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miércoles, 19 de octubre de 2016

El Príncipe Azul

Si soñáis con vuestro príncipe azul no desfallezcáis, 
puede que al final llegue a vuestras puertas y sabréis 
que es él; aunque puede que, como decía Calderón,
 los sueños solamente sean eso, sueños. 




El Príncipe Azul


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie


En un cercano reino vivía una bella princesa. Digo cercano porque no se me alcanza la razón de que en los cuentos todos los reinos tengan que ser lejanos, y digo bella princesa porque es lo habitual, aunque el concepto y los cánones de belleza cambian con el tiempo y con el entorno geográfico y cultural, pero mejor dejémoslo así.
A esta princesa ya le estaba llegando el tiempo de encontrar esposo o de que algún esposo la encontrase a ella. Pasaba el tiempo y no acababa de aparecer su príncipe soñado, su príncipe azul, y sus reales progenitores ya se comenzaban a preocupar.
Por allí iban pasando príncipes de todos los colores, complexiones y texturas, pero ninguno era su esperado príncipe azul. Pasaban príncipes, blancos, negros, amarillos, cobrizos, rojos, descoloridos,… pero ninguno cumplía sus expectativas, ella siempre soñaba con que un día llegaría como una aparición, bajo un cielo radiante, y sabría que era él, el que siempre había esperado.
Los días y los príncipes pasaban inexorablemente y sus padres comenzaban a impacientarse. No podían comprender qué es lo que le impulsaba a rechazar a todos los pretendientes que iban llegando desde los reinos más cercanos a los más remotos, pero ella no podía aceptar a cualquiera, no podía comprometerse con cualquier príncipe que no cumpliera su única e irrenunciable condición, no podía comprometerse con quien no fuera su soñado príncipe azul.
Y así pasaba el tiempo, y los príncipes dejaron de pasar, y raramente se veía aparecer algún despistado por allí, por aquel reino cercano en petición de su mano, y sus padres estaban más que hartos.
Hasta que un día, que siempre recordará…
Cabalgando en un brioso pura sangre, envuelto en unos amplios velos azules, apareció a las puertas de palacio el que tanto había esperado. No hizo falta que viera su rostro, que también ocultaba bajo aquellas vestiduras, ella lo supo, aquél era él. Y no dudó en subir a la grupa del caballo y partir camino a lo más profundo del desierto.
Sus padres la vieron partir con alivio. Últimamente se había convertido en un problema irresoluble y se acababa de resolver.
Desde entonces, la princesa de nuestro cuento, en lo más profundo del Sahara, en un oasis perdido, fue feliz siendo la sexta esposa de su príncipe azul en un aduar de los tuaregs.






Y la próxima semana, sí, lo prometo, 
terminaremos esta serie de Soplacuentos 
con algo más largo, para compensar, titulado: 

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