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miércoles, 24 de enero de 2018

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 25 Diluvial

 Comienza el viaje de regreso tras una
 silenciosa y dolorosa despedida





LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS




 

EL CUADERNO
    
(Desde 25 Diluvial)
 

25 Diluvial
Llegó el día de la partida. Esta mañana ya tenía todo cargado pero, antes de partir, me di una vuelta por todas las instalaciones en las que tantos días había vivido y tantas cosas había aprendido y comprendido. Tras uncir a Adagio, acariciar a Wolf y despedirme de Lupi con un fuerte abrazo que casi me ha hecho saltar las lágrimas, descendemos la rampa de piedra y seguimos hasta la orilla del riachuelo que meses antes nos había conducido allí en su crecida. Ahora discurre perezoso y con poco caudal, por lo que no es muy difícil seguir con la carreta por el margen derecho.
Lupi me ha preparado un pequeño mapa con las indicaciones para regresar, aunque yo recuerdo perfectamente todos y cada uno de los senderos y sucesos del viaje aquél. Ahora tengo que recorrerlos a solas, aunque mejor así que en según qué compañías. Andalio, después de tantos días transcurridos desde su partida, ya debía haber llegado a Arsix y no hay peligro de tropezarme con él por el camino.
Comienza a oscurecer y, como las temperaturas aún son frescas, monto la carpa, ceno uno de los guisos que caliento en una fogata y quemo en la misma el envase criovac, del que no quedan restos.

26 Diluvial

Me levanto temprano y proseguimos el camino. No ha pasado más de una decihora cuando me paro en un remanso del arroyo que se ve en ebullición, tal es el número de peces que pululan en las aguas. Provisto de una red que llevaba como cazamariposas intento hacerla servir para pescar algo sin tener que meterme en el agua como hacía Lupi y mojarme, porque el agua debía ser gélida. Al fin pesco media docena de truchas de tamaños variados, vuelvo a echar al agua las más pequeñas y me quedo con tres ejemplares de ración. Ya tengo para comer y cenar hoy y aún me sobra una.
Seguimos el arroyo en dirección Sur, aquí tiene más caudal por las aportaciones de otros muchos arroyuelos casi imperceptibles. Al frente se elevan las orillas del arroyo; se forma una especie de desfiladero pero, como bien recuerdo, antes de llegar al farallón que me impida el paso encontraré un amplio sendero que trepa hacia lo más alto. Mientras vamos trepando, es tan fuerte la pendiente que me tengo que bajar y ayudar a Adagio empujando la carreta. Me parece volver a ver aves volando, pero esta vez van muy altas y no puedo distinguir de qué especie son.
Una pausa para comer una trucha asada al fuego y unas galletas de pan y, sin perder tiempo, seguimos camino.
Cuando comienza a caer el sol llegamos a un claro que recordaba bien; decido acampar pero, recordando los ruidos nocturnos sospechosos que entonces me habían mantenido en vela, he decidido montar la carpa y preparar una buena fogata para espantar a cualquier alimaña que merodee por aquí.
Aso otra trucha en las brasas que, acompañada con un recipiente de sopa, me sirve de cena. Tras quemar el recipiente y las espinas, alimento la hoguera con abundante leña y me retiro a dormir

27 Diluvial

Seguimos ruta bordeando el acantilado, al fondo se ve brillar el agua del arroyo. A la hora de comer llegamos a la encina que entonces nos sirvió de cobijo. Tras comer la otra trucha que me queda y un criovac de guiso de cordero, comienzo a pensar que basta de pescado y que debo cambiar de menú, porque en caso contrario no me podré acabar las provisiones de la base.
Siguiendo el reborde acabo descubriendo un sendero que gira a la derecha, alejándose de la grieta, y nos adentramos en él. Ya comenzaba a oscurecer cuando llegamos a una pared de roca que, tiempo atrás, nos había servido de refugio. Aún se podían ver restos de carbones de la hoguera en la que había degustado mis primeras truchas. De todas formas, aunque un poco antes de llegar hay un arroyo en el que a buen seguro hay pesca, desisto de ir a pescar porque ya estoy harto de peces. Caliento un recipiente de patatas con ternera estofada y acompañado con un cubilete de vino quedo satisfecho y me voy a dormir.

28 Diluvial

Continuamos el viaje sin muchos incidentes, aparte de piedras y ramas que hay que ir retirando del sendero, la zona rocosa ha ido quedando atrás y al frente se ve una masa vegetal que se extiende en todas direcciones. Espero encontrar el sendero, porque podría perderme en esa maraña boscosa pudiendo llegar a marismas o zonas inundadas de las que me sería muy difícil salir, aunque cuento con el plano y llevo una brújula.
Hacemos noche en un claro antes de internarnos en la espesura. Justo donde he montado la carpa descubro los restos de una fogata que no llevará más de una semana; lo que me hace pensar que Andalio, u otra persona, han acampado aquí. Eso me anima, porque espero encontrar sus huellas en los senderos que, junto con el plano, me ayuden a elegir el buen camino, aunque también me pone alerta.

