas gracias. ¡Vamos Merto! Aprovechemos para comer, hacer las compras y descansar hasta mañana, aunque tras escuchar su apodo no sé si dormiré tranquilo.
Se retiraron a la Posada en donde, para variar, les sirvieron aquel guiso de pescado con patatas, lo que les hizo replantearse la compra de más pescado. Pero estaba tan bueno que no cambiaron la misión que les había llevado allí y necesitaban material para el rey Mirto.
Consiguieron una buena cantidad de pescado y lo guardaron en la mochila. Dieron un paseo por los alrededores y descubrieron un bosquecillo algo alejado y tranquilo, luego se retiraron a la Posada para cenar y dormir. Esa noche, sorprendentemente, no hubo guiso de pescado con patatas, aunque sí algo de patatas con pescado..
No había sonado el tercer canto del gallo cuando ya se encontraban en el comedor de la Posada, esperando el desayuno que, afortunadamente, no consistió en nada que contuviera pescado ni patatas.
Cuando ya comenzaban a soltar amarras e izar velas, el Capitán les dio la bienvenida y ellos saltaron al barco. Saltaron porque ya habían retirado la pasarela.
Suavemente la nave comenzó a deslizarse hacia mar abierto. El mar estaba en calma y la brisa era suave. El Capitán ordenó izar todas las velas y el timonel puso rumbo a altamar aunque a escasa distancia de la costa, la suficiente para eludir los bajíos, y pasaron entre el continente y un islote al que el Capitán nombró como El Caballo. Siguieron unas horas, que se les hicieron cortas, costeando sin perder de vista calas, cabos, playas y acantilados hasta llegar a la desembocadura del Río Far. Tanto Fan como Merto estaban extasiados disfrutando del viaje y las vistas. Los demás estaban ocupados en el gobierno de la nave hasta que comenzaron las maniobras de atraque en el Embarcadero del Far. La embocadura era más una ría o un delta que una cala, pero a estribor pudieron distinguir una construcción de troncos y tablas a la que acabaron amarrando la nave. En aquel embarcadero rudimentario esperaba un equipo de estibadores y una montaña de cajas, paquetes y canastas. La actividad que se desarrolló allí era febril y en poco tiempo se hizo la descarga y la carga.
Una caravana de carretas estaba esperando el contenido de las bodegas y los estibadores iban y venían entre las carretas y el embarcadero. Algunos de ellos les reconocieron. Habían estado en Alandia durante las celebraciones e hicieron correr la voz. Al poco, todos los alandeses o alandianos, porque no se sabe cuál era el topónimo más apropiado, se encontraban aglomerados en el embarcadero vitoreando a Fan y a Merto.
Al Capitán le costó bastante sacar de allí su barco pero, finalmente, se hizo a la mar y, antes de que cayera la noche, ya estaban atracados en Puerto Fin.
Al despedirse, el Capitán les dijo:
- Cuento con vosotros como pasajeros para otro viaje, pero no hacia Alandia. Casi provocáis una revolución. Pero esa vez me gustaría llevar también a vuestros cuatro amigos mágicos. Si no sabéis cómo encontrarme, preguntad por El Hipocampo, o por el Capitán Rumboincierto.
Así terminaron aquella jornada, aquel viaje marítimo y aquella escapada a Puerto Fin, porque al día siguiente regresaron a Aste.
Fan sabía que habría otro viaje, que aquél que acababan de hacer no era el que él había visto, que en el viaje que vio con el sicuor iban los seis y precisamente en aquel mismo barco.
Volvió a cerrar los ojos y acabó fijándolos en unas rocas con la oveja Diamante balando desconsoladamente. Aquello, pensó, ya lo había vivido cuando la rescató. Quiso evitarse ver la aparición de la Princesa e iba a cerrar los ojos, cuando creyó verse trepar, pero no era él, era Merto. Sorprendido siguió viendo la escena y escuchó la reprimenda, incluido aquello de:
- Y a Fan no le voy a decir nada porque sería capaz de hacerte chuletas.
Desvió la vista y las imágenes siguieron girando hasta que fijó su atención en la cubierta de un barco de vela, y en ella a él mismo, a Merto y a los cuatro. Iban navegando por un mar encrespado, pero aquello era nuevo y no reconocía nada más.
