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domingo, 22 de marzo de 2015

Las zapatillas de cristal


Un trascuento sobre Cenicienta que habla de esas cosas extrañas de hadas y magos y de cómo unas zapatillas de cristal no se desencantaron como todo lo demás. 


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie

LAS ZAPATILLAS DE CRISTAL


Hada Madrina vivía feliz en su casa junto a la Fuente Cantarina, en el centro del Bosque Blanco. (1)
Desde su ultimo “encargo”, habían transcurrido muchos años entre la infancia y la adolescencia de su actual pupila, pero ya intuía que pronto llegaría el momento crítico en que podría acabar su misión con ella y recibir una nueva ahijada.
Recordaba su pupila anterior y como, aunque le resultó bastante complicado, acabó montando la puesta en escena y la tramoya de su encuentro de manos a boca con el príncipe; y de lo que le costó librarla de las asechanzas y de las añagazas del terrible Brujo de la Caverna que pretendía hacerla su sirvienta, pero aquella ya estaba felizmente casada y tenía quien se cuidara de ella, ahora le tocaba proteger a Cenicienta.
Como hada titulada conocía todos los recursos mágicos de su profesión y, por su edad, todas las triquiñuelas y trucos imaginables; además se había preparado concienzudamente en la Escuela de Apadrinamiento en las técnicas precisas para conseguir emparejar bellas damiselas o princesas con apuestos príncipes o valientes caballeros.
Mientras esperaba el momento de intervenir decisivamente a favor de su nueva pupila, estaba muy ocupada en sus prácticas mágicas, y muy ilusionada en espera del próximo Encuentro Mágico que, como de costumbre, tenía lugar el octavo día del octavo mes de cada ocho años, es decir cada segundo año bisiesto.
En estos encuentros se intercambiaban experiencias, se reencontraban viejas amistades, se hacían nuevas y, sobre todo, se contaban historias, se compartían hechizos y también se comentaban los últimos chismorreos sobre los diferentes reyes, príncipes, princesas y sus respectivas cortes.
En el último había conocido a un joven mago recién salido de la Universidad Invisible de Ankh y, aunque ella le llevaba más de cuatrocientos años, ardía en deseos de volverlo a ver y saber de sus últimas aventuras.
Le había contado cosas increíbles sobre la Universidad Invisible y su Bibliotecario, de la Ciudad de Ankh-Morpork y del Mundo plano del que procedía, y eso la había llenado de curiosidad y unos enormes deseos de conocer más cosas sobre aquel extraño mundo. Es por eso que esperaba con impaciencia la hora de partir al Encuentro, que tendría lugar aquella misma noche a las doce horas, doce minutos y doce segundos en punto.
Tenía hechos todos sus preparativos; no en vano habían pasado ya ocho años desde el anterior Encuentro y, como quiera que a los magos y hadas les está prohibido el uso de la magia en beneficio propio, se había hecho tejer con tiempo más que suficiente las sedas más finas en los Telares de Cipán (2) y había encargado a un famoso sastre que le confeccionara un bello vestido para la ocasión. Este sastre tenía una aguja mágica y en cierta ocasión, cuando aún bebía, estando ebrio se había buscado graves problemas con un presumido emperador, pero ya se había rehabilitado y hacía maravillas con la aguja. (3) Había complementado su atuendo con unas finas zapatillas de cristal traídas de Murano.
Mientras llegaba tan esperado momento, Hada pasaba las pocas horas que quedaban, muy feliz en su casa; cuidando de sus flores, de las avecillas y otros animalillos del bosque y, también, reposando junto a la Fuente Cantarina, solazándose con sus bellas melodías.
