Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al final
Luna
estaba celosa, y es que se sentía despreciada, depreciada y
menospreciada.
El
Sol era tan radiante y tan grande que todo le lucía; pero ella, ni
siquiera tenía luz propia, era mucho más pequeña que La Tierra y,
además, no siempre le lucían las cosas, llegando momentos en que;
menguando y menguando, no le lucía nada absolutamente.
Cuando
salía el Sol, todo se ponía en marcha, la gente salía, incluso los había que se
tumbaban en las playas para tomarlo. En cambio, cuando ella salía; la gente,
salvo algunos poetas, románticos y algunas parejas de enamorados, no
reparaban en su presencia y se iban a dormir, no le hacían caso ni
la apreciaban, pese a que se esforzaba en cambiar de aspecto para no
ser tan aburrida como el Sol, tan redondo y brillante como siempre.
Ella procuraba hacer más amena y variada su presencia, pero ni por
esas.
Por
eso, y por hacer la puñeta, se colocaba a veces delante del Sol y lo
tapaba por hacerse notar, pero ni aún así. Lo único que conseguía era que la gente,
provista de cualquier objeto ahumado o gafas de soldador, se
agolpara para ver el espectáculo; pero no para verla a ella, sino
para ver al Sol desaparecer y reaparecer, para ver la raja de melón
a que quedaba reducido o el brillante anillo, un anillo único y
espectacular, pero la Luna se sentía marginada e ignorada.
Otra
cosa que le molestaba sobremanera era la cantidad de basura que le
habían ido dejando los humanos en aquellos locos cacharros: Primero
satélites de un satélite, ¡Que ya es decir!, luego robots y
finalmente módulos lunares. Aparte de dejarle su virgen superficie
perdida de chatarra, habían dejado las huellas de sus zapatones;
unas huellas que no desaparecerían en siglos hasta volver a quedar
su superficie tan limpia, lisa y cuidada como ella había tratado de
mantenerla a lo largo de los siglos. Además se habían llevado cantidad de su epidermis, a lo
que ellos llamaban muestras, y eso escocía. ¡A ver si eran capaces
de hacerle lo mismo al Sol!
Pero
lo que más le molestaba es que habían puesto en órbita terrestre
un enjambre de cacharros ridículamente enanos, a los que llamaban
satélites, cuando ella era el único satélite auténtico y digno de
ser llamado así.
También
le molestó, aunque menos, que fueran montando una estructura
orbital; enorme para ellos, pero diminuta para ella, en un intento
de suplantarla.
Ella;
que daba luz a sus noches, que fijaba los ciclos naturales, que movía
las mareas y la inspiración de los poetas, se sentía minusvalorada;
así que, una noche, decidió no aparecer.
Enseguida:
los observatorios astronómicos, astrofísicos, los poetas y los
enamorados, dieron la voz de alarma.
-
¡La Luna ha desaparecido!
Los
mares, sin el influjo de la luna, alcanzaron un nivel de equilibrio
estable, convirtiendo playas en desiertos de arena, e inundando otras
zonas costeras. Los ciclos biológicos, tanto de la flora como de la
fauna, se vieron alterados, cuando no frenados.
Los
poetas se quedaron sin una musa que les inspirara y, a lo sumo,
escribían dolientes versos de añoranza y ausencia. Los enamorados
se tenían que arrullar a la luz de una farola, los hombres-lobo
desaparecieron y las balas de plata acabaron fundiéndose para
fabricar pulseras, collares o pendientes.
La
Vía Láctea y las constelaciones podían verse claramente todas las
noches, puesto que el plenilunio ya no las velaba, pero aquello les
hacía perder encanto e interés pues todas las noches se veían
igual, siempre igual, como el aburrido Sol.
Un
clamor popular se había elevado, pidiendo explicaciones: Unos
acusaban, como suele pasar: al Gobierno, otros a la falta de fe y al
ateísmo galopante, otros a los científicos, a la investigación en
la física de altas energías y al Gran Colisionador de Hadrones de
Ginebra, otros a la carrera espacial...
De
todos modos, se había alcanzado un nuevo equilibrio y ya se había
comenzado una nueva era sin Luna, a la que la gente comenzaba a
adaptarse.
Alguien
cayó en la cuenta de que los grandes meteoritos que la Luna se
encargaba de capturar y que le daban aquel aspecto de adolescente con
acné, acabarían cayendo a la Tierra irremisiblemente y que podría
acabar quedando con el mismo aspecto que su desaparecido satélite.
Las
mentes pensantes se pusieron a la tarea con el objeto de descubrir las causas de
su desaparición y los mecanismos necesarios para hacerla regresar.
Todos los observatorios astrofísicos se pusieron a buscar a dónde
podía haber ido a parar y buscaron entre las lunas de Marte, pero no
estaba junto a Deimos y Phobos, tampoco en el cinturón de
asteroides, ni cerca de los satélites jovianos. Buscaron cerca de:
Ío, Ganímedes, Europa, Calisto y hasta el satélite de Plutón,
Caronte, el más grande del sistema, pero sin resultados.
Alrededor
de este movimiento científico había nacido una floreciente y activa
afición a la astronomía y, más concretamente la selenofilia. Todos
los documentos gráficos de cuando la Luna se enseñoreaba de los
cielos nocturnos alcanzaron altas cotizaciones: Cuadros, fotos,
vídeos... Y las muestras lunares alcanzaron precios astronómicos
e, incluso, se saquearon los museos que las albergaban.
La
Luna, que no es tonta, que sabe más por vieja que por satélite, se
dio cuenta de que la buscaban y que estaba de moda; así que decidió
dejarse caer nuevamente por su órbita, y hacerlo en fase de
plenilunio para dar más relevancia y espectacularidad a su vuelta a
la escena.
Fue
acogida con vítores, bandas, discursos, fiestas, versos encendidos y
farolillos, pero lo que no había pensado la Luna ni sus
incondicionales fue el efecto que su súbita aparición iba a
provocar en la rotación de La Tierra, la precesión de los
equinoccios, la deriva del polo magnético, la inestabilidad sísmica,
las mareas, el clima...
Pero
mejor es no contarlo; es preferible no ahondar en ciertas cosas
dolorosas y traumáticas porque, con el tiempo, se volvió a alcanzar
un equilibrio satisfactorio y La Tierra volvió a ser casi lo que
antes había sido.
Lo
que sí hay que resaltar es que la Luna estaba más que satisfecha
por el interés despertado y por el recibimiento, aunque nunca fue
consciente de que se la culpaba, y no injustamente, de los destrozos
provocados en su marcha y a su regreso.
Y EL PRÓXIMO JUEVES... YA VEREMOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se admiten comentarios incluso anónimamente. Lo único es que no se publicarán hasta su filtrado para evitar cosas indeseables para todos.