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viernes, 8 de abril de 2016

VIII.- Cloe quiere ... adelgazar

Seguro que Cloe piensa que este jueves no he puesto nada de 
ella como cada jueves porque se me ha camuflado y no la 
he visto, pero está equivocada. Lo que pasa es que estoy
 muy liado y son más las gallinas que entran que 
las que  salen y Cloe ha tenido lista de
 espera  para salir en su día

Otro día "Cloe quiere...          "                   
Me lo estoy pensando



CLOE QUIERE ADELGAZAR
Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Todo comenzó el día de San Martín, cuando Cloe vio cómo se llevaban a los cerdos para nunca más volver, aunque lo que más la espantó fue la forma en que se los llevaron, los chillidos desgarradores que sonaban en el patio interior y el olor a sangre y a pelo chamuscado.
Aquello era inquietante para ella y estaba muy preocupada, aunque no por los cerdos, que no le caían muy bien. Tendría que preguntar a Muu qué significaba todo aquello.
Ella se encontraba muy bien, había disfrutado de una excelente temporada de saltamontes y el grano no le faltaba, con todo ello había engordado bastante y ahora estaba tranquila porque iba a afrontar el invierno con reservas acumuladas suficientes para que no se viera comprometida la producción de huevos.
Habían pasado unos días y los cerdos no volvían, de modo que se animó a consultar a Muu, sin pérdida de tiempo.
Esta vez Muu no estaba rumiando, como era de esperar; estaba comiendo pero, como siempre, parsimoniosamente. No hacía mucho que había empezado a comer, porque el pesebre estaba bien lleno. Cloe decidió no molestarla y dejarla que comiera tranquilamente, de modo que se marchó sin decir nada ni hacerse notar por su amiga Muuriel.
Por la tarde regresó y Muu ya estaba rumiando y con una mirada pensativa perdida en el horizonte y, cualquier observador medianamente despierto, hubiera concluido que estaba sumida en profundas reflexiones; pero Cloe no era nada observadora, ni despierta, no tuvo la menor consideración con Muuriel y le espetó:
- Muu ¿qué ha pasado con los cerdos?
- Dime Cloe, perdona, no te estaba escuchando.
- ¿Qué ha pasado con los cerdos?
- ¡Ah! Pues lo de todos los años. ¿Es que no te habías dado cuenta antes?
- No, ¿de qué?
- Pues ¡de qué va a ser! De lo que hacen los humanos; pero no solo con los cerdos, sino con todos los animales de la granja. ¿Nunca te has preguntado qué pasa con tus huevos? ¿Nunca has pensado que lo natural es que deberías incubarlos y criar tus pollitos?. Sin embargo habrás observado que cada día se los llevan y ya no los vuelves a ver. Pues con los cerdos pasa algo parecido; sólo los amos deciden, a los cerdos los crían, los engordan y, cuando están suficientemente gordos, se los llevan y no regresan. Pero no quiero decirte lo que pasa con ellos porque es muy desagradable.
Cloe marchó con el corazón en un puño y con mucho miedo, todo el miedo que era capaz de albergar. Eso de acabar en un lugar desconocido la asustaba, con lo bien que estaba ella en la granja, en libertad y con sus amigos.
Ella, como los cerdos, había ganado peso y eso la asustaba aún más.
- Tengo que perder peso si no quiero que se me lleven.
Y comenzó una dieta baja en calorías. De momento acabó con las golosinas y el picoteo; bueno ya se entiende, lo de picoteo no, porque no habría podido comer absolutamente nada, pero dejó de tomar entre horas los chips crujientes de escarabajo y los gusanitos.
Lo que sucede es que, al no saciarse con unos alimentos, necesitaba aumentar la ingesta de otros, pero procuró sustituirlos por hojas de las verduras de la huerta, aunque no le gustaban mucho. Tuvo la suficiente fuerza de voluntad para reducir grasas e hidratos de carbono, aunque esto le suponía pasarlo mal.
Con el tiempo se había ido habituando al nuevo régimen de comidas. Lo malo es que, además de perder peso, comenzó a bajar su producción de huevos y a ponerlos con la cáscara muy débil a falta del calcio que le aportaban los crujientes coleópteros, y ya sabía lo que les había pasado a otras gallinas que habían bajado su producción: que se las llevaron y, como los cerdos, nunca más regresaron.
Entonces decidió no hacer recortes en la dieta y, en su lugar, hacer ejercicio físico para eliminar kilos sin que afectara a la puesta.
Y, cada mañana, cuando el gallo gritaba su “buenos días”, cuando el sol comenzaba a despuntar, salía a correr por los sembrados y los pastizales.
Algún susto le dio a Wof. El pobre creyó que si corría de aquella manera, tan alocada y tan ridícula, era porque la amenazaba algún peligro y entonces salía corriendo a protegerla de depredadores inexistentes.
Pasó el tiempo y Cloe había perdido peso, su puesta era normal, incluso se encontraba entre las más productivas y había conseguido una forma física envidiable.
Por una vez estaba satisfecha de haber logrado lo que se había propuesto, ya no se consideraba tan tonta e inútil como una gallina, sin dejar de ser gallina.
Pasó la Navidad, aquella época en que se llevaban para no volver nunca más: lechones, corderos, pavos, patos, pollos y hasta gallinas, sin que vinieran a llevársela a ella, y respiró tranquila.
Pero, aunque creía que ya había pasado el peligro, aunque estaba en índices de masa corporal correctos, no dejó de controlar lo que comía ni dejó de hacer su ejercicio matinal de cada día.
Muu, que la veía cada día corretear al aire libre, se quedó tranquila, si cabe aún más de lo que ya era, porque su amiga había escapado a otro invierno y la felicitó por haber conseguido realizar, al menos una vez, lo que se había propuesto.

Cloe se sintió muy feliz por lo conseguido, pero mucho más por la felicitación y el aprecio de su amiga y por que, en esta ocasión, no había recibido una reprimenda ni una exhortación. 

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