Góntar
consigue volar al Continente
y
retira el hechizo de la cabaña.
Nuestros
amigos también
se
retiran
CAPÍTULO
17.- De las Tierras Altas al Continente
Ellos
se quedaron allí, inquietos, sin saber qué estaba pasando ni por
qué la urgente llamada a Góntar. ¿Qué nueva amenaza se cernía
sobre Hénder? Siempre habían llegado en momentos de crisis.
Ya
era tarde cuando regresó Góntar, pero se le veía muy relajado y
eso les tranquilizó.
-
¿Qué ha pasado? - preguntó Fan
-
Nada malo. No te preocupes. Este rey, que cada vez está más viejo,
como yo, y cualquier novedad le sorprende y pide consejo. Resulta que
ha llegado un carretero desde Dwonder trayendo unos productos
desconocidos y no se atrevía a comerlos. Como no hay catador real,
porque no hay peligro de que alguien le quiera envenenar, necesitaba
el consejo de su mago. ¡Y resulta que se trataba de lo mismo que
comimos el otro día!, esos fiambres de cordero. Ya le he
tranquilizado y le he aconsejado que nombrara a ese joven embajador
en Dwonder para fomentar el comercio y las relaciones entre ambos
reinos.
-
Pues lo va a tener complicado, aunque parece que tiene madera de
negociador. Le deseo suerte… y… ¿No ha dicho nada de nosotros? -
Preguntó Merto
-
No ¿Qué relación podría tener con vosotros?
-
Claro. Todavía no hemos llegado ahí en nuestro relato. Se trata de
una simple relación de caminantes, pero no hay que preocuparse,
parece que es de fiar y nos gustaría saludarlo – dijo Fan
-
Pues si os parece iremos a visitarlo o lo hago venir. Sé dónde vive
y ahora está montando una tienda con productos de Dwonder.
Y siguieron con su relato, llegando al momento en que tuvieron el encuentro nocturno en el camino de Dwonder, y entonces Góntar comprendió todo.
Y siguieron con su relato, llegando al momento en que tuvieron el encuentro nocturno en el camino de Dwonder, y entonces Góntar comprendió todo.
Al
día siguiente, Góntar marchó temprano y regresó con aquel
carretero. Al verse: Fan, Merto y él, se saludaron efusivamente.
-
Parece que tu viaje a Dwonder resultó bien – dijo Fan
-
Fantástico. Y gracias a vuestros consejos he logrado hacer un buen
negocio. Sí que son raros esos dwonderianos, pero hay que saber
negociar y aprovechar los puntos débiles del oponente. Su unión
sería su fuerza, pero son individualistas y cada cual hace negocios
por su cuenta, no saben a qué precios vende su vecino y eso es
importante para hacerles rebajarlos. Unidos podrían conseguir
mejores precios para ellos, pero su división me conviene. Como
además no hay un lugar en donde comprar todo lo necesario en una
sola visita, pienso montar una tienda en donde vender de todo, y no
sólo queso, sino: telas, bordados, alfombras, cordelería, calzados,
cueros, fiambres, cordero, verduras,... también productos de los
otros reinos como: sal, pescado en salazón, muebles, cubiertos y
cuchillería, …. En fin un SUPERTODO, un lugar y no cincuenta en
donde hallar todo lo que se necesita en una casa. He pedido apoyo
económico al rey y me va a ayudar en ese objetivo, así como en la
tienda de productos de Dwonder que ya estoy preparando aquí.
-
Eso creo que va a resultar revolucionario allí y hasta puede que
sirva para que comiencen a cambiar de mentalidad. Me alegro mucho. Es
bueno que existan gentes como tú, con iniciativa, ideas y empuje
para romper barreras entre los reinos y entre las personas
individualistas. En Dwonder no saben lo que les ha caído encima contigo –
dijo Fan.
Rieron
los cuatro y pasaron unas horas de charlas y proyectos, de relatos y
sugerencias, de intercambio de ideas, hasta que Niglo, que así se
llamaba aquel carretero, comerciante, emprendedor, embajador,… tuvo
que marchar porque al siguiente día abría su nueva tienda.
