Y comienza así...
dedicado
a Elia y Llanos
que
algo de frikismo me deben
LIBRO 1.- Las piedras de Hénder (parte 1)
Pascia
era un pequeño y tranquilo país, situado al sureste del Continente
Único. Limitaba al Norte con el Reino de Alandia y al Oeste con las
Montañas Brumosas. Era un país de pescadores y campesinos que nunca
habían ido más allá de sus fronteras y que, salvo algún caso
excepcional, no tenían ningún interés en aventuras ni viajes.
En
Aste, una pequeña aldea que se dedicaba a la agricultura y la
ganadería, situado al Norte de la Capital, vivía un pastor llamado
Fantasik, al que todos llamaban Fan. Cuidaba su rebaño con gran
dedicación, ordeñaba sus ovejas y elaboraba los mejores quesos del
pueblo y de los mejores de toda Pascia. También esquilaba, aunque
las labores de hilado y tejido se las dejaba a otros.
Era
un espíritu inquieto y curioso, pero tampoco en su vida había
tenido ocasión de salir de los límites de su aldea, ni tan siquiera
conocía el Mar del Alba que bañaba las costas del Sur y el Este de
su país, nunca se había aventurado por los caminos que conducían
al pueblo de pescadores conocido como Puerto Fin y aún menos a la
Capital, de hecho ellos no viajaban para vender sus productos sino
que los comerciantes los recogían con sus carretas.
Fan
conocía muy bien a cada una de sus ovejas y sus preferencias a la
hora de comer y a cada uno de sus perros, de los que Rayo era el
mayor y macho dominante de los otros tres. Entre sus ovejas había
unas que preferían el trébol silvestre, otras la avena borde de los
ribazos, otras la correhuela,… pero otra tenía aficiones caprinas,
ya que sólo le gustaba un raro té de roca que crecía en los riscos
más inaccesibles; por lo que se engarabitaba por los roquedales,
como si fuera una cabra, en busca de tan aromático forraje. Por
encima de las otras, a Fan le resultaba simpática esta oveja porque;
además de sus curiosos hábitos alimentarios y de que había
aparecido no hacía mucho entre el rebaño sin que nadie supiera de
dónde había salido, tenía una mancha negra en la cabeza que le
daba un aire cómico. Como a todas sus ovejas y a sus perros le había
puesto nombre, la llamaba Lunar por aquella mancha y porque había
aparecido con la Primera Luna Llena
Cierto
día en que buscaba su golosina, se encaramó en unas crestas pero,
una vez allí, fue incapaz de bajar por más que lo intentó, ya que
el paraje era de lo más escarpado. Asustada comenzó a balar y balar
hasta que el pastor pudo localizarla y, con muchas dificultades,
trepar por las rocas hasta alcanzarla. Una vez arriba se la cargó a
cuestas y emprendió el peligroso descenso, con riesgo de caer y
estrellarse contra las rocas.
Logró
descender hasta el prado y, dejándola en el suelo, muy enfadado,
comenzó a decirle, como si ella pudiera entenderlo.
– ¿Estás
loca?, tú no eres una cabra. Que sea la última vez que me haces
esto, porque no me molestaré en subir a ayudarte
Como
si lo hubiera entendido, Lunar agachó las orejas y se tendió
mansamente en el pasto y, al mismo tiempo, como una aparición, se
materializó junto a ella una bella joven ataviada con una vaporosa
túnica de seda y le dijo al pastor.
– Gracias
por rescatarla; es muy importante porque sin ella no podría librarme
del encantamiento que pesa sobre mi.
Fan
casi se cae del sobresalto y se la quedó mirando embobado, no se
sabe si por la sorpresa o por la contemplación de aquella rara
belleza
– ¿Quién
eres y qué quieres decir?–
dijo Fan, al
que casi no le salía la voz
sorprendido por la súbita
aparición
– Yo
soy Saturia la hija del rey Nasiano V que reina en un país muy
lejano, pero no tanto como suelen serlo los países
de
los cuentos y por
eso
se llama así, No Tan Lejano. Un malvado y poderoso mago, tan
malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al
respecto, me condenó a vagar como un espíritu por esos mundos, sin
poder regresar a mi país ni a mi forma corpórea, hasta que alguien
logre reunir las cuatro piedras perdidas de la Corona de Hénder.