29 Diluvial

Hoy ha sido un día pesado y duro. El sendero es estrecho, las ramas me dan en la cara y tengo que apartarlas a cada momento. Fuera de la espesa vegetación no se puede ver nada, suerte que el rastro está bastante claro, aunque a veces se pierde para reaparecer unos pocos metros más allá. Acabo comiendo sobre la marcha, sin llegar a parar. Adagio va comiendo de las ramas bajas mientras camina. La verdad es que, inmerso en ese verdor abrumador, me siento perdido y muy pequeño y tengo ganas de salir a terreno abierto.
Cuando ya pensaba que aún tendría que parar a dormir entre estas verdes paredes, comienza a clarear el matorral y los árboles están más dispersos y son menos frondosos. Encuentro un pequeño claro, dentro aún de la foresta, y me preparo para pasar la noche. Adagio se da un banquete con el pasto que casi llega a ocultar la senda.
Yo no tengo muchas ganas de comer, este entorno me ha quitado el apetito, así que con unas galletas y un poco de aquella leche en polvo me acabaré durmiendo.

30 Diluvial

Seguimos avanzando y, poco a poco, el horizonte se ensancha. La vegetación selvática ha dejado paso a algo menos agobiante y, tanto Adagio como yo, experimentamos nuevos bríos, llegando en menos de dos dh. a la muralla ruinosa de antes de la caída del Imperio.
Lupi me facilitó una preciosa herramienta que guardo celosamente y que deberá quedar oculta a cualquiera. Se trata de una navaja láser que puedo llevar fácilmente en el bolsillo y que me ha permitido cortar unas muestras de la pared polimérica. Guardo todo en el bolsillo más profundo de la mochila y, tras comer dos recipientes, seguimos el viaje por una senda estrecha pero, comparada con la que acabábamos de recorrer, casi parecía una Avepista. El recuento de provisiones me indica que voy a tener que atiborrarme con los guisos de la base, si no quiero que me quede alguno a mi llegada a Arsix, pero no renuncio a cazar algún conejo. Por eso voy a comenzar a caminar junto a Adagio, en lugar de ir en el pescante, si quiero quemar todas las calorías que voy a tener que ingerir y no ponerme como un fardo.
Llegamos a un claro conocido junto a un riachuelo. Intento cazar algún conejo por los alrededores como hizo Lupi, pero a mi no se me dan bien esas cosas, así que me voy a quedar con las ganas de comer conejo como despedida de los buenos alimentos naturales. Como no deben faltar mucho más de tres jornadas hasta Arsix, tengo que dar buena cuenta de las provisiones, para usar en la última jornada sólo aquello que traje en mi viaje de ida, y deshacerme de cualquier comida o recipiente procedente de la base.

1 Eolio

Anoche cené abundantemente, tanto que me costaba conciliar el sueño, pero finalmente me quedé como un tronco y he despertado ya bien entrada la mañana. Tras quemar los restos, apagar la fogata y uncir a Adagio, reemprendemos el camino.
Más adelante llegamos donde los árboles del pan y me vuelvo a quedar con las ganas de probar sus frutos porque, en esta ocasión, se encuentran aún en floración. También me quedo con las ganas de comer el néctar y las flores de las florimiel porque es muy temprano y no pienso estarme esperando todo el día a que anochezca y desaparezcan los insectos a fin de poder recolectar algo; así que, algo defraudado por los hados, sigo el camino.
Tras dejar atrás el bosque de pinos llorones  evitando su resina pegajosa, paramos en un claro en la espesura a dormir. Adagio se da un buen atracón del césped fresco que aquí abunda y yo he dado buena cuenta de las últimas provisiones que me quedaban de la base.
Tras acabar con los últimos y sencillos, pero energéticos y nutritivos alimentos en conserva, recuerdo con añoranza los deliciosos guisos de la base que ya no volveré a probar y que superan con mucho a los que hace tiempo pude degustar en Poor Span, ni siquiera los de la última cocina deconstructiva de Adrién Bully. Ahora me quedan sólo algunas de las provisiones que había comprado en Arsix y para no más de dos días. Espero que el viaje no se complique y dure más de lo que calculo, de lo contrario me vería en la necesidad de racionar lo poco que me queda.

2 Eolio

A corta distancia de nuestra parada nocturna encontramos los álamos gomosos, con su población de águilas arborícolas. Me vuelvo a maravillar con la técnica de caza, aunque he podido presenciar pocos vuelos, seguramente por falta de presas. Lo escaso de su población se debe a esto mismo y el riesgo de desaparición es alto si no fuera porque por aquí pasa una ruta migratoria del pato tamiz, que es la única presa a su alcance.
Decidido a seguir el viaje, diviso una formación en uve de estas anátidas cruzando el cielo sobre el bosque. En ese momento, como doradas flechas, alcanzan a la formación media docena de águilas que capturan cada una un pato y regresan a sus nidos. El resto de la formación continúa su vuelo, recomponiendo sus líneas, casi sin notar las ausencias. Posiblemente ya están habituados a estas cacerías.
Esta noche espero dormir aquí sin sobresaltos y no como en el viaje de ida. Ahora ya estoy habituado a dormir en el suelo y los ronquidos de Lupi no me van a despertar. Me dispongo a dormir mientras contemplo el nítido cielo estrellado y pienso que difícilmente voy a volver a disfrutar de una visión tan clara. Recuerdo los versos del Poeta de Eria, tan oportunos.


Admiro tu negrura impenetrable
poblada de universos que titilan,
donde afanes y sueños se destilan
en un poema casi impronunciable
En tu distancia tan inabarcable
los eones y parsecs hoy ventilan
diferencias que raudo se mutilan
en deriva infinita e implacable

Y en tu eterna expansión en movimiento
las galaxias, los cúmulos y estrellas
se diluyen veloces en la nada,

como cenizas que dispersa el viento
y se llevan lo exiguo de mis huellas,
fugaz presencia frente a tu riada.





(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)



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