Pasaron
otros día en los que Góntar siguió mostrándoles todo lo que era
de interés. Incluso les acompañó, aunque ya le costaba caminar
largas distancias, a algunas aldeas que rodeaban la Ciudad, y en las
que se sintieron casi como en su propio pueblo. Aldeas que se
dedicaban especialmente a la agricultura y a las aves, como las
granjas individuales de Dwonder, pero allí llevaban sus productos a
la Capital, al mercado y vendían a mayoristas y minoristas. También
les acompañó a las fundiciones y forjas de metales que Merto ya
conocía y en las que pudo refrescar conocimientos y enseñar alguna
técnica propia.
Pero
los día y los temas de interés se iban agotando. Fan recordó lo
que había visto en una de aquellas visiones del sicuor y pensó que
había llegado el momento de hacerlas realidad, porque Góntar se
veía cada vez más viejo y con menos aptitudes físicas. De modo que
tuvo una conversación con Merto, de aquellas que solían tener antes
de dormir.
-
No sé cuantos años tiene ni cuanto suelen vivir los magos, pero
creo que Góntar está envejeciendo.
-
Sí. Tienes razón. Yo también lo he notado.
-
Pues creo que deberíamos llevarlo a la cabaña para que retire el
conjuro, antes de que sea demasiado tarde y no pueda hacerlo. Además
pienso que le gustaría darse un paseo por allá abajo y recordar lo
que conoció de joven.
-
Yo pienso lo mismo. Además me pregunto cómo pudo bajar y subir
entre estos dos mundos. Claro que la magia nunca la acabaré de
entender.
-
Mañana le podríamos plantear un vuelo con las mariposas que,
lógicamente, haríamos él y yo. Porque la otra alternativa es que
lo hagas tú o que le contemos nuestro secreto.
-
No. De ningún modo. Si hay que volar lo haces tú, a mí no me líes,
aunque pienso que deberíamos ir todos, sincerarnos y contarle el
secreto de la mochila. A fin de cuentas es mágica y era suya.
-De
acuerdo. Mañana le contamos todo y planificamos el viaje a la
cabaña.
Fue
a la mañana siguiente, durante el desayuno, cuando Fan le planteó
el viaje.
-
Me parece muy bien, pero ¿qué pasa con Merto y las otras Joyas?
-
Pueden quedarse aquí hasta nuestro regreso o nos pueden acompañar.
-
¿Cómo? Sólo hay dos mariposas para dos viajeros.
-
Está la mochila
-
¿La mochila? Sólo es para llevar cosas.
-
Pues no. También se puede viajar en ella. Merto lo suele hacer
porque se marea, y las joyas lo hacen muy a menudo y cada día están
más jóvenes que yo. Porque ahí adentro no pasa el tiempo ¿No
sabías eso?
-
De ningún modo. Siempre pensé que era para las cosas. Había sido
de Artifax y antes de su maestro, pero él nunca me dijo nada de esto
que me cuentas.
-
Pues además de para las cosas, es aconsejable muy especialmente para los
comestibles, no pasa el tiempo y salen tal como entraron: calientes o
fríos, húmedos o secos.
-Pues
si es así, quiero verlo y viajar con todos. Así veremos si funciona
mi contrahechizo con la cabaña.
De
modo que, al día siguiente, Góntar pudo ver cómo las Joyas y Merto
se introducían sin temor alguno en la mochila. Fan se puso el arnés,
le ayudó a ajustarse el otro, las mariposas tomaron los cables y
salieron volando a lo alto hasta que la casa quedó reducida a algo
mínimo y la Ciudad a una mancha gris sobre la llanura cuadriculada
de cultivos verdes y amarillos. Emprendieron vuelo hacia el sur. Contempló asombrado el final del Abismo desde aquella altura y el
raudo descenso vertiginoso hasta unas montañas que atravesaban el
Desierto de Oms, y se detuvieron allí para la comida de mediodía.
