PÁGINAS RECOMENDADAS

jueves, 30 de abril de 2015

El pago del gorrinico

Otro cuento de aquellos que se contaban 
y se escuchaban, a veces arrebujados en 
las mantas. Éste es uno de tantos en que los 
malentendidos juegan un papel importante 




EL PAGO DEL GORRINICO


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Era costumbre, en aquellos tiempos, que la gente comprara un gorrinico de estete para su engorde y poder luego tener chorizos, morcillas, tocino, magras y jamones; importantes comestibles que complementaban lo que sacaban del huerto y del corral.
También algunos tenían la costumbre, ya que no los dineros necesarios, de pagarlo cuando ya se había pasado el mataero; bien en dinero contante y sonante, bien en especie, con partes del cerdo muerto. Los gorrineros pasaban por la casa a reclamar el pago en el momento apropiado.
Pues héte aquí que había una familia que vivía en un cortijo en lo alto de un cerro y, como quiera que no les iba bien pagar en aquel momento, cuando contaban con recibir la visita de los gorrineros, le dijo la madre al hijo:
- Mira si vienen preguntando por mi, les dices que me he ido al pueblo a vender unos ajos; y mientras tanto estate al cuidado de la olla no se vaya a pegar o que se apague la lumbre.
- Si, madre dijo el chico que era un poco corto de entendederas.
El muchacho se quedó concentrado en la olla, vigilando con un cucharón y era tanta el hambre que tenía que, mientras hervía el cocido, garbanzo que subía, garbanzo que no bajaba, ya que lo cazaba y se lo zampaba.
Al cabo de un rato llegaron a cobrar; iban con la lengua fuera de lo empinada que era la cuesta, y le dijeron.
- Muchacho, ¿está tu madre?
- No, que se ha ido a deshacerse de unas cabezas.
- ¿Y tu padre?
Su padre en aquel momento estaba en la viña arrancando las cepas secas y plantando sarmientos nuevos.
- Allí enfrente en el bancal, sacando muertos y enterrando vivos.
- Entonces ¿qué haces aquí tú solo?
El chico respondió, mirando la olla
- Vigilando para que los que suban ya no bajen.
Los gorrineros salieron a escape cuesta abajo gritando:
- Vámonos que en esta casa nos pelan
Así se libraron por un tiempo de pagar.   

miércoles, 29 de abril de 2015

Al pasar la barca

¡Vale! este sí que es el último... 
aunque no prometo nada.

AL PASAR LA BARCA

Yo no es que sea muy agraciada, tampoco me maquillo ni voy de peluquería. Mi manera de vestir es informal tirando a holgada, por eso me indigné tanto cuando quise pasar el río y el barquero me dijo.
- Las niñas bonitas no pagan dinero
Yo le respondí
- ¿Eres corto de vista o estás de broma? ¡De mí no se ríe nadie!
Pagué mi billete y fui hasta Santa Isabel a hacer unos recados que me había encargado mi madre..
Lo peor fue por la noche, al regresar, porque el gracioso del barquero me volvió a decir:
- Las niñas bonitas no pagan aquí
No le di un paraguazo porque no llevaba paraguas, pero, mirándolo desafiante, le dije:
- ¿Por qué no vas al oculista?, ¿o te estás burlando me mí? Las niñas bonitas se acabarán volviendo feas y también viejas igual que lo seré yo, pero ya estoy acostumbrada a verme en el espejo y no me deprimiré como ellas lo harán. Así que vete cobrando, porque yo seré fea pero pobre no.
Cuando llegué a casa me puse frente al espejo y me pregunté si estaría equivocada; si, tras mi apariencia, el barquero había descubierto algún encanto que a mí se me ocultaba. Porque las personas somos mejores de lo que creemos y todos tenemos algún atractivo especial oculto, sólo hay que saber descubrirlo.

