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sábado, 23 de mayo de 2015

La higuera

Este cuento me lo contó Juan Pedro García Larrosa, aunque incluyo un final algo diferente que me contó Angelita Moreno.



LA HIGUERA

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final




Eran tiempos de posguerra, tiempos en que no sólo los maestros de escuela pasaban hambre; la necesidad se había enseñoreado de la Sierra pero, como veréis, la necesidad agudiza el ingenio.
Cuentan los viejos del pueblo; aunque no aciertan a situar el lugar de los hechos; puesto que unos dicen que en El Lugar Nuevo, otros que en La Cañá, otros dicen que es al pie de Riópar y que aún se puede ver la higuera, y otros que en una viña que había junto al cementerio.
Pues, como decía, cuentan que aquel verano había sido especialmente duro y las cosechas escasas, había mucha hambre y las gentes se marchaban en busca de mejor fortuna o se dedicaban a trampear con las hierbas silvestres o frutos que podían coger.  
Un vecino del pueblo tenía en su viña una hermosa higuera y, precisamente aquel año, contra la escasez general, tenía una cosecha extraordinaria.
El amo contaba con eso y alguna cosilla más para poder hacer frente a los malos tiempos, pero descubrió por unas hojas tronchadas y algún que otro claro en las ramas que alguien había andado por la noche robándole higos.
 Para defender su viña e higuera tenía un ranchito junto a la misma y comenzó a pasar las noches de guardia para protegerla de los ladrones.
A los que iban a “cosechar” por la noche les contrarió bastante la presencia del dueño al pie de la higuera y, durante unos días, no se atrevieron a acercarse; pero cuando el hambre aprieta se agudiza el ingenio y los tres, puesto que tres eran los ladrones en cuestión, tramaron un plan para deshacerse del amo y hacerse con los higos.
Aquella noche se colaron en el cementerio y saltaron la tapia por el sitio más próximo al rancho, cubiertos con unas sábanas, haciendo bastante ruido con unas cadenas para que despertara el amo y les viera salir del cementerio y se acercaron en fila a la higuera.
Cuando estaban a pocos metros, y viendo que el dueño se había despertado con el ruido de las cadenas y estaba acurrucado al fondo del ranchito, el primero dijo con voz lúgubre: (1)

Cuando estábamos vivooos
Comíamos higooos
Dijo el segundo:
Ahora que estamos muertooos
Rondamos por los huertooos
Y respondió el tercero
Tú que vas en la delanteraaa
Échale mano a ese 
que hay debajo de la higueraaa

Y avanzaron unos pasos hacia el árbol.
El dueño dando un bote salió corriendo como alma que lleva el diablo y desapareció más que a escape en dirección a su casa donde se encerró y no volvió a ir al huerto por las noches.
Los tres fantasmas se dieron aquella noche un buen atracón y volvieron por allí todas las noches mientras duró la cosecha, no encontrándose nunca más al dueño que sólo se atrevía a ir cuando el sol estaba en lo más alto. 


(1) Una variante contada por Angelita Moreno y que sitúa la higuera al pie de Riópar Viejo, dice que el dueño era tuerto y que el parlamento de los fantasmas era como sigue: 
Cuando estábamos vivooos
Comíamos de estos higooos
A lo que respondía otro:
Y ahora que estamos muertooos
¡vamos a por el tuertooo!




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