– ¿Y
tú que tienes que ver conmigo y con Lunar?
– Si
me puedes ver ahora es gracias a haberla salvado del peligro y sólo
me puedes ver tú. El malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso
que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto, convirtió una
de las piedras perdidas en oveja, de ahí su extraño comportamiento;
pero hasta que no se encuentren juntas todas ellas no se romperán
los encantamientos, tanto el mío, como los de las cuatro piedras.
Por favor, ¡ayúdame!, tienes que encontrar las otras tres y te
estaré eternamente agradecida. La próxima se encuentra cerca del
pueblo de Mutts, en la Cueva de los Silencios, al borde de las
Montañas Brumosas, pero no puedo decirte en qué la transformó el
malvado y poderoso mago, eso lo tienes que descubrir tú.
Y
dicho esto la princesa desapareció del mismo modo en que había
aparecido.
Fan
se quedó boquiabierto, contemplando el lugar que segundos antes
ocupaba aquella bella y sorprendente aparición, pero reaccionó
enseguida y tomó una decisión.
Animado
por la expectativa de aventuras y encandilado por la belleza de la
princesa, decidió emprender la búsqueda, así que se dirigió a la
aldea y le contó la historia a su mejor
amigo,
Merto. Éste, que también era dado a la fantasía, quiso acompañarlo
en su búsqueda pero, a regañadientes, tuvo que quedarse al cuidado
del rebaño, aunque Fan tuvo que prometerle llevarle con él en sus
próximos viajes.
Merto
era un diestro artesano de la forja y fabricaba muy buenos
instrumentos y herramientas de corte de excelente filo, tan excelente
que podían cortar un cabello al aire y, como prueba de su habilidad,
lucía una cicatriz en una mejilla fruto de un accidente con una de
sus navajas.
Ambos
amigos pasaban largas horas de charla y se ayudaban mutuamente en sus
respectivas tareas, aunque a Fan no se le daba tan bien el afilado ni
a Merto el pastoreo.
Acompañado
por la oveja encantada, se puso en camino hacia las Montañas
Brumosas. Llevaba en su zurrón, además de su navaja y
una pequeña hacha obra de su amigo,
yesca y pedernal en
un bruñido estuche de acero que también era obra de Merto,
una fuerte pero fina cuerda, un pañuelo de hatillo, una
fina
manta
de la lana de sus ovejas, una
hermosa hogaza de pan, uno
de sus
quesos
más curados,
chorizo y tocino suficientes para unos días, pero como era buen
conocedor de las plantas y hongos comestibles, así
como de algunas plantas medicinales apenas
tendría
que echar mano de sus reservas.
A
los cinco días de caminar ya se distinguía a lo lejos la silueta de
las montañas aunque debían caminar aún otros tres o cuatro días
más, ya que el sendero bordeaba la falda oriental, hasta llegar a
aquel pueblecito a la orilla de las Montañas y ya muy cerca de la
costa.
El
sol apretaba fuerte, de modo que a las horas de más calor comía y
reposaba a la sombra y se dedicaba a tallar con su navaja complicados
dibujos en su cayado.
Una
vez llegado a Mutts quiso preguntar dónde se hallaba la Cueva, pero
el pueblo bullía de actividad; la gente iba de aquí para allá con
guadañas, horcas, palos y todo tipo de armas imaginables.
Preguntó
al primero que se encontró, que a qué se debía aquel revuelo y le
respondió.
– Vamos
a matar a un maldito lobo que se esconde en la Cueva de los
Silencios, ya estamos hartos de que nos mate las ovejas. Y tú no sé
por qué te atreves a venir aquí con esa precisamente.
– ¿Por
qué? ¿Qué tiene de particular esta oveja?