AL PASAR LA BARCA

Al pasar la barca de Santa Isabel
me dijo el barquero “no pagues por qué
las niñas bonitas no pagan tiqué;
naveguen en bote, en barca o bajel”

Respondí ofendida al barquero aquel
que no soy bonita, como le expliqué,
pagué mi billete y a bordo brinqué
llevando en la mano mi pase en papel

Las niñas bonitas no pueden pagar,
gastan todo en botox, tintes y colcrem
con tantos potingues se van a ligar 

y van como pu...tas, cual puertas ¡ejem!  
a la discoteca,  beber y bailar,
y hacer de odaliscas, muñecas de harem

lunes, 27 de abril de 2015

Las ovejas del cielo

Uno de los cuentos que menos recordaba, 
pero la memoria saca recursos impensables 
cuando se la exprime y se ejercita.


LAS OVEJAS DEL CIELO

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final



Érase una vez un hombre que debía mucho dinero pero, en lugar de pagar sus deudas o suplicar, se burlaba de sus acreedores en sus propias narices y les decía que perdieran toda esperanza de cobrar.
Se le habían enviado personas de buena voluntad intentando, por su mediación, que le convencieran de que debía hacer frente a sus obligaciones; pero, no sólo se burlaba de ellos, sino que llegó hasta a agredirlos físicamente.
La persona a la que más debía tenía muy malas pulgas y no estaba dispuesto a soportar más el que no le pagara y aún menos el que maltratara a sus enviados; por lo que envió a unos soldados de fortuna, que habían regresado de la guerra y estaban sin trabajo, para que le dieran una lección.
Cuando llegaron a la casa le insistieron en que debía pagar su deuda, pero él siguió negándose. Entonces lo agarraron y lo metieron en un serón.
- Te vamos a llevar a un precipicio y te vamos a despeñar; pero te daremos una última oportunidad. Si antes de tirarte prometes que pagarás, aún puedes salvarte, pero si decides seguir adelante, vas a morir.
- Decid lo que queráis, yo no pienso pagar 
Metido en el serón a lomos de un pollino, lo llevaban por el camino hacia el precipicio. Pero él, en lugar de pedir clemencia, iba gritando y maldiciendo tanto que los que lo llevaban tuvieron que taparse los oídos porque ya les dolía la cabeza de tanto grito.
Pasaron junto a un prado en que un pastor apacentaba sus ovejas, y le preguntó el pastor:
- ¿Por qué gritas tanto? ¿A dónde te llevan?
- Me llevan a casarme con la reina y grito porque no me quiero casar con ella, estoy muy bien soltero.
Dijo el pastor:
- Si te parece nos podríamos cambiar; a mi me gustaría casarme con la reina y tú te podrías quedar guardando mis ovejas.
Y así, aprovechando el momento en que los soldados se pararon a dormir, lo hicieron; el pastor se metió en el serón y el hombre se quedó con las ovejas.
Cuando llegaron al borde del precipicio le dijeron:
- Es tu última oportunidad, ¿quieres seguir adelante?
El pastor desde dentro del serón, viéndose ya como rey consorte, contestó:
- ¡Adelante!
Total, que lo echaron barranco abajo y fue a estrellarse allá al fondo.
Ya regresaban tan contentos por el deber cumplido, cuando pasaron por delante del prado y se lo encontraron allí, tan ricamente tumbado bajo una carrasca, mientras el rebaño pastaba.
Asombrados por la aparición, le dicen:
- ¿Pero qué haces tú aquí? ¿Y de dónde has sacado esas ovejas?
- He vuelto del Cielo y allí te dejan escoger entre ovejas, cabras, cerdos,…
Los soldados, que eran algo cortos de luces, se lo creyeron y se fueron al precipicio. Cuando ya estaban al borde dice uno:
- Será mejor asegurarnos. Que se tire uno y si ve que hay ovejas y eso, que lo diga y así vamos todos a por ellas.
Lo echaron a suertes, a ver quien sacara la paja más corta. Al que le tocó no estaba muy convencido y tuvieron que ayudarle un poco. Del empujón que le dieron cayó de mala manera y mientras iba cayendo se le oyó:
- Ayyyyy
Dijeron los otros:
- Ha dicho que si que hay
Y se tiraron todos de cabeza.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado

domingo, 26 de abril de 2015

Quisiera ser tan alto como la Luna

Un cantocuento un tanto complicado, habla de tantas cosas inconexas que es difícil hilar las ideas, pero creo que algo he logrado sacar.
QUISIERA SER TAN ALTO



