Cloe, ya recuperada de la caída y del doloroso parto de los cascarones, pretende iniciar otra experiencia que piensa puede ser menos peligrosa y más fructífera que nadar o volar. ¿Tendrá razón? ¿Lo conseguirá?.
Otro día "Cloe quiere... viajar"
CLOE QUIERE HABLAR
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al final
Se encontraba Cloe, como solía
hacer, picoteando bichitos y semillas al pie de los pesebres. Hacía
ya tiempo que, al tratar de volar, se había dado un buen golpe, pero
ahora ya se había recuperado.
Afortunadamente, en su pequeño
cerebro, no había anidado una idea tan peregrina como las de nadar o
volar, y la paz reinaba en la granja. Woffe y Muuriel estaban muy
tranquilos sin tener que soportar sus continuas consultas y fantasías
ni tener que rescatarla de peligros.
Hacía un día radiante, pero el
anterior había llovido, el calor veraniego se había suavizado un
tanto y los insectos se habían removido. Cloe no daba abasto a cazar
saltamontes, que era lo que más le gustaba, crujientes por fuera y
tiernos por dentro. Cuando más concentrada estaba en su cacería,
sonó un aleteo a sus espaldas. Cloe lo notó, cosa extraña porque
cuando estaba absorta en alguna ocupación era incapaz de prestar
atención a otra cosa.
Se trataba de un ave gorda y verde
que se posó en una rama y comenzó a decir:
- “Lorito
pide pan, lorito bonito, quiero chocolate, ¿digaméee? y
esperen que ya voy”
Cloe no salía de su asombro y era
incapaz de asimilar cosa semejante.
-¡Aquel pájaro estaba hablando en
humano!
Es de todos sabido que los
animales, aunque no son capaces de hablarlo, entienden a la
perfección el lenguaje humano, salvo algunos como Cloe a los que,
por sus menguadas entendederas, les costaba enterarse bien y lo
hacían a medias.
Todos los animales estaban de
acuerdo en mantenerlo en secreto, y los granjeros hablaban delante de
ellos sin ningún reparo, lo que había motivado alguna fuga al
enterarse las futuras víctimas de los planes que hacían para la
cena. Todos disimulaban y se tenían que
hacer repetir las órdenes como si no las hubieran entendido a la
primera.
Pues bien, aquel extraño pájaro
verde, seguía posado en la rama, hablando y hablando
incansablemente:
-
“Lorito pide pan” – decía, y uno de los
jornaleros de la granja se acercó y le dio un trozo del bocadillo
que se estaba comiendo.
Cloe se quedó muy sorprendida y
era incapaz de salir de su asombro o albergar cualquier otro
pensamiento. Poco a poco, una pequeña idea comenzó a barrenar en su
cabecita; y dijo:
- Cooo, cook, cococook
que quiere decir:
-¿Podría yo hablar como los
humanos?
El loro, porque loro era aunque un
poco cotorra, le entendió perfectamente y le respondió en idioma
animal:
-Yo puedo darte clases, pero me
tendrás que pagar. Yo no trabajo gratis. Eso es algo que, aparte de
su idioma, he aprendido de los humanos. Así que me tendrás que
traer de comer: migas de pan, fruta, insectos, chocolate… bueno, lo
que puedas pillar por ahí.
-
Gracias, muchas gracias – dijo Cloe entusiasmada –
enseguida vengo con algo y
comenzamos.
Y se marchó al lugar en donde
solían comer los jornaleros. Ella iba a menudo, antes de que llegaran las hormigas, porque siempre caían migajas y restos de fruta como;
corazones de manzana o algunas cerezas pochas o picadas de pájaros,
porque los humanos son muy escrupulosos y no se las comen.
Así que regresó con un trozo de
mendrugo en el pico y, tras varios viajes, el loro contaba con un
buen montón de comestibles, que engulló en un santiamén. Pero,
tanto comió, que tuvo un empacho y no estaba en condiciones de enseñar a Cloe. Ésta estaba muy contrariada por haber dejado la
clase para el día siguiente, se moría de impaciencia.
