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viernes, 1 de abril de 2016

VII.- Cloe quiere ... ocultarse

Pero la fama es pasajera y el mal de asiento le duró 
a Cloe más que lo que tardaron en volverla a ignorar.
Suerte que las gallinas duermen en su palo, de pie y
no se sientan salvo que tengan que empollar
 y Cloe no estaba clueca.


Otro día "Cloe quiere... adelgazar"




CLOE QUIERE OCULTARSE
Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final

La temporada de saltamontes estaba en su apogeo y Cloe iba de banquete en banquete, y aunque Muu le había recomendado una dieta más equilibrada, con mucha menos proteína animal, ella seguía poniéndose como el Quico.
Iba por el cercado cazando a diestro y siniestro y deglutiendo aquellos crujientes ortópteros, parecía que no tenía fondo y que no se iba a saciar nunca.
Sobre una roca estaba posado el ejemplar más grande que había visto en su vida y se le hizo el pico agua. Se acercó sigilosamente y, en el mismo momento en que estaba a punto de lanzar un certero picotazo, surgió de la roca algo largo, flexible y húmedo que capturó al saltamontes y desapareció con él en el interior de aquella extraña piedra. Al saltamontes se le oía pataleando y agitándose incluso después de su desaparición.
Cloe dio un salto atrás, aleteando agitadamente, salió corriendo despavorida. Al cabo de un buen rato, cuando se hubo tranquilizado un poco, decidió acercarse con mucha cautela a la piedra, pero ésta seguía allí y no se veía ni rastro del saltamontes.
No podía comprender lo que había pasado, ni tampoco habría sido capaz de comprenderlo por más que se estrujara el seso, así que decidió ir a consultar a aquella que creía podía darle una explicación.
Llegó a la cuadra y allí estaba su amiga.
- Muu, acabo de ver a una piedra comerse a un saltamontes.
- ¿Qué has comido? ¿algún hongo? ¿cañamones?
- No, en serio, ya me lo iba a comer cuando se lo ha llevado y ha desaparecido dentro.
- Eso hay que verlo, ¡vamos! Enséñame esa extraña roca.
Cloe la guió y Muu llegó a la roca. Parecía una piedra normal y corriente, gorda pero normal, del mismo color que las otras piedras que había por allí.
Señalando con las plumas del ala derecha le dijo:
- ¿Ves?, ¡aquí estaba!
- Sí, conforme, lo que tú digas, te creo, pero me gustaría verlo por mí misma. ¿Puedes cazar otro saltamontes y dejarlo justo ahí?
- Pues claro. Ahora mismo.
Y salió en pos del más grande que se veía por allí, lo atrapó con un certero picotazo y aún se debatía cuando lo dejó sobre la roca.
Tanto Cloe como Muu quedaron muy sorprendidas cuando, algo como una larga lombriz, flexible y húmeda, se pegó al saltamontes y desapareció con él del mismo modo que había aparecido.
- ¿Lo ves? ¿lo ves?, ya te lo dije, pero tú no te fías de mí.
- Hummm, si que es raro. Tengo que admitir que no sé lo que pueda ser. Veamos… déjame pensar… ¿Podrías intentar tantear con el pico o las patas el sitio en donde ha desaparecido ese saltamontes?
- ¡Si, claro! ¡para que se me lleve y desaparezca yo también!, pero bueno..., voy a probar.
Y acto seguido, con todo el miedo que podía albergar y todo el cuidado posible para no hacerse daño, le largó un picotazo a un saliente de la roca y notó que cedía al contacto. Inmediatamente se oyó:
- ¿Pero qué haces? ¿Es que no puede uno comer tranquilamente?. Déjame en paz y no se te ocurra volver a picarme.
Un raro animal, del color de la piedra, apareció sobre el verde pasto. Era para Cloe como una extraña y gorda lagartija de las que andaban por la granja, pero mucho más grande y cabezona. Al poco, comenzó a cambiar de color y a desaparecer al ir adquiriendo el mismo tono de la hierba.
- ¿De dónde sales, camaleón? - dijo Muu
- Me escapé de un terrario y aquí he encontrado un buen lugar para vivir y comida abundante.
- Cloe – dijo Muu – éste que ves es un camaleón, un raro animal que se mimetiza cambiando de color y se disimula en su entorno.
Antes de que cambiara totalmente de color, haciéndose invisible, un saltamontes se puso a su alcance y él lanzó su larga y elástica lengua, lo atrapó y se lo tragó.
Cloe quedó muy impresionada por lo que acababa de ver, pensó que había visto a las ranas y sapos hacer algo parecido, pero aquella cosa no se asemejaba a ningún batracio conocido y pensó también:
- ¿Cómo es posible que haya visto al saltamontes, si casi lo tenía detrás?
Pero no necesitó respuesta al ver que sus ojos se movían independientemente y giraban en todas direcciones.
Marcharon de allí, con mucho cuidado para no pisar al camaleón, que ya no se distinguía sobre el pasto.
Muu regresó a su pesebre y continuó rumiando, como hacía habitualmente.
Cloe marchó a la Montaña de Basura a cazar, para no quitarle las presas a camaleón, pero no pudo evitar pensar y, poco a poco, una idea se fue materializando en su pensamiento.
