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sábado, 16 de mayo de 2015

El cocherito leré


Otro "cantocuento"; pero éste, como los que falta por poner, va solo, sin soneto, porque no lo he escrito aún, pero todo se andará SDQ
EL COCHERITO LERÉ


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie


Había una vez una niña que tenía un nombre muy cortito, sólo tenía cinco letras: la M, la A, la R, la I y otra vez la A.
María iba cada tarde a casa de su abuelita y regresaba cuando ya estaba anocheciendo; pero no tenía miedo, sabía cuidarse, y su madre ya le había advertido y se lo recordaba a menudo:
- No hables con extraños y menos te vayas con ellos a ningún sitio, aunque te inviten a llevarte en coche.
María hacía habitualmente el mismo recorrido y, cada día, se paraba a ver los mismos escaparates. Los que más le gustaban y se demoraba más rato mirándolos, eran los de: juguetes, dulces y pasteles. Pero siempre llegaba a casa antes de que fuera noche oscura.
Cierto día se había entretenido más de la cuenta en casa de su abuelita y ya era oscuro cuando regresaba a casa, pero no dejó de pararse a ver las nuevas muñecas que habían salido ese año y que había pedido a Los Reyes, y los roscones que ya estaban en venta en la pastelería.
Cuando aún faltaba un poco para llegar a casa, se le acercó un coche
El cochero era inofensivo aunque un poco pesado, se llamaba Leré y era hijo de Lará y Loró, pero María no lo conocía de nada.
Leré le dijo:
- María ¿quieres montar en coche?
María se sorprendió de que supiera su nombre, lo había dicho con todas sus letras, con las cinco, y no se atrevía a rechazar claramente el ofrecimiento, por si era algún conocido de la familia o algún familiar que ella no conociera y se pudiera molestar, así que le dijo:
- No, gracias, ya falta poco
- Mira que es de noche
- No – repitió María
- Mira yo soy el cocherito Leré y te llevaré gratis a donde vayas
- Pues no te conozco y, además, no puedo montar en coche porque me mareo y, además, voy cerca
Y siguió su camino.  
Leré siguió su camino también y María, finalmente, llegó a su casa sana y salva.
María pensó que había obrado mal, que había mentido porque nunca se mareaba; ni en coche ni siquiera en barca, pero se había quitado de en medio con esa excusa al pesado de Leré. 
Así que una mentirijilla no era una falta muy grave; y más si, con ella, había evitado montar en el coche de un desconocido por la noche, cosa que las niñas no deben hacer nunca jamás.







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