Seguro que Cloe piensa que este jueves no he puesto nada de
ella como cada jueves porque se me ha camuflado y no la
he visto, pero está equivocada. Lo que pasa es que estoy
muy liado y son más las gallinas que entran que
las que salen y Cloe ha tenido lista de
espera para salir en su día
ella como cada jueves porque se me ha camuflado y no la
he visto, pero está equivocada. Lo que pasa es que estoy
muy liado y son más las gallinas que entran que
las que salen y Cloe ha tenido lista de
espera para salir en su día
Otro día "Cloe quiere... "
Me lo estoy pensando
Me lo estoy pensando
CLOE
QUIERE ADELGAZAR
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al final
Todo
comenzó el día de San Martín, cuando Cloe vio cómo se llevaban a
los cerdos para nunca más volver, aunque lo que más la espantó fue
la forma en que se los llevaron, los chillidos desgarradores que
sonaban en el patio interior y el olor a sangre y a pelo chamuscado.
Aquello
era inquietante para ella y estaba muy preocupada, aunque no por los
cerdos, que no le caían muy bien. Tendría que preguntar a Muu qué
significaba todo aquello.
Ella
se encontraba muy bien, había disfrutado de una excelente temporada
de saltamontes y el grano no le faltaba, con todo ello había
engordado bastante y ahora estaba tranquila porque iba a afrontar el
invierno con reservas acumuladas suficientes para que no se viera
comprometida la producción de huevos.
Habían
pasado unos días y los cerdos no volvían, de modo que se animó a
consultar a Muu, sin pérdida de tiempo.
Esta
vez Muu no estaba rumiando, como era de esperar; estaba comiendo
pero, como siempre, parsimoniosamente. No hacía mucho que había
empezado a comer, porque el pesebre estaba bien lleno. Cloe decidió
no molestarla y dejarla que comiera tranquilamente, de modo que se
marchó sin decir nada ni hacerse notar por su amiga Muuriel.
Por
la tarde regresó y Muu ya estaba rumiando y con una mirada pensativa
perdida en el horizonte y, cualquier observador medianamente
despierto, hubiera concluido que estaba sumida en profundas
reflexiones; pero Cloe no era nada observadora, ni despierta, no tuvo
la menor consideración con Muuriel y le espetó:
-
Muu ¿qué ha pasado con los cerdos?
-
Dime Cloe, perdona, no te estaba escuchando.
-
¿Qué ha pasado con los cerdos?
-
¡Ah! Pues lo de todos los años. ¿Es que no te habías dado cuenta
antes?
-
No, ¿de qué?
-
Pues ¡de qué va a ser! De lo que hacen los humanos; pero no solo
con los cerdos, sino con todos los animales de la granja. ¿Nunca te
has preguntado qué pasa con tus huevos? ¿Nunca has pensado que lo
natural es que deberías incubarlos y criar tus pollitos?. Sin
embargo habrás observado que cada día se los llevan y ya no los
vuelves a ver. Pues con los cerdos pasa algo parecido; sólo los amos
deciden, a los cerdos los crían, los engordan y, cuando están
suficientemente gordos, se los llevan y no regresan. Pero no quiero
decirte lo que pasa con ellos porque es muy desagradable.
Cloe
marchó con el corazón en un puño y con mucho miedo, todo el miedo
que era capaz de albergar. Eso de acabar en un lugar desconocido la
asustaba, con lo bien que estaba ella en la granja, en libertad y con
sus amigos.
Ella,
como los cerdos, había ganado peso y eso la asustaba aún más.
-
Tengo que perder peso si no quiero que se me lleven.
Y
comenzó una dieta baja en calorías. De momento acabó con las
golosinas y el picoteo; bueno ya se entiende, lo de picoteo no,
porque no habría podido comer absolutamente nada, pero dejó de
tomar entre horas los chips crujientes de escarabajo y los gusanitos.
Lo
que sucede es que, al no saciarse con unos alimentos, necesitaba
aumentar la ingesta de otros, pero procuró sustituirlos por hojas de
las verduras de la huerta, aunque no le gustaban mucho. Tuvo la
suficiente fuerza de voluntad para reducir grasas e hidratos de
carbono, aunque esto le suponía pasarlo mal.
Con
el tiempo se había ido habituando al nuevo régimen de comidas. Lo
malo es que, además de perder peso, comenzó a bajar su producción
de huevos y a ponerlos con la cáscara muy débil a falta del calcio
que le aportaban los crujientes coleópteros, y ya sabía lo que les
había pasado a otras gallinas que habían bajado su producción: que
se las llevaron y, como los cerdos, nunca más regresaron.
Entonces
decidió no hacer recortes en la dieta y, en su lugar, hacer
ejercicio físico para eliminar kilos sin que afectara a la puesta.
Y,
cada mañana, cuando el gallo gritaba su “buenos días”, cuando
el sol comenzaba a despuntar, salía a correr por los sembrados y los
pastizales.
Algún
susto le dio a Wof. El pobre creyó que si corría de aquella manera,
tan alocada y tan ridícula, era porque la amenazaba algún peligro y
entonces salía corriendo a protegerla de depredadores inexistentes.
Pasó
el tiempo y Cloe había perdido peso, su puesta era normal, incluso
se encontraba entre las más productivas y había conseguido una
forma física envidiable.
Por
una vez estaba satisfecha de haber logrado lo que se había
propuesto, ya no se consideraba tan tonta e inútil como una gallina,
sin dejar de ser gallina.
Pasó
la Navidad, aquella época en que se llevaban para no volver nunca
más: lechones, corderos, pavos, patos, pollos y hasta gallinas, sin
que vinieran a llevársela a ella, y respiró tranquila.
Pero,
aunque creía que ya había pasado el peligro, aunque estaba en
índices de masa corporal correctos, no dejó de controlar lo que
comía ni dejó de hacer su ejercicio matinal de cada día.
Muu,
que la veía cada día corretear al aire libre, se quedó tranquila,
si cabe aún más de lo que ya era, porque su amiga había escapado a
otro invierno y la felicitó por haber conseguido realizar, al menos
una vez, lo que se había propuesto.
Cloe
se sintió muy feliz por lo conseguido, pero mucho más por la
felicitación y el aprecio de su amiga y por que, en esta ocasión,
no había recibido una reprimenda ni una exhortación.
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