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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 15 Nivoso


El regreso de Lupi se demora  y 
la soledad le pesa a Hexápodus,
le produce claustrofobia y alguna 
cogorza. Este retraso le impulsa 
a buscar una salida
 



LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS




 

EL CUADERNO
   
(Desde 15 Nivoso)
 

15 Nivoso
Hoy, mientras desayunaba, me ha parecido ver algo tras una gran cortina que oculta la pared del fondo del comedor. Corro la cortina y me encuentro la pared ocupada totalmente con un mural representando toda clase de animales y plantas con un colorido tal que casi hace daño a la vista. Allí está plasmada la totalidad de la Fauna y la Flora evolutivas.
Seguro que si miro con una lupa acabaría viendo los insectos y hasta las bacterias, tal es el nivel de detalle de la pintura.
Al pie, en letras grandes, se puede leer lo siguiente:

Sirvo a la tierra,
Sirvo a sus frutos milenarios,
Soy la mano que ara y siembra,
Soy la mano que acaricia pelo, plumas y escamas,
Doy mi vida por la Regeneración,
Doy mi vida por una nueva floración.


Me da la impresión de que aquella parte del comedor debía hacerse servir como sala de reuniones ya que, adosado a la pared, hay una especie de tarima baja de madera barnizada. Le preguntaré a Lupi por si él sabe algo. Cierro la cortina y vuelvo a mis vagabundeos por la biblioteca.
He encontrado un libro muy interesante del que no se encuentra ningún ejemplar, ni tan siquiera en la Gran Biblioteca de Clavia, y que fue precursor de los trabajos del Profesor Clonicius Hélix publicados bajo el título de El axioma del Genoma. Se trata de un pequeño volumen de unas escasas sesenta páginas, titulado Desmontando el código, del mismo profesor Clonicius y describe los procedimientos que, según la biología molecular, permiten inactivar a elección algunos genes en el ADN para posteriormente comprobar los efectos en el organismo resultante. Todo esto dio pie a un gran avance de todas las ciencias biológicas y a la subsiguiente explosión teratogénica materializada posteriormente en el proyecto imperial llamado Novedulis. Lo devuelvo a su estantería porque ya hizo bastante daño en su tiempo, y me dedico a tomar unas notas de una guía, para mi inédita, titulada El dimorfismo sexual en la entomología original de la Drª. Joana Fernández.
Bueno, hoy no han vuelto, me preocupa pero seguro que regresan mañana. Me voy a la cama.

16 Nivoso
Todo el día he estado algo disperso, como desorientado, no soy capaz de concentrarme en nada. Conforme pasan las horas sin que regresen los expedicionarios mi desasosiego va en aumento. ¡A ver si han tenido algún contratiempo! Cada libro que miro lo vuelvo a su lugar nada más pasar cuatro hojas, no me concentro y ninguno despierta mi interés. Busco en el mostrador y me sirvo una copa de coñac, eso me tranquiliza un poco, así que repito la dosis no sé cuantas veces.
He pasado la mayor parte del día tirado en un sofá adormilado, perdida la noción del tiempo. Si me acabo dando cuenta de que ya es tarde es porque el sistema de iluminación va disminuyendo de intensidad y, a menos que lo modifiques manualmente, acaba apagándose, salvo las luces de emergencia situadas sobre las puertas. Tomo estas cuatro notas apresuradas y me voy a la cama con paso inseguro, aunque no sé si esta noche dormiré.

18Nivoso
Estas notas las escribo un día más tarde porque fui incapaz de hacerlo anoche. Aunque el sueño fue inquieto y discontinuo, al final me quedé dormido, pero desperté con un dolor de cabeza de garabatillo y la boca seca. Miré en la enfermería por si había algo para este malestar, pero no había ningún medicamento que especificara si era adecuado para la resaca, así que me tomé un comprimido de salicilín.
Ya debían haber vuelto hace tiempo; y esta soledad, además de producirme un ataque de ansiedad, me acabó provocando claustrofobia. Ni sabía cómo abrir la entrada de emergencia ni la rampa de entrada a la cueva, Lupi no me lo contó y yo no le pregunté ¡maldita sea!, y ahora me veo encerrado aquí sin escapatoria porque; aunque la base es muy espaciosa, no me falta de nada, hay buena comida, la cama es mullida, los sofás cómodos y la temperatura ideal, me siento más preso que si estuviera encerrado en un ascensor.
Camino de aquí para allá como un lopíntan enjaulado y ni los libros me atraen, porque todos son técnicos o científicos y no hay ni una miserable novela. Ni siquiera tengo ganas de comer. Cada vez entiendo menos cómo es posible que Lupi se pase aquí largas temporadas, no lo entiendo.
Decido que me voy a dar otra vez al coñac para olvidar, no será por falta de existencias, la parte del mostrador que hace de bodega está llena de botellas de todo tipo de licores, los vinos están en un botellero empotrado en la pared y con temperatura regulada, aunque en el nivel más bajo hay una fresca cueva en la roca, llena de estanterías repletas de todo tipo de caldos.
Finalmente me puse en un vaso alto unos hielos y un buen chorro de güisqui, me lo tomé de un trago y perdí la cuenta de las veces que había rellenando el vaso de cubitos; suerte que la máquina dispensadora es industrial, dimensionada para todos los habitantes posibles de la base, así que no debería tener problemas por falta de hielo, pero la apagué para evitar nuevas tentaciones, aunque debería haber reservado algo para ponérmelo en la cabeza al acabar de dormir la mona.
A duras penas me desperté y me fui reptando a la cama, en donde caí de cualquier manera. Cuando me he despertado hoy, volvía a estar con una resaca de caballo, me tomo varios comprimidos de salicilín, temo que me voy a destrozar el estómago, y unos cuantos vasos de zumo de naranja que, milagrosamente, consigo retener en el estómago.
Ahora si que el pánico se va adueñando de mí, pero recapacito y comprendo que emborracharme, aparte de ser una tonta manera de huir, no me va a resolver el problema. Subo al nivel técnico y busco, entre el montón de manuales de funcionamiento, descripciones y planos de toda la base, a ver si encuentro un medio de abrir alguna puerta al exterior. Finalmente encuentro, en un Manual de Accesos y Seguridad, el plano de las entradas y los mecanismos de apertura. Según se especifica en el manual, el cierre es temporizado automáticamente para evitar que por descuido pudiera quedar alguna puerta abierta.
Me dirijo al fondo del comedor en donde se halla la puerta que da a la cueva y, junto a ella, oculta tras un cuadro, descubro el mecanismo que abre el paso. Se trata de una pieza metálica en ángulo que aparenta ser una alcayata y que, al girarla hacia la izquierda, hace que la puerta se abra. Antes de pasar el umbral me aseguro de llevar a mano el manual, por si se cierra la puerta y me quedo encerrado en la cueva. Allá en medio estaba amontonado todo el contenido que habíamos descargado de la carreta.
Según el manual, había una palanca para abrir la rampa de piedra y se encontraba en el rincón más alejado de la puerta y totalmente oscuro; suerte que, entre otras cosas que cargaba en previsión de cualquier contingencia, llevaba una linterna. Cuando casi estaba a punto de encontrar el mando de la rampa, la puerta que da al interior de la base comenzó a cerrarse y no me daba tiempo a llegar a ella y escapar, así que me quedé encerrado y a oscuras en la cueva, salvo por la tenue luz de la linterna. No me quedaba más remedio que localizar la palanca que abría al exterior, así que seguí buscando.
Ya había encontrado bajo una piedra de buen tamaño una barra metálica y, cuando estaba a punto de tirar de ella, un crujido seguido de un chirrido me sorprendió y me giré hacia la fuente del sonido, dejando caer la piedra que aún aguantaba. Una parte de la pared comenzó a moverse y entraba algo de claridad del exterior, finalmente toda la losa de piedra que formaba la rampa de entrada se abatió hacia afuera, la luz del día inundó la cueva y Wolf trepó a la carrera seguido por Adagio que arrastraba dificultosamente el carro. Se les veía derrengados y cubiertos de barro, Wolf se tumbó en el suelo a mis pies y le acaricié el lomo, la rampa de piedra comenzó a elevarse, acabó cerrándose y la oscuridad volvió a adueñarse de la cueva.
Encendí la linterna y me acerqué a Adagio que me miraba con ojos tristes, le acaricié las orejas y desaté el arnés. Luego, a la luz de la linterna, intenté encontrar un modo de abrir la puerta hacia el interior de la base; pero, antes de encontrar ninguna indicación, la puerta se abrió sola y por ella penetró un Lupi con muy mal aspecto, cansado, sucio de barro y que me urgía a entrar en el comedor. Tras nosotros entró Wolf y la puerta volvió a cerrarse a nuestras espaldas.
Mientras Lupi se duchaba y cambiaba de ropa, llevé a Wolf a su habitáculo y comprobé que aún le quedaba pienso en el dosificador, le pasé un cepillo por el pelo y quedó limpio de barro, se acercó al árbol e hizo sus necesidades que la corriente de agua se llevó a seguir su ciclo biológico, comió unos bocados y se enroscó en el fondo del hueco que le servía de dormitorio. Luego le llevé pienso y agua a Adagio, también le fui cepillando mientras estaba comiendo con el morro metido en el cubo de pienso. Pude regresar al comedor porque, a falta de saber cómo se abría la puerta, había atravesado una silla en el umbral y se mantuvo abierta hasta que la retiré.
Cuando volvió Lupi con otro aspecto, yo ya tenía puesta la comida en la mesa y una botella abierta de vino, reserva especial de las ya inexistentes bodegas de Imperia. Nos sentamos a comer en silencio hasta que, frente a dos tazas humeantes de café, rompió a hablar. En un principio la expedición había transcurrido satisfactoriamente. Había sembrado semilla en dos valles, había plantado arbustos y árboles en otro y acondicionado enjambres en los tres.
Comprobada la buena proliferación de vegetación en otra área, había dado suelta a cuatro parejas de conejos y dos de vacas así como unos patos a la orilla de un estanque, en otro sector había dado suelta a gallinas, ovejas y cabras. En el arroyo que vimos al venir dejó ir una docena de cangrejos y media docena de siluros.
Todo iba perfectamente, hasta el momento de regresar. Tal como suelen decir en SideL:
“Lo que menos te esperas, es inesperado”
 El único paso que había entre dos altos farallones pétreos para regresar estaba obstruido por rocas, debido a un desprendimiento. Él y Wolf podrían haber trepado y salvado el obstáculo, pero tenían que abandonar allí a Adagio y la carreta; así que no tuvo más remedio que retroceder y tomar otro camino alternativo a través de una zona pantanosa, infestada de mosquitos. Aprovechó para dar suelta a renacuajos y alevines en los pequeños arroyos que desembocaban en aquella llanura anegada, a los que no les faltaría alimento con las larvas de mosquito y, de paso, sanearían la zona.
Como no había forma de atravesar aquellas marismas sin correr el riesgo de acabar hundiéndose, tuvo que ir bordeándolas, retrasando su marcha en uno o dos días. Pero lo peor fue cuando la rueda trasera derecha se hundió en un cenagal y al intentar sacarla se partió el eje. Tuvo que improvisar un nuevo eje con un trozo de rama que ató a la carreta. La marcha, a partir de entonces aún tuvo que ser más lenta, pero finalmente llegaron sanos y salvos, aunque un tanto maltrechos.
Le hice acostarse para recuperar fuerzas y mientras tanto, provisto de herramientas del taller y otros materiales, me dediqué toda la tarde a reemplazar el eje de la carreta por una barra de hierro que encontré entre los repuestos de la base. Así sería más fuerte que el eje de madera que tenía de origen.
Después de cenar acordamos salir lo más pronto posible, puesto que ya nos habíamos retrasado más de la cuenta y era previsible que el resto del camino se iría haciendo más impracticable por la nieve.
Acabo de escribir estas notas y me voy a la cama, no sin antes llevarle otro poco de pienso a Adagio.