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vídeo que figura al pie

Soy muy bajito; tanto que la gente no tiene consideración conmigo. Cuando voy al cine, las cabezas de la fila de delante no me dejan ver la pantalla. Y así me pasa con todo, si quiero ver algo, siempre se me pone alguien más alto delante y me tapa la vista.
Por eso quisiera ser más alto. Ni tan alto como la Luna ni siquiera como los hermanos Gasol, pero más alto que ahora.
Ni siquiera puedo ver, en los desfiles que cada año hacen, a los soldados de Madrid, Andalucía, Cataluña.... así como a los legionarios con su paso tan peculiar y su cabra. Por eso decidí alistarme para desfilar yo, de modo que nadie me tapara la vista y poder servir al rey, pero el coronel me dijo que era corto de talla y me dijo también que me daba la licencia absoluta hasta no creciera lo suficiente.
Alguien me dijo que en Santa Clara se podía hacer el milagro y crecería, por eso me puse en camino a ese santuario, pero al pasar el puente, se me cayó el anillo. Me sabía muy mal porque el anillo me lo habían regalado cuando la comunión, y por eso intenté recuperarlo.
Al meterme en el agua, como sabía nadar muy bien, comencé a bucear rastreando el fondo del río. Pero no conseguí encontrar el anillo.
Pero, en cambio, encontré un tesoro y pensé que con él podría hacer posible el prodigio que estaba esperando, puesto que se trataba de una Virgen de plata y un Cristo de oro, y creía que algún poder deberían tener, pero resultó que no.
Por más que lo intenté no crecí ni un dedo y tuve que resignarme, tener paciencia y dejar pasar el tiempo. Que la naturaleza siguiera su curso y ya llegaría el momento, porque tenía mucho tiempo por delante y porque en aquel momento sólo tenía siete años.


QUISIERA SER TAN ALTO

Quisiera ser tan alto cual la Luna
para ver por encima de las vallas,
saltándome fronteras y murallas
para hallar todo aquello que nos una.

No quiero ver soldados de fortuna
que atrapa la política en sus mallas
ni ver que se consumen en sus fallas
en aras de una idea inoportuna.

Y al pasar ese puente que separa
me libraré de anillos que encadenan, 
cadena en que la gente no repara.

Espero, al fin, hallar ese tesoro
que amistad y familia me depara,
la PERSONA, pues vale más que el oro.






sábado, 25 de abril de 2015

El tonto que echó la harina a volar

Otro cuento de tradición oral, un poco asquerosito en ciertos momentos, pero así era como nos lo contaban y no he querido alterarlo.



