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miércoles, 13 de noviembre de 2019

El león cobarde.

Un nuevo trascuento relacionado 
con dos cuentos conocidos






            EL LEÓN COBARDE




Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura a

Soy un león. Pero no creáis que soy valiente y fiero como debe ser un león. Al contrario; soy tímido y apocado, por no decir miedica o cobarde. Mi hermano sí que es valiente desde cachorro y, pese a muchos problemas, llegó a ser rey. Siempre lo fue, y atrevido, y travieso, tanto como para  atreverse a desobedecer a nuestro padre y visitar el cementerio de elefantes, corriendo un grave peligro con las hienas y obligando a nuestro padre y rey a intervenir para salvarlo. Tras la muerte de nuestro padre y su exilio, mi hermano regresó enfrentándose a nuestro usurpador tío y acabó reinando, creo que esa historia ya la sabéis porque todo el mundo se hizo eco de ella, pero nadie sabe de mi existencia. Yo siempre fui el más flojo de la camada. Cuando jugaban a pelear para entrenarse en la lucha, yo me mantenía al margen y prefería contemplar el paisaje desde una roca elevada.
Desde una vez en que, jugando a atrapar, me lastimé una mano, tenía miedo a esos juegos tan naturales entre los cachorros de león y de cualquier otro depredador. Así crecí contemplando como mis hermanos se hacía fuertes y hábiles en la lucha, mientras que yo permanecía debilucho y timorato. Era una presa perfecta para las hienas pero, aunque miedoso, no era tonto y sabía que, si yo no era capaz de defenderme, debía permanecer bien cerca de mis hermanos y de la familia que me servía de protección y me facilitaba alimento.
Pero las cosas se complicaron cuando a mi hermano se le acusó de la muerte de nuestro padre y tuvo que huir. Mi tío se quedó como rey de la selva y yo seguí en la manada, intentando no hacerme notar mucho.
Así pasó el tiempo y, como es natural, crecí y me convertí en un león adulto. En ese momento debía marchar o competir con los otros leones para ser un macho dominante pero, como eso era incapaz de hacerlo, no tuve más remedio que dejar el territorio y convertirme en un macho solitario teniendo que buscarme la vida.
Lo de comer fue duro porque carecía de habilidades para la caza, habilidades que debía haber adquirido desde cachorro, por eso tuve que comportarme como un carroñero cualquiera si quería sobrevivir, aprovechando los restos abandonados de alguna presa, pero procurando esperar a que terminaran las hienas y que los buitres se alejaran.
Afortunadamente nadie se metía conmigo al creer que yo era un león, como los demás, fuerte y fiero. No imaginaban que hasta un suricato me habría hecho huir, de haberse atrevido a atacarme.
En estas andaba por la sabana, ya muy lejos de la tierra que me vio nacer, cuando me tropecé con un espantapájaros que me dio un susto tremendo, pero pensé que yo no era un pájaro y no tenía por qué espantarme su presencia, de modo que entablamos amistad y seguimos vagando en animada conversación por la sabana, cada uno quejándose de sus problemas. Su compañía me tranquilizaba y, aunque él no tenía cerebro, era decidido y animoso, cosa que yo no era.
Un día en que nos hallábamos reposando al pie de un baobab, comenzó a sonar un escandaloso ruido metálico, y se aproximaba. Muerto de miedo me escondí tras el tronco del árbol y, de haber podido, habría trepado a lo más alto, cosa que los leones no somos capaces de hacer, y menos yo. Pero el espantapájaros me tranquilizó y me hizo ver que sólo se trataba de un inofensivo hombre de hojalata.
Así seguimos los tres el camino. Ahora eramos un trío de compañeros de viaje hacia ningún lugar, cada uno buscando la solución a sus problemas: Un cerebro en lugar de paja, un corazón en lugar de metal y valor en lugar de cobardía.
El espantapájaros nos comentó que buscaba a un mago capaz de resolver su problema, pero no sabía dónde podría hallarse, de modo que decidimos separarnos para buscar cada uno por nuestro lado y quedamos en volvernos a encontrar bajo aquel baobab para contarnos lo que habíamos visto y si habíamos encontrado al mago. Así, cada cual tomó un camino y yo me quedé muy triste puesto que su compañía me había dado seguridad y ahora estaba nuevamente solo.
Busqué y busqué días y días pero no hallé nada. Cuando ya estaba en camino de regreso hacia el baobab para encontrarme con mis amigos, mi suerte acabó cambiando. Nos acabó encontrando uno a uno y nos volvió a reunir en la búsqueda una jovencita, pero eso es seguro que ya os lo han contado.


Este trascuento algo tiene que ver con: El Rey León y El Mago de Oz

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