19 Nivoso
Hoy nos pasamos todo el día preparando víveres, herramientas y otras cosas que nos podrían ser de utilidad.
Cargamos todo en la carreta y también lo que ya llevábamos en ella: sacos de dormir, carpa, material de escalada, linternas, fogón, cazuelas, otro menaje de campo y el resto de comestibles que nos quedaba del viaje. Hemos comido y cenado a placer y hasta pantagruélicamente, porque no sabemos cuándo podremos volver a comer como lo hemos hecho hoy.
Nos vamos a acostar pronto porque mañana hay que madrugar.



(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)






miércoles, 20 de diciembre de 2017

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 10 Nivoso


  Acuerdan que Lupi marche en 
misión de repoblación mientras
el Dr. espera para salir juntos 
de expedición a los Montes 
Aúreos
 




LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS




 

EL CUADERNO
   
(Desde 10 Nivoso)


10 Nivoso
Hoy me ha enseñado las instalaciones técnicas y de mantenimiento vital de la base. Se encuentran en un nivel por encima de la zona residencial habitable. Yo no entiendo de maquinaria y supongo que Lupi tampoco, pero antes de entrar en la planta hay una gran biblioteca técnica en donde se detallan todos los sistemas, su funcionamiento e instrucciones de cómo actuar en caso de fallo.
También hay un gran almacén de recambios vitales para los sistemas más delicados, con piezas suficientes para mucho tiempo de vida. Como quiera que lo más sensible es la parte de los congeladores, tanto de tejidos y ADN como de las despensas; todos esos sistemas son redundantes, es decir que tienen equipos duplicados; así que cuando se produce algún incidente entra en funcionamiento el equipo de reserva y se puede proceder a reparar el averiado sin interrumpir el servicio. Lupi, que se había leído la mayoría de la biblioteca técnica, me comenta que, aunque él no es técnico, ya controlaba todo el sistema y que los manuales son de lo más elemental puesto que iban dirigidos a biólogos, botánicos, zoólogos... y no a ingenieros industriales ni a físicos nucleares. Me muestra el corazón de todo el sistema que es la planta de generación de energía.
Con un río subterráneo existente se dispone de material inagotable para suministro de agua potable y para los diversos laboratorios; pero lo más importante es su uso como energía motriz. Con la electrólisis se obtiene oxigeno e hidrógeno, ambos gases se utilizan en la reposición de lo que se consume por el personal y en los diversos procesos biológicos. Algo del hidrógeno, para reponer pérdidas en el sistema, pasa al reactor combinado en donde se produce una reacción doble de fusión y fisión simultáneas. El plasma que se genera es contenido por potentes campos de fuerza, no sé si magnéticos o qué, pero funcionan; porque ningún material aguantaría las temperaturas alcanzadas, aparte del riesgo de volverse radiactivo. Para entrar en el corazón del reactor a fin de realizar labores de mantenimiento se tiene que vestir un traje protector especial.
La mayor parte de la energía producida se consume en la generación de un plasma de los gases presentes, hidrógeno elemental junto con las pequeñas cantidades de deuterio y tritio que le acompañan, y en el bombardeo del mismo para dar lugar a helio que, al fisionarse en el mismo proceso, da lugar nuevamente a hidrógeno y devuelve la energía en un bucle estable, en un ciclo combinado fisión-fusión. Según esto la energía se transforma continuamente en materia y viceversa y lo que realmente sale del proceso es la energía correspondiente a la fisión de los pocos átomos de deuterio y tritio presentes ya en el gas que entra en el sistema y que acaban desapareciendo. Lo trascribo tal como me lo ha contado aunque sigo sin entender gran cosa.
Revisamos toda la instalación aunque yo me quedo como estaba y bajamos al comedor. Allí me enseña las enormes cámaras congeladoras y sus cintas distribuidoras automáticas que van reponiendo los productos a las criodespensas y refrigeradores conforme se van consumiendo en la cocina, al estar nosotros solos y no toda la plantilla que debió tener la base en sus buenos tiempos, todo esto permanece inactivo casi todo el tiempo.
También me enseña el funcionamiento de los hornos; son tan sofisticados que detectan qué alimento se introduce, determinan tiempos y temperaturas de cocción, detectan la temperatura interna para parar justo al punto y, dependiendo del alimento, lo dorado de la superficie o el punto justo de napado de las salsas. Me explicó cómo funcionaba el sistema automático de suministro y lavado de utensilios. Todos los cubiertos, platos, etc. se depositan en una abertura y el sistema procede a su clasificación, separación, fregado y esterilizado para posteriormente volverlos a depositar ordenadamente en sus correspondientes cubículos.
- Este proceso de lavado - me explica -, se lleva a cabo sin detergentes, sólo con agua a presión y temperaturas muy altas, porque luego estos líquidos, junto con los residuos orgánicos del comedor y la cocina así como los desechos de los lavabos pasan a los compostadores que has visto en el nivel más bajo. Únicamente se usan detergentes en los aseos, pero son detergentes de base orgánica por saponificación de las grasas y no haría falta eliminarlos por ser biodegradables, no obstante las aguas de los aseos son tratadas para limpiarlas en lo posible de detergentes.
Hoy me he encargado yo de seleccionar el menú y “cocinarlo”; para ser la primera vez no me ha quedado nada mal. Y, con unos cafés delante, le comento que allí se está muy bien, que se duerme de maravilla y se come mejor, pero yo he venido con una misión concreta y no puedo aplazarla más si no quiero verme bloqueado por la nieve. Él me expone que necesita repoblar especies y que, por lo menos, tiene que permanecer aquí unos quince días. Le digo que tanto tiempo no me lo puedo permitir porque el Invierno se acerca, así que ya me veo siguiendo mi expedición a solas.
Finalmente, tras unas copas de coñac, parece que llegamos a un acuerdo viable y asumible por los dos, se trata de que el tiempo se puede reducir sensiblemente si emplea la carreta y a Adagio para transportar todo lo necesario y así se evita tener que hacer muchos viajes hasta la base para llevar los materiales a mano. Total, acordamos que yo permaneceré en la base no más de cinco días mientras él lleva a cabo sus trabajos de regeneración botánica y faunística y luego partiríamos juntos hacia los Montes Áureos.
Este plan tampoco irá mal a Adagio ya que, a buen seguro, echa de menos comer pasto fresco y caminar al aire libre; y a mi tampoco, porque seguir la expedición en compañía es mejor que hacerlo solo.
Descargamos la carreta y nos pasamos toda la tarde trasportando desde los niveles inferiores: herramientas, bolsas de semillas, semilleros germinados, arbustos pequeños y plantones de árboles varios, frutas con sus semillas dentro, frascos llenos de agua con alevines de peces y renacuajos, jaulas variadas con animalillos que no acabé de identificar y cajas cerradas con lo que me parece pudieran ser insectos.
Acabamos cansados así que, tras una cena ligera, nos retiramos a nuestros dormitorios, redacto estas notas y me acuesto.

