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miércoles, 2 de noviembre de 2016

RELATOS DE HÉNDER, Libro 1 (Las piedras de Hénder) parte 1

NOTA:_  Hoy vuelvo a publicar aquella primera parte que ya publiqué en su día. Más que nada para que no queden partes desperdigadas y el relato continúe seguido desde el principio.

Comenzamos aquí un nuevo libro titulado RELATOS DE HÉNDER. Se trata de un largo cuento en forma de trilogía de momento, porque tiene vida propia y sigue creciendo; con aventuras, exploraciones y mucha magia. Un "malvado y poderoso mago - tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto -" es autor de un encantamiento que Fan, nuestro protagonista, deberá neutralizar. Contará para ello con unos extraños compañeros de viaje y descubrirá nuevas tierras inexploradas.




Y comienza así...


dedicado a Elia y Llanos
que algo de frikismo me deben


LIBRO 1.- Las piedras de Hénder (parte 1)


Pascia era un pequeño y tranquilo país, situado al sureste del Continente Único. Limitaba al Norte con el Reino de Alandia y al Oeste con las Montañas Brumosas. Era un país de pescadores y campesinos que nunca habían ido más allá de sus fronteras y que, salvo algún caso excepcional, no tenían ningún interés en aventuras ni viajes.
En Aste, una pequeña aldea que se dedicaba a la agricultura y la ganadería, situado al Norte de la Capital, vivía un pastor llamado Fantasik, al que todos llamaban Fan. Cuidaba su rebaño con gran dedicación, ordeñaba sus ovejas y elaboraba los mejores quesos del pueblo y de los mejores de toda Pascia. También esquilaba, aunque las labores de hilado y tejido se las dejaba a otros.
Era un espíritu inquieto y curioso, pero tampoco en su vida había tenido ocasión de salir de los límites de su aldea, ni tan siquiera conocía el Mar del Alba que bañaba las costas del Sur y el Este de su país, nunca se había aventurado por los caminos que conducían al pueblo de pescadores conocido como Puerto Fin y aún menos a la Capital, de hecho ellos no viajaban para vender sus productos sino que los comerciantes de la capital viajaban a Aste y los recogían con sus carretas.
Fan conocía muy bien a cada una de sus ovejas y sus preferencias a la hora de comer, y a cada uno de sus perros, de los que Rayo era el mayor y macho dominante de los otros tres. Entre sus ovejas había unas que preferían el trébol silvestre, otras la avena borde de los ribazos, otras la correhuela,… pero otra tenía aficiones caprinas, ya que sólo le gustaba un raro té de roca que crecía en los riscos más inaccesibles; por lo que se engarabitaba por los roquedales, como si fuera una cabra, en busca de tan aromático forraje. Por encima de las otras, a Fan le resultaba simpática esta oveja porque; además de sus curiosos hábitos alimentarios y de que había aparecido no hacía mucho entre el rebaño sin que nadie supiera de dónde había salido, tenía una mancha negra en la cabeza que le daba un aire cómico. Como a todas sus ovejas y a sus perros le había puesto nombre, la llamaba Lunar por aquella mancha y porque había aparecido con la Primera Luna llena
Cierto día en que buscaba su golosina, se encaramó en unas crestas pero, una vez allí, fue incapaz de bajar por más que lo intentó, ya que el paraje era de lo más escarpado. Asustada comenzó a balar y balar hasta que el pastor pudo localizarla y, con muchas dificultades, trepar por las rocas hasta alcanzarla. Una vez arriba se la cargó a cuestas y emprendió el peligroso descenso, con riesgo de caer y estrellarse contra las rocas.
Logró descender hasta el prado y, dejándola en el suelo, muy enfadado, comenzó a decirle, como si ella pudiera entenderlo.
– ¿Estás loca?, tú no eres una cabra. Que sea la última vez que me haces esto, porque no me molestaré en subir a ayudarte
Como si lo hubiera entendido, Lunar agachó las orejas y se tendió mansamente en el pasto y, al mismo tiempo, como una aparición, se materializó junto a ella una bella joven ataviada con una vaporosa túnica de seda y le dijo al pastor.
