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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 15 Nivoso


El regreso de Lupi se demora  y 
la soledad le pesa a Hexápodus,
le produce claustrofobia y alguna 
cogorza. Este retraso le impulsa 
a buscar una salida
 



LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS




 

EL CUADERNO
   
(Desde 15 Nivoso)
 

15 Nivoso
Hoy, mientras desayunaba, me ha parecido ver algo tras una gran cortina que oculta la pared del fondo del comedor. Corro la cortina y me encuentro la pared ocupada totalmente con un mural representando toda clase de animales y plantas con un colorido tal que casi hace daño a la vista. Allí está plasmada la totalidad de la Fauna y la Flora evolutivas.
Seguro que si miro con una lupa acabaría viendo los insectos y hasta las bacterias, tal es el nivel de detalle de la pintura.
Al pie, en letras grandes, se puede leer lo siguiente:

Sirvo a la tierra,
Sirvo a sus frutos milenarios,
Soy la mano que ara y siembra,
Soy la mano que acaricia pelo, plumas y escamas,
Doy mi vida por la Regeneración,
Doy mi vida por una nueva floración.


Me da la impresión de que aquella parte del comedor debía hacerse servir como sala de reuniones ya que, adosado a la pared, hay una especie de tarima baja de madera barnizada. Le preguntaré a Lupi por si él sabe algo. Cierro la cortina y vuelvo a mis vagabundeos por la biblioteca.
He encontrado un libro muy interesante del que no se encuentra ningún ejemplar, ni tan siquiera en la Gran Biblioteca de Clavia, y que fue precursor de los trabajos del Profesor Clonicius Hélix publicados bajo el título de El axioma del Genoma. Se trata de un pequeño volumen de unas escasas sesenta páginas, titulado Desmontando el código, del mismo profesor Clonicius y describe los procedimientos que, según la biología molecular, permiten inactivar a elección algunos genes en el ADN para posteriormente comprobar los efectos en el organismo resultante. Todo esto dio pie a un gran avance de todas las ciencias biológicas y a la subsiguiente explosión teratogénica materializada posteriormente en el proyecto imperial llamado Novedulis. Lo devuelvo a su estantería porque ya hizo bastante daño en su tiempo, y me dedico a tomar unas notas de una guía, para mi inédita, titulada El dimorfismo sexual en la entomología original de la Drª. Joana Fernández.
Bueno, hoy no han vuelto, me preocupa pero seguro que regresan mañana. Me voy a la cama.

16 Nivoso
Todo el día he estado algo disperso, como desorientado, no soy capaz de concentrarme en nada. Conforme pasan las horas sin que regresen los expedicionarios mi desasosiego va en aumento. ¡A ver si han tenido algún contratiempo! Cada libro que miro lo vuelvo a su lugar nada más pasar cuatro hojas, no me concentro y ninguno despierta mi interés. Busco en el mostrador y me sirvo una copa de coñac, eso me tranquiliza un poco, así que repito la dosis no sé cuantas veces.
He pasado la mayor parte del día tirado en un sofá adormilado, perdida la noción del tiempo. Si me acabo dando cuenta de que ya es tarde es porque el sistema de iluminación va disminuyendo de intensidad y, a menos que lo modifiques manualmente, acaba apagándose, salvo las luces de emergencia situadas sobre las puertas. Tomo estas cuatro notas apresuradas y me voy a la cama con paso inseguro, aunque no sé si esta noche dormiré.