EL TONTO QUE ECHÓ LA HARINA A VOLAR


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vídeo que figura al pie


Había una vez una madre viuda y muy pobre que tenía un hijo más tonto que Pichote. Un día le dijo al hijo 
- Toma este saco de trigo, lo llevas al molino que lo muela y me traes la harina, pero no te entretengas por el camino, me la traes volando. Y no dejes que te engañe el molinero, que salga mucha.  
El hijo va hacia el molino  repitiendo la cantilena 
- Que salga mucha, que salga mucha
En esto que por el camino encuentra a unos arrieros con las caballerías cargadas de tinajas de aceite y una de ellas estaba agujereada y perdía la carga; el tonto iba diciendo
- Que salga mucha, que salga mucha
Los arrieros se enfadaron mucho y le dieron unos latigazos, diciéndole que dejara de decir aquello
- Y entonces ¿qué debo decir?
- Que no salga ninguno
Siguió el camino repitiendo
- Que no salga ninguno, que no salga ninguno
Al pasar el vado del río se encuentra con otros arrieros a los que se les habían atascado los mulos en el fango y no podían salir. Mientras que los arrieros golpeaban a los animales, enmedio de una sarta de reniegos, consiguiendo que saliera uno de ellos pero no el otro, él pasó al lado repitiendo aquello de
- Que no salga ninguno, que no salga ninguno
Los arrieros le atizaron unos buenos garrotazos
- ¿Cómo que no salga ninguno? ¡toma! ¡toma!
- ¡Ay! ¡ay! entonces ¿qué debo decir?
- Que por donde salió el uno, que salga el otro
Llega al molino repitiendo aquello de
- Que por donde salió el uno, que salga el otro 
Y resulta que el molinero, que era tuerto, al oír aquello la emprendió a bofetadas con él diciendo
-¿Cómo que por donde salió uno que salga el otro? ¡toma! ¡toma!
- ¡Ay! ¡ay! entonces ¿qué debo decir?
- ¡Nada! ¡no digas nada y estate quietecito mientras muelo!
El molinero echó el trigo en la tolva puso en marcha la piedra y después de recoger la harina ya molida y quedarse con su parte y el salvado en concepto de maquila le entregó el saco al tonto.
Con el saco a cuestas va éste y subiéndose al cerro más alto, la echa a volar.
Al  llegar a casa pregunta:
- Madre, ¿ha llegao la harina? , hace rato que la he echao a volar 
y la madre desesperada le dice 
- Inútil, más que inútil, no te puedo encargar nada, ahora tendremos que ir a buscar otro saco de trigo; ¡anda! echa la puerta y ven conmigo.   
El tonto, en lugar de echar el cierre de la puerta se la echó al hombro y se fue detrás. 
Por el camino se les hizo de noche y para evitar los lobos y otras alimañas se subieron para dormir a un árbol frondoso que había, y el tonto con la puerta a cuestas.
Cuando estaban arriba oyeron pasos y voces y escuchando se dan cuenta de que eran unos ladrones que últimamente estaban saqueando toda la comarca, que habían acampado al pie del árbol y se disponían a hacer la cena.
Ponen la sartén al fuego y se dan cuenta de que no tienen aceite 
- ¿Y ahora, sin aceite,  qué vamos a hacer?, dice el cocinero, 
- Pues freímos unos huevos, dice el jefe.
En esto que al tonto le entran ganas de orinar y se lo dice a su madre, y ésta le dice 
Bueno, pero hazlo muy despacico que nos pueden oír.
Se pone a mear despacio, despacico y comienza a caer en la sartén vacía. 
Dice el ladrón que tenía la sartén  
- ¡Qué buen aceitico nos manda Dios ¿y si echamos a guisar unos choricicos?     
- Si no tenemos, dice el jefe
En eso que el tonto dice a su madre
- Madre, que tengo ganas de cagar
- Pero hazlo despacico, despacico, que no nos sientan
Se baja los pantalones y se pone a cagar y cae en la sartén, y el ladrón dice
- ¡Qué buenos choricicos nos manda Dios!
Los ladrones, mientras se hacía la cena, estaban tan contentos contando y repartiendo lo robado,
- Esto pa ti, esto pa mi, esto pa ti, esto pa mi…
Pero al intentar atarse los pantalones, con tanto ajetreo, al tonto se le escapó la puerta que cayó al suelo con tal estruendo que los ladrones salieron huyendo despavoridos.
Así que la madre y el tonto bajaron del árbol a recoger las joyas y los dineros que los ladrones con las prisas se habían dejado.
Los ladrones, después de un rato, pararon en su huida  y dijo el jefe:
- Nos hemos dejado todo el botín por el suelo y alguien nos lo puede coger, hay que asegurarse de que no hay peligro y volver a por él
Y dirigiéndose a uno de los de la cuadrilla le ordena:
- Irás tú a ver qué pasa; si están los guardias o hay algún peligro haz ruido para que podamos salir huyendo.
Cuando llegó el ladrón, la madre y el hijo se habían escondido detrás del tronco del árbol y el ladrón, que tenía mucha hambre, le dio un tiento a la cena que se había quedado en la sartén.  
En esto sale la madre y le dice:
- Tienes algo en la lengua, deja que te la limpie
el ladrón sacó la lengua y ella de un tajo de navaja se la cortó, él salió corriendo y gritando mientras sangraba abundantemente 
- ¡Blu blu blu blu!
y los compañeros al oír los gritos salieron huyendo despavoridos y ya no volvieron nunca más.
 La madre y el tonto regresaron a su casa con el botín, pusieron una puerta nueva y, desde entonces,  vivieron felices y sin apuros económicos para siempre. 




viernes, 24 de abril de 2015

Cartas desde el cortijo


He recordado que tenía este relato por ahí perdido, que obtuvo un segundo premio en el certamen Literario de Riópar en 2002, y me he decidido a ponerlo aquí, ya que no he recibido ninguna nueva colaboración.





