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jueves, 4 de junio de 2015

Alazor

Otra vez que, como en "El castillo de irás y no volverás", se usan las salivicas. ¡Qué cosas más raras hacían esta gente!



ALAZOR

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Érase una vez una princesa que estaba esperando a su novio para celebrar su boda; pero él, por cuestiones de estado, no podía abandonar su reino en aquel momento y mandó a un emisario pidiendo que fuese la princesa la que se trasladara a su reino donde se celebraría la boda.
La madre quería ver a su hija ir al altar pero ella tampoco podía abandonar su país, así que preparó todo para el viaje y le dio el mejor caballo de sus cuadras.
Una de las doncellas de la corte, con lágrimas en los ojos, le pidió a  la reina que la dejara acompañar a la princesa porque la quería mucho, y la reina conmovida se lo concedió. 
Cuando iban a partir la reina sacó un pañuelo le puso una saliva y le dijo 
-Llévalo siempre contigo que te dará  fuerza para vencer toda adversidad.
Partieron temprano pero, cuando llevaban unas horas de camino y el sol ya pegaba fuerte, la princesa tenia sed.
-Por favor aquí hay una fuente, tráeme una copa de agua
-No; si quiere agua se baja y bebe -  le contestó la criada
Pasaron aquella fuente pero, al llegar a otra, la princesa tenia la boca seca y volvió a pedirle que le trajera agua y obtuvo la misma respuesta. Entonces la princesa se bajó del caballo, se agachó en la fuente y bebió  de aquella agua tan rica, con tan mala suerte que el pañuelo que su madre le diera cayó en la fuente y no se dio cuenta. 
Eso esperaba la doncella, que le hizo cambiar los vestidos y el caballo y le dijo que desde ese momento ella era la criada. 
Después de tres largas y agotadoras jornadas llegaban al castillo donde las recibieron con grandes fiestas y la falsa princesa  le dijo al rey que matara al caballo porque le había dado muy mal viaje. La princesa se hartó de suplicar para que no lo mataran y sólo consiguió que colgaran la cabeza del caballo por donde ella tenía que pasar todos los días a cuidar los gansos, que ése era el trabajo a que la habían destinado,
Cuando pasaba por la puerta le decía a su caballo 
-¡Oh Alazor, qué mala suerte la tuya y la mía!
y contestaba el caballo 
-¡Oh princesa, si vuestra madre lo supiera el corazón se le partiría de pena.
Así todos los días, hasta que un paje curioso que había presenciado la escena se lo contó al rey y éste comprobó que el paje no había mentido. Hizo llamar a la que hasta ese momento creía era su prometida y le dijo
-¿Qué le harías a una persona que se hace pasar por otra para casarse con su prometido? 
Ella, sin pensar que la habían descubierto,  le dijo: 
-La metería en un saco lleno de víboras y que se la comieran viva 
y el rey le contestó 
-Pues ahí tienes tu castigo. 
Él se casó con la princesa con la que fue muy feliz y a Alazor le pusieron en una urna en el salón principal del palacio desde donde se enteraba de todo y lo comentaba con la reina.

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