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miércoles, 25 de marzo de 2015

CARACOL COL COL, Un nuevo "cantocuento""

¿Quién no conoce al Caracol, col, col y no se lo ha cantado a sus hijos o a sus nietos?, pues aquí os lo presento convertido en cuento, en un soneto y, de propina, un pequeño poema. Espero que os guste y os traiga gratos recuerdos; pero que ello no os impida degustar unos buenos caracoles a la llauna, en salsa, picantes o acompañando otros guisos, hasta en Cuaresma, porque el caracol ¿qué es? ¿carne o molusco?






CARACOL COL COL

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie


El caracol Col Col dormía plácidamente desde la última vez que había llovido. 
Se llamaba Col por parte de padre y Col por parte de madre porque, como todos saben, los caracoles son hermafroditas y, tanto su padre como su madre eran la misma persona que se llamaba Col de primero, Lechuga de segundo, y Col de tercero, cosa muy extraña entre los caracoles porque sólo tenían dos apellidos, pero es que sus padres, es decir los abuelos de Col Col, eran así de graciosos.
Pues, como íbamos diciendo, Col Col dormía dentro de su casa, con la puerta de baba reseca sólidamente cerrada hasta que volviera a llover, en cuyo momento todos los caracoles salen de paseo y a tomar bien fresquitos el sol.
Pues bien; aquel día había llovido mansamente, un sirimiri o un calabobos como se solía decir, y había salido un sol radiante que reverberaba en las gotitas de lluvia pegadas a las hojas.
Todos los caracoles habían roto el precinto de sus casillas y paseaban por el verde pasto, salvo Col Col que, contra lo habitual, seguía durmiendo.
Algunos de sus amigos se extrañaban por que no hubiera salido. Siempre era puntual como un reloj, pero esta vez era el último en abandonar su reclusión. Preocupados por si le había pasado algo malo se acercaron a su casa y comenzaron a golpear las últimas espiras. Col Col, finalmente se desperezó, rompió su aislamiento y asomó la cabeza por la puerta sacando los cuernos al sol. Se había retrasado porque estaba soñando con una caracola de mar, o mejor podríamos decir que estaba sonando, que es lo que suelen hacer las caracolas.