La imagen acabó desdibujándose hasta acabar de esfumarse y volver a ver su habitación y pudo moverse libremente. Deseaba volver al estado anterior y ver en qué paraba aquel viaje en barco, pero pensó:
- De modo que estos son los efectos del sicuor. No sé cuanto tiempo ha transcurrido. He vuelto porque la cantidad ha sido mínima, pero es mejor no pasarse. Está claro que se puede ser testigo de cosas vividas, cosas pasadas. Pero hay otras cosas que yo no he vivido, aunque sí otros, y cosas que aún no han sucedido. ¿Se puede ver el futuro? Porque ¿Qué significa ese barco en que vamos navegando los seis? Será mejor no abusar de este licor, aunque habría que experimentar un poco más y ver si se pueden seleccionar el tiempo, el lugar, la escena…
Tomó una pequeña cantimplora y la llenó de sicuor. Los dos odres los guardó muy bien escondidos en la despensa mientras pensaba:
- Mejor será que nadie lo encuentre accidentalmente y crea que es vino u otra bebida. No sabemos qué podría pasar.
Preparó unos comestibles y agua, añadió la capa de seda, la manta, la red, la bobina de hilo y colocó todo cuidadosamente.
Aún era temprano; Sabiendo que Merto podría tardar porque había tenido problemas si sus visiones eran ciertas, se acercó al huerto para ver cómo estaba Esmeralda. La encontró clavada en su rincón favorito y hasta le pareció ver como agitaba sus hojas, como un saludo, al llegar él.
Luego miró por si Zafiro se encontraba reposando en la morera del patio, como de costumbre, pero la mariposa había volado. Seguro que seguía topografiando el reino y los reinos vecinos, que ya se los debía conocer de memoria.. Pero no tardaría, siempre solía regresaba al atardecer. Cuando ya se iba a retirar la vio llegar y posarse en su rama de costumbre. se la veía satisfecha, seguro que había encontrado un buen sitio para libar.
Fan se retiró y comenzó a preparar la cena: una ensalada de aromático tomate de su huerto, queso fresco de sus ovejas y albahaca de su jardinera. El aceite y la sal venían de la Capital. Cortó unas lonchas de una perfumada pata de cinguo en sal, otras de su queso más curado y aguardó a que regresara Merto.
Ya oscurecía cuando atravesó la puerta, siempre abierta, y Fan le dijo:
- Quédate a cenar, ya he preparado, y de paso me cuentas cómo te ha ido.
- Lo siento, me he retrasado y no me ha dado tiempo de ver qué hacen Esmeralda y Zafiro, de modo que no vamos a poder salir mañana.
- No te preocupes, ya los he mirado yo y además.tengo la mochila preparada. Pero, ahora ¡cuenta! ¡cuenta! ¿qué tal te ha ido?
Merto tragó saliva haciendo un esfuerzo y respondió:
- Bien, muy bien. Allí las he dejado pastando en el valle al cuidado de Rubí y de Rayo.
-¿Y qué es eso que no me estás diciendo? Aparte de haber tardado mucho te lo noto en la cara. Algo me ocultas.
Merto enrojeció a ojos vistas y su cicatriz resaltaba casi luminosa.
- Nada, nada, no te preocupes. Allí todo ha quedado bien.
-¿Estás seguro? ¿No tienes nada que contarme?. Me da la impresión de que estás disgustado o lo has estado.
- Bueno…
- ¡Anda! ¡Cuenta!
- Resulta que Diamante es una liosa y ha convencido a Rubí para que las llevara a los pastos altos.
-¿Y...?
¡Vale! No presiones más. Ni que yo fuera un delincuente y me estuvieran aplicando un interrogatorio… Se ha subido a las rocas como te hizo a ti aquella vez y he tenido que rescatarla, Pero… ¿Cómo lo sabes?.
- No lo sé, lo sospecho, se te nota en la cara y en ese desgarrón nuevo que llevas en la zamarra. No sabes mentir o se te nota demasiado, cosa de la que me alegro. Y ahora – con una sonrisita malévola le preguntó Fan - ¿Se te ha aparecido alguna princesa?
Los dos rieron con gana hasta que acabaron doliéndoles los costados. Luego cenaron, Merto marchó a su casa y se echaron a dormir porque al día siguiente tendrían que madrugar.
