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viernes, 1 de mayo de 2015

La princesa encantada

En aquellos tiempos también era difícil 
conseguir trabajo y, cuando se conseguía, 
era un tanto problemático 





LA PRINCESA

ENCANTADA


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Había una vez una madre y un hijo muy pobres, muy pobres, y como el hijo no conseguía encontrar trabajo, decidió marchar a buscar fortuna y partió un buen día, a pesar de los ruegos de la madre. Le prometió que volvería a recogerla tan pronto encontrara trabajo y se perdió por el camino en la distancia.
Pasó días sin encontrar nada, alimentándose como podía de plantas y frutos silvestres y durmiendo en cuevas o bajo los árboles.
Un día se internó en un espeso bosque y acabó encontrando una cabaña perdida en medio de la espesura.
Se acercó a la cabaña y le dijo a un hombre que allí había.
- ¿Tendría algún trabajo para mi?
- ¿Y qué sabes hacer? – le preguntó
- Cualquier cosa, lo que sea soy capaz de hacerlo
- Bueno, te puedes quedar a trabajar aquí
Y allí se quedó, cortando leña, acarreando agua, alimentando a los animales y otros menesteres, hasta que un día le llamó el amo y le llevó a la boca de un pozo muy profundo que se ensanchaba al fondo en una gran cueva de la que partían numerosas galerías.
- Tienes que entrar ahí donde tengo mi tesoro, llenas un saco de oro y otro de plata y luego avisas para que te suba.
Le entregó los dos sacos y con una cuerda le bajó hasta el fondo. En cuanto llenó los sacos avisó y ató los sacos a la cuerda, desde arriba subió los sacos y volvió a echar la cuerda.
- Átatela a la cintura y te subiré.
Así lo hizo pero cuando ya casi estaba arriba, cortó la cuerda y él cayó al fondo del pozo aunque tuvo mucha suerte porque no se rompió ningún hueso.
El amo no lo iba a dejar salir por nada del mundo puesto que había visto donde escondía el tesoro. Desesperado se acordaba de su pobre madre que se iba a quedar sin nadie que la sustentara en su vejez y en la oscuridad trató de encontrar alguna salida.
Recorriendo aquellas galerías encontró varios esqueletos. Pensó que seguramente eran de aquellos que le habían precedido y corrieron la misma suerte, pero él no iba a desfallecer en la búsqueda de alguna salida, a pocas fuerzas que le quedaran.  
Anduvo perdido por túneles y galerías hasta que llegó a un lugar en que escuchó unos lamentos.
- ¿Quién está ahí? – dijo asustado
Y penetrando en una sala alumbrada por unas velas vio a la mujer más bella que nunca había visto.
- ¿Qué haces aquí?
- Soy la princesa de un reino vecino, pero una bruja me ha hechizado y sólo podré salir de aquí cuando ella muera.
- No te preocupes que yo te libraré del encantamiento
- ¿Cómo es posible?, es una bruja muy poderosa y está protegida por una serpiente de siete cabezas.
- Pero yo acabaré con ella
- Pues para eso tendrás que chafar en su frente un huevo de la serpiente, es la única manera de que muera y se deshaga el hechizo.
- Y ¿Cómo es que puedes sobrevivir sin alimento y agua?
- Debe ser cosa del encantamiento, no he necesitado nada desde que yo recuerde, pero lo duro es el aislamiento y el silencio.
Se despidió y siguió por galerías y galerías hasta que sintió una corriente de aire y avanzó en aquella dirección, y descubrió a lo lejos una luz que se filtraba por una abertura. Tras varios intentos consiguió alcanzar y atravesar el estrecho agujero que daba al exterior y que desembocaba en un bosque.
Al cabo de un buen rato de andar se encontró discutiendo acaloradamente a un león, una enorme águila y una diminuta hormiga. Estaban discutiendo porque habían encontrado una cabra muerta y no se ponían de acuerdo en cómo repartírsela.
Le pidieron ayuda para hacer bien el reparto y entonces sacó su navaja y desolló a la cabra, dándole al león toda la carne y los huesos, al águila todas las vísceras y a la hormiguita le dio los sesos. 
Los tres quedaron muy contentos y, cuando ya se iba a marchar, le dijo el león:
- Te mereces una recompensa por el gran favor que nos has hecho.
Y entonces se arrancó tres pelos de los vientos y le dijo:
-  Ahora, con estos pelos, cada vez que quieras convertirte en león no tienes más que decir “Dios y león” y serás un león tan fuerte como yo, y cuando quieras volver a ser hombre dirás “yo soy hombre”
El águila se arrancó una pluma de las remeras, se la entregó y le dijo:
- Con esta pluma que te doy sólo tendrás que decir “Dios y águila”  y te convertirás en un águila como yo y podrás volar y planear fácilmente y, lo mismo que con el león, si dices “yo soy hombre” volverás a ser hombre.
- Yo no tengo pelos ni plumas – dijo lo hormiga – pero te daré una de mis uñas y cuando quieras pasar inadvertido puedes decir “Dios y hormiga”  y así nadie te podrá ver.
Recibió la uña de la hormiga, les dio las gracias y se despidió siguiendo su camino. Al rato quiso probar si era cierto todo aquello y dijo “Dios y águila”  y se encontró volando a gran altura. Con su potente batir de alas y aprovechando las corrientes térmicas ascendentes se recorrió todo aquel enorme territorio en un momento.
Pasó sobre una cueva y en ella divisó a una enorme serpiente de siete cabezas. Se preguntaba:
- ¿Cómo voy a poder matarla?
Descendió a tierra y dijo “yo soy hombre” y una vez vuelto a su ser se acercó a una granja que había visto por allí cerca y pidió trabajo.
Le encargaron sacar la piara de cerdos a comer bellotas al bosque, pero le advirtieron que tuviera cuidado porque había una enorme serpiente que siempre se comía algún cerdo.
- No tenga cuidado que yo no perderé ninguno
Cuando al día siguiente iba con la piara y apareció la serpiente, en lugar de echar a correr como hacían todos los pastores, dijo “Dios y león” y convertido en león luchó y luchó con la serpiente pero estaba muy igualados y quedaron ambos exhaustos, pero al llegar la noche la serpiente se retiró a su cueva y él dijo “yo soy hombre” y se llevó la piara a los corrales.
Cuando el amo vio que no faltaba ninguno le dijo a su hija:
- Mañana vas a seguir al porquerizo a ver qué pasa con la serpiente.
Cuando salió con los cerdos ella los siguió y se escondió, pudiendo ver cómo la serpiente aparecía en busca de un cerdo y cómo el porquerizo se convertía en león y luchaba con ella hasta el agotamiento. Cuando el león estaba muy cansado le oyó decir:
Si tuviera un pan caliente,
Un vaso de vino fuerte
Y el beso de una doncella
A la sierpe la muerte le diera

