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miércoles, 18 de mayo de 2016

XIV.- Cloe quiere... saber


Y aquí terminan las andanzas de esta gallina alocada. Esta vez Cloe se da un baño, aunque no en el estanque. 
Se trata de un baño de realidad y de 
autoestima. 

La verdad es que a mí me gustaba más cuando se metía en líos 
y lo hubiera dejado en el capítulo anterior, pero era el trece
 y pensé que mejor ese número no, que ya había tenido bastante mala suerte la pobre.

Otro día... Algo nuevo que ando maquinando      






CLOE QUIERE SABER

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final

Un día, a Cloe se le encendió una chispa en el cerebro; se trataba, no de otra idea descabellada, como habitualmente, sino de una pregunta. No una pregunta como las que tenía a todos acostumbrados:
¿por qué no puedo nadar?
¿por qué no puedo volar?
¿por qué no puedo hablar?…
La pregunta era la siguiente:
- ¿Cómo es que Muu y Wof saben muchas cosas más que yo? ¿acaso, por ser gallina, tengo que ser tonta?
Y se encaminó a hablar con quien todos pensaban que era la más inteligente de la granja, que siempre estaba rumiando: la vaca Muuriel, y le preguntó:
    - Muu ¿Por qué yo sé tan poco y vosotros tanto? ¿Puedo aprender? Ya sé que no he sido capaz de aprender a nadar, volar, hablar y tantas cosas más; pero ¿Es que soy tonta por el hecho de ser gallina?
    - No eres tonta, – respondió Muu – la prueba es que te haces preguntas como ésta, sólo que no eres consciente de lo que sabes. Además, cada cual sabe cosas diferentes; tú sabes, aunque no lo puedas creer, cosas que yo no sé, y yo sé cosas que tú no sabes
    - ¿Y por qué no me enseñas?
    - En eso no te puedo ayudar ni dar clases, a lo sumo algún consejo o alguna exhortación. Cada cual debe descubrirlo por su cuenta y es la vida la que enseña. Tan solo tienes que desvelar esas enseñanzas ocultas, hacerlas aflorar y aprovecharlas.
    - Pero yo no sé nada…
    - Eso te crees tú, lo que pasa es que nunca has reparado en ello. Pasa revista a tu vida, haz memoria, aunque te cueste un esfuerzo, y ya verás las cosas que has aprendido a lo largo de tus pocos años de gallina.
    - Pero si lo único que he aprendido es que hay cosas que no soy capaz de hacer: nadar, volar, hablar, viajar…
    - Sí, pero de los fracasos también se sacan enseñanzas, y no debes pensar sólo en los fracasos y en lo negativo, piensa en las cosas positivas. Piensa en que tienes amigos, en cómo eres capaz de hacer cosas que otros no pueden: como cazar saltamontes al vuelo o localizar un grano de trigo en un pajar, pero no desesperes. Cada cual atesora una gran riqueza de conocimientos escondidos entre los recuerdos, aunque no sea consciente de ellos. Piensa y analiza cada cosa que hagas o hayas hecho, y verás que tengo razón, que sabes mucho más de lo que crees y que nadie puede darte lecciones; en todo caso se pueden compartir conocimientos y experiencias, pero siempre se recibe en la medida que se da, y tú tienes mucho que dar.
    Cloe se marchó a su Montaña de Basura a pensar y, mientras cazaba lombrices, gusanos, escarabajos y toda clase de insectos, comenzó a recordar;
    Recordaba cuando estando dentro del huevo, sintió que ya había llegado su hora y comenzó a picotear el cascarón con todas sus fuerzas, sin que nadie le hubiera tenido que enseñar aquello, lo hizo por si misma y sin ayudas.
    Recordaba cuando comenzó a usar sus menudas patitas y echó a andar, sin que nadie le hubiera enseñado.
    También recordaba cuando comenzó a cambiar su suave plumón por suaves, pero fuertes, plumas y cómo éstas la abrigaban en el frío invierno, por lo que no tuvo necesidad, como la golondrina, de emigrar a África del Sur.
    Se dio cuenta de que era capaz de alimentarse por si misma y hacerlo muy bien y sin que nadie le enseñara qué era comestible y qué no. No tenía necesidad de mojarse para pescar en el agua, con lo fría que estaba, ni tenía que cazar los insectos al vuelo con el riesgo de ser la presa de una rapaz en lugar de ser el cazador .
    Recordó también, como alguien le había contado, que a aquel loro parlanchín lo habían encerrado en una jaula para divertir a los humanos, que le enseñaban palabras malsonantes, y recordaba que ella también había estado en una jaula. Por lo que pensó que ése era el destino de los que no seguían su naturaleza y actuaban como no debían. Así aprendió que le convenía, como a todos los demás, no hablar el lenguaje de los humanos, ni siquiera para pedir comida que ya se sabía agenciar por su cuenta.
    Recordó haber visto al gato cazar ratones y alimentarse con ellos ¡Qué asco! Y también a los humanos comerse a sus primas las perdices, conejos, liebres y otros animales que cazaban ¡Qué horror! ¡Con lo ricos que estaban los saltamontes! ¡Eso sí que era caza!
    Y no hablemos de su habilidad para hacer nidales y poner sus huevos para incubarlos. ¡A ver si sabía hacer eso una vaca o un perro!
    Tampoco necesitaba, como la paloma, una pareja que la ayudara, se bastaba y sobraba ella sola para cuidar de sus huevos y sus pollitos. ¿Para qué necesitaba un gallo, aparte de los fugaces encuentros de fertilización? ¿Tenía necesidad de aguantarlo horas, días y meses? ¡No!
    Y a Cloe se le despertó la autoestima dormida y comenzó a valorarse, cosa que nunca antes había sido capaz de hacer.
    Además estaba pensando mucho, intensamente, y varias cosas a la vez - algo que ni ella ni nadie hubiera creído posible – y es que el ejercicio mental desarrolla la memoria y el entendimiento.
    Por una vez, Cloe, sin necesidad de intentar emprender algo imposible, fue feliz, se sintió realizada y se lo agradeció a los consejos de Muuriel, pero mucho más a ella misma.


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