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miércoles, 20 de septiembre de 2017

Los sábados a la montaña


LOS SÁBADOS A LA MONTAÑA


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9 de Mayo
Hoy es sábado, ¡me encantan los sábados!
Es el día en que aprovecho para ir a la montaña porque allí se respira libertad, se refrescan las ideas y veo brotar otras nuevas. ¡me encanta la montaña!
Ya tengo aquí la mochila y he desayunado, sólo falta preparar los bocatas y salir para la estación, pero suena exigente la alarma del móvil y lo consulto con desgana, lo que me faltaría ahora es que alguien me haga perder el tiempo con un SMS o un WhatsApp, pero era una nota que había programado yo hace tiempo y casi se me olvida.
- “Termina de una puñetera vez el estudio” - chilla una voz metálica, chirriante e irreconocible, pero que resulta ser la mía.
Calculo que me puede llevar, como mucho, unos cinco minutos. Son sólo dos líneas y aún falta mucho para la salida del tren y me da tiempo de sobras para todo, así que enciendo el ordenador, abro la carpeta “Hawkin” y de ella el archivo de LibreOffice con el nombre de “teoría”, y escribo la conclusión que ya tenía en mente y que había madurado en los últimos días. Son dos únicas pero concluyentes líneas, rematando un trabajo de años y que puede ser una bomba en los medios científicos.
Apago el ordenador y voy a preparar los bocadillos, pero algo me sorprende. La oscuridad se ha hecho total en estos cinco minutos, no tengo noticias de que se fuera a producir un eclipse, pero eso debe ser. Miro el reloj y son las veintitrés horas y treinta minutos, lo sacudo pensando en que se ha roto, pero veo el segundero avanzando con su paso cansino. Pero... ¡si no hace más de una hora que me he levantado! He perdido el día sin saber cómo, no he podido hacer lo que tenía previsto y eso me descontrola, yo que soy una persona de costumbres estrictas y cualquier cosa que se salga de mi programación, rompe gravemente mis esquemas. Tampoco voy a poder hacerlo mañana domingo, porque sólo voy a la montaña los sábados y, porque en mi agenda, ya tengo programado zafarrancho de combate. Debo adecentar el apartamento, que está como una leonera, porque el lunes recibo visitas y me da vergüenza de que alguien lo pueda ver tal como está.
Está visto que esta semana me quedo sin ir a la montaña, parece que me hubiera pasado las horas muertas sentado al ordenador, sin darme ni cuenta, sin sentir el paso de tiempo, sin comer y sin ir al baño; pero no me extraña mucho, porque otras veces me ha pasado algo por el estilo, cuando me concentro a fondo en algo.
Sorprendentemente no lo necesito, aún después de todo un día sin tomar nada, pero me preparo un café largo de leche con una magdalena y me voy a la cama, aunque tampoco tengo sueño.
El viaje de la cocina al dormitorio se me ha hecho interminable, parecía que nunca se acabaría, ¡si sólo hay diez metros!. Pienso que debo estar muy cansado; aunque para mí, habituado a largas caminatas por el monte, se me ha antojado muy largo y pesado, así que me dejo caer rendido en la cama, sin tan siquiera quitarme las botas. Tan derrengado he acabado que me he dormido inmediatamente.

