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domingo, 19 de abril de 2015

Mesa, componte





 Otro cuento que me contaban de chico y del que no recordaba gran cosa hasta que me puse a reconstruirlo. En el momento en que comencé a escribir me fueron llegando los recuerdos de aquellas frías noches de nevada, al calor de la lumbre y viendo como "Perico Montés hacía caer una nuez por la chimenea"

MESA, COMPONTE

Puede escucharse mientras 
 se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie

Érase una familia muy pobre que tenía tres hijos. El mayor, viendo las privaciones que pasaban sus padres para poder alimentarlos, le dijo a su padre
- Padre; me voy por el mundo a buscar trabajo 
Y, aunque sus padres insistieron en que se quedara, preparó un hatillo con sus menguadas pertenencias y se puso en camino.
Al cabo de unos días de caminar sin encontrar trabajo se encontró un hombre que le preguntó.
- Tú no eres de por aquí ¿qué haces por estas tierras?
- No; soy de muy lejos y vengo en busca de trabajo.
- Pues, ven, trabajarás para mi – dijo el hombre.
Y así fue como, haciendo labores agrícolas y de otro tipo estuvo allí durante un año entero.
Cuando llegó el año le dijo al amo:
- Ya llevo un año trabajando aquí y ya es hora de que vuelva con mi familia a aliviarles algo las privaciones por las que están pasando; págueme mi salario y me marcharé 
Le dice el amo:
- Dinero no tengo para darte pero te voy a dar algo mejor. Toma esta mesita y sólo tienes que decir “mesa, componte” y ya no pasaréis más hambre.
Al decir aquellas palabras, la mesa se cubrió con un mantel y se llenó de platos y más platos de los más variados manjares.
Muy contento se cargó la mesa al hombro y marchó en dirección a casa.
Como el camino era muy largo tuvo que parar en una posada a hacer noche y le dijo al posadero:
- Guárdeme bien hasta mañana esa mesita que he dejado en el zaguan, pero no se le ocurra decir “mesa, componte”
- No te preocupes, muchacho, que así se hará
Pero tan pronto el joven se fue a dormir, el posadero le dijo a la mesa:
- Mesa, componte
Y en vista de lo que sucedió, buscó una mesa parecida y a la mañana siguiente se la entregó al muchacho.
El joven siguió su camino con la mesa a cuestas y llegó a casa
- Padre; ya verá usted lo que he traído, pero voy a avisar a todo el pueblo para que se reúnan en la plaza y así podrán ver qué maravilla.
Cuando todos estaban reunidos en la plaza, puso la mesa en medio y dijo
- Mesa, componte
Pero no pasó nada. 
Repitió las palabras una y otra vez sin resultado y, entre las burlas de todos sus paisanos, la familia se retiró avergonzada.
El hijo segundo dijo:
- Voy a probar yo a ver si tengo más suerte que mi hermano
Al cabo de unos días de caminar sin encontrar trabajo, igual que su hermano, se encontró un hombre que le preguntó.
- Tú no eres de por aquí ¿qué haces por estas tierras?
- No; soy de muy lejos y vengo en busca de trabajo.
- Pues, ven, trabajarás para mi – dijo el hombre.
Y así fue como, lo mismo que su hermano, estuvo trabajando durante un año entero.
Cuando llegó el año le dijo al amo:
- Ya es hora de marchar; págueme mi trabajo y me marcharé 
Le dice el amo:
- Dinero no tengo para darte pero te voy a dar algo mejor. Toma esta burra y sólo tienes que decir “burrita, estírate” y os podréis olvidar de la pobreza
Al oír aquellas palabras, la burra comenzó a cagar pero no hacía boñigas, sino que cagaba monedas de oro y billetes.
Muy contento tomó a la burra del ramal y marchó en dirección a su casa.
También, como su hermano, tuvo que parar en una posada a hacer noche y le dijo al posadero:
- Guárdeme bien esa burra que he dejado en la cuadra hasta mañana, pero no se le ocurra decir “burrita, estírate”
- No te preocupes, muchacho, que así se hará
Pero tan pronto el joven se fue a dormir, el posadero le dijo a la burra:
- Burrita, estírate
Y en vista de lo que sucedió, buscó una burra parecida y a la mañana siguiente se la entregó al muchacho.
El joven siguió su camino muy contento con la burra y llegó a su casa
- Padre; ya verá usted lo que he traído, pero voy a avisar a todo el pueblo para que se reúnan en la plaza y esta vez si que van a quedarse con la boca abierta.
¿Estás seguro de lo que dices?, mira que la otra vez bien se rieron de nosotros
Pero el chico insistió y reunió a todo el pueblo.
