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lunes, 27 de abril de 2015

Las ovejas del cielo

Uno de los cuentos que menos recordaba, 
pero la memoria saca recursos impensables 
cuando se la exprime y se ejercita.


LAS OVEJAS DEL CIELO

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final



Érase una vez un hombre que debía mucho dinero pero, en lugar de pagar sus deudas o suplicar, se burlaba de sus acreedores en sus propias narices y les decía que perdieran toda esperanza de cobrar.
Se le habían enviado personas de buena voluntad intentando, por su mediación, que le convencieran de que debía hacer frente a sus obligaciones; pero, no sólo se burlaba de ellos, sino que llegó hasta a agredirlos físicamente.
La persona a la que más debía tenía muy malas pulgas y no estaba dispuesto a soportar más el que no le pagara y aún menos el que maltratara a sus enviados; por lo que envió a unos soldados de fortuna, que habían regresado de la guerra y estaban sin trabajo, para que le dieran una lección.
Cuando llegaron a la casa le insistieron en que debía pagar su deuda, pero él siguió negándose. Entonces lo agarraron y lo metieron en un serón.
- Te vamos a llevar a un precipicio y te vamos a despeñar; pero te daremos una última oportunidad. Si antes de tirarte prometes que pagarás, aún puedes salvarte, pero si decides seguir adelante, vas a morir.
- Decid lo que queráis, yo no pienso pagar 
Metido en el serón a lomos de un pollino, lo llevaban por el camino hacia el precipicio. Pero él, en lugar de pedir clemencia, iba gritando y maldiciendo tanto que los que lo llevaban tuvieron que taparse los oídos porque ya les dolía la cabeza de tanto grito.
Pasaron junto a un prado en que un pastor apacentaba sus ovejas, y le preguntó el pastor:
- ¿Por qué gritas tanto? ¿A dónde te llevan?
- Me llevan a casarme con la reina y grito porque no me quiero casar con ella, estoy muy bien soltero.
Dijo el pastor:
- Si te parece nos podríamos cambiar; a mi me gustaría casarme con la reina y tú te podrías quedar guardando mis ovejas.
Y así, aprovechando el momento en que los soldados se pararon a dormir, lo hicieron; el pastor se metió en el serón y el hombre se quedó con las ovejas.
Cuando llegaron al borde del precipicio le dijeron:
- Es tu última oportunidad, ¿quieres seguir adelante?
El pastor desde dentro del serón, viéndose ya como rey consorte, contestó:
- ¡Adelante!
Total, que lo echaron barranco abajo y fue a estrellarse allá al fondo.
Ya regresaban tan contentos por el deber cumplido, cuando pasaron por delante del prado y se lo encontraron allí, tan ricamente tumbado bajo una carrasca, mientras el rebaño pastaba.
Asombrados por la aparición, le dicen:
- ¿Pero qué haces tú aquí? ¿Y de dónde has sacado esas ovejas?
- He vuelto del Cielo y allí te dejan escoger entre ovejas, cabras, cerdos,…
Los soldados, que eran algo cortos de luces, se lo creyeron y se fueron al precipicio. Cuando ya estaban al borde dice uno:
- Será mejor asegurarnos. Que se tire uno y si ve que hay ovejas y eso, que lo diga y así vamos todos a por ellas.
Lo echaron a suertes, a ver quien sacara la paja más corta. Al que le tocó no estaba muy convencido y tuvieron que ayudarle un poco. Del empujón que le dieron cayó de mala manera y mientras iba cayendo se le oyó:
- Ayyyyy
Dijeron los otros:
- Ha dicho que si que hay
Y se tiraron todos de cabeza.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado

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