10 de Mayo (creo)
Domingo y día de limpieza. He recogido todas las ropas desperdigadas por ahí, las llevo a la cocina y pongo una lavadora de blanco, yo me echo un lingotazo de tinto. Aún me quedará hacer dos más, de color.
Paso un paño para el polvo y doy un barrido general. A todo esto me han entrado ganas de hacer el bocata de media mañana y, mientras desayuno, me pongo el "concierto para bajo, mandolina y teclas" de Henzel Nörthen y me relajo un poco.
Reinicio la faena con el mocho de la fregona, lo malo es que me quedo encerrado en un rincón de la cocina, sin poder dar un paso hasta que se seque, pero he aprovechado para bosquejar una teoría sobre los agujeros de gusano; no los de las manzanas, los otros. Esta teoría la tendré que desarrollar y contrastar, pero promete.
A todo esto creo que ya toca comer, porque me ha entrado un hambre canina. Por no perder mucho tiempo, me preparo una ensalada capresse y un filete de secreto ibérico a la plancha. Tengo que volver a limpiar la encimera porque me ha quedado perdida de salpicaduras.
Después de comer, me echo un rato en el sofá a dormir una siesta y me despierto con nuevos bríos. Pongo la ropa blanca en la secadora y lleno otra lavadora de color. Mientras acaban, le doy un baldeo a los azulejos y la mampara del baño y limpio los sanitarios. Me queda por hacer los armarios de la cocina, que están llenos de salpicaduras y algún churrete, pero será mientras se hace la siguiente lavadora.
Me tomo un respiro y un cubata, lo de limpiar el baño es agotador. Mientras tanto me pongo la "Suite de Danzas de La Vida Campesina" de François Marceau.
Con la tercera lavadora, limpio los armarios de la cocina, recojo la secadora de blanco en los armarios y me tomo otro cubata. Hoy me estoy pasando; pero es que, entre tanto trabajo, algún homenaje hay que darse.
Ya parece que tengo todo a punto, sólo falta que acabe la tercera secadora, la guarde en el armario y me pongo a preparar la cena; mientras tanto, me estiro en el sofá y me pongo el último CD que me regalaron por mi cumpleaños. Es una selección remasterizada de "Los grandes del rock". Creo que debiera haberme puesto algo más relajante, pero me habría quedado dormido de lo cansado que estoy. Mañana agujetas.
Ya debe ser tiempo de hacer la cena, pero me extraña que aún no se note el atardecer. Por las ventanas entra un sol radiante y, al asomarme a la terraza, descubro sorprendido que recién acaba de alzarse por el Este. El reloj marca las nueve y veinte, así que sólo ha pasado una hora desde que me he levantado y tengo todo un largo día por delante; al menos eso creo.
Tengo todo hecho. Si me quedo ¿Qué voy a hacer?, ¿Aburrirme?, ¿Volver a ensuciar y desordenar?. ¡Me voy a la montaña!. Si no pudo ser ayer, lo haré hoy.
Así que preparo las provisiones, lleno la mochila y llego a la estación en un periquete y con tiempo más que suficiente para el tren que lleva a la Sierra. Es un tren de aquellos borregueros, de cercanías, vamos, de los que se paran en todas las estaciones y van a paso de tortuga. Suelo tardar hora y media, pero me da la impresión de que le han puesto una locomotora del AVE, porque en un cuarto de hora ya hemos llegado. Cargo mi mochila y me pongo en camino hacia los Calares de Arriba; allí hay buenas vistas, buenas sombras y buenas fuentes, aparte de que no suele ir nadie que me pueda molestar en mis cavilaciones. Allí es donde se me han ocurrido las mejores ideas y las teorías más aventuradas y más novedosas.
La mañana es fresca y se oye cantar a los pajarillos, todo invita a un paseo calmo y pausado, y así lo hago, me lo tomo con mucha calma, disfrutando de la mañana y los paisajes y respirando a pleno pulmón.
Los Calares están bastante lejos, hay una caminata de unas tres horas a buen paso, pero en media hora ya he llegado al primer pinar y a la primera fuente. Echo un buen trago, agachado y metiendo el morro en el manantial, como hacen los animales y... ¡qué fresquita y qué rica está!.
El primer bocadillo me lo tendría que haber comido a medio camino; pero, con el avance del tren y lo rápido que había hecho el sendero, creo que es hora de comerlo junto a esta fuente. Veremos de qué es, veremos si me llevo una sorpresa. ¡Claro que los bocadillos los he hecho yo mismo!, pero es que los hago todos diferentes y los envuelvo todos igual, sin rotularlos y sin que se puedan distinguir entre si. Éste ha sido de lomo con pimientos fritos.
El día ha transcurrido como cualquier otro sábado, por lo que no vale la pena que lo describa. Llego finalmente a casa, ceno y me voy a la cama. Esta vez sí que me cambio de ropa y seguro que voy a dormir como un tronco porque, entre la limpieza del piso y la excursión, estoy reventado. Ha sido un día largo e intenso.

11 de Mayo (creo)
He dormido muy bien y ya estoy a punto de recibir a las visitas.
Acabo de imprimir el archivo "teoría" de la carpeta "Hawkin" y lo encuaderno para presentarlo mañana en la Universidad..
¿Que de qué trata el estudio o la teoría?
Se titula:
"Elasticidad disruptora en el continuo espacio-tiempo"



Y EL JUEVES QUE VIENE..... ?

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