LA ROSA
DEL CEMENTERIO
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al final
Había en un pueblo la costumbre de apostar cosas; ya sea invitaciones, una cuerva o incluso unas perricas.
Un buen día, estando reunidos unos amigos, dijo uno:
- En el cementerio hay un rosal que ahora está en flor, a ver quien es el valiente que entra por la noche y trae una rosa.
El sastre del pueblo, que era un tanto fanfarrón dijo:
- Yo lo haría pero a ver qué os apostáis.
Se pusieron a discutir y al final ajustaron la apuesta en una arroba de vino.
El sastre preparó las tijeras para cortar la flor y se coló en el cementerio saltando la tapia y una vez andados unos pasos notó que le sujetaban por la ropa.
Fue tal el susto que se quedó quieto y dijo:
- Si yo no vengo a haceros daño, podéis seguir descansando en paz
Pero la cosa no soltaba su presa.
Los compañeros al oírle decir aquello y pensando que lo había cogido un muerto, salieron a escape para sus casas muertos de miedo.
Así estuvo toda la noche y cuanto más estiraba más fuerte era el agarrón y volvía a decir:
- Si yo no vengo a haceros daño, podéis seguir descansando en paz, pero soltadme por favor y me marcharé en seguida
Cuando ya empezaba a clarear se atrevió a mirar de reojo y comprendió que se había engarranchado en una zarza y, sacando las tijeras, le dio a los tallos que le aprisionaban, ¡zas, zas!, tales tajos que quedó libre. Entonces, encarándose a la zarza le dijo:
- ¿Has visto?, pues si hubieras sido un hombre te habría hecho lo mismo.
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