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miércoles, 6 de mayo de 2015

Gente y sogas





 Hay dichos populares que no se sabe bien de dónde salen; pero ahí está un servidor, para averigüarlo. Y si no, para inventarlo. Éste es un dicho muy manchego y de una gran eficacia, que se lo he oído decir a menudo a La Blasa. 


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie


GENTE Y SOGAS


Un agricultor estaba pasando graves problemas económicos: el cortijo lo tenía hipotecado, había tenido que malvender el ganado y las caballerías, la última cosecha se había agostado por la sequía. Tal parecería que le había mirado un tuerto.
Tan solo le quedaba una gallina y dos docenas de huevos, así que decidió ponerla a empollar, ya que acababa de salir llueca.
El pobre hombre no sabía qué hacer con su gallinita: le había preparado un cómodo nidal en el rincón más abrigado de la cuadra, entre la paja, le llevaba, solícito, el grano y el agua de cada día, así como saltamontes que él mismo cazaba y lombrices que encontraba cavando en el huerto, la cuidaba con todo esmero para evitar que tuviera que abandonar el nidal para comer y se malograran los huevos a falta de calor. Pero no tenía que haber problema, porque las gallinas, en ese estado, no solían abandonar su nidal.
Llevaba ya quince días de cuidados a la llueca, le había puesto para incubar sólo una docena, ya que en tiempo frío no era conveniente poner más si no se quería que quedaran hueros.
Él, como en el cuento de la lechera, contaba con lo que sacaría de la venta de los pollos y en qué lo iría invirtiendo para, finalmente, rescatar la hipoteca del cortijo y salir de la miseria. Cada noche soñaba en cómo sería su vida, gracias a aquella gallina y a sus huevos, y redoblaba sus cuidados para que nada fallara.
Ya estaba haciendo planes de cómo remodelar los corrales para encerrar las ovejas, las chozas de los gorrinos  y las cuadras de las vacas, caballos y mulas. Estaba totalmente convencido de que todo saldría como había soñado y ya se veía rico y deseado por todas las mozas casaderas del pueblo y alrededores.
Pero un día en que, como de costumbre, llevó el agua y el grano, se llevó una terrible sorpresa:  ¡La llueca no estaba en el nidal! Tocó los huevos y aún estaban tibios, así que les echó una capa de paja por encima  para que conservaran el calor, de momento. Ya sólo faltaban dos días para el día veintiuno en que debían eclosionar  y no quería que se malograran.
Desesperado, buscó a la gallina por todos los rincones y no la encontraba, comenzó a llamarla:
- ¡pita, pita, pita!
Pero la gallina no aparecía por ningún lado. 
Ya veía todos sus sueños por tierra y se veía totalmente arruinado, como si no lo estuviera ya. Aquello era una gran desgracia, una catástrofe.
Llevó, con sumo cuidado, los huevos a la casa, los acomodó al calor del rescoldo, cerca del humero, y los tapó con un lienzo de lana.
Volvió a la cuadra a seguir buscando, cada vez más excitado, y descubrió el bebedero volcado y sin gota de agua, así que pensó encontrarla fuera buscando de beber. Marchó en su busca por todos los sitios posibles, hasta que se le ocurrió acercarse al pozo, puesto que solía tener el cubo siempre lleno en el brocal. No encontró el cubo donde estaba habitualmente y temió que se hubiera  caído dentro del pozo, se asomó y pudo oír a la gallina, debatirse y chapotear en el fondo del pozo.
Aquello le acabó de trastornar. Adiós a su cortijo, a sus ovejas, a sus caballos, a sus relaciones con las mozas casaderas…  Aquello era el desastre mayor de la historia.
Tan apurado se vio que comenzó a pedir auxilio gritando:

- ¡Gente y sogas, que la llueca se ha caído al pozo!

Y es por eso que este dicho corre por la Mancha y se suele aplicar cuando alguien requiere, para una tarea de poca entidad, medios desproporcionados, aunque sea de importancia capital para el demandante.

Pero no hay que preocuparse por el campesino. Seguramente consiguió ayuda de gente y sogas, o habría subido el cubo con la gallina dentro, o como mínimo, los huevos habrían eclosionado al calor del hogar y así habría podido dar comienzo a su sueño.



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