– Porque
este lobo tiene la manía de matar a todas las ovejas blancas con una
mancha negra en la cabeza, suerte que de esas hay pocas, pero a las
blancas del todo y a las completamente negras no las ataca, sólo las
espanta, pero luego cuesta reunirlas,
y más de una se despeña huyendo.
Enseguida
intuyó que el lobo era su objetivo y les dijo a los habitantes del
pueblo.
– No
os preocupéis que yo os voy a librar de él.
Y
se encaminó a la Cueva. La boca era oscura, no digo que como boca de
lobo, pero oscura con ganas. Precediendo a Lunar se internó en la
abertura, anduvo unos pasos y descubrió al fondo el brillo de unos
ojos fosforescentes y atemorizadores. El miedo recorrió su espinazo
como un calambre, pero no se arredró, otras veces ya se las había
tenido que ver con lobos y sabía como tratarlos, aunque en esta
ocasión no contaba con la ayuda de Rayo y sus compañeros. Siguió
avanzando hasta que se le acomodó la vista y descubrió, agazapado
al fondo de la cueva, tras unas estalagmitas, a un lobo grande y gris
con aire amenazador.
Dirigiéndose
a él, le dijo:
– ………………………………………
Pero,
haciendo honor a su nombre, las paredes de la Cueva absorbían todos
los sonidos, incluso sus pisadas y los latidos de su corazón, y no
se escuchó nada.
Repitió
de nuevo el intento, alzando la voz, con el mismo resultado.
– ………………………………………
El
lobo, enseñando los afilados colmillos y alzando el cuello aulló
– ………………………………………
Tampoco
su aullido llegó a materializarse, el espeso silencio era dueño de
la cueva.
Dio
la vuelta y se dirigió al exterior seguido por Lunar. El lobo salió
tras ellos, mirándolos con ojos famélicos.
Encarándose
a él, le dijo:
– ¿Así
es como me agradeces que te salve la vida?, Los campesinos estaban
dispuestos a matarte, pero yo les he pedido que te dejaran en paz y
les he prometido que te llevaría muy lejos. De desagradecidos está
el mundo lleno, pero si lo prefieres te doy a elegir: te dejo con
ellos o me haces caso y te vienes con nosotros.
Una
multitud armada con los enseres más variopintos, si puede llamarse
multitud a toda la población de una pequeña aldea, contemplaban al
lobo con miradas airadas.
Como
si lo hubiera entendido, el lobo agachó las orejas y se tendió
mansamente en el pasto y, al mismo tiempo, como una aparición, se
materializó junto a ellos Saturia, aquella bella joven de la primera
vez.
– Gracias
por rescatar al lobo de las iras de los campesinos; es muy importante
porque, sin él, no podría librarme del encantamiento que echó
sobre mí aquel malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso que
ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto. No debes preocuparte
por lo que pueda decir toda esa gente, no me pueden ver. Ahora que
has encontrado la segunda piedra encantada deberás seguir la
búsqueda llevando contigo a la oveja y el lobo. Pero debes tener
mucho cuidado de que éste no la dañe, porque entonces todos
nuestros esfuerzos habrían sido en vano. De la tercera piedra
encantada sólo puedo decirte que se encuentra en los Jardines Reales
de Alandia y no puedo decirte bajo qué forma la escondió el mago.
Dicho
esto la princesa desapareció tal como había aparecido.
Fan
no quedó tan embelesado con la princesa como la otra vez, es más le
molestó mucho tener que ir ahora a Alandia, ya que la distancia era
mucha y debía desandar buena parte del camino, para finalmente
atravesar el puente sobre el río Far y el páramo gris.
– Ya
podía haberme enviado primero allí y ahora no tendría que dar
tanto rodeo
Pero,
resignado, emprendió el viaje llevando delante al lobo, para
mantenerlo vigilado, y seguido por Lunar.
Los
aldeanos, que habían contemplado sorprendidos aquella rara escena,
aunque no vieron a la princesa habían visto a Fan hablar al aire, se
quedaron boquiabiertos mirando cómo se perdía en la distancia aquel
extraño trío y luego regresaron todos a sus casas y a sus tareas
cotidianas.