El gallo cantó dos veces y no había llegado a cantar la tercera cuando ambos ya estaban en pie. Esmeralda sacó sus raíces y se trasladó al otro extremo del huerto en donde le tocarían los primeros rayos del sol. Zafiro alzó el vuelo y se perdió en la distancia en uno de sus habituales vuelos de exploración.
Desayunaron y se pusieron en marcha hacia el Sur, por el camino que conducía a la Capital y a Puerto Fin. La mañana era fresca y apetecía aquel paseo matinal mientras charlaban recordando sus aventuras, y Merto haciendo planes para otras nuevas.
- Tú conoces otras muchas tierras y yo sólo Alandia y Hénder
- No, hombre, no, también conoces Serah
- Vale pero no he estado en Mutts, Los Telares, El Gran Lago, las Montañas,… tantas cosas que me gustaría conocer.
- Supongo que no querrás visitar No Tan Lejano
- Bueno. A mí no me conocen y podría ir sin peligro
- ¿Sin peligro? Pueden colocarte a la Princesa
Y así, riendo y charlando, llegaron sin darse cuenta al cruce que llevaba a la Capital, a Puerto Fin y al Puente sobre el Far.
-¿Qué camino seguimos? - preguntó Merto - ¿Y si fuéramos a la Capital?
- ¿No íbamos por pescado para guisarle a Mirto?
- Vale, otra vez será,pero tengo curiosidad por saber cómo es nuestra Capital
- Pues me han contado que es un poblachón aburrido, salvo que tiene un Palacio de Gobierno donde manda el Gobernante de turno, un gobernante que no tiene comparación con Mirto o Melanio.
Y tomaron el camino hacia sureste
Llevaban unas horas por aquel camino cuando una sombra se cernía sobre ellos, algo les tapaba el sol y no parecía una nube porque estaba despejado. Alzando la vista vieron a Zafiro en uno de sus vuelos. Les había visto y se acercaba planeando.
Tomó tierra delante de ellos en el camino. Suerte que en ese momento no se veía a nadie por allí. Fan le dijo:
- No es preciso que nos acompañes, no tardaremos mucho en regresar. Vuelve a Aste y vigila que todo esté bien. Y no pierdas de vista a Diamante, que es muy loca. Más que una oveja parece una cabra.
Zafiro pareció comprender, porque las cosas y seres mágicos tienen otros sentidos que escapan a nuestro entendimiento, y alzó el vuelo en dirección al Noroeste.
Siguieron su camino y, a lo tonto a lo tonto, llegaron a Puerto Fin sin darse cuenta, cuando ya comenzaba a caer el sol y la Segunda Luna asomaba su menguante sobre el mar. Se acercaron a la Posada para pasar la noche y el posadero, que los reconoció, les sirvió para cenar aquel guiso de pescado con patatas que tanto les había gustado en su anterior viaje.
- Exquisito – dijo Fan chupándose los dedos – mucho mejor que el que hacemos nosotros ¿No nos habrá ocultado algún secretillo en la receta?
- No, no – rió el posadero – es la mano de la cocinera y los muchos años de hacerlo.
-----------------
Amanece en Puerto Fin, la brisa marina lleva el aroma salobre a la posada y nuestros amigos se desperezan, tras darse la vuelta. Hacía tiempo que no habían dormido tan a gusto. No es que los mullidos colchones de la lana de las ovejas de Fan no fueran tan confortables, sino que el clima y la brisa marina aportaban un punto más de lasitud. Pero ya estaban despiertos y el tiempo había que aprovecharlo como siempre solían hacer y, saltando del lecho, no tardaron mucho en estar a punto, desayunar y llegar al puerto.
Una gran nave, más grande de lo que ellos pudieron imaginar, se balanceaba en el muelle. Lo cierto es que sólo habían visto unas canoas allí y Fan en el Gran Lago, y aquello era un velero de dos palos, no uno de los más grandes, pero mucho más que todas las embarcaciones que ellos habían visto hasta el momento.
Allá en el puerto andaban remendando redes un grupo de mujeres y ambos reconocieron entre ellas a Andrea. Ella, al verlos, dejó la labor y se acercó a saludarlos.
- Bienvenidos ¿Otra vez por aquí? Me alegro de verles.
- Y nosotros también – dijeron ambos al unísono.