11 Nivoso
Hoy me quedé solo; Lupi salió muy temprano, acompañado de Wolf, por la rampa de la cueva llevando además, amarradas a la trasera de la carreta, dos parejas de terneros, de ovejas, de cerdos y de cabras. Realmente, al verlo partir, parecía una imagen plástica muy propia de lo que los Regenarios pretendían con el Proyecto Noé. El tiempo era soleado y las aguas de la inundación se habían retirado. Se dirigió hacia la orilla del arroyo y se perdió en la distancia. Yo regresé al interior de la base y las puertas se cerraron automáticamente.
Me he pasado todo el día recopilando en el otro cuaderno todo lo que puedo recordar de lo visto y escuchado antes de que se me olvide. Lo cierto es que tengo trabajo para rato escribiendo y describiendo todo; pero voy a dedicar también algún momento a bucear en la biblioteca, porque tiene muchos documentos sobre la fauna y flora evolutivas que ya no se conservan ni siquiera en la Universidad de Sandulia, ni en la Gran Biblioteca de Clavia que custodia los documentos de antes de la Revolución, recuperados por todo el Continente. Pienso aprovechar además para experimentar esos placeres gastronómicos desconocidos, que se almacenan en las despensas de la base. En estos días también voy a procurar explorar más a fondo los niveles inferiores y ver con detalle todo lo que en nuestra rápida visita no pude ver, pero sin tocar nada por si acaso.

12 Nivoso
Ayer estuve toda la tarde escribiendo, tomando notas, haciendo resúmenes y esquemas; y esta mañana no tenía muchas ganas de seguir, así que me he dado una vuelta por la biblioteca. Hay unos cuantos libros que ya conocía de la Universidad, pero he encontrado muchos que desconocía y que en el mercado alcanzarían precios astronómicos, sobre todo los que corresponden a ediciones anteriores al Imperio Eárthico, cuando aún estaban enzarzados en guerras estériles, pero ya se estaban sentando las bases de la globalización planetaria. Si pudiera, me llevaría a escondidas dos o tres:


Dinámica de ecosistemas estables
 de Félix Fountain’s
Simbiosis y reproducción en medios acuosos
de Riveri Clearwater
Cuadrumanos en la antigüedad y el hombre actual
de los hermanos Ximp & Zee Primatti

pero mi innata honradez me hace desistir.
Buscando entre los volúmenes polvorientos (tengo que decirle a Lupi que pase la aspiradora o un paño húmedo), encuentro un tomo sorprendente y de alto interés. Es algo así como el Cuaderno de Bitácora de la Base, en donde se detallan las razones para su emplazamiento en aquel lugar, las peripecias durante su excavación y dotación de instalaciones, la provisión de muestras y todas las vicisitudes de la base y sus habitantes hasta que, en la última anotación, una letra casi ilegible da cuenta de la reciente muerte del que fue el penúltimo de los científicos y deja constancia y testamento para la posteridad.
“...como con todos los compañeros, acabo de depositar a Rupert en el colector de material orgánico para su reciclaje, no sé si algún día alguien se ocupará de mis restos, mi hora se acerca, pero voy a seguir trabajando mientras las fuerzas me acompañen y confío en que quien me encuentre continúe nuestra labor...
 ...cuando me llegue mi hora, cuando las fuerzas me abandonen, me tenderé en la cama esperando el momento último, pero lo haré, como todos los compañeros que han ido dando ese mismo paso en estos últimos años, con la tranquilidad de conciencia y con el convencimiento de haber cumplido con mi deber, y eso me basta”

Copio todo lo que puedo en el otro cuaderno; pero aquí, por si acaso, voy a anotar unos detalles interesantes de su contenido. La supervivencia de esta base seguramente se debió a su alejamiento de cualquier lugar habitado, mucho más distante de cualquier población o vía de comunicación que las demás que acabaron siendo destruidas.
La selección del lugar obedeció a esa primera razón, el aislamiento; pero al cabo de unos años comprendieron que había sido una buena elección por cuanto aquel territorio, hasta llegar a los Montes Áureos, iba a necesitar su actuación porque había acabado siendo colonizado por las nuevas especies depredadoras y se estaba despoblando rápidamente todo el entorno. La tragantija estaba dando buena cuenta de la vegetación así como de los animales terrestres. Su población era tal que los Regenarios tuvieron que tomar enormes precauciones a fin de evitar ser presa de ellas y también para impedir su acceso a las instalaciones, a los laboratorios así como a las despensas.
Calculaban que en pocos años, al quedarse sin alimentos emigrarían a otros territorios o se extinguirían por inanición o por devorarse entre ellas tan pronto consumieran las reservas de sus colas, y tuvieron razón. Posteriormente, parte de la vegetación acabaría rebrotando, bien de sus propias raíces, bien por la germinación y arraigo de algunas semillas y por ello esperaban que la deforestación no fuera total. Del mismo modo la fauna de los ríos estaba siendo exterminada por la superpoblación de meronnia y, cuando el exterminio concluyera, este predador acabaría también desapareciendo, como el resto de las especies acuáticas.
Por lo que se refiere a las aves; el águila arborícola estaba acabando con ellas pero la proliferación de esta neorapaz se veía frenada, por la escasez de presas y por la falta de un número suficiente de álamos gomosos, en cuyas ramas se hacinaban, haciendo aquella masificación muy difícil el anidamiento.
Las águilas que vimos durante el viaje debían ser los últimos ejemplares sobrevivientes y supongo que se debían haber estado alimentando de aves migratorias procedentes de territorios en los que no había álamos gomosos y, por lo tanto, tampoco águilas arborícolas competidoras. La falta de presas les había hecho llegar a un autocontrol y un equilibrio reproductivo para adaptarse a la escasez.
La situación previsible a corto plazo en muchos itíners a la redonda era la despoblación total, aunque podrían haber áreas en que se podrían regenerar por si mismas algunas plantas e invertebrados, y era muy previsible la desaparición por inanición o migración de los depredadores. Esto hacía muy aconsejable este territorio para una reintroducción de las especies evolutivas. El proyecto planificaba crear pequeños nichos de ecosistemas nuevos en forma controlada que, conforme fueran creciendo, se irían enriqueciendo en especies e integrándose entre ellos.
Para ello era preciso ser muy selectivo a la hora de introducir especies, no podían aspirar a crear ecosistemas complejos con un alto número de especies, había que iniciar la repoblación con un número limitado, para ir añadiendo nuevas conforme se fueran alcanzando nuevos equilibrios.
Primero se debía comenzar por los frutales y plantas, especialmente gramíneas y leguminosas, también los insectos polinizadores como las abejas y otros especimenes como la lombriz de tierra que remueve y airea el terreno. Muy posteriormente se introducirían los herbívoros para, alcanzados niveles altos de población, dar paso a los carnívoros y omnívoros. En la última fase se introducirían también las aves granívoras, frugívoras e insectívoras para, transcurrido un tiempo prudencial, dar suelta a las rapaces y a los demás predadores.
Por lo que se refiere a la regeneración de la fauna fluvial se comenzaría por batracios, peces como la trucha, el barbo, la boga y otros que se alimentarían de los peces más pequeños, huevas, renacuajos y de los insectos pero mayoritariamente de las plantas acuáticas, muy abundantes porque la meronnia no las comía al alimentarse únicamente de otros peces. Más adelante se añadirían cangrejos y siluros para en una última fase las nutrias y otros especímenes. El arroyo que vimos en camino estaba ya en su última fase, porque la población de alevines, renacuajos y ejemplares adultos era ya muy numerosa y estaban acabando con sus fuentes de alimentación, lo que hacía necesario un depredador que la mantuviera en niveles de sostenibilidad.
La repoblación tanto en tierra como en los ríos se haría en cada uno de los pequeños ecosistemas aislados y conforme se fueran desarrollando, acabarían interactuando en el hinterland y mezclándose todas las especies, hasta alcanzar nuevos equilibrios con una mayor riqueza faunística.
Todo el día se me ha pasado consultando y anotando datos en la biblioteca. Es evidente que Lupi se había leído todos estos registros y había seguido fielmente los planes al pie de la letra; aunque, según me había confesado, había tenido algún que otro fracaso, cosa que no le amilanó.

