Un nuevo trascuento relacionado
con dos cuentos conocidos
EL LEÓN COBARDE
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura a
Soy un león. Pero no creáis que soy valiente y fiero como debe ser un león. Al contrario; soy tímido y apocado, por no decir miedica o cobarde. Mi hermano sí que es valiente desde cachorro y, pese a muchos problemas, llegó a ser rey. Siempre lo fue, y atrevido, y travieso, tanto como para atreverse a desobedecer a nuestro padre y visitar el cementerio de elefantes, corriendo un grave peligro con las hienas y obligando a nuestro padre y rey a intervenir para salvarlo. Tras la muerte de nuestro padre y su exilio, mi hermano regresó enfrentándose a nuestro usurpador tío y acabó reinando, creo que esa historia ya la sabéis porque todo el mundo se hizo eco de ella, pero nadie sabe de mi existencia. Yo siempre fui el más flojo de la camada. Cuando jugaban a pelear para entrenarse en la lucha, yo me mantenía al margen y prefería contemplar el paisaje desde una roca elevada.
Desde una vez en
que, jugando a atrapar, me lastimé una mano, tenía miedo a esos
juegos tan naturales entre los cachorros de león y de cualquier otro
depredador. Así crecí contemplando como mis hermanos se hacía
fuertes y hábiles en la lucha, mientras que yo permanecía debilucho y
timorato. Era una presa perfecta para las hienas pero, aunque miedoso,
no era tonto y sabía que, si yo no era capaz de defenderme, debía
permanecer bien cerca de mis hermanos y de la familia que me servía
de protección y me facilitaba alimento.
Pero las cosas se complicaron cuando a
mi hermano se le acusó de la muerte de nuestro padre y tuvo que
huir. Mi tío se quedó como rey de la selva y yo seguí en la
manada, intentando no hacerme notar mucho.
Así pasó el tiempo y, como es
natural, crecí y me convertí en un león adulto. En ese momento
debía marchar o competir con los otros leones para ser
un macho dominante pero, como eso era incapaz de hacerlo, no tuve más
remedio que dejar el territorio y convertirme en un macho solitario teniendo que buscarme la vida.
Lo de comer fue duro porque carecía
de habilidades para la caza, habilidades que debía haber adquirido
desde cachorro, por eso tuve que comportarme como un carroñero
cualquiera si quería sobrevivir, aprovechando los restos abandonados
de alguna presa, pero procurando esperar a que terminaran las hienas
y que los buitres se alejaran.
Afortunadamente nadie se metía
conmigo al creer que yo era un león, como los demás, fuerte y
fiero. No imaginaban que hasta un suricato me habría hecho huir, de
haberse atrevido a atacarme.
En estas andaba por la sabana, ya muy
lejos de la tierra que me vio nacer, cuando me tropecé con un
espantapájaros que me dio un susto tremendo, pero pensé que yo no
era un pájaro y no tenía por qué espantarme su presencia, de modo
que entablamos amistad y seguimos vagando en animada conversación
por la sabana, cada uno quejándose de sus problemas. Su compañía
me tranquilizaba y, aunque él no tenía cerebro, era decidido y
animoso, cosa que yo no era.
Un
día
en que nos hallábamos reposando al pie de un baobab, comenzó a
sonar un escandaloso ruido metálico, y se aproximaba. Muerto de
miedo me escondí tras el tronco del árbol y, de haber podido,
habría trepado a lo más alto, cosa que los leones no somos capaces de hacer, y menos
yo.
Pero el espantapájaros me tranquilizó y me hizo ver que sólo se
trataba de un inofensivo hombre de hojalata.
Así seguimos los tres el camino.
Ahora eramos un trío de compañeros de viaje hacia ningún lugar,
cada uno buscando la solución a sus problemas: Un cerebro en lugar
de paja, un corazón en lugar de metal y valor en lugar de cobardía.
El espantapájaros nos comentó que buscaba a un mago capaz de resolver su problema, pero no sabía
dónde podría hallarse, de modo que decidimos separarnos para buscar
cada uno por nuestro lado y quedamos en volvernos a encontrar bajo
aquel baobab para contarnos lo que habíamos visto y si habíamos
encontrado al mago. Así, cada cual tomó un camino y yo me quedé
muy triste puesto que su compañía me había dado seguridad y ahora
estaba nuevamente solo.
Busqué y busqué días y días pero
no hallé nada. Cuando ya estaba en camino de regreso hacia el baobab
para encontrarme con mis amigos, mi suerte acabó cambiando. Nos
acabó encontrando uno a uno y nos volvió a reunir en la búsqueda
una jovencita, pero eso es seguro que ya os lo han contado.
Este trascuento algo tiene que ver con: El Rey León y El Mago de Oz
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