Ellas se perdieron sobrevolando aquella montaña mientras los dos
hacían una comida ligera. Les acompañaba Merto, al que Fan había
hecho salir, pero él no tenía hambre ni sed.
Pasaron
un rato largo, tras la comida, esperando el regreso de las mariposas.
Merto volvió a su mundo atemporal e inmenso y el siguiente vuelo les llevó al
margen del Río Far, en donde hicieron noche.
Desde
allí podrían haber continuado a pie hasta la cabaña, pero Góntar
no hubiera soportado la caminata, de modo que volvieron a volar hasta
allí.
Las
mariposas tuvieron la precaución de descender lejos de la cabaña,
un extraño sentido les aconsejaba no acercarse demasiado. Fan sacó
al resto de los viajeros de la mochila y, junto a Góntar, caminaron el último
tramo.
El mago se adelantó, se quedó mirando aquella cabaña y, proyectando sus
manos, pronunció unas palabras extrañas e ininteligibles. A
continuación se volvió a Fan, Merto y las Joyas y les invitó a
acercarse. Rubí fue el más decidido, se acercó a la puerta, los
otros le seguían de cerca, pero él llegó el primero, la atravesó
y no pasó nada.
Entraron
todos tras él y se hallaron reunidos en el interior sin que nadie
sufriera transformación alguna. El encantamiento ya había
desaparecido.
Allí
estaban, entre polvo y telarañas, agolpados en aquel pequeño
espacio que fuera cocina, comedor y dormitorio a la vez. Un poco
agobiante resultaba; y todos, salvo Esmeralda y las mariposas,
respiraron profundamente, con alivio, al salir al exterior. El sol en
el cenit les hizo regresar a la realidad no mágica del momento y
sentir la necesidad de comer algo.
-
¿Y si entramos y preparamos algo en la chimenea? - dijo Merto
-
No.- respondió Fan - No me apetece volver a entrar ahí.
-
Pero si ya no hay magia en el interior – replicó Góntar.
-
Ya lo sé, tienes razón, pero me deprime. Me trae recuerdos
desagradables.
Y
dirigiéndose a la Joyas añadió:
-
¿Qué os parecería comer en ese prado de enfrente, desde el que
estuvimos vigilando a Góntar?, aunque seguro que la hierba que devoraron la
oveja Lunar y el Gusano Gigante ya habrá crecido.
Nadie
pronunció palabra, aulló, baló o hizo gesto alguno ni vegetal ni
lepidopteriano, pero las Joyas (más una) se pusieron en camino hacia
aquel prado que ahora estaba cubierto de hierba hasta la cintura.
Mientras
Merto se afanaba buscando leña para encender fuego, Diamante se
ocupó en dejar un amplio espacio libre de hierba, tan amplio como el
que dejaron la última vez que estuvieron en él, y esta vez sin la
ayuda del Gusano.
En
la sobrehierba, porque mesa allí no había, Góntar expresó su
deseo de ver, por última vez, los lugares que había visitado
cuando, como mago en prácticas, vivía en aquellas tierras bajas al
fondo del Abismo Insondable. Unas prácticas impuestas por su maestro
Artifax para concederle el título oficial de mago, mientras él se
ocupaba de combatir en las Guerras Mágicas.
-
Estuve por aquí muchos años, en esta cabaña, visitando los reinos
y países de aquí abajo y recorrí todo el Continente. Sé que ya
soy viejo y que ya no podré verlos. Si estoy aquí ahora es gracias
a vosotros y a las mariposas, porque físicamente ya no sería capaz
ni de llegar desde aquí al puente del Río Far. Por eso quisiera que
me ayudarais a revivir aquellos viejos tiempos, ahora que el viejo
soy yo.
-
Creo que nadie va a poner pegas a tus deseos. Si nosotros estamos
también aquí, si hemos vivido tantas aventuras, visitado tantos
países y conocido tantas gentes, ha sido gracias a ti, a tu
encantamiento de las piedras y a esa mochila maravillosa que me
regalaste generosamente la primera vez que subí allá arriba, y ya
sabes lo útil que nos ha resultado. Aún tendrás que probar ese
mundo infinito e intemporal de ahí adentro.