13 Nivoso
Sigo buceando entre los volúmenes de la biblioteca y encuentro un libro muy interesante; se trata de La edafología práctica de John Landless, que describe las plantas idóneas para cada tipo de suelo según su pH, su composición y permeabilidad (suelos arcillosos, arenosos, limosos, margosos, gredosos,...) Esto me hace recordar un plano que me pareció ver en una pared del taller de botánica, con unas marcas de colores similares a las especificadas en este libro. Desciendo con el libro bajo el brazo al nivel correspondiente y, frente al plano, compruebo que está todo señalizado con las características edafológicas por zonas, lo que facilita repoblar con las especies más adecuadas cada uno de los diversos tipos de terreno.
En el plano están delimitadas muchas zonas y señalizadas con colores diferentes. Puedo apreciar que se trata de varios pequeños valles, humedales, y terrenos arenosos o semidesérticos. Algunos cuentan con notas adhesivas indicando la fase de repoblación en que se encuentran. Los ríos están marcados con colores diferentes que indican en qué momento se encuentra la repoblación y si ya ha alcanzado el grado de saturación.
Antes de subir de nuevo a la biblioteca paso por el nivel siguiente y aprovecho para arrancar unas zanahorias y coger unas manzanas, así mientras voy consultando libros y tomando notas puedo ir mordisqueando algo. Tenía ganas de comer algo fresco y natural porque acaba uno por cansarse de las conservas y los platos preparados, por muy buenos que estén; y además, lo que nos espera dentro de unos días, es seguir comiendo conservas, galletas y similares.
Tengo que procurar cargar con todas las verduras y frutas frescas que pueda antes de emprender la marcha. Hablando de platos preparados, me he pasado un rato revisando las existencias de las cámaras y resulta que hay variedad suficiente para no repetir un plato por lo menos en dos meses. Encuentro unos cuantos recipientes herméticos, según Lupi “criovacs”, con guisos fácilmente transportables y de larga conservación aún después de descongelados por estar también al vacío. Tenemos que llevarnos de todo un poco en nuestra próxima expedición.
El día se me ha pasado rápido y ya faltan sólo dos días para que regrese Lupi

14 Nivoso
La verdad es que estar aquí tan aislado se hace duro y eso que llevo tan poco tiempo, me imagino cómo lo debieron pasar los últimos Regenarios y en particular el último en morir. También me imagino a Lupi trabajando aquí, salvo la compañía de Wolf, en la más absoluta soledad y silencio, sólo roto por un leve zumbido de la maquinaria. Ahora comprendo un poco su mutismo y pienso que este aislamiento le hace a uno perder la capacidad del habla, por eso procuro ahora ir leyendo en voz alta o hablar con los objetos que me rodean, como si estuviera loco, porque de no hacerlo temo que me volvería loco de verdad.
Por lo menos en Sandulia tengo con quién hablar, al menos cuando voy a la compra y, en último extremo, le hablo a Garfio como si me entendiera y fuera capaz de responder, y sí que me suele responder pero en ese lenguaje no verbal que emplean los gatos. Desde que me lo traje de Bgardia, tras una expedición que hice al volcán de Impel, y a pesar de que hoy en día no es costumbre tener mascotas, Garfio me ha hecho mucha compañía y parece que hay una comunicación entre nosotros. También ahora canturreo, como suelo hacer a menudo, las canciones que aprendí en mis años mozos; porque yo, además de estudiar, también tuve juventud, y tarareo las que ahora están más de moda en Sandulia, especialmente no me puedo quitar de la cabeza un tema titulado:
“Cántame bajo la rama del manzanillo” del Grupo Carracuca.
 Me cansé otra vez de tanto leer y tanto escribir, así que me voy a estirar las piernas y, de paso, traerme otras zanahorias y manzanas que está muy ricas. Ese nivel es el más silencioso de todos aunque, de vez en cuando, se pueden oír las válvulas de riego abriéndose y cerrándose y el siseo de los humidificadores en las bandejas de hidroponía.
Así leyendo, escribiendo, comiendo y cantando, acabo la tarde, ceno y me voy a ir a dormir, ya falta poco para el regreso de Lupi y la carreta.






(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 7 Nivoso

 La liberación de su encierro y 
el sorprendente hallazgo de un 
mundo subterráneo le esperan
esta vez
 



LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS






 

EL CUADERNO
   
(Desde 7 Nivoso)