- No sabes lo útiles que nos han sido el hilo y la red – dijo Fan.
- Sí, nos han salvado la vida en más de una ocasión – añadió Merto.
- Me alegro mucho y… ¿qué les trae por aquí de nuevo? ¿Otro nuevo capullo de seda?
- No. Sólo veníamos a comprar pescado salado de ese tan bueno que tenéis por aquí. Pero no seas tan ceremoniosa, trátanos de tú, como nosotros – dijo Fan.
- Pero ¿qué cosa es esa que hay en el puerto? - preguntó Merto
- Un barco velero que hace la ruta a Alandia y a No Tan Lejano.
- ¿A Alandia? - dijo Merto con extrañeza
- Bueno; a un pequeño puerto que hay en la desembocadura del Río Far. Desde allí acarrean las mercancías a la capital. Este nuestro es un puerto pequeño de un país pequeño, pero estratégicamente muy bien situado. Desde aquí también se intercambian mercancías con nuestra Capital.
- ¿Y a No Tan Lejano?, porque está muy al interior también – comentó Fan.
- Eso lo sabe el Capitán, yo sólo tejo y remiendo redes, pero creo que hay alguna cala.
- ¿Y ahora hacia dónde van? - preguntó Fan
- Hacia Alandia, pero aún tienen que cargar. Si queréis os puedo presentar al Capitán.
- ¿Que te parece Fan? ¿Intentamos dar un paseo por mar?
- Bueno, pero no esperes nada, igual no nos admiten.
Y se acercaron, con Andrea, a aquel enorme barco.
- ¿Está el Capitán a bordo? - preguntó Andrea a un marinero que se distraía haciendo nudos sentado en la pasarela.
- Por ahí anda Andrea, ¿Le llamo?
- Es igual, ya le buscaremos
Y haciéndoles una seña avanzó por la pasarela hasta la cubierta. Allí se reunieron los tres y Andrea se dirigió al puente. Ellos la siguieron.
- ¡Hola Andrea! ¿Qué te trae por aquí? - sonó una voz cerca de la rueda del timón.
-Hola Capitán. Vengo con dos amigos que quisieran dar un paseo.
- Porque eres tú os recibo. Si fuera otra persona la haría bajar o la tiraría por la borda porque aquí tenemos mucho trabajo y no estamos para pasear ociosos. ¿Tienes algún interés especial?
- No, pero son buena gente y nada ociosos.
- Está bien. Acercaos. Estoy preparando la ruta para el Embarcadero del Far, aunque aún falta cargar algunas cosillas de aquí.
Y subieron al puente. En un rincón, frente a una mesa cubierta de cartas marinas, se encontraba un hombre alto, enjuto, de mirada penetrante y con el cabello recogido en una coleta que le llegaba a la cintura.
- ¿Son estos? - gruñó inquisitivo
- Sí; se llaman Fan y Merto y creo que les gustaría dar un paseo ¿No es así?
Ninguno de los dos se atrevió a contradecirla aunque no estaban seguros de lo que podría pasar ni si se atreverían a navegar en aquel barco desconocido comandado por alguien que, al pronto, no se veía muy tranquilizador.
- Vale. Acercaos que no me como a nadie. Sólo quiero ver que pinta tienen mis nuevos pasajeros.
Se acercaron. Ambos llevaban, como de costumbre, colgando del cuello aquellas Flores de Lis que les había impuesto el rey Mirto II
- ¡Pero bueno! ¿Sois vosotros? - bramó el Capitán – En Alandia no se habla más que de dos forasteros aventureros y vuestra fama ha llegado hasta el Desembarcadero del Far. ¡Claro que os llevaré! Hasta donde queráis. Pero… ¿Qué hay de esos bichos mágicos que os acompañan?
- Están en casa, descansando. No queríamos traerlos y despertar demasiado la atención – respondió Fan.
- Pues con esas condecoraciones no pasáis desapercibidos precisamente, aunque aquí nadie ha oído hablar de ellas ni de vosotros, pero en el Desembarcadero… Bien. Mañana temprano salimos para el Río Far. No es más que una pequeña cala con un amarradero para cargar y descargar, luego regresamos aquí. Será un corto paseo y si queréis participar, seréis mis invitados.