-
¡De ningún modo! ¿Y perderme todo lo mejor del viaje? Quiero verlo
todo, recordarlo todo, disfrutarlo todo. Será la última vez y
quiero que esos recuerdos me acompañen también en mi último viaje.
-
También podrías pasar unos cuantos años dentro y salir para ver
cómo han evolucionado las cosas y sin envejecer ni un día – dijo
Merto
-
En absoluto. No me gustaría volver para ver que mi mundo no es el
mismo y que mis amigos ya no están o para encontrarme como un
desconocido entre desconocidos.
-
¿Y no podrías retrasar el tiempo con magia? ¿Volver a rejuvenecer?
-
Tampoco. La magia no funciona en beneficio propio. De ser eso posible
ahora podríais estar hablando con Artifax, mi maestro, cosa que no
os aconsejaría.
-
Pues vayamos a recorrer todo lo que quieras – dijo Fan – Tú
ordenas y las mariposas nos llevarán.
-
El Gran Lago no está lejos. Porque me gustaría cruzarlo y acercarme
a Los Telares.
-
Sí. Está a un vuelo. ¿Vamos?
-
Ya me sacaréis al llegar – dijo Merto mientras se recluía en la
mochila, tras Rubí, Diamante y Esmeralda.
En
el Gran Lago se embarcaron hasta la otra orilla en una canoa lo
suficientemente grande para todos, claro que ese todos eran ellos
dos, puesto que los demás iban en la mochila o lo cruzaron volando. El problema es que a Fan le tocó sudar con los remos mientras
Góntar se encargaba de la barra del timón, pero a Fan no le importó y ya estaba entrenado.
Durante
la travesía del lago tuvieron horas para hablar de todo pero,
especialmente, Fan sacó a colación algo que le intrigaba.
-
¿Cómo fue que elegiste lo que elegiste para hechizar las piedras y
a aquella Princesa? ¿Por qué precisamente en aquellos lugares? Es
algo que siempre me he preguntado y no hallo la respuesta.
-
¿Como cuál?
-
Ahora vamos a los Telares. ¿Por qué allí? ¿Por qué en Alandia,
Aste, Mutts y No Tan Lejano?
-
Porque tenía que ser en lugares dispersos por el Continente.
-
Pues menos mal que no pensaste en Sirtis.
-
Sí que pensé, pero no se me ocurrió nada. Me faltó inspiración.
Pero todos los lugares tenían alguna razón. Lo que sucede es que
ahora no sabría decirte qué me indujo a elegirlos. Fue un
presentimiento, un pálpito, algo inexplicable y mágico.
-
¿Y los animales o plantas elegidos?
-
Esos sí que tienen una razón menos mágica y más razonable. Tienen
que ver con las piedras de la corona y sus colores. Tú también les
has puesto los nombres de las piedras a cada uno y les van muy bien.
Pero lo fundamental es que tenía que ser algo fácilmente
reconocible para quien siguiera el hilo de la búsqueda, algo
inconfundible. ¿Verdad que en ningún momento dudaste de cual era tu
objetivo?.
-
Por eso en el país de las moreras y los gusanos de seda elegiste el
Gusano Gigante.
-
Claro. Y en un jardín muy cuidado, de flores bellas y variadas, una
col enorme sería de lo más llamativo.
-Y
¿Por qué una oveja y en Aste?
-
Fue un poco al azar. Pero como lo primero que me encontré fue un
rebaño de ovejas, todas muy blancas y cuidadas, te felicito por tu
labor, siempre sería destacable una bien diferente; con una mancha
negra, como la piedra que fue y con gustos extraños.
-
Sí. Siempre fue un quebradero de cabeza su afición a las alturas, y
por eso es posible que acabara siendo mi favorita. Pero… ¿lo del
lobo?.
-
No iba a poner en escena a otra oveja. Y en una aldea de pastores, un
lobo llamaría la atención, además un lobo con gustos también
algo extraños. Y había que ponerlo un poco difícil para comprobar
el temple del elegido. Llevar un lobo con una oveja y una col con un
gusano y una oveja no es capaz de hacerlo cualquiera si no es alguien
especial.