– Gracias por rescatarla; es muy importante porque sin ella no podría librarme del encantamiento que pesa sobre mí.
Fan casi se cae al suelo del sobresalto y se la quedó mirando embobado, no se sabe si por la sorpresa o por la contemplación de aquella rara belleza
– ¿Quién eres y qué quieres decir?– dijo Fan, al que casi no le salía la voz sorprendido por la súbita aparición
– Yo soy Saturia la hija del rey Nasiano V que reina en un país muy lejano, pero no tanto como suelen serlo los países de los cuentos y por eso se llama así, No Tan Lejano. Un malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto, me condenó a vagar como un espíritu por esos mundos, sin poder regresar a mi país ni a mi forma corpórea, hasta que alguien logre reunir las cuatro piedras perdidas de la Corona de Hénder.
– ¿Y tú que tienes que ver conmigo y con Lunar?
– Si me puedes ver ahora es gracias a haberla salvado del peligro y sólo me puedes ver tú. El malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto, convirtió una de las piedras perdidas en oveja, de ahí su extraño comportamiento; pero hasta que no se encuentren juntas todas ellas no se romperán los encantamientos, tanto el mío, como los de las cuatro piedras. Por favor, ¡ayúdame!, tienes que encontrar las otras tres y te estaré eternamente agradecida. La próxima se encuentra cerca del pueblo de Mutts, en la Cueva de los Silencios, al borde de las Montañas Brumosas, pero no puedo decirte en qué la transformó el malvado y poderoso mago, eso lo tienes que descubrir tú.
Y dicho esto la princesa desapareció del mismo modo en que había aparecido.
Fan se quedó boquiabierto, contemplando el lugar que segundos antes ocupaba aquella bella y sorprendente aparición, pero reaccionó enseguida y tomó una decisión.
Animado por la expectativa de aventuras y encandilado por la belleza de la princesa, decidió emprender la búsqueda, así que se dirigió a la aldea y le contó la historia a su mejor amigo, Merto. Éste, que también era dado a la fantasía, quiso acompañarlo en su búsqueda pero, a regañadientes, tuvo que quedarse al cuidado del rebaño, aunque Fan tuvo que prometerle llevarle con él en sus próximos viajes.
Merto era un diestro artesano de la forja y fabricaba muy buenos instrumentos y herramientas de corte de excelente filo, tan excelente que podían cortar un cabello al aire y, como prueba de su habilidad, lucía una cicatriz en una mejilla fruto de un accidente con una de sus navajas.
Ambos amigos pasaban largas horas de charla y se ayudaban mutuamente en sus respectivas tareas, aunque a Fan no se le daba tan bien el afilado ni a Merto el pastoreo.
Acompañado por la oveja encantada, se puso en camino hacia las Montañas Brumosas. Llevaba en su zurrón, además de su navaja y una pequeña hacha obra de su amigo, yesca y pedernal en un bruñido estuche de acero que también era obra de Merto, una fuerte pero fina cuerda, un pañuelo de hatillo, una fina manta de la lana de sus ovejas, una hermosa hogaza de pan, uno de sus quesos más curados, chorizo y tocino suficientes para unos días, pero como era buen conocedor de las plantas y hongos comestibles, así como de algunas plantas medicinales apenas tendría que echar mano de sus reservas.
A los cinco días de caminar ya se distinguía a lo lejos la silueta de las montañas aunque debían caminar aún otros tres o cuatro días más, ya que el sendero bordeaba la falda oriental, hasta llegar a aquel pueblecito a la orilla de las Montañas y ya muy cerca de la costa.
El sol apretaba fuerte, de modo que a las horas de más calor comía y reposaba a la sombra y se dedicaba a tallar con su navaja complicados dibujos en su cayado.
Una vez llegado a Mutts quiso preguntar dónde se hallaba la Cueva, pero el pueblo bullía de actividad; la gente iba de aquí para allá con guadañas, horcas, palos y todo tipo de armas imaginables.
Preguntó al primero que se encontró, que a qué se debía aquel revuelo y le respondió.
– Vamos a matar a un maldito lobo que se esconde en la Cueva de los Silencios, ya estamos hartos de que nos mate las ovejas. Y tú no sé por qué te atreves a venir aquí con esa precisamente.
