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viernes, 8 de mayo de 2015

Barrito, el elefante

La ayuda te puede venir hasta de quien 
puedes creer más insignificante.
No desprecies a nadie.
BARRITO, EL ELEFANTE

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Los elefantes tienen fama por su asombrosa memoria, aparte de por su tamaño y su fuerza, sin embargo Barrito era un elefante desmemoriado. Era incapaz de recordar nada del día anterior, y aún menos de meses y años como hacían sus compañeros de manada.
Esto daba lugar a que sus compañeros abusaran de él, encargándole las tareas que más les molestaban.
- Barrito: debes quedarte a cuidar de los pequeños mientras vamos a buscar comida.
- ¿Y por qué yo, si puede saberse?
- Porque así quedamos ayer y tú estuviste de acuerdo.
Barrito, que no recordaba nada del día de ayer, agachaba las orejas y se quedaba con las crías; a cuidar de que no se escaparan y que no sufrieran daño alguno, ya que los leones y otros peligros acechaban.
No le hacía gracia el encargo, habría preferido ir en busca de comida. Era muy duro luchar con aquella tropa de revoltosos que le tiraban de la cola, se le metían entre las patas, con el peligro de hacerle caer, que se peleaban entre ellos y que algunos intentaban escabullirse y les tenía que perseguir para hacerlos regresar al grupo.
Cada día, con la excusa de que habían quedado en ello el día de antes, se tenía que ocupar de trabajos pesados y molestos y aquello le fastidiaba mucho, aunque no demasiado, porque no recordaba lo que le habían hecho hacer los días pasados.
Un ave, de las que desparasitaban a la manada, acabó compadeciéndose de él, y un día en que le vio muy decaído se posó sobre su cabeza y, tras picotear y engullir unas cuantas garrapatas, le dijo:
- Están abusando de ti y tú no te enteras; cada día te hacen realizar las tareas que ellos no quieren, pero parece que no te importe.
- No es que no me importe, es que no me acuerdo. Sólo sé que hoy he tenido que acarrear al río un gran tronco porque han dicho que ayer quedé en hacerlo, pero no recuerdo que prometiera nada ni lo que hice en días pasados.
- Pues no te preocupes, yo te voy a ayudar. Cada vez que te digan algo incorrecto te daré un picotazo y sabrás que te pretenden engañar.
- Muchas gracias, pero me temo que mañana ya no recordaré lo que me acabas de decir.
- Ya me encargaré yo de recordártelo cada mañana y de ponerte al corriente de lo que va pasando.
Y así quedaron.
A la mañana siguiente, el pájaro le hizo memoria de lo que habían acordado. Barrito estaba comiendo de unas ramas mientras que el pájaro le limpiaba de parásitos y se daba un buen banquete, cuando llegó uno de los compañeros y le dijo:
- Barrito: hoy te toca bañar a los pequeños y darles su sesión de barro.
- ¿Y por qué yo?, ¿no puede hacerlo otro?
- Todos lo hemos ido haciendo y hoy te toca a ti, te lo recordé ayer y dijiste que estabas conforme y que esta mañana lo harías.
Lo cierto es que aquella tarea siempre le tocaba a Barrito, porque los otros huían de manejar a aquella patulea indisciplinada.
El pájaro le dio un gran picotazo y Barrito respondió:
- No quieras engañarme, eso no es cierto, yo ayer no quedé en nada, así que busca a otro o encárgate tú del baño, porque ya estoy harto y no me da la real gana.
El otro quedó muy sorprendido y se marchó, pensando:
- ¡Qué raro! ¿Estará recuperando la memoria?
Al día siguiente el pájaro le recordó su señal secreta y le contó lo que había sucedido el día anterior.
Se acercó otro compañero de manada y le dijo:
- Tienes que derribar un tronco seco, tal como acordamos ayer, porque hay peligro de que caiga y pueda herir a alguien.
Barrito no necesitó ningún picotazo, sabía lo que el pájaro le había contado y respondió:
- ¿A quién pretendes engañar? Yo no acordé nada ayer, no mientas. Ayer pretendíais que me encargara del baño con otra mentira y ahora ésto. Ya estoy más que harto y, como sigáis así, acabaré dejando la manada y convirtiéndome en un elefante solitario, así estaré más tranquilo y nadie se aprovechará de mi.
El otro quedó asombrado. Nunca hubiera pensado que Barrito pudiera recordar nada, y ahora le estaba demostrando que sabía lo que había pasado el día anterior.
Se fue a contarlo al resto de la manada y, a partir de entonces, no volvieron a aprovecharse de su falta de memoria y lo comenzaron a tratar como a otro elefante cualquiera.
Barrito y su pájaro siguieron juntos mucho tiempo, manteniendo una gran amistad aunque, naturalmente, Barrito vivió muchos más años, en los que ya no necesitó la ayuda ni los consejos de su amigo, puesto que ya no intentaban abusar de él, pese a que seguía sin recordar nada; pero, curiosamente, nunca se olvidó de aquel que tanto le había ayudado.

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