18Nivoso
Estas notas las escribo un día más tarde porque fui incapaz de hacerlo anoche. Aunque el sueño fue inquieto y discontinuo, al final me quedé dormido, pero desperté con un dolor de cabeza de garabatillo y la boca seca. Miré en la enfermería por si había algo para este malestar, pero no había ningún medicamento que especificara si era adecuado para la resaca, así que me tomé un comprimido de salicilín.
Ya debían haber vuelto hace tiempo; y esta soledad, además de producirme un ataque de ansiedad, me acabó provocando claustrofobia. Ni sabía cómo abrir la entrada de emergencia ni la rampa de entrada a la cueva, Lupi no me lo contó y yo no le pregunté ¡maldita sea!, y ahora me veo encerrado aquí sin escapatoria porque; aunque la base es muy espaciosa, no me falta de nada, hay buena comida, la cama es mullida, los sofás cómodos y la temperatura ideal, me siento más preso que si estuviera encerrado en un ascensor.
Camino de aquí para allá como un lopíntan enjaulado y ni los libros me atraen, porque todos son técnicos o científicos y no hay ni una miserable novela. Ni siquiera tengo ganas de comer. Cada vez entiendo menos cómo es posible que Lupi se pase aquí largas temporadas, no lo entiendo.
Decido que me voy a dar otra vez al coñac para olvidar, no será por falta de existencias, la parte del mostrador que hace de bodega está llena de botellas de todo tipo de licores, los vinos están en un botellero empotrado en la pared y con temperatura regulada, aunque en el nivel más bajo hay una fresca cueva en la roca, llena de estanterías repletas de todo tipo de caldos.
Finalmente me puse en un vaso alto unos hielos y un buen chorro de güisqui, me lo tomé de un trago y perdí la cuenta de las veces que había rellenando el vaso de cubitos; suerte que la máquina dispensadora es industrial, dimensionada para todos los habitantes posibles de la base, así que no debería tener problemas por falta de hielo, pero la apagué para evitar nuevas tentaciones, aunque debería haber reservado algo para ponérmelo en la cabeza al acabar de dormir la mona.
A duras penas me desperté y me fui reptando a la cama, en donde caí de cualquier manera. Cuando me he despertado hoy, volvía a estar con una resaca de caballo, me tomo varios comprimidos de salicilín, temo que me voy a destrozar el estómago, y unos cuantos vasos de zumo de naranja que, milagrosamente, consigo retener en el estómago.
Ahora si que el pánico se va adueñando de mí, pero recapacito y comprendo que emborracharme, aparte de ser una tonta manera de huir, no me va a resolver el problema. Subo al nivel técnico y busco, entre el montón de manuales de funcionamiento, descripciones y planos de toda la base, a ver si encuentro un medio de abrir alguna puerta al exterior. Finalmente encuentro, en un Manual de Accesos y Seguridad, el plano de las entradas y los mecanismos de apertura. Según se especifica en el manual, el cierre es temporizado automáticamente para evitar que por descuido pudiera quedar alguna puerta abierta.
Me dirijo al fondo del comedor en donde se halla la puerta que da a la cueva y, junto a ella, oculta tras un cuadro, descubro el mecanismo que abre el paso. Se trata de una pieza metálica en ángulo que aparenta ser una alcayata y que, al girarla hacia la izquierda, hace que la puerta se abra. Antes de pasar el umbral me aseguro de llevar a mano el manual, por si se cierra la puerta y me quedo encerrado en la cueva. Allá en medio estaba amontonado todo el contenido que habíamos descargado de la carreta.
Según el manual, había una palanca para abrir la rampa de piedra y se encontraba en el rincón más alejado de la puerta y totalmente oscuro; suerte que, entre otras cosas que cargaba en previsión de cualquier contingencia, llevaba una linterna. Cuando casi estaba a punto de encontrar el mando de la rampa, la puerta que da al interior de la base comenzó a cerrarse y no me daba tiempo a llegar a ella y escapar, así que me quedé encerrado y a oscuras en la cueva, salvo por la tenue luz de la linterna. No me quedaba más remedio que localizar la palanca que abría al exterior, así que seguí buscando.
Ya había encontrado bajo una piedra de buen tamaño una barra metálica y, cuando estaba a punto de tirar de ella, un crujido seguido de un chirrido me sorprendió y me giré hacia la fuente del sonido, dejando caer la piedra que aún aguantaba. Una parte de la pared comenzó a moverse y entraba algo de claridad del exterior, finalmente toda la losa de piedra que formaba la rampa de entrada se abatió hacia afuera, la luz del día inundó la cueva y Wolf trepó a la carrera seguido por Adagio que arrastraba dificultosamente el carro. Se les veía derrengados y cubiertos de barro, Wolf se tumbó en el suelo a mis pies y le acaricié el lomo, la rampa de piedra comenzó a elevarse, acabó cerrándose y la oscuridad volvió a adueñarse de la cueva.