7 Nivoso (creo)
La noche se me hizo muy larga. El silencio era abrumador, casi sólido, pero estruendosamente roto por algún resoplido de Adagio, mi propia respiración y el zumbido de la sangre al fluir por mis venas en un continuo batir, a semejanza de un gran tambor retumbando en mis oídos. No sabía si era de día o de noche, ni siquiera cuánto tiempo había dormido, ni si había remitido el temporal. En aquel silencio y oscuridad estaba totalmente desorientado y decidí levantarme. Tenía que explorar a fondo la cueva por si encontraba alguna vía de escape, así que prendí de nuevo la lámpara y me puse a revisar y palpar las paredes, cada saliente y cada hueco, durante una cuantas decihoras que no puedo precisar porque perdí la noción del tiempo.
Intenté localizar los bordes de la puerta por la que habíamos entrado, pero parece ser que ajustaba tan perfectamente en el hueco que fui incapaz de diferenciar la puerta en la pared de piedra. Únicamente pude encontrar en una parte de la roca los restos de unas huellas de barro que habíamos dejado al subir por la rampa, pero aun así era incapaz de encontrar en donde acababa aquella losa de piedra y comenzaba la pared. El desánimo se apoderó de mí y pensé que en aquella oscura cueva, en el vientre de la roca tras una puerta infranqueable, iba a encontrar mi final.
Puse algo de beber a Adagio, aunque no quedaba mucha agua, pero ¿qué más da?, total acabaremos por asfixia antes que por sed... Había apagado la lámpara para conservar al máximo el oxígeno y, en aquella oscuridad y silencio, únicamente me quedaba para llenarlos: los recuerdos, los sueños, todas mis experiencias y exploraciones.
Recordaba vívidamente otra ocasión en que buscando en la Costa Espejo ejemplares del caracol ermitaño quedé atrapado en un paso estrecho de una caverna situada al pie de un acantilado. Había tenido la ocurrencia de penetrar por la galería que conducía a un lago subterráneo, en donde me habían informado que aún se encontraban ejemplares en estado salvaje. Y allí me hallaba yo, inmovilizado en una galería, boca abajo y sin posibilidad de avanzar ni retroceder. Desgraciadamente había penetrado al poco de haber comido copiosamente y la orondez de mi abdomen se atascó en aquel paso estrecho dejándome atrapado. Tuve que permanecer allí varias dh hasta que los jugos gástricos hicieron su función y, terminada la digestión, pude salir del atolladero y dejar sin completar lo que allí me había llevado. Pues ahora me sentía igual de impotente pero con la tripa vacía, o al menos me lo parecía, por lo que en recuerdo de aquella ocasión, eché mano de las provisiones y comí algo con desgana. Total... es lo único que voy a sacar de aquí, pensé. El comienzo de la digestión y lo poco que había dormido anteriormente se tradujo en un profundo sopor y allí me quedé dormido, como un tronco, sobre la tela de la carpa.
No habrían pasado apenas unos deciminutos, supongo, cuando; en aquel silencio espeso, casi sólido, me despertó un chasquido y un chirrido como de dos piedras rozándose; una tenue y creciente claridad comenzó a iluminar la cueva y, finalmente, pude distinguir una parte de la pared girando sobre si misma, en el hueco abierto en la roca apareció una figura vestida con un sobretodo blanco y se me acercaba. Con sorpresa distinguí en aquel personaje a Lupi que me saludó con una voz que retumbaba en las paredes de la cueva. Traía en una mano otro sobretodo que comencé a enfundarme y en la otra un saco de pienso que acercó a Adagio.
- Le ruego que me disculpe por no haber llegado antes pero es que, tras la escalada, llegar al acceso de emergencia, entrar, abrir la rampa, cambiarme las ropas mojadas y las botas, estaba totalmente derrengado, me he sentado un rato para recuperarme y me debo haber quedado dormido por más tiempo de lo deseable. Seguro que aquí en la oscuridad y el silencio se le ha hecho muy largo pero no han pasado más de dos dh, creo. Ahora me imagino que debe tener ganas de comer algo decente – me dijo - ¡vamos!, tengo muchas cosas que contar pero lo haremos en la sobremesa frente a unas tazas de café.
Todo aquello me dejó patidifuso, pero lo que más me asombraba es que al parecer había roto definitivamente su mutismo. Atravesando aquella puerta dimos con una amplia sala tan iluminada que tuve que entrecerrar los ojos para acostumbrarme, estaba equipada con mesas y sillas como en un restaurante.
- Éste es el comedor de la base – me dijo y, sacando unos recipientes de un armario, los introdujo en una especie de caja cuadrada que había en la pared tras un mostrador o repisa de acero brillante. Acto seguido preparó dos bandejas; de otro armario sacó una botella, la descorchó y sirvió dos vasos de un vino tinto que me resultó lo mejor que había probado nunca, ni tan siquiera cuando había estado en Poor Span.
- Mientras termina de prepararse la comida me voy a buscar a Wolf, que aún sigue en su encierro
Se perdió por una puerta corredera a un lado del mostrador y al poco reapareció acompañado de un enorme perro lobo. Esta especie sólo la conocía por grabados, pero ahí tenía, delante de mí, un hermoso ejemplar vivito y coleando, como dándome la bienvenida. Se sentó al lado de la silla que ocupaba su amo y se le quedó mirando mientras éste le pasaba la mano por el lomo.
Al poco, aquella extraña caja dio un aviso y Lupi sacó los recipientes, los abrió, los colocó en las bandejas y los sirvió en una mesa, sentándose en una silla, yo hice lo mismo. En un cuenco había una crema fluida que al probarla me dejó aún más sorprendido; aquello no tenía nada que envidiar a los mejores platos del mejor restaurante de Sandulia, ni tan siquiera a la famosísima “crema de sirenas” del restaurante Puertos Blancos situado en la ría de Almira.
- Esto es una sencilla crema de marisco, del menú normal de la base – me dijo – y el segundo plato es un ossobuco, pruébelo
Acababa de comer en la cueva pero, tras catar aquellos platos, decidí que prefería reventar a dejarlos. No voy a describir lo tierna que resultaba la carne ni los aromas de las verduras que la acompañaban ni el sabor de la salsa, sólo puedo decir que nunca había probado nada igual y que aquel aroma superaba con mucho a las tentaciones olfativas a las que me había visto sometido con la engañaolfatos. También había sacado un pan horneado hacía bien poco porque aún se conservaba tibio, y le dio un buen trozo a Wolf que lo engulló de un bocado. De otra cámara frigorífica, pues eso debía ser la otra de donde había sacado los primeros platos, sacó unas tarrinas de helado de frutas silvestres que ya ni me molesto en describir porque no tendría palabras. Y dimos por terminada la cena con unas tazas de café negro, espeso, ardiente y aromático.
Le pregunté que si era un Regenario y me contestó que había sido un estudiante de Historia, que se había propuesto hacer su tesis doctoral sobre aquel movimiento, y que investigando había dado, casualmente, con esta base allá por el año 220 DR.
Al preguntarle de cómo había podido entrar teniendo en cuenta lo oculta que estaba la base y sus accesos y me comenta que:
- Llegué aquí, por las referencias dispersas que pude encontrar en las ruinas de las otras bases, con la intención de investigar también las ruinas de ésta, pero no encontraba ruinas por ningún lugar ni señales de acceso alguno. Ya a punto de desistir, estaba descansando al pie de un saliente cuando una roca de movió lentamente dejando una abertura redonda y yo; irreflexiva, pero afortunadamente, me introduje por ella. Encontré una puerta que pude abrir con facilidad y encontré todo esto. Fue un hallazgo casi imposible, pero me encontré en el lugar exacto en el momento exacto. Según pude saber después, el sistema de acceso estaba programado – no sé el motivo – para que si no había actividad al cabo de un año, la puerta se abriera automáticamente durante una hora cada semana, aunque a horas distintas, por lo que mi hallazgo no deja de ser casi milagroso. Luego descubrí el procedimiento de apertura y la lista clave. Se trataba de que la puerta respondía a una orden verbal que cambiaba automáticamente cada día. Al pronunciar el nombre de un animal pero en orden inverso de sílabas, daba lugar a que se abriera o cerrara el paso. Al principio tenía que anotarme cada día la clave de acceso, pero luego acabé aprendiéndome la lista y ahora cada día, rutinariamente, al levantarme recuerdo la clave del día anterior y memorizo la del día actual. Precisamente hoy es “lalubeli” y mañana será “brelie”.
Los regenarios habían muerto a manos del ejército o bajo los escombros de sus bases; pero aquella, al encontrarse en un paraje tan aislado, no había sido localizada. Todos sus habitantes se supone que habían muerto de viejos en sus instalaciones, pero Lupi sólo encontró a su llegada, en uno de los dormitorios, los huesos limpios de uno de ellos; huesos que envolvió en las sábanas y enterró en una fosa que pudo excavar lejos de la base en que el terreno dejaba de ser rocoso. De eso hacía ya diez años, de los que los tres primeros se los pasó estudiando y aprendiendo el funcionamiento de todos los servicios y equipos. Desde entonces se dedicó a ir reintroduciendo la fauna y flora antiguas por aquellos territorios deshabitados y, periódicamente, acudía a Arsix en busca de algunas provisiones y complementos que no había en la base, así como para ponerse al día de lo que pasaba por el mundo; y así me encontró, o mejor dicho, nos encontramos.
Estuvo horas hablando, como para resarcirse de su mutismo anterior, parecía que necesitaba alguien que le escuchara. Diez años en aquel lugar debían hacerle sentir muy solo. Ahora comienzo a atisbar las respuestas a aquellos interrogantes que dejé sin explicación en el viaje sobre los conejos y las truchas, ahora todo comenzaba a tener sentido. Todo lo que me contó de sus peripecias, sus investigaciones, el descubrimiento y posterior uso de la base lo voy a pasar a otro cuaderno porque se sale de la exploración en curso y además porque el material es tanto y tan interesante que da para un nuevo libro.
Me hizo acompañarlo a encerrar a Wolf. Tras aquella puerta había un amplio habitáculo con el suelo de arena en cuyo centro se alzaba un árbol petrificado, al pie del cual corría un arroyuelo de agua cristalina. Revisó el dispensador automático de pienso y nos retiramos. Recorrimos aquel nivel en donde se encontraban los servicios del personal; dormitorios, aseos, comedor, cocina, despensas, enfermería, biblioteca, ludoteca y quién sabe cuantas cosas más. Había perdido la noción del tiempo en la cueva y luego habíamos estado horas de charla, así que el cansancio no se hizo esperar, nos retiramos cada uno a un dormitorio de los cincuenta que había y, tras ducharme, afeitarme, ponerme un pijama que encontré en un armario, probé la cama, me acosté y me quedé profundamente dormido.
He aplazado la redacción de estas notas a la mañana del día 9 aunque las fecho como día 7, pero anoche hubiera sido incapaz de escribir ni una letra. Esta noche si que dormí a gusto en este lecho mullido y limpio tras los pasados días de duro suelo y saco de dormir.