CARTAS DESDE EL CORTIJO

Eustaquio coronó dificultosamente la empinada cuesta. No era fácil caminar con aquella ventisca y la nieve casi a la rodilla, pero ya estaba en casa.
Los carámbanos colgaban de las canaleras como imitando la Cueva del Farallón y la superficie de la balsa estaba totalmente arreguillada.
Antes de entrar, sacudióse las botas para librarlas de la nieve y hacer entrar en calor los ateridos pies. Se quitó pelliza y boina y las sacudió a conciencia antes de abrir la puerta. 
Levantando la aldaba penetró en la casa, dejó en el rincón más fresco de la alacena la lechera llena de tibia leche de cabra recién ordeñada y acercándose al atroje tomó dos piñas,  unas astillas y algunos cándalos que se dispuso a encender en la fría chimenea. Cuando las llamas comenzaron a danzar iluminando la estancia, acercó el pucherete del café y se tendió en el tarimón, tapándose con una retalera, esperando entrar en calor y que se calentara la infusión. 
Había sido un día muy duro pero sus ovejas estaban ya en los corrales y podía olvidarse, por fin, del lobo que merodeaba por aquellos cerros.
Una vez hubo reposado un tanto, encendió la radio y se dispuso a enterarse de lo que pasaba por el mundo, mientras saboreaba su recuelo. Otra vez  estaban a vueltas los judíos con los palestinos y las cosas no iban a mejor en los asuntos de la política nacional. Prestó especial atención al parte meteorológico que repasaba los problemas que la ola de frío había producido en Barcelona y se quedó más tranquilo al enterarse de que para los próximos días se esperaba un tiempo más bonancible.
Tomó papel y bolígrafo y se dispuso a escribir...

                                                             +    Riópar a 29 de Diciembre de 1962
Querido hijo:

Me alegraré que al recibo de estas cuatro letras te encuentres bien, yo bien g.a.D.
Como sabrás por la Ugenia, que anduvo echándome una mano, se acabó el mataero y estoy muy contento por lo buenos que han salido los embutidos. Lástima que no pudieras estar presente para disfrutar de la ocasión y del chusmarro. Fueron dos hermosos gorrinos y espero que te gustaran los chorizos y morcillas que te llevó. Tus hermanicos ya los han recibido porque el practicante hizo un viaje a Madrid y aproveché para encargarle el recado. No le hizo mucha gracia porque dice que le ha quedado el coche con un olor a chorizo que no se puede aguantar. 
En la radio acabo de enterarme que en esos Barcelonas hace mucho frío y que el nevazo os dejó a oscuras  - aún recuerdo aquellos tiempos de la luz de Valeriano, de cómo hacía amaguces  a la más mínima y de cómo teníamos que ir subiendo el elevador para poder sentir el parte.  
Son otros tiempos, pero hay cosas que se repiten.  Sabrás que han vuelto los lobos y entre degolladas y despeñadas por esos cibantos ya van muertas un montón de ovejas. El Baldomero, como es tan narro, mientras echamos la partida del truque nos repite una y otra vez la historia de aquellos nevazos en que los lobos bajaban de esas cuerdas a buscar comida y no dejaban en paz los gallinos, los ovejos ni los cabros. Las cabras de la leche no podían salir como cada día, hasta que el somatén dio una batida y se volvieron para Sierra Morena y desde entonces no se habían vuelto a ver por aquí.
¡Que jodío el Baldomero!, y ¡cómo lo escuchaban los zagaluchos con la boca abierta!, otros lo miraban con incredulidad, pero los que vivimos aquellos tiempos sabemos que es cierto pero le echa más teatro que el Cabo Noguero.
El Luis dice que son perros asilvestrados y que con gritarles "¡picho! ¿y la horca?" salen corriendo como alma que lleva el diablo. Pero yo, por si acaso, no pienso hacer la prueba. Voy prevenido con una garrota que me ferié el año pasado y que luce una hermosa garibola y, además, procuro no andar por esos cerros desde que el sol traspone.
La verdad es que tus hermanicos no hacen más que insistir en que deje ya el cortijo y me baje a vivir al pueblo; que ya no estoy para estos trotes, pero yo me encuentro muy bien y ¡qué pijo! no soy ningún viejo inútil.  Ya sé que tanto tú como ellos preferiríais que me fuera a vivir con vosotros pero a mi no me se ha perdío ná por esas capitales, ya tuve bastante con las veces que fui a visitaros, a mí que me dejen tranquilo en mi pueblo; además me se hace muy difícil dejar los animales, la chirra estará pronto a punto para criar y además ¿qué hago yo en la residencia de pensionistas?, aún me apaño solo; aunque desde la muerte de tu pobre madre q.e.p.d., las cosas ya no son como eran.
Espero que te dejes caer por aquí, al menos en Semana Santa, si el trabajo te lo permite.
Sin nada más por hoy, recibe un abrazo de tu padre que te quiere.