- Gracias Capitán – respondió Fan – pero yo no estoy muy seguro de querer ir
- Sí, sí Fan, por favor, ¡Anda! ¡Vamos!. No tendremos otra ocasión
- Bien Merto, lo que tú digas. Capitán, mañana sin falta, al amanecer estaremos aquí como un clavo.
- Hasta mañana, pues
Bajaron del barco los tres y acompañaron a Andrea donde las otras remendaban las redes pero, antes de marchar, dijo Fan.
- Muy amable el Capitán, aunque al pronto intimida. ¿Cómo se llama?
- No te rías. Se llama Rumboincierto. Es algo que se remonta a sus primeros años cuando timonel, ya hace muchos años, y tiene fama de ser un marino muy seguro y experto, pero no le gusta que se lo recuerden, prefiere Capitán a secas o, como mucho, Capitán John.
- Muchas gracias. ¡Vamos Merto! Aprovechemos para comer, hacer las compras y descansar hasta mañana, aunque tras escuchar su apodo no sé si dormiré tranquilo.
Se retiraron a la Posada en donde, para variar, les sirvieron aquel guiso de pescado con patatas, lo que les hizo replantearse la compra de más pescado. Pero estaba tan bueno que no cambiaron la misión que les había llevado allí y necesitaban material para el rey Mirto.
Consiguieron una buena cantidad de pescado y lo guardaron en la mochila. Dieron un paseo por los alrededores y descubrieron un bosquecillo algo alejado y tranquilo, luego se retiraron a la Posada para cenar y dormir. Esa noche, sorprendentemente, no hubo guiso de pescado con patatas, aunque sí algo de patatas con pescado..
No había sonado el tercer canto del gallo cuando ya se encontraban en el comedor de la Posada, esperando el desayuno que, afortunadamente, no consistió en nada que contuviera pescado ni patatas.
Cuando ya comenzaban a soltar amarras e izar velas, el Capitán les dio la bienvenida y ellos saltaron al barco. Saltaron porque ya habían retirado la pasarela.
Suavemente la nave comenzó a deslizarse hacia mar abierto. El mar estaba en calma y la brisa era suave. El Capitán ordenó izar todas las velas y el timonel puso rumbo a altamar aunque a escasa distancia de la costa, la suficiente para eludir los bajíos, y pasaron entre el continente y un islote al que el Capitán nombró como El Caballo. Siguieron unas horas, que se les hicieron cortas, costeando sin perder de vista calas, cabos, playas y acantilados hasta llegar a la desembocadura del Río Far. Tanto Fan como Merto estaban extasiados disfrutando del viaje y las vistas. Los demás estaban ocupados en el gobierno de la nave hasta que comenzaron las maniobras de atraque en el Embarcadero del Far. La embocadura era más una ría o un delta que una cala, pero a estribor pudieron distinguir una construcción de troncos y tablas a la que acabaron amarrando la nave. En aquel embarcadero rudimentario esperaba un equipo de estibadores y una montaña de cajas, paquetes y canastas. La actividad que se desarrolló allí era febril y en poco tiempo se hizo la descarga y la carga.
Una caravana de carretas estaba esperando el contenido de las bodegas y los estibadores iban y venían entre las carretas y el embarcadero. Algunos de ellos les reconocieron. Habían estado en Alandia durante las celebraciones e hicieron correr la voz. Al poco, todos los alandeses o alandianos, porque no se sabe cuál era el topónimo más apropiado, se encontraban aglomerados en el embarcadero vitoreando a Fan y a Merto.
Al Capitán le costó bastante sacar de allí su barco pero, finalmente, se hizo a la mar y, antes de que cayera la noche, ya estaban atracados en Puerto Fin.
Al despedirse, el Capitán les dijo:
- Cuento con vosotros como pasajeros para otro viaje, pero no hacia Alandia. Casi provocáis una revolución. Pero esa vez me gustaría llevar también a vuestros cuatro amigos mágicos. Si no sabéis cómo encontrarme, preguntad por El Hipocampo, o por el Capitán Rumboincierto.
Así terminaron aquella jornada, aquel viaje marítimo y aquella escapada a Puerto Fin, porque al día siguiente regresaron a Aste.
Fan sabía que habría otro viaje, que aquél que acababan de hacer no era el que él había visto, que en el viaje que vio con el sicuor iban los seis y precisamente en aquel mismo barco.
--------------------------------