9 Nivoso
Me parece que he perdido la cuenta y un día en la cueva, estoy hecho un lío, así que tengo que saltar un día y ahora paso a relatar sucintamente lo que he visto hoy, y con mayor detalle en el otro cuaderno. Tras levantarme, darme otra ducha calentita, que me apetecía, y desayunar con Lupi, éste me llevó a los niveles inferiores. Primero tuvimos que pasar por una cámara de esterilización para evitar contaminar los laboratorios y almacenes. En el siguiente nivel, una gran sala en un ambiente húmedo, casi de saturación, se encontraban muchos metros cuadrados de bandejas de cultivo hidropónico, y al fondo semilleros y unas jardineras profundas. Había bandejas en las que crecían variadas especies vegetales, según me dijo Lupi en parte para plantar y en parte para procesamiento, congelación y uso de la cocina, así como para pienso con que alimentar a herbívoros. En los semilleros también brotaban verduras, arbustos y plantones de árboles de tal variedad que no soy capaz de enumerarlos, y en las jardineras había trasplantados árboles frutales ya aptos para su plantación definitiva. Algunos de ellos ya tenían frutos. Pregunté si podía coger alguno y Lupi me dio una manzana de un rojo intenso que comí con corazón y todo, estaba deliciosa.
A la izquierda había una puerta que daba, a través de una esclusa, a los silos de semillas conservados en ambiente inerte y temperatura controlada. Gran cantidad de algo como archivadores con cajones guardaban todas las muestras de semillas de la antigua flora.
A la derecha de la gran sala había otra puerta, tras la que se encontraban amplias mesas de trabajo equipadas con herramientas para trasplante y poda, así como varios silos de sustrato de variadas composiciones, junto con otro gran depósito de compost y estanterías llenas de paquetes de macetas de cartón biodegradable. Había también una máquina enorme que, con los restos de paja y fibras no utilizables, preparaba una pasta de cartón y luego moldeaba las macetas en distintos tamaños. Por lo que se ve Lupi lo mantenía todo limpio y en orden, se notaba que se había trabajado intensamente en aquella sala. En un lateral de aquella sala y tras una esclusa me enseñó unos grandes silos.
- Aquí viene a parar el contenido de los cultivos hidropónicos, salvo una bandeja que se reserva para semillero, se deshidratan a baja temperatura para evitar fermentaciones y así obtenemos pienso para los criaderos del último nivel
Pasamos al siguiente nivel y desembocamos en una sala en semipenumbra, a lo largo de la pared de enfrente había una infinidad de recipientes transparentes de muy variados tamaños llenos de un líquido turbio en unos, ambarino en otros y transparente en otros. Según me comentó se trataba de los tanques-madre capaces de gestar en su interior desde una musaraña a un ballenato. También había amplias peceras, algunas con terrario incorporado en las que se veían pulular peces diversos, alevines y renacuajos. Alguna rana adulta croaba a la orilla del agua. En la pared a nuestra espalda había gran número de cubículos, también de tamaños diversos, que me comentó se trataba de incubadoras.
Una puerta a la derecha llevaba a un pequeño distribuidor al que daban gruesas puertas de cámaras frigoríficas y al fondo un armario con trajes aislantes. Lupi abrió un instante una de las puertas y salió una vaharada de aire gélido, tras la que pude distinguir estanterías y más estanterías con cajas. Cerró rápidamente y me explicó que ahí se guardaban las muestras de tejidos y ADN de todas las especies conocidas.
A la izquierda de la sala de tanques-madre había otra puerta que daba a un sofisticado laboratorio biológico: probetas, destiladores, retortas, microscopios, espectrógrafos, centrifugadoras... todo un arsenal destinado a la investigación biotecnológica y la clonación de especies a partir de las muestras de ADN para su cría en los tanques. En aquellas instalaciones me imagino que también se llegaron a producir las termitas transgénicas de la sílice.
Había otra puerta que no me enseñó y eso despertó mi curiosidad. Le pregunté y, aunque se resistió un tanto, me dijo:
- Aquí hay algo que no he usado nunca y que, tras lo que he podido leer, no pienso usar; prefiero los procedimientos naturales o como mucho los de laboratorio a eso de la electrobiótica.
Abrió la puerta y me enseño lo que había.
- Esto que tenemos aquí es una Bioprint, una impresora bio3d, de última generación en los tiempos imperiales. Permite crear copias, no sólo tridimensionales sino totalmente fidedignas de cualquier cosa o ser a partir de la semblanza molecular obtenida por ecoscaneo de muy alta resolución a nivel atómico, tomando como base un modelo original. Se utilizan para ello los depósitos que aquí puedes ver y que contienen los elementos atómicos básicos; especialmente carbono, hidrógeno, y oxígeno, seguido de hierro, nitrógeno, calcio, fósforo, potasio, sodio y muchos otros. Teóricamente podría reproducir cualquier ser vivo; pero, por lo que he podido leer; no es recomendable, ya que al operar con organismos muy complejos, cualquier error infinitesimal de escaneo o de impresión podría dar lugar a aberraciones o mutaciones indeseables, tal como debió pasar con los producidos por el Imperio. Se aconseja únicamente su uso para multiplicar animales unicelulares, óvulos, semillas y hasta tejidos, pero como dispongo de muestras de ADN y semillas suficientes, ni siquiera eso necesito, por lo que esta puerta ha permanecido cerrada desde hace muchos años hasta hoy, y así seguirá.
Cerró la puerta y a continuación bajamos al nivel inferior. Era una amplia superficie de la que no se veía el final y en donde pude ver corrales, cuadras, pocilgas, aviarios y terrarios diversos. La iluminación era semejante a la luz solar y, según me comentó, se mantiene el ciclo diario de luz y oscuridad natural de 24 horas (él sigue usando las horas sexagesimales del Imperio, aunque si ha adoptado el Nuevo Calendario). En una cuadra había cuatro vacas y un buey con unos pocos terneros de diversos tamaños.
- Estas vacas, además de para reproducción y cría de sus terneros, son ordeñadas automáticamente y la leche se esteriliza para su consumo directo y la que no se consume pasa a formar parte en la elaboración de los alimentos congelados de la despensa y, cuando los terneros están bien alimentados, las despensas están suficientemente provistas y sobra, cosa natural estando yo solo, también sirve para alimentación de otras crías en esta planta.
En otro corral había un pequeño rebaño de cabras con unos cuantos cabritillos, y en otro lo que había eran ovejas. También pude ver cerdos con sus lechones.
En un aviario tenía gallinas, pavos y patos con nidales en los que algunas estaban empollando. Sobre ellos revoloteaban pequeños pajarillos que me parecieron colibríes. Le pregunté por qué no había más aves, ni rapaces y porqué los terrarios estaban vacíos.
- A base de equivocarse uno acaba aprendiendo; de momento no pienso criar frugívoros, granívoros ni insectívoros. Hasta que la flora que me interesa no se expanda lo suficiente no puedo permitirme pájaros que se coman las semillas ni que acaben con los insectos polinizadores. Por lo que respecta a los depredadores, como he podido aprender lamentablemente, mientras los herbívoros no supongan un problema para los pastos no pienso activarlos a fin de controlar su población. Al principio introduje en un pequeño valle no muy lejos de aquí ovejas y perros, pensando inocentemente que harían de pastores y los protegerían de no se sabe qué, pero como no tenían otra cosa que comer que las propias ovejas, acabaron con ellas y cuando regresé al lugar aquél ya no quedaba ninguna y los perros habían muerto por inanición.
Al fondo, a la izquierda y tras una esclusa me enseña unos grandes silos, bajos pero de gran superficie. La temperatura era bastante alta y la iluminación intensa. En los silos se insufla aire templado por su base y se va rociando con agua pulverizada por arriba, agua que se va recirculando desde la base al siguiente silo. Según me explica allí se produce la fermentación o compostado de la paja que ha servido de cama en las cuadras y corrales junto con el estiércol y gallinaza que se van retirando automáticamente cada día, los residuos orgánicos de cocina y lavabos, así como los restos de poda, hojas y varios como la paja sobrante no usada para hacer macetas, y otros diversos restos de la planta de vegetales. El agua que va humedeciendo los compostadores es la que procede de la cocina, del sistema de lavado tras ser tratada por ósmosis a fin de eliminar las trazas de detergentes orgánicos procedentes de los lavabos, y que llega canalizada junto con los restos de alimentos triturados y disueltos en la misma. El contenido va pasando secuencialmente de uno a otro silo y el resultado de todo el proceso es enviado, desde el último silo en que se deseca, a la sala de almacenaje de sustratos y abonos del nivel de la Flora. El agua residual del último contenedor, muy cargada de materia orgánica fermentada, se usa mezclada con agua limpia para el riego.
Allí abajo no se notaba el paso del tiempo pero el estómago ya me estaba dando avisos, así que subimos al primer nivel y Lupi preparó una suculenta comida y, para postre, unas frutas que recolectó al pasar por el nivel de Flora. Estaban maduras y con un aroma que no tenía nada que envidiar a las de mi huerto, aunque estas además para mí eran más exóticas y nunca las había probado, y su cultivo se hacía sin ningún abono o aditivo que no fuera natural.
Con el café, y durante toda la tarde, siguió hablando y yo tomando notas de todo lo relacionado con la repoblación que estaba llevando a cabo. Le hice algunas observaciones que fueron bien acogidas puesto que en aquellas materias era autodidacta, ya que era historiador. Así se pasó la tarde, cenamos y nos retiramos a dormir no sin antes llevarle a Adagio un saco de pienso y un manojo de zanahorias que también había cogido de las jardineras.


(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Las Notas del Dr. Hexápodus desde 29 Helador

 Tras un viaje más o menos sorprendente, 
una tormenta viene a complicar las cosas 
y casi a quedar a merced de la riada, 
cuando se abre una puerta que le 
salva del agua, Pero...¿Le salva?
 



LAS NOTAS DEL Dr. HEXÁPODUS






 

EL CUADERNO
   
(Desde 29 Helador)
29 Helador
Me despierto algo envarado por la incomodidad de dormir en el suelo, aunque ocasionalmente lo he hecho, y por la inseguridad de viajar con un totalmente desconocido. El sueño ha sido intranquilo, los ruidos sospechosos, chirridos y gruñidos me han mantenido horas despierto tratando de identificar las especies que los emitían. Avanzada ya la madrugada, comprendiendo que no había especies peligrosas y que lo que yo creía rugidos eran los ronquidos de Lupizius que dormía profundamente fuera de la carpa, entonces caí profundamente dormido hasta que la primera claridad del alba que se filtraba por la cúpula vegetal me despertó.
Desayunamos y reanudamos el camino hacia las lejanas montañas. Al paso intento localizar la fauna de la zona. Entre las aves puedo distinguir, volando en perfecta formación en V, una bandada de Pato tamiz, lo que denota la existencia en las inmediaciones de una zona pantanosa.
 También tengo la suerte de contemplar algo poco visto y es el vuelo del águila arborícola.
Le hago parar la marcha media dh para admirar la técnica de esta reina de los aires y continuamos el camino hacia unas montañas que aún no se divisan.