-
¿Y la cueva?
-
Ahí se me fue la mano. Y la cueva, una cueva simple, normal, vulgar,
absorbió la magia de rebote y se produjo el silencio absoluto en su
interior. La magia no es una ciencia exacta y tiene a veces extraños efectos.
-
Pero no duró mucho. ¿Contaste con que luego se convertiría en un
oráculo? ¿Una consejera?
-
Algo de eso sí fue intencionado. Quería guiar al valiente que,
resistiendo los encantos de la Princesa, el poder y la riqueza,
recuperara la corona y la llevara hasta Hénder para poder
desencantar el reino. De alguna manera debía saber del Muro del Fin
del Mundo. Y ahí es donde la magia, o aquel mago inexperto que era yo,
se hizo un lío y la cueva habló más de lo que debía y a quien no
debía. Suerte que al desencantar las piedras de nuevo cesó el
efecto y volvió a ser una cueva normal.
-
Pues a los aldeanos de Mutts no les hizo mucha gracia, no fue una
suerte para ellos.
-
Mientras duró lo aprovecharon. Pero tienes razón. Aquello acabó
resultando una desgracia porque anuló su voluntad e iniciativa.
-
¿Y la Princesa?
-
Eso es otro cantar. Necesitaba algún mensajero para transmitir las
pistas de las distintas piedras; pero que, además, incitara a seguir
las pistas gracias a su atractivo. Eran cualidades que reunía
Saturia. Pero yo no quería que el atractivo fuera tanto que
hiciera fracasar la misión de llevar la corona a Hénder. Afortunadamente
Saturia era, además, un tanto cargante y tan pesada que podía
servir para mis planes y pensé que una buena lección no le iría
nada mal. De haberte casado con ella y haber heredado el reino de No
Tan Lejano, el que se habría quedado con dos palmos de narices
habría sido yo y no Nasiano. Habría fallado mi plan y Hénder
habría seguido hechizado para siempre.
-
De modo que he sido un juguete en tus manos y he caído en tus
hechizos. Pero ¿Pensaste que otra persona podría haber salvado a la
col, al lobo, o al gusano y así toda la cadena de la magia se
habría desarrollado de otra manera?.
-
No lo pensé porque ya sabía cómo iba a resultar todo. En la magia
hay cosas que ni yo entiendo, pero que intuyo.
Ya
en Los Telares llegaron hasta la mitad de la Ruta de la Seda con sus
moreras en plena producción. No encontraron a Kaito y Saburo, aunque
se cruzaron con muchos trabajadores recolectando hojas. Góntar se
detuvo un rato mirando la fila de moreras perderse en la distancia,
se dio la vuelta y regresaron a la orilla del lago.
Desde
allí volaron hasta No Tan Lejano. Esta vez Fan no tuvo miedo de ser
reconocido. Después de tanto tiempo desde su fugaz presencia en el
Salón del Trono, era difícil que alguien le recordara, y menos aún
en compañía de Merto y un anciano de gorro puntiagudo. Era una
ciudad más pequeña que la capital de Pascia, aunque el castillo-palacio de Nasiano era mucho mayor y más suntuoso que el de ningún
otro reino de los que habían conocido. Parecía que a Nasiano le
gustaba, además de su regio apéndice nasal, todo a lo grande. Allí
se enteraron de que la Princesa Saturia seguía soltera y, a
instancias de Fan, procuraron abandonar rápidamente las
inmediaciones, ponerse los arneses y volar hasta Mutts, por si acaso.
En
Mutts todo era diferente. Aquella aldea había progresado mucho en
poco tiempo. Los campos de cultivo se habían ampliado, desde las
estribaciones de las Montañas Brumosas hasta la costa. Por las
montañas se podían ver rebaños de ovejas, muchos más de los que
Fan recordaba haber visto. Pero el cambio más importante era el de
la posada. Ahora era una gran mansión con una gran puerta a los
lados de la que hacían guardia dos personajes uniformados. La
premonición de Fan se había convertido en realidad. Ahora no tenían
una cueva que les aconsejara lo que tenían que hacer, pero tenían
un gobernante que les ordenaba lo que tenían que pensar, y todo por
no ser capaces de decidir por ellos mismos.