Encendí la linterna y me acerqué a Adagio que me miraba con ojos tristes, le acaricié las orejas y desaté el arnés. Luego, a la luz de la linterna, intenté encontrar un modo de abrir la puerta hacia el interior de la base; pero, antes de encontrar ninguna indicación, la puerta se abrió sola y por ella penetró un Lupi con muy mal aspecto, cansado, sucio de barro y que me urgía a entrar en el comedor. Tras nosotros entró Wolf y la puerta volvió a cerrarse a nuestras espaldas.
Mientras Lupi se duchaba y cambiaba de ropa, llevé a Wolf a su habitáculo y comprobé que aún le quedaba pienso en el dosificador, le pasé un cepillo por el pelo y quedó limpio de barro, se acercó al árbol e hizo sus necesidades que la corriente de agua se llevó a seguir su ciclo biológico, comió unos bocados y se enroscó en el fondo del hueco que le servía de dormitorio. Luego le llevé pienso y agua a Adagio, también le fui cepillando mientras estaba comiendo con el morro metido en el cubo de pienso. Pude regresar al comedor porque, a falta de saber cómo se abría la puerta, había atravesado una silla en el umbral y se mantuvo abierta hasta que la retiré.
Cuando volvió Lupi con otro aspecto, yo ya tenía puesta la comida en la mesa y una botella abierta de vino, reserva especial de las ya inexistentes bodegas de Imperia. Nos sentamos a comer en silencio hasta que, frente a dos tazas humeantes de café, rompió a hablar. En un principio la expedición había transcurrido satisfactoriamente. Había sembrado semilla en dos valles, había plantado arbustos y árboles en otro y acondicionado enjambres en los tres.
Comprobada la buena proliferación de vegetación en otra área, había dado suelta a cuatro parejas de conejos y dos de vacas así como unos patos a la orilla de un estanque, en otro sector había dado suelta a gallinas, ovejas y cabras. En el arroyo que vimos al venir dejó ir una docena de cangrejos y media docena de siluros.
Todo iba perfectamente, hasta el momento de regresar. Tal como suelen decir en SideL:
“Lo que menos te esperas, es inesperado”
 El único paso que había entre dos altos farallones pétreos para regresar estaba obstruido por rocas, debido a un desprendimiento. Él y Wolf podrían haber trepado y salvado el obstáculo, pero tenían que abandonar allí a Adagio y la carreta; así que no tuvo más remedio que retroceder y tomar otro camino alternativo a través de una zona pantanosa, infestada de mosquitos. Aprovechó para dar suelta a renacuajos y alevines en los pequeños arroyos que desembocaban en aquella llanura anegada, a los que no les faltaría alimento con las larvas de mosquito y, de paso, sanearían la zona.
Como no había forma de atravesar aquellas marismas sin correr el riesgo de acabar hundiéndose, tuvo que ir bordeándolas, retrasando su marcha en uno o dos días. Pero lo peor fue cuando la rueda trasera derecha se hundió en un cenagal y al intentar sacarla se partió el eje. Tuvo que improvisar un nuevo eje con un trozo de rama que ató a la carreta. La marcha, a partir de entonces aún tuvo que ser más lenta, pero finalmente llegaron sanos y salvos, aunque un tanto maltrechos.
Le hice acostarse para recuperar fuerzas y mientras tanto, provisto de herramientas del taller y otros materiales, me dediqué toda la tarde a reemplazar el eje de la carreta por una barra de hierro que encontré entre los repuestos de la base. Así sería más fuerte que el eje de madera que tenía de origen.
Después de cenar acordamos salir lo más pronto posible, puesto que ya nos habíamos retrasado más de la cuenta y era previsible que el resto del camino se iría haciendo más impracticable por la nieve.
Acabo de escribir estas notas y me voy a la cama, no sin antes llevarle otro poco de pienso a Adagio.

19 Nivoso
Hoy nos pasamos todo el día preparando víveres, herramientas y otras cosas que nos podrían ser de utilidad.
Cargamos todo en la carreta y también lo que ya llevábamos en ella: sacos de dormir, carpa, material de escalada, linternas, fogón, cazuelas, otro menaje de campo y el resto de comestibles que nos quedaba del viaje. Hemos comido y cenado a placer y hasta pantagruélicamente, porque no sabemos cuándo podremos volver a comer como lo hemos hecho hoy.
Nos vamos a acostar pronto porque mañana hay que madrugar.



(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)






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