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miércoles, 3 de junio de 2015

Mora, mora

Ahora lo calificarían de racista, pero eso es lo que nos contaban.


MORA, MORA

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Éste era un príncipe que estaba en la guerra y allí conoció a una bella dama y se casó con ella. 
Cuando regresaba a su reino con su mujer y su hijito, les preparó una casita en un árbol que tenía al pie una fuente y se marchó al castillo a buscar ropas elegantes y una carroza para que su esposa pudiera hacer la presentación dignamente en el reino.
Entretanto llegó una mora con un cántaro a la fuente a por agua y vio  allí reflejado el rostro de la princesa y, creyendo que era ella, dijo; 
-“Yo tan guapa, ir a por agua, tiro mi cantarito y me voy a mi casa”.  
Cuando llegó a casa sin agua y sin cántaro su madre le metió un rapapolvo y la volvió a mandar a la fuente.
En la fuente volvió a ver la cara reflejada en el agua pero esta vez se dio cuenta y miró hacia arriba 
–“Qué niño tan guapo” 
le dijo a la princesa y luego 
–“Qué pelo más bonito ¿Me deja subir y que se lo peine?”. 
La princesa echó la escala, la mora subió y comenzó a peinarla. Mientras la peinaba le clavó un alfiler en la cabeza y con malas artes la transformó en paloma que echó a volar alrededor del árbol.
La mora se quedó con el niño ocupando el lugar de la princesa y cuando llegó el príncipe le preguntó  
-“¿Qué color es ése? ¿Qué te ha pasado?”. 
y la mora le dijo 
–“Es que me has dejado aquí mucho tiempo y me ha dado el sol”.
Marcharon al castillo y la paloma iba siguiendo la comitiva.
En el banquete de bienvenida, la paloma entró por una ventana y picaba en todos los platos menos en el de la mora; ésta quería que echaran fuera a la paloma pero al príncipe le daba pena y la dejó revolotear por el salón.
Cuando la mora estaba a solas en su cuarto, la paloma entraba y le decía 
–“Mora, mora mi niño ¿Canta o llora?  
y la mora le respondía      
–“Tonta, tonta, tu hijo no canta ni llora”. 
Así pasaban los días y la princesa sólo podía hablar a la mora y cuando estaba a solas.
Un buen día el príncipe estaba acariciando a la paloma y le notó un bulto en la cabeza, pensando que era algún arrancamoños, se lo quitó y vio que era un alfiler y que la paloma se transformaba en su mujer, que le contó lo que había pasado.
La mora fue condenada a hacer de aguadora y acarrear agua de la fuente para toda la vida y ellos fueron muy felices aunque no comieron perdices ni cualquier otro volátil ya que eso les hubiera recordado los malos tiempos.

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