30 Helador
Mientras vamos avanzando lenta y trabajosamente me dedico a la contemplación de la flora, cuya expansión a lo largo de los años transcurridos desde la fiebre del oro es espectacular. Aparte de los álamos gomosos he podido apreciar la presencia de pinos llorones.
Entre los frutales puedo apreciar algunos que son raros ejemplares en los territorios conocidos, entre ellos el florimiel. Auxiliado por Lupizius, al anochecer y tras espantar a una cohorte de bichos zumbantes, hemos podido recolectar suficientes flores para darnos un buen banquete y llevarnos algo para reserva.
El árbol del pan es abundante en aquellos lugares aislados en donde no ha llegado el hacha, pero en esta época no está en producción, así que me quedo sin probar sus sabrosos frutos que, más que pan, decía que parecen una mezcla entre los extintos mango y plátano.
Paramos en un pequeño claro junto a un riachuelo, ya que está oscureciendo, la noche va a ser fresca así que, en lugar de montar la carpa, le digo que encienda una buena fogata aprovechando los restos de un pino llorón caído. Lupi (le voy a citar así para abreviar), sin decir palabra desaparece en la espesura. Esto me preocupa. A ver si ahora me va a abandonar en medio del camino… pero al cabo de un rato aparece con algo en la mano que cuelga de las patas. ¡Se trata de un conejo! ¡Pero si desde el Imperio estaban extintas todas las especies evolutivas! Mañana meditaré sobre el tema pero ahora voy a cenar conejo que, una vez despellejado y limpio, asa al fuego y huele de maravilla. Lo que no sé es si mi metabolismo, acostumbrado a la fauna y flora transgénicas y los alimentos de síntesis asimilaría bien ese alimento tan exótico, pero tras cenar muy a gusto una buena parte del conejo y redactar estas notas, me siento muy bien y me acomodo en el saco de dormir junto a la hoguera.

1 Nivoso
Me tiene que despertar Lupi, tan bien he dormido que no me he enterado de la salida del sol.
Hoy comienza el invierno pero, de momento, las temperaturas son bastante soportables. Quisiera llegar a las montañas antes de que comience el frío y la nieve, para elegir un refugio adecuado y montar la base de operaciones.
Tras uncir a Adagio al carro, reiniciamos la marcha lentamente pero sin desfallecer. Tenemos que apartar algunos troncos caídos en lo que antes fuera una amplia calzada y que ahora es una estrecha senda apenas visible, creo que si se mantiene aún algo practicable es por que debe ser una vía de paso para la fauna local.
Sobre la fauna actual se desconoce cómo habrá evolucionado, pero es posible que se haya vuelto a recuperar después de tantos años de ausencia de seres humanos, que durante la fiebre diezmaron la mayoría de las especies para alimentarse o comerciar con la carne, pieles y plumas. Según Californio Search en uno de sus libros, no recuerdo en cuál, llegaron a extinguirse totalmente algunas especies y otras quedaron reducidas a un máximo de veinte parejas.
Cuando llevábamos recorridas apenas unas pocas dh tropezamos con un afloramiento rocoso vertical que nos impedía el paso, por lo que lo tuvimos que bordear por la derecha en que la vegetación era menos tupida. Al llegar a la cara posterior de la barrera que nos cortaba el paso, la sorpresa fue fenomenal, aquello no era una formación rocosa natural; por su grosor, dimensiones, textura y color se trataba de los restos de una edificación de los tiempos del Imperio Eárthico, muy anterior al Levantamiento de los Silenciosos que devino en la Segunda Revolución. Era la primera vez que tenía ocasión de ver y tocar los restos de una construcción de aquellos tiempos. Prácticamente las pocas edificaciones que quedaron, parcial o totalmente intactas desde la Revolución, fueron desmontadas hace muchos años y reutilizadas como cimentación para las construcciones posteriores, eran muy buscadas y apreciadas por sus características de resistencia y aislamiento, así como su gran facilidad de mecanizado, aunque conforme se fueron averiando las pocas herramientas que quedaban capaces de cortaras; se dejaron de utilizar.
Buena parte de dichos materiales se emplearon también para fabricar muebles, algunos de los cuales se pueden admirar en el Museo Histórico Nacional Sanduliano. ¡Qué suavidad de superficie!, al tacto se nota también caliente debido a su alta capacidad aislante y al golpear con la mano parece sonar como hueco, ligero. Golpeo con una piedra y se desmorona (la piedra), no quedando señal alguna en la superficie. Me gustaría llevarme un trozo, por pequeño que fuera, pero no tengo las herramientas láser necesarias así que tengo que desistir y me alejo con todo el dolor de mi corazón.
Mientras seguimos avanzando por la estrecha senda recuerdo lo que había leído en la obra de Enzio Gazzano sobre la Revolución y de cómo acabaron cayendo todas las defensas del Imperio, gracias a una variedad de termitas transgénicas que atacaban los materiales silíceos con mayor eficacia que las radiales láser.

2 Nivoso
Reemprendemos el monótono camino. La vegetación es tan tupida que resulta hasta aburrido ya que no se ve nada alrededor. A lo largo del día no ha sucedido nada digno de reseñar, así que me dedico, a propósito del conejo que cené la otra noche, a rememorar lo que aprendí en las asignaturas de Historia Sanduliana, Paleofanuna y Paleoflora, respecto a las especies extintas o, al menos presumiblemente extintas, mientras no se demuestre lo contrario. Podría ser que se hubieran salvado en zonas aisladas ciertos restos de la fauna evolutiva al no verse afectados por las nuevas especies, pero es impensable que esto se pudiera mantener por mucho tiempo y en secreto, puesto que, con la Fiebre del Oro, a partir del año 100 DR y durante años, aquellos territorios se vieron muy transitados y es extraño que no hubiera referencia alguna a la existencia de conejos por allí.

3 Nivoso
Ha refrescado mucho. Esta mañana ha amanecido lloviznando y el camino se ha hecho bastante difícil, embarrado y con grandes encharcamientos, tanto que hemos tenido que refugiarnos a un lado de la senda en una zona rocosa bajo la visera de un abrigo natural. Lupizius ha encendido una buena hoguera para secarnos. Sigue lloviendo y, sin otra cosa que hacer, intento hacer hablar a mi acompañante sobre su lugar de origen o cualquier otra información, pero sigue con su mutismo, así que me entretengo en repasar mis notas.

4 Nivoso

Ha amanecido sereno y, aunque el camino sigue embarrado, continuamos la marcha. El terreno se comienza a ondular y a lo lejos parece divisarse la tenue línea quebrada de la cordillera. A partir de ahora me temo que la marcha se irá haciendo más dificultosa. De momento hemos podido atravesar sin dificultades algunos arroyuelos poco caudalosos pero temo que más adelante y tras las últimas lluvias encontremos algunos más crecidos.
Al parar a comer cerca de un pequeño estanque, Lupi se adentra caminando por la orilla con agua hasta la cintura y al cabo de un rato aparece con una ristra de peces colgando de un junco. Me sorprende comprobar que se trata de trucha común (salmo trutta) que se creía desaparecida tras la introducción de las nuevas especies en los ríos y más concretamente con la muy voraz meronnia de la que se comenta que acabó con toda la fauna fluvial a los pocos años de su introducción y que desapareció más tarde a falta de presas, por eso mi sorpresa es tan grande al constatar la supervivencia de la trucha. Y aún se me hace más extraño que durante la Fiebre del Oro no se mencionara su existencia ya que la ruta hacia los Montes Áureos pasaba por aquí mismo.
Tras atravesarlas con unas varillas de junco leñoso las asó en las brasas y resultaron deliciosas, hacía tiempo que no probaba algo tan rico.
Por la tarde nuestro camino acababa abruptamente frente a una grieta infranqueable, Lupi se bajó del pescante y, sin decir palabra como siempre, siguió el borde del precipicio hacia la izquierda hasta perderse de vista. Y allí me quedé solo sin saber que hacer, así que segué un buen manojo de pasto tierno de la orilla del camino y di de comer a Adagio. Al cabo de mucho rato volvió a parecer Lupi, sin decir nada se montó en el pescante dirigiendo la carreta por donde acababa de regresar y así anduvimos bordeando la grieta hasta que comenzó a oscurecer. Paramos al borde del camino bajo una gran encina y preparamos el campamento tras montar la carpa y encender una buena fogata.
Después de una cena ligera a base de unas verduras silvestres que Lupi había recolectado y unas truchas sobrantes del mediodía, escribo esta nota y me meto en el saco de dormir.