Tan absorta estaba en su monotema,
que no veía por donde caminaba y se tropezó con una pata de
Muuriel. Ésta le dijo:
-¿Dónde vas tan pensativa? ¿te
pasa algo?
- Resulta que el loro ha retrasado
mi primera clase de humano para mañana, pero yo le había llevado
comida de sobra.
- ¡Ay, tonta! No hagas caso de ese
liante, tiene mucho pico y mucha conversación, pero poca palabra.
Además tú no puedes hablar humano.
- ¿Cómo que no?, pues el loro lo
hace
- El loro puede, pero ninguno de
nosotros podemos hacerlo, ni siquiera yo, ni Woffe que es el mejor
amigo del hombre y siempre está con él. Te he dicho muchas veces
que te dejes de fantasías y te conformes con lo que eres, una
gallina. Un poco corta de entendederas, como es normal en una
gallina, pero una gallina en fin, ni más ni menos.
Cloe se marchó nada convencida, y
no estaba convencida, porque el convencimiento no le cabía en la
cabeza, ocupada totalmente con aquella idea de hablar humano.
Aquella noche durmió intranquila,
tan intranquila que se cayó del palo del gallinero y acabó
durmiendo en el suelo.
A la mañana siguiente, bien
temprano, Cloe marchó a toda prisa al árbol donde había dejado al
loro, pero el pájaro había volado. No obstante, por la tarde
regresó volando, dijo a Cloe que le fuera a buscar comida y se posó
en la misma rama del día anterior.
Cloe regresó con la cena pero, con
una sorprendente muestra de lucidez, le dijo:
- De comer nada, primero la
lección, no quiero que pase lo de ayer.
Así que el loro le dijo:
- Vamos a comenzar con una frase
sencilla; yo digo “lorito pide pan”, pero tú tendrás que decir
“gallinita pide pan”.
- ¡Ah no, no! Prefiero
saltamontes.
- Eso es más difícil, pero bueno.
Repite conmigo: “Gallinita pide saltamontes” .
- cook cok kooo kook cloo
- ¡No, no! ¡en gallina no! ¡en
humano! Repite conmigo: “Gallinita pide saltamontes”
- “cook cok kooo kook cloo”
- Otra vez más, que no vocalizas
bien. Repite conmigo: “Gallinita pide saltamontes”
- “cook cok kooo kook cloo”
Tras una hora de repeticiones sin
resultados apreciables el loro le dijo:
- Bueno, por hoy ya vale, mañana
más pero ve practicando en casa, yo voy a cenar. Hasta mañana.
Así pasaron días y días con el
mismo resultado.
Loro ya estaba cansado de la pesada
de Cloe y, aunque la comida que le llevaba le iba muy bien, decidió
dar por acabado el curso y emprender el vuelo, ya que daba por
imposible el que Cloe acabara diciendo bien una sola palabra, así
que le dijo:
- El curso ya ha terminado, ahora
depende de ti hacerte entender, así que vete practicando con los
humanos. Y cuídate la voz que te noto algo afónica.
Dicho esto, marchó volando para no
volver.
Cloe estaba muy contenta y se
dispuso a hacerse entender, se acercó donde comían los humanos y
comenzó:
- “cook cok kooo kook cloo”
Uno le echó una miga de pan, que
se comió muy satisfecha. No era un saltamontes pero ya era un
avance. Se dijo:
- Aún no me entienden bien, puede
que no diga correctamente la palabra “saltamontes”, pero sí han
entendido que les pedía de comer. Tendré que practicar mucho más.
Así, cada vez que veía a un
humano, ya estaba allí con su:
- “cook cok kooo kook cloo”
y alguno le daba algo de comer,
pero nunca saltamontes y otros se la quitaban de encima.
Finalmente, se puso tan pesada y
andaba tanto entre los pies, que acabaron teniendo que encerrarla en
una jaula ponedero para que no importunara.
Así pasaron tantos meses encerrada
en aquella prisión, comiendo pienso y poniendo, que cuando la
soltaron ya no se acordaba de por qué estaba allí y, en su pequeño
cerebro, sólo rondaba una idea, de momento.
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