En éstas estaba cuando le llegó el llanto de su pupila, a la que sus hermanastras despectivamente llamaban Cenicienta. Desde que nació era su madrina, pero nunca había tenido que acudir en su ayuda, pese a que su madrastra y hermanastras la maltrataban y le obligaban a hacer los más duros trabajos; ella todo lo soportaba con resignación y una sonrisa, pero esta vez parece que su ánimo había llegado al límite y se había derrumbado.
Hada Madrina acudió con presteza en su auxilio y todos ya sabéis lo que sucedió; aunque ahora os vamos a contar un detalle que no ha quedado bastante claro en el relato de aquella historia, y que clarifica unos puntos oscuros e inexplicables.
Tan pronto como Hada Madrina hubo reunido un caballo, un perro, una calabaza y unos ratones y hubo dispuesto con ellos: carroza, caballos, cochero y lacayo, le tocó el turno al vestido de Cenicienta; así que, con un movimiento de varita, ésta quedó adornada con unos ropajes deslumbrantes y vaporosos que iban a causar, a buen seguro, la admiración en el baile de palacio.
Ya se hacía la hora de salir para dicho baile cuando, al subir a la carroza, se dieron cuenta de que Cenicienta iba descalza.
  • ¿Qué puede haber pasado? – se dijo Hada
Lo intentó en repetidas ocasiones, agitó la varita ora hacia un lado, ora hacia el otro, ora hacia arriba, ora hacia abajo pero sin resultado.
  • Esta varita hace tiempo que me está dando problemas, tendré que llevarla a revisión. ¿Cómo podré resolverlo?
De pronto recordó que en su casa del Bosque Blanco tenía unas zapatillas de cristal y, en un tris, marchó y regresó inmediatamente con ellas. Cuando se las puso a Cenicienta comprobó que le quedaban como un guante, como si se hubieran hecho expresamente para ella.
  • No contaba con ponerle limitaciones temporales al hechizo, pero esto cambia algo las cosas – dijo Hada – Precisamente esta noche necesito estas zapatillas y como las necesito para las doce horas, doce minutos y doce segundos en punto, es preciso que antes de las doce, sin falta, regreses del baile ya que el hechizo no va a durar más allá de la última campanada y así podré recuperar mis zapatillas a tiempo.
Todos sabemos muy bien, porque nos lo han contado muchas veces, lo que pasó luego; y ahora sabemos también el por qué de la exigencia de regresar a las doce en punto, y también cuál es la causa de que al deshacerse el hechizo de carroza, caballos, cochero, lacayo y vestidos, las zapatillas de cristal no cambiaron y siguieron siendo zapatillas de cristal.
Se sabe que el Hada, para acudir al Encuentro, al no disponer a tiempo de sus zapatillas de cristal, y al no casar los vestidos que pensaba llevar en aquella ocasión especial con el calzado de que disponía; tuvo que vestir de un modo menos elegante y más sencillo, acorde con unos finos zapatos de tafilete azul que aún tenía por estrenar, pero aún pudo llegar a tiempo al Encuentro, aunque el tiempo en el mundo de la magia es más que relativo.
También se sabe que se reencontró con el joven mago, que ya era ocho años menos joven aunque por las cosas de los efectos temporales del Thaum aparentaba ser un anciano; y éste le contó unas peripecias extraordinarias en la Ciudad Esmeralda de un país fantástico al que había llegado por haber roto accidentalmente las barreras del espacio tiempo, de la misma manera accidental que llegó también una niña llamada Dorothy. Le contó la diferencia entre las brujas de aquel mundo y las de su mundo de origen y también le habló de las aventuras de un espantapájaros, un león cobarde y un extraño hombre de hojalata, (4) aunque esto puede que algún día sea motivo de otro relato.




(1) Ver el trascuento "LO QUE DIJO LA CALABAZA"
(2) Ver RELATOS DE HÉNDER, Libro 1 (Las piedras de Hénder) parte 2
(3) Ver el trascuento EL SASTRE Y EL EMPERADOR
(4) Ver el trascuento EL LEÓN COBARDE


Este trascuento explica algunas cosas del cuento
y también habla algo relacionado con los relatos de 
Mundodisco de Terry Pratchett 
así como algo de El Mago de Oz

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