5 Nivoso
Anoche casi no conseguí dormir, cerca de donde descansábamos me pareció oír ruidos sospechosos, me desveló un batir de alas y el ulular de algo parecido a un cárabo. A lo lejos creí oír el aullido de un lobo o el gañido lastimero de un perro, pero eso era imposible, debía ser fruto de mi imaginación. Todo esto junto con lo del conejo, las truchas y la presencia de una flora salvaje, desconocida en los territorios habitados, me tuvo en vela. Aquellas tierras llevaban más de cien años sin presencia humana y el ecosistema había emprendido un camino diferente a lo que yo había conocido. Parecía como si las especies evolutivas estuvieran volviendo a adueñarse de este entorno salvaje.
Por la mañana seguimos bordeando la orilla del cortado, que cada vez va resultando menos profundo. Al fondo se ve un hilo de agua que se despeña en cascadas turbulentas y el rumor se puede apreciar desde lo alto de la escarpa.
Una bandada de aves en formación se dirigen hacia el Sur, aparentemente diría que son patos tamiz pero con el catalejo veo que los picos son de menor tamaño de lo que cabría esperar, más bien parecen ánsares comunes (anser anser) cosa que me sorprende, se lo comento a Lupi pero se mantiene impasible como si eso fuera de lo más normal.
Finalmente acabamos en un sendero amplio y libre de obstáculos, salvo matorrales dispersos y alguna que otra piedra desprendida de las laderas, que desciende hacia el fondo del valle mientras que el rumor del agua resulta cada vez más evidente. Llegamos al fondo del barranco y encontramos el camino cortado por un arroyo bastante turbulento, no muy caudaloso; pero no parece aconsejable intentar vadearlo con la carreta, de modo que seguimos paralelos a la corriente en dirección al Norte buscando un lugar adecuado para pasar a la otra orilla.
Al mediodía paramos junto a unas rocas y, tras encender una fogata, Lupi se mete en el arroyo y acaba saliendo con más truchas, me asomo a la orilla y veo pulular allí una gran cantidad de alevines y ejemplares de variados tamaños. Parece ser que tras tanto tiempo sin presencia humana ha habido una enorme repoblación, pero lo que no me explico es de dónde salieron los primeros ejemplares y cómo es que las nuevas especies creadas a causa de la Novedulis y los predadores evolutivos preexistentes no acabaron con ellos.
Tras comer hasta saciarnos seguimos la marcha.
 Lupi se alimenta exclusivamente de lo que caza o pesca, de frutas y plantas que recolecta y de alguno de los alimentos que llevamos, pero no de todos y, como mucho, algún alimento de síntesis pero nunca génicos. Intento sonsacarle sobre algo que, desde anoche, me intriga y es su aparente conocimiento de la zona y su fauna. Finalmente consigo arrancarle unos sordos gruñidos de los que saco en conclusión que no es la primera vez que hace este trayecto, que ha recorrido estos caminos varias veces en los últimos años y de ahí no soy capaz de hacerle salir porque se recluye en su mutismo habitual.

6 Nivoso
Hoy ha sido un día intenso y sorprendente. El tiempo comenzó a cambiar; a media tarde unos negros nubarrones procedentes del Oeste se aproximaban amenazadores. Teníamos que buscar algún refugio seguro para guarecernos si se cerraba el temporal; pero el arroyo, que iba bastante crecido, nos impedía vadearlo hasta unas formaciones rocosas que veíamos en la otra orilla y que podrían ofrecer algún abrigo y la posibilidad de encontrar alguna cueva aprovechable. De todos modos Lupi no aparentaba tener interés en cruzar a la otra orilla y continuaba en la misma dirección. Nos bajamos de la carreta y seguimos la orilla a pie tirando del ramal de Adagio para apurar el paso. En varias ocasiones tuvimos que apartar rocas al paso o sacar las ruedas de algún hoyo pero seguimos avanzando a buen ritmo.
No habían pasado ni dos dh cuando se desencadenó la tormenta en las alturas. Los relámpagos iluminaban con una luces destellantes la lejana sierra y por el tiempo transcurrido hasta el estampido del trueno pude calcular que el epicentro se encontraba a una distancia no mayor de dos itíners y acercándose. A lo lejos se podían apreciar las cortinas de agua que se precipitaban torrencialmente sobre la sierra y el agua del arroyo corría más crecida y turbia. Al poco rato nos alcanzó la avanzadilla de nubes y todo comenzó a sumirse en una semioscuridad, quebrada por los cada vez más frecuentes relámpagos. Cuando ya comenzaban a caer los primeros goterones, Lupi impuso un brusco giro tirando de las riendas y alejándose de la ribera. Tras nosotros se escuchaba un bronco rumor de agua, claramente perceptible en los momentos de silencio entre trueno y trueno.
Mientras nos distanciábamos del arroyo pude ver en la penumbra como el caudal crecía y crecía llegando a inundar la orilla por donde, hacía un momento, caminábamos; pero lo peor es que la riada se iba acercando y no se veía por ningún lado un lugar seguro en que refugiarnos. La lluvia ya era bastante intensa y resbalaba por los chubasqueros en grandes regueros, y el arroyo seguía creciendo. Nuestra marcha se había convertido en una huida desesperada ante la inundación.
Llegamos a una pared rocosa vertical que no ofrecía refugio alguno contra la tormenta y, lo que es peor, nos cortaba el paso dejándonos a merced de las aguas que seguían creciendo y aproximándose amenazadoras. Yo quería urgir a Lupi para que encontrara alguna vía de escape; porque ya nos veía arrastrados por la corriente, pero éste hizo algo que me inquietó aún más. Trepó agarrándose a las grietas de la pared rocosa, dejándonos allá abajo a merced del agua. En ese momento pensé aterrado que nos dejaba allí a nuestra suerte y él escurría el bulto. Tuve miedo como nunca había tenido en ninguna de mis expediciones.
Yo también habría intentado trepar, pero dejar la carreta con todo el equipo y a Adagio a merced de la riada me resultaba muy difícil. Miré a derecha e izquierda por si la pared ofrecía alguna grieta, o el suelo se elevaba lo suficiente para escapar.
Cuando ya el agua me llegaba por las rodillas y estaba decidido a dejarlo todo y trepar también por donde lo había hecho Lupi, un lateral de la pared de roca se abatió basculando hasta formar una rampa que desembocaba en una amplia abertura. Sin perder ni un minuto en intentar comprender lo que había pasado, agarré las riendas y tirando de Adagio, subimos con la carreta por aquella rampa de piedra hasta la boca y nos pusimos a cubierto en la cueva que se abría tras aquella extraña puerta.
Nada más penetrar unos pasos, la roca volvió a bascular y se cerró obturando la boca por la que habíamos entrado y se hizo la más absoluta oscuridad. La cueva había quedado herméticamente sellada de tal modo que ni tan siquiera se escuchaba el rumor del agua ni el rugir de la tormenta.
Habíamos escapado de un grave peligro, pero ¿qué nos esperaba ahora?
A tientas intenté tranquilizar a Adagio acariciándole las orejas y luego decidí encontrar una linterna, pero estaban al fondo de la carreta y, en aquella oscuridad, me habría tocado revolverla toda; de modo que, tras quitarme el chubasquero, rebusqué por los bolsillos de la cazadora hasta encontrar una caja de astillas con fósforo que, afortunadamente, se encontraba seca. Encendiendo una busqué una de las luces de combustible que llevaba colgando de la carreta y, tras encender la lámpara, se iluminó con su clara y amarillenta luz el lugar aquél, la danza oscilante de la llama hacía aparecer sombras móviles en las paredes.
Me encontraba en una cavidad cerrada de unos diez metros de fondo y otros tantos de ancho. El techo no estaría a más de cuatro metros y no se veía abertura alguna ni en las paredes ni en el techo, incluso la abertura por donde habíamos entrado era indistinguible. El pánico se apoderó de mí, me veía enterrado en aquella cavidad sin salida, en la que aún podría sobrevivir mientras me quedara agua y alimentos, pero lo que no sabía es para cuanto tiempo me daría la reserva de aire hasta que se agotase el oxígeno.
Solté a Adagio del arnés pero no tenía nada para darle de comer. En aquella cavidad no había ni gota de humedad y ni tan siquiera se criaba musgo. Me quité los pantalones, botas, calcetines así como la ropa que, pese al chubasquero, estaba húmeda y tendí todo en el varal de la carreta. Me tapé como pude con una manta y resignado a mi suerte, decidí pasar el tiempo que me quedara de vida lo mejor posible; así que me improvisé la cena con unas galletas y algo de carne seca, con la tela de la carpa me hice una especie de colchón sobre la dura roca del suelo y, tras cenar, redacté estas notas, apagué la lámpara para no gastar oxígeno y me metí en el saco de dormir.
 



(Si queréis ampliar conocimientos o aclarar dudas podéis consultar los anexos publicados anteriormente)