La chica se fue a contárselo a su padre y éste le dijo que a la mañana siguiente cociera una hogaza de pan y se lo llevara recién salido del horno junto con un buen vaso de vino de su cosecha y le diera un beso al león y que no tuviera miedo.
Al día siguiente volvieron a luchar y cuando las fuerzas del león se iban agotando volvió a decir:
Si tuviera un pan caliente,
Un vaso de vino fuerte
Y el beso de una doncella
A la sierpe la muerte le diera

Entonces la muchacha se acercó, le entregó el pan y el vino, le dio un beso y entonces el león cobró tanta energía que a cada bocado le arrancaba una cabeza a la serpiente, hasta que le cortó las siete y la serpiente murió y, en ese momento, una liebre salió de su vientre y se escondió por los alrededores.
Revisó bien a la serpiente y la cueva y no encontró ningún huevo por lo que pensó que debía cazar a la liebre.
Diciendo “yo soy hombre” regresó a la granja con los cerdos y con un saco de oro y joyas que había encontrado en la cueva y que era el tesoro de la serpiente.
Al día siguiente salió temprano, sólo, sin los cerdos, y dijo “Dios y águila” y, planeando desde las alturas, con su vista agudísima revisó cada mata y cada piedra hasta que descubrió a la liebre agazapada. Se lanzó a por ella y, aunque salió corriendo, no tardó en darle caza y apretó con sus garras el vientre de su presa hasta que murió y entonces salió de dentro de la liebre un huevo que, una vez convertido en hombre, se guardó cuidadosamente.
A continuación se dirigió a la guarida de la bruja y cuando se acercó, ella se asomó a la puerta y le dijo:
-  ¿Qué buscas por aquí?
- Sólo un poco de agua, que me muero de sed
- Bebe el agua de ese charco, en él bebo yo
Él pasó la verja del jardín para acercarse al charco pero se acercó a ella y le dijo:
- ¡Pero qué mal arreglada vas! Deja que te peine un poco
- No me hace falta alguna, hace siete siglos que no me peino
- ¡Venga, no se haga de rogar! Ya verá qué bien queda
Y ella se dejaba peinar y se estaba quieta, momento que aprovechó para romperle el huevo en la frente.
La bruja cayó inerte en el suelo y él regresó a la granja y le dijo al amo que se marchaba a recoger a su madre que la había dejado sola allá en su tierra.
El amo insistía en que se quedara ahora que ya estaba muerta la serpiente, pero él tomó el saco del tesoro y se despidió. Convertido en águila buscó la boca de la cueva por la que había salido pero no pudo encontrarla porque estaba disimulada entre matorrales, entonces decidió entrar a través del pozo y, para que no le descubrieran, dijo “Dios y hormiga” y así pasó sin ser visto hasta el brocal del pozo y, como hormiga, pudo descender sin dificultad por la pared hasta llegar al fondo donde dijo “yo soy hombre” y comenzó a buscar la sala donde estaba la princesa.
Cuando llegó hasta ella comenzó a besar a su salvador después de tantos años encerrada allí.
Siguieron desde allí por la galería que conducía al exterior y una vez fuera se convirtió en águila y con la princesa cabalgando a su espalda voló hasta el castillo del rey, bajaron en el patio de armas y dijo “yo soy hombre”.
Todos se alegraron mucho por recuperar a la princesa perdida tantos años, el rey le concedió la mano de la princesa y allí vivieron también con su madre que fueron a buscar  y vivieron felices por siempre.

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