– ¿Por qué? ¿Qué tiene de particular esta oveja?
– Porque este lobo tiene la manía de matar a todas las ovejas blancas con una mancha negra en la cabeza, suerte que de esas hay pocas. A las blancas del todo y a las completamente negras no las ataca, sólo las espanta, pero luego cuesta reunirlas, y más de una se despeña huyendo.
Enseguida intuyó que el lobo era su objetivo y les dijo a los habitantes del pueblo.
– No os preocupéis que yo os voy a librar de él.
Y se encaminó a la Cueva. La boca era oscura, no digo que como boca de lobo, pero oscura con ganas. Precediendo a Lunar se internó en la abertura, anduvo unos pasos y descubrió al fondo el brillo de unos ojos fosforescentes y atemorizadores. El miedo recorrió su espinazo como un calambre, pero no se arredró, otras veces ya se las había tenido que ver con lobos y sabía como tratarlos, aunque en esta ocasión no contaba con la ayuda de Rayo y sus compañeros. Siguió avanzando hasta que se le acomodó la vista y descubrió, agazapado al fondo de la cueva, tras unas estalagmitas, a un lobo grande y gris con aire amenazador.
Dirigiéndose a él, le dijo:
– ………………………………………
Pero, haciendo honor a su nombre, las paredes de la Cueva absorbían todos los sonidos, incluso sus pisadas y los latidos de su corazón, y no se escuchó nada.
Repitió de nuevo el intento, alzando la voz, con el mismo resultado.
– ………………………………………
El lobo, enseñando los afilados colmillos y alzando el cuello aulló
– ………………………………………
Tampoco su aullido llegó a materializarse, el espeso silencio, casi sólido, era dueño de la cueva.
Dio la vuelta y se dirigió al exterior seguido por Lunar. El lobo salió tras ellos, mirándolos con ojos famélicos.
Encarándose a él, le dijo:
– ¿Así es como me agradeces que te salve la vida?, Los campesinos estaban dispuestos a matarte, pero yo les he pedido que te dejaran en paz y les he prometido que te llevaría muy lejos. De desagradecidos está el mundo lleno, pero si lo prefieres te doy a elegir: te dejo con ellos o me haces caso y te vienes con nosotros.
Una multitud armada con los enseres más variopintos, si puede llamarse multitud a toda la población de una pequeña aldea, contemplaba al lobo con miradas airadas.
Como si lo hubiera entendido, el lobo agachó las orejas y se tendió mansamente en el pasto y, al mismo tiempo, como una aparición, se materializó junto a ellos Saturia, aquella bella joven de la primera vez.
– Gracias por rescatar al lobo de las iras de los campesinos; es muy importante porque, sin él, no podría librarme del encantamiento que echó sobre mí aquel malvado y poderoso mago, tan malvado y poderoso que ni tú ni yo tenemos nada que hacer al respecto. No debes preocuparte por lo que pueda decir toda esa gente, no me pueden ver. Ahora que has encontrado la segunda piedra encantada deberás seguir la búsqueda llevando contigo a la oveja y el lobo. Pero debes tener mucho cuidado de que éste no la dañe, porque entonces todos nuestros esfuerzos habrían sido en vano. De la tercera piedra encantada sólo puedo decirte que se encuentra en los Jardines Reales de Alandia y no puedo decirte bajo qué forma la escondió el mago.
Dicho esto la princesa desapareció tal como había aparecido.
Fan no quedó tan embelesado con la princesa como la otra vez, es más le molestó mucho tener que ir ahora a Alandia, ya que la distancia era mucha y debía desandar buena parte del camino, para finalmente atravesar el puente sobre el río Far y el páramo gris.
– Ya podía haberme enviado primero allí y ahora no tendría que dar tanto rodeo
Pero, resignado, emprendió el viaje llevando delante al lobo, para mantenerlo vigilado, y seguido por Lunar.
Los aldeanos, que habían contemplado sorprendidos aquella rara escena, y que aunque no vieron a la princesa habían visto a Fan hablar al aire, se quedaron boquiabiertos mirando cómo se perdía en la distancia aquel extraño trío y luego regresaron todos a sus casas y a sus tareas cotidianas.




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