Eustaquio 


Mientras pone la carta en el sobre y pega el sello con un enérgico lengüetazo recuerda cómo fueron marchando los chicos a la capital; unos a Madrid, otro a Barcelona... Eran buenos operarios y enseguida se establecieron por su cuenta. Los talleres que les había ayudado a montar con grandes sacrificios, todos sus ahorros y algún bancal que había vendido, iban viento en popa. Se habían ganado, como tantos otros obreros salidos de Riópar, un merecido prestigio profesional en el ramo de la industria metalúrgica y estaba orgulloso de ellos.
 Él siempre había sido agricultor, nunca trabajó en las Fábricas; por eso, cuando llegó el tiempo del éxodo era demasiado joven para retirarse y demasiado mayor para comenzar un nuevo oficio y se quedaron solos en el cortijo.
Veían a los hijos cuando venían en los veraneos, para las Fiestas de Riópar y poco más, además de alguna vez que ellos se acercaron a verlos, pero por poco tiempo porque los animales y los sembrados no se podían dejar solos.
Pero pronto iba a ser el aniversario de la muerte de su esposa, un año de soledad interrumpido a duras penas por alguna corta visita de los chicos. Las tareas del cortijo le habían mantenido durante este tiempo con la mente ocupada y no tuvo apenas ocasión de pensar en su situación; pero ahora se encontraba sólo, sin nada que hacer, en la penumbra de la cocina, a la tenue luz del rescoldo de la chimenea. 
El viento soplaba con insistencia y se oía por la chimenea su largo ulular. Con aquel tiempo tan desapacible se veía en la necesidad de quedarse recluido en la casa sin poder salir y ¡qué largas se hacían así las horas!.
Era tan diferente cuando hacía buen tiempo y pasaba el día cuidando sus animales y su huerto, pero ahora le pesaba la soledad, la falta de alguien con quien poder charlar o echar una partida de cartas y, además, la distancia al pueblo le disuadía de bajar al bar con el tiempo que hacía.
¿Tendrían razón sus hijos? ¿debería abandonar el cortijo y bajarse al pueblo?. Éstos y otros muchos pensamientos le rondaban por la cabeza hasta que decidió tomar algo e irse a la cama. Sin muchas ganas de ponerse a hacer de cenar, se preparó un tazón humeante de leche, tomó una hogaza de pan y cortó una buena rebanada que troceó para hacerse unas sopas como cuando era chico. Tras tan frugal refrigerio se dirigió a la lumbre, tomó con la badila unas paladas de ascuas y cargó el calentador de cama. Siempre había dicho que frente a la comodidad de la calefacción estaba el placer incomparable de unas sábanas calientes; le parecía que era  como retornar al claustro materno, tibio y acogedor.
Arrebujado entre las sábanas que olían al calor de las brasas, sus pensamientos se perdieron en los vericuetos del recuerdo, de los años felices de recién casados y de los años duros y difíciles de la posguerra; de la dicha de ver crecer a los hijos y el vacío de la ausencia de su amada esposa y, como tantas veces hicieran al caer la noche; en la soledad de la alcoba, comenzó a contarle los sucesos del día, sus preocupaciones y proyectos, sus dudas...

