PÁGINAS RECOMENDADAS

martes, 3 de marzo de 2015

Cuando las ranas criaban pelo

Pensaba que ya no volvería a escribir nada
 "hasta que las ranas criaran pelo", 
pero... va a ser que no


Cuando las ranas criaban pelo

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final



Hete aquí que hubo un tiempo en que las hadas, los, duendes, los ogros... eran algo muy normal y los encantamientos algo cotidiano.
En aquellos lejanos tiempos, las ranas eran como unas bolas peludas con ancas. Esto tenía un problema y es que, al sumergirse, las guedejas mojadas se les metían por boca, ojos y narices, lo que les molestaba y les disgustaba mucho. Pero no era éste el mayor problema.
En aquellos tiempos, es bien sabido que las hadas y las brujas convertían, por divertirse, a los príncipes en ranas; esperando que unas princesas les besaran, rompieran el hechizo y se casaran con ellos. Pero no daba resultado; puesto que, ni princesa ni plebeya, se prestaba a posar sus labios sobre aquellas bolas peludas chorreantes, por miedo a tragarse un pelo y:
¡Porque les daba asco! ¡Que caramba!
La situación devenía insostenible; la población de príncipes era casi nula, por lo que las princesas no tenían con quién casarse, no había herederos y los tronos podían acabar quedando vacantes.
En cambio la población de ranas era enorme y no dejaban dormir a nadie con sus sonatas y croatas. Ni siquiera las hadas eran capaces de pegar ojo. Pero lo peor es que:
¿Qué podría resultar de la descendencia de una rana auténtica y un príncipe-rana?, ¿un printracio? ¿un batríncipe?.
¡Hasta aquí podríamos llegar! ¡No hija, no!
Se reunió un cónclave de hadas y se debatieron diversas medidas a tomar. La propuesta de deshacer los hechizos y dejar de encantar a la realeza se descartó de plano:
¡Lo que está hecho, hecho está!
 y
¡Las tradiciones hay que respetarlas!
Alguien propuso afeitar a todas las ranas y no era mala idea, pero aún no se habían inventado las maquinillas eléctricas y no había rapabarbas suficientes para afeitar a toda la población batracia. Aparte de que primero había que atraparlas.
Pero la idea no fue descartada. Tras muchas deliberaciones se acordó llevarla a cabo, pero por medios mágicos. Esto no suponía deshacer encantamientos preexistentes y se añadía la diversión de lanzar un hechizo nuevo.
Así que, mediante un encantamiento solemne y concelebrado, las ranas perdieron su pelo y quedaron como hoy las conocemos.
A partir de entonces, las princesas acabaron venciendo la repugnancia que les producía tener que besar a un batracio y lo hacían sin miedo a tragarse ningún pelo, no sin antes haberlas frotado con jabón y estropajo. Y así fueron desencantando a todos los príncipes y se casaron con ellos viviendo felices y comiendo perdices, aunque los príncipes se habían acostumbrado a comer moscas y los palacios quedaron limpios de esos molestos dípteros. Algunos, también, se habían habituado a sus nocturnas sonatas y croatas y pretendieron dedicarse al bel canto, pero sus voces no les acompañaban y se limitaron a cantar en la ducha.


Pasado aquel tiempo de la hechicería, las ranas siguieron sin pelo y los príncipes siguieron siendo príncipes por los siglos de los siglos o HASTA QUE LAS RANAS CRÍEN PELO.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se admiten comentarios incluso anónimamente. Lo único es que no se publicarán hasta su filtrado para evitar cosas indeseables para todos.