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jueves, 5 de mayo de 2016

XII.- Cloe quiere... casa

Hay momentos en que la falta de sueño puede poner de 
los nervios a cualquiera, hasta el extremo de hacer 
alguna barbaridad; y Cloe, como no es un caso
aparte, se mete en otra como de costumbre,

Otro día "Cloe quiere...   novio"                   




CLOE QUIERE CASA
Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


- ¡Estoy harta, harta y más que harta!
Así se quejaba Cloe, paseando nerviosamente frente al gallinero. Sus amigos estaban preocupados porque últimamente la veían demacrada y se iba durmiendo por cualquier lugar.
Woffe le preguntó
- ¿Qué te pasa?, ¿Tienes algún problema?
- ¿Que qué me pasa, dices? Que estoy más que harta. Llevo días sin poder dormir a gusto. Cada día me acuesto con las gallinas y me levanto con el gallo, pero no puedo dormir de corrido. Cuando no es la de al lado que cloquea en sueños y me despierta, es otra que se cae del palo y sus locos aleteos me desvelan, o el constante sonido de la gallinaza cayendo rítmicamente al suelo “plof, plof, plof”. La cuestión es que no pego ojo, me paso las noches en blanco y estoy desesperada. Además, como estoy despierta, tengo que aguantar la peste a gallinero y cada día me da más asco. Y el hacinamiento y la falta de privacidad e intimidad me agobian, porque hasta los mínimos encuentros con el gallo tienen testigos. Cada día estoy más harta de vivir en esta especie de campo de internamiento y estoy deseando marcharme.
- Pero si el gallinero es tu casa, la casa de todas las gallinas.
- ¡Ya! Pero no tiene que ser siempre así, porque sí. ¿No tienes tú una caseta para ti solo? ¿No tiene Muu su cuadra para ella sola? ¿No tienen los pajarillos nidos para ellos, su pareja y sus crías? ¡Hasta los caracoles tienen casa propia! ¿Por qué yo no?.
- Porque no es lo propio de las aves de corral, de vosotras las gallinas; y tú, como te diría Muu, eres una gallina y no debes olvidarlo.
- Pues yo pienso poner remedio, no me resigno a no dormir por las noches.
Woffe se marchó muy preocupado y se acercó a contárselo a Muuriel
Mientras tanto Cloe comenzó a hacer planes.
- ¡Sí! Conseguiré una casa para mí sola
Y comenzó a pensar en cómo sería, de qué materiales y quién podría construirla, porque las gallinas carecen de habilidades constructivas.
Como referencia tenía lo que veía a su alrededor y lo que recordaba de las casitas que se habían hecho Pag, Peg y Pig(ver nota al pie), aquellos tres cerditos que le contaron una vez cuando era polluela.
Descartó la casita de ramas, porque seguro que se colaba el viento por todas partes y seguro que entraría agua al llover.
Descartó la casa de piedra porque, aparte de que en la granja no había nadie capaz de construir algo así, allí no había peligro de que entrara ningún lobo soplador, gracias a Woffe.
Finalmente se inclinó por una casita de tablas; que era fácil de construir, ligera y abrigosica durante el frío invierno. Ahora se trataba de encontrar un constructor, porque el terreno ya lo había elegido, lo más lejos posible del gallinero.
Cavilando en éstas estaba cuando oyó el rítmico tamborileo “tap ratatatap tap” del Pájaro Carpintero, y pensó que ahí tenía a su contratista para encargarle la obra.
Le llamó y éste descendió con un rápido aleteo, desde unas ramas secas en lo alto de un álamo, y se posó junto a ella.
- ¿Por qué me has llamado? ¿No ves que tengo trabajo?
- Quiero que me construyas una casita para mí sola
- Eso se puede hacer, pero tendrá que ser una especie de loft, algo diáfano, no me gustan los tabiques. Veamos las medidas...
Aleteó agitadamente alrededor de Cloe y finalmente le dijo.
- Sí,creo que a cincuenta por cincuenta bastará, te vendrá a medida y no te quedará estrecha ni extremadamente holgada. Pero has de saber que eso es caro.
- ¿Cuánto?
- El presupuesto me sale que puede costarte unas cien unidades, entre insectos, orugas y gusanos.
- ¡Pero eso es muy caro!
- Pues si te interesa es lo que hay. Y si no tienes, pide un crédito.
- ¿Y eso incluye el mobiliario y complementos?
- De ningún modo. Para eso te tendrás que buscar otro proveedor. Tú vete a buscar efectivo y ya me dirás si hacemos trato o no. Pero te advierto que no puedo esperar mucho porque tengo más obras esperando.
Cloe marchó muy preocupada. Juntar cien unidades en poco tiempo era imposible, le llevaría al menos una semana larga y le acuciaba la prisa por marchar del gallinero.
Entre las gallinas de la granja había una que ejercía de prestamista, aunque por lo alto de sus intereses más bien podría decirse usurera. La llamaban IBG (Intereses Bien Grandes) y acumulaba efectivo para prestar a altos intereses, pero a veces resolvía problemas urgentes, como era el de Cloe en ese momento, y acudió a ella.
- Venía a pedir un préstamo de cien unidades para comprarme una casita.
- ¿Y dónde está esta casita? Porque yo necesito una garantía con que cobrarme y que responda del pago.
- Todavía no está, aún me la tienen que construir.
- Pues entonces es una casita hipotética.
- Bueno, si… ¿Pero me podrá prestar esos cien?
- Claro, pero tratándose de una "hipotética" los intereses serán mayores. ¿Aceptas?
- Acepto
- Pues marca tu pata aquí, y aquí, y aquí, donde la cruz.
Así Cloe le pudo llevar sus cien unidades, entre gusanos, orugas e insectos al Pájaro Carpintero y éste le prometió que a la mañana siguiente comenzaría la obra. Primero tenía que preparar los materiales.
Cloe se retiró a su gallinero, se acostó con las gallinas, y esa noche aún durmió menos, pero no por los cloqueos, caídas, aleteos y defecaciones, sino por los nervios.
Nada más cantar el gallo, saltó del palo y corrió al lugar destinado a su casita y en donde debería comenzar la obra su contratista.
Y esperó, esperó, esperó. Esperó todo el día y no apareció. ¡El pájaro había volado! ¡Y con sus cien unidades!.
Cloe se sentía estafada, y de hecho el pájaro la había timado. Se había quedado sin casa y encima tenía que pagar a IBG el valor de la "hipotética" con sus intereses.
Las semanas que siguieron fueron muy largas y de locura; yendo de aquí para allá a la caza y captura de: gusanos, orugas e insectos, de sol a sol hasta que finalmente pudo amortizar el préstamo por su hipotética casita.
Pero no hay mal que por bien no venga. Cada día se retiraba tan agotada que, ni cloqueos, caídas, aleteos o el sonido de la gallinaza al caer, conseguía despertarla y dormía de tirón, como una bendita. Así acabó olvidando su obsesión por una casita y su aversión por el gallinero.
NOTA (ver): Pag, Peg, Pig


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