"... tú sabes, María, que los chiquillos quieren que me vaya con ellos o que me baje al pueblo, insisten mucho pero yo les digo; que si los animales... que si el huerto...  Te confieso que son excusas, nada de esto me ataría aquí.
Esta casa eres tú, y tú estás en cada rincón, en cada mueble, en cada tapete, en cada luz, en cada sombra.  Cuando me siento en mi silla de siempre me parece tenerte delante de mí, mirándome, mientras vas tejiendo tu labor de ganchillo.  Han sido muchos años convividos y hemos compartido tantos ratos buenos y malos. No puedo marcharme, necesito ver y tocar, respirar cada una de las partículas que, de tu espíritu, quedan impregnadas en todo aquello que rodeó nuestra vida en común..."

Arrullado por el ulular del viento, Eustaquio se fue quedando dormido dulcemente y le pareció volver a escuchar la voz de su esposa diciéndole:

"Buenas noches...  que descanses..."

Se quedó sumido en un sueño profundo y reparador mientras que el viento seguía cantándole su inacabable canción de cuna...





jueves, 23 de abril de 2015

Mambrú se fue a la guerra





Una canción que relataba hechos históricos más o menos fabulados y que yo acabo de enredar más aún. Pero, como digo abajo, hay algunas cosas ciertas.


MAMBRÚ SE FUE A LA GUERRA

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se sigue el texto en el 
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Durante la Guerra de Sucesión española, los ejércitos ingleses y franceses combatían entre si, y el Duque de Marlborough, al que sus enemigos llamaban Mambrú, se fue a la guerra al mando del ejército inglés, camino de los campos de Flandes, a una gran batalla.
-Qué dolor, qué dolor y qué pena - decían sus allegados cuando lo vieron partir al son de una marcha militar con el: Do-re-mi, do-re-fa.
Preguntaban todos por su regreso pero sólo obtenían una respuesta:
- No sé cuándo vendrá, si vendrá por la Pascua, o por la Trinidad.
Esperaron a la Pascua y no llegó, esperaron hasta la Trinidad, la Trinidad se pasa y, al no verlo volver, decían:
- Mambrú no viene ya. 
Pasó el tiempo y, un día, gritó alguien:
-¡Por allí viene un paje!
-¿Qué noticias traerá – dijeron todos.
- Las noticias que traigo son tristes de contar. Que Mambrú ya se ha muerto y lo llevan a enterrar
-Qué dolor, qué dolor y qué pena – dijeron todos
Así que se preparó el sepelio y lo pensaban enterrar en caja de terciopelo y tapa de cristal.
Pero, con gran sorpresa, apareció Mambrú vivito y coleando porque lo de su muerte había sido una invención de sus enemigos.
Así que se celebró una gran fiesta a su regreso y todos bailaron al son del Do-re-mi, do-re-fa.



NOTA HISTÓRICA.- Ciertas partes de esta canción son verídicas, como lo de que no estaba muerto. Lo que no se sabe es si estaba tomando cañas leréleré.


MAMBRÚ SE FUE A LA GUERRA


A la guerra marchaba decidido
Mambrú con su escopeta y su morrión
también llevaba mucha munición,
era osado, valiente y atrevido.

No es probable que le echen en olvido
aunque no tienen fecha ni noción;
de si por Pascua o por la Concepción,
ni si está bien o se halla malherido.

Pero un paje les lleva la noticia,
de que cayó en batalla y ya es finado.
A Mambrú la ocasión no fue propicia,

que es la fatalidad, el sino, el hado,
de aquél que va y se enrola en la milicia
acabar fenecido y enterrado.


Con La Concepción en lugar de La Trinidad le doy más tiempo a regresar, porque entre La Pascua y La Trinidad media muy poco tiempo y ni siquiera habría podido llegar a Flandes