- ¡Qué bueno sería hacerme invisible!
Así que regresó donde había dejado al camaleón para preguntarle cómo lo hacía, pero le costó encontrarlo.
Finalmente, descubrió aquella larga lengua atrapando una mosca y haciéndola desaparecer dentro de un tocón. Sobre aquel resto semipodrido de un árbol talado pudo, a duras penas, distinguir la silueta de aquel al que iba buscando y, mirando fijamente a aquella silueta difusa, le dijo:
- ¡Es extraordinario! ¿Cómo lo haces para desaparecer así?
- A esta habilidad se la llama mimetismo y cada cual emplea técnicas distintas; lo mío es cambiar de color, pero otros lo que hacen es cambiar de forma. Otros, si no pueden hacer una cosa ni la otra, se ocultan en entornos en los que su color pase desapercibido; como sucede con una liebre blanca que habita en las nieves perpetuas y su pelaje no se distingue del entorno o esos peces del color de la arena que se ocultan en el fondo de los mares.
- Y ¿no podría hacer yo lo mismo?
- Lo mío no puedes, eso de cambiar de color es una cualidad orgánica y genética que no se puede aprender, se tiene o no se tiene. Pero te aconsejaría que intentaras aprender las técnicas de ocultación de otros animales como: el insecto palo, el insecto hoja, el grillo verde... Pero todo depende de tus aptitudes y de lo que pretendes hacer, de si quieres ocultarte o aparentar ser otro animal u objeto.
Cloe marchó no muy convencida.
- ¿Orgánico? ¿Genético? Si él puede hacerlo ¿Por qué yo no? ¿Es que soy menos capaz?
Cloe se aposentó sobre una piedra intentando cambiar de color, se concentró lo máximo que sus capacidades le permitían y repetía:
- Quiero ser color piedra, quiero ser color piedra.
Tras unas cuantas horas abandonó el intento pensando que el color de la piedra era muy difícil y que el verde de la hierba podría ser más fácil, se puso en cuclillas sobre el pasto, tal como si estuviera en su nidal, y comenzó a repetir, como un mantra:
- Quiero ser verde como el pasto, quiero ser verde como el pasto.
Acabó cansada y aburrida, y sin conseguir cambiar el color de una sola pluma.
- A grandes males, grandes remedios – se dijo
Y corrió al lugar en donde recordaba que estaban tirados los restos de pintura que había usado en otra ocasión, pero esta vez no se trataba de ingerir la pintura para sacar huevos coloreados, se trataba de darse una capa de pintura verde, para que nadie pudiera distinguirla cuando se ocultara entre el césped.
Descubrió un bote de pintura verde en la que aún quedaba suficiente, lo volcó hasta que se formó un charco y, como había hecho en otra ocasión con el aceite del tractor, se revolcó en él.
Quedó toda de un verde precioso y se sintió muy contenta.
- Esta vez sí lo voy a conseguir.
Y marchó a toda prisa al pastizal para ocultarse.
Al llegar, en lugar de desaparecer se sintió desfallecer; el color verde con el que se había camuflado era un verde oscuro muy diferente al de las hierbas y, en lugar de confundirse con el pasto, destacaba de un modo escandaloso.
Se dio un baño intentando quitarse la pintura y, como era una pintura al agua, logró librarse de una buena parte, aunque tardó días hasta quedar totalmente limpia como antes.
Mientras se libraba de la pintura, le dio tiempo de investigar a otros animales miméticos, pero los iba descartando uno a uno:
Probó de imitar al insecto palo, haciendo mil contorsiones, estirando las patas, el cuello y las alas; pero, con su tamaño, no conseguía parecerse a unas ramas, a lo sumo se hubiera parecido a un tronco, pero el color tampoco la ayudaba mucho, además lo único que consiguió fueron unas agujetas que la tuvieron doblada unos cuantos días.
Con el insecto hoja tampoco consiguió nada y, además, en modo alguno volvería a pintarse de verde.
Un día presenció una escena que, aún siendo cotidiana, le sorprendió, porque nunca había pensado ni reparado en ello, de tan habitual que era.
Un gato, apareciendo de la nada, atrapaba a un pájaro que no había reparado en su presencia. El gato no era un animal mimético, pero no se puede negar que tiene una gran habilidad para ocultarse, es muy sigiloso y muy ágil. Es capaz de esconderse muy eficazmente, sin tener necesidad de cambiar de color o de forma.
- ¡Esto sí que puedo hacerlo!
Se escondió tras un tronco cuando vio llegar a Wof, éste pasó de largo sin reparar en su presencia; en realidad lo hizo ver, porque Cloe en modo alguno hubiera podido ocultarse a su privilegiado olfato. Esto la llenó de alegría y saltaba de gozo.
- ¡He conseguido despistar a Wof! De todos modos ¿Quién quiere hacerse invisible para que venga alguien y te pise sin darse cuenta?
El que no se consuela es porque no quiere.
Cloe acabó olvidando lo del mimetismo, el camaleón, el insecto palo, la pintura verde y siguió con su vida de siempre…. Hasta la próxima ocasión

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