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miércoles, 8 de febrero de 2023

El gatito que no sabía hablar.

 


EL GATITO QUE NO SABÍA HABLAR

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Los abuelos tenían en su casa una familia de gatos y todos, menos uno de la última camada, hablaban mucho y sobre todo por las noches en que no paraban de parlotear, lo que irritaba mucho a los vecinos, pero es que los gatos son así de charlatanes.
Este gatito que decimos sólo sabía decir “miau” y sus padres estaban muy preocupados ya que sus otros hermanitos tenían un amplio vocabulario.
Comenzaron a darle clases extras de felinés, y cada mañana intentaban enseñarle un nuevo vocablo.
- Meoow – le decían
Y él contestaba
- Miau
- ¡Que no! ¡que no! Nada de Miau. Repite conmigo ¡Meoow!
- Miau – era toda su respuesta
De modo que se acababan cansando y lo dejaban para el día siguiente.
A lo largo del día este gatito hacía lo mismo que los demás, jugaba igual, comía igual y sabía usar el cajón de arena. También sabía escribir con sus garritas en las patas de los muebles, lo que significaba que no era tonto, sólo que era incapaz de decir nada, salvo Miau.
Otro día le decían:
- Ahora vamos a probar con otra palabra. Repite conmigo ¡Purrrr!
- Miau – respondía el gatito hasta la saciedad. Hasta que lo dejaban por imposible y para otro día.
Y así pasaban los días y el gatito no aprendía ni una sola palabra o, si las aprendía, era incapaz de pronunciarlas.
Otras veces intentaban enseñarle a decir:
- Fuuu, marramiau, marrau, meow, meo, myan, meu, maou…
Pero nunca dijo otra cosas que Miau.
Un día en que llegaron a casa los nietos, Óscar lo asustaba con un muñeco de peluche, mientras Greta lo observaba.
El gatito estaba asustado, echaba las orejas hacia atrás y se agazapaba preparándose para lanzar un zarpazo a aquel bicho extraño que Óscar le acercaba cada vez más.
Hasta que comenzó a hacer algo que nunca había hecho, comenzó a bufar y gruñir amenazadoramente.
- Fúuuuuuu, Grúuuuuu – decía con voz ronca.
Y acabó lanzando un zarpazo a aquel muñeco de peluche, con un sonoro
¡Marramiauuuuuuu!
Desde entonces aquel gatito comenzó a hablar como todos sus hermanos, y sus padres pudieron descansar tranquilos.
Los que no descansaron fueron los vecinos, porque ahora había otra nueva voz cantando por los tejados.
También, desde aquel día, cada vez que veía a Oscar o a Greta les recibía con gruñidos y bufidos.

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