Cuando todos estaban reunidos en la plaza, puso la burra en medio y dijo
 - Burrita, estírate
Pero no pasó nada. 
Repitió las palabras una y otra vez y lo único que consiguió es que la burra se cagara pero no fue ni oro ni billetes sino unas buenas boñigas y, entre las burlas de todos sus paisanos, la familia se retiró avergonzada.
El hijo menor que, según decían, era un poco tontico porque era un poco apocado dijo:
- Ya verá como a mi no me engañan; ahora me toca a mi probar fortuna
Y, pese a los ruegos de su familia para que desistiera de su intento, se puso en camino.
Al cabo de unos días, al igual que sus hermanos, sin encontrar trabajo, se encontró un hombre por el camino y le preguntó.
- ¿No podría usted darme trabajo?, ya he recorrido varios cortijos y pueblos y no encuentro quien me quiera emplear.
- Pues, ven, trabajarás para mi – dijo el hombre.
Y así fue como, lo mismo que sus hermanos, estuvo trabajando durante un año entero.
Cuando llegó el año le dijo al amo:
- Ya es tiempo de  volver a casa; págueme lo que me corresponda y me marcharé 
Le dice el amo:
- Dinero no tengo para darte pero te voy a dar otra cosa. Toma este saco que tiene dentro una porra  y - le dijo muy flojito y al oído - sólo tienes que decir “porra, a pegar” y seguro que no vas a tener quejas del servicio que te va a hacer.
El muchacho se cargó el saco al hombro y emprendió el camino a su casa.
Al igual que sus hermanos, tuvo que parar en una posada a hacer noche y le dijo al posadero, en voz baja casi como en secreto:
- Guárdeme bien ese saco que he dejado en el zaguán pero no se le ocurra decir  “porra, a pegar”
- No te preocupes, muchacho, que te lo guardaré bien
Pero tan pronto el joven se retiró, el posadero tomó el saco y dijo:
- porra, a pegar 
La porra salió del saco y como la única persona que había cerca era el posadero se lió a darle golpes y el posadero a gritar pidiendo auxilio.
Con los gritos acudió el muchacho y viendo la paliza que le estaba dando la porra al posadero le dijo:
- ¿Así que usted es el que engañó a mis hermanos?, pues ya puede sacar la mesa y la burra si no quiere acabar molido a palos.
- Ay, ay, si, si, enseguida te lo doy pero, por favor, quítame esta porra de encima que me va a matar, ay, ay.
El muchacho agarró la porra y la guardó en el saco. El posadero le entregó la mesita y la burra y así siguió su camino hasta llegar a su casa donde fue recibido con mucha alegría por su familia.
 - Padre; hay que avisar a todo el pueblo para que se reúnan en la plaza.
¿Avisar a los del pueblo?, ¡de ninguna manera! Si todavía se ríen de nosotros desde el año pasado.
 Pero insistió tanto que se reunió a todo el pueblo en la plaza.
La gente decía:
- A ver ahora con qué nos sale el tontico, vamos a tener algo con lo que reír una buena temporada, ja, ja
Cuando todos estaban reunidos en la plaza, puso la mesa en medio y dijo
- Esto es lo que se ganó mi hermano mayor trabajando un año entero; ¡Mesa, componte!
Y al punto, la mesa se cubrió con un mantel y se llenó de platos de los más suculentos manjares, entre los gritos de asombro de los paisanos
- Ahhhhhhh,  Ahhhhhh, Ahhhhhh
A continuación sacó la burra y dijo
- Esto es lo se ganó trabajando duramente mi hermano mediano; ¡burrita, estírate!
Y la burra comenzó a cagar billetes y monedas de oro, entre los gritos de admiración de los paisanos
- Ohhhhhhh,  Ohhhhhh, Ohhhhhh
Entonces, abriendo la boca del saco dijo:
- Pero eso no es nada, ahora os voy a enseñar lo que he ganado yo, así que;  ¡porra, a pegar!
Salió la porra y comenzó a repartir leña a los vecinos que tuvieron que salir por piernas entre gritos de 
- Ayyyyyyyyyyy,  Ayyyyyyyyyyy, Ayyyyyyyyyy

Y toda la familia se quedó allí riendo, porque siempre: Ríe mejor quien ríe el último”.



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2 comentarios:

  1. Muy agradecido. Llevo intentadi acordarme de este cuento que nos contaba nuestra niñera cuando mis hermanos y to eramos niños y que a mi me encantaba. Sólo recordaba lo de la mesa y la porra. Gracias.

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  2. Ese cuento lo leíamos con mis hermanos cuando eramos pequeños. Fue uno de los primeros libtis que leí (cuando aprendí) junto al gato con botas. Gracias por el recuerdo. Saludos desde Santiago de Chile

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