En
ruta hacia Alandia volaron hasta Aste, pero descendieron en los
pastos en donde se hallaba el rebaño y los perros de Fan. Allí
dejaron salir a todas las Joyas y fue un reencuentro memorable con
Rayo y los otros perros, con sus ovejas, tanto con ellos como ellos
con Rubí y Diamante.
Pero
llegó el momento de partir y fue duro despedirse de su rebaño.
También fue, no difícil, sino imposible, conseguir que Rubí y
Diamante volvieran a entrar en la mochila. Ellos ya habían regresado
a su casa y no estaban dispuestos a marchar.
De
modo que se despidieron y emprendieron el vuelo hacia Alandia, pero
solo con Merto y Esmeralda en la mochila.
En
Alandia procuraron pasar desapercibidos ocultando sus medallas de
Caballeros de la Flor de Lis y manteniendo a Esmeralda a buen
recaudo. Tres forasteros, uno de ellos un anciano, no llamaron mucho
la atención, aunque el gorro puntiagudo de Góntar atraía las
miradas de todos. Pero eso era bueno porque así no reparaban en Fan
y Merto.
Acabaron
volando hasta la fuente de las ranas y, desde allí, a Hénder, pero
directamente a la casa de Góntar. Él se sentía agotado. Habían
sido muchos días y muchas emociones y se encontraba feliz, pero
aquello había agotado sus escasas fuerzas.
Estuvieron
unos días con él hasta que le vieron bastante recuperado, pero
debían partir. También ellos necesitaban una buena temporada de
reposo tras tantas aventuras y tanto tiempo lejos de su casa. Allí
les estaban esperando: Rubí y Diamante con sus perros, su rebaño y
¡Cómo no! sus paisanos. De modo que, tras la promesa de regresar
algún día, se despidieron con pena de su amigo el mago.
En
tres días ya se encontraban en los pastos del valle. Diamante, bajo
la vigilancia de Rubí, no había conseguido convencer a los perros y
al rebaño para subir a los pastos altos. Pero Fan se ocupó de
trepar a lo más alto y cosechar un haz enorme de aquel té de roca
que tanto le gustaba.
Pasaron
aquella última noche en los pastos con el rebaño, bajo las
estrellas, cosa que durante mucho tiempo no habían podido hacer y
que, en adelante, tardarían en hacer.
Cuando
llegaron a Aste se formó un gran alboroto, se corrió la voz y
estaban todos allí. Había pasado tanto tiempo desde que partieron,
que sus paisanos y amigos habían estado preocupados, se temían lo
peor; pero, contra lo que había sucedido en otras ocasiones, nadie
pensó en repartirse sus propiedades, y una pequeña luz de esperanza
les había hecho pensar en que el día menos pensado regresarían con
más aventuras que contar.
Y
así sucedió, durante días y días, en aquellas animadas charlas
vespertinas, cada uno con sus sillas en la calle, su botas y odres de
vino de Puerto Fin y algunos quesos y fiambres que degustar.
Y
hablando de fiambres, fueron muy apreciados los que Fan acabó
preparando según el estilo de Dwonder, aunque alguien comentó que
con cinguo en lugar de cordero estarían mejor.
¿Volverían
a marchar en busca de aventuras?
¿Volverían
a volar las mariposas hacia horizontes lejanos?
¿Volverían
a ver a Góntar, a Halmir, a Marcel,…?
No
se sabe, pero aún le quedaban a Fan ganas de consultar al sicuor
sobre el futuro y aún quedaban tierras por explorar más allá de
Roca Viva y de la Selva Interminable.
¿FIN?
Os
recomiendo tomar un trago de sicuor si queréis saberlo.
Pero no ha acabado del todo, porque el próximo jueves tendremos un anexo con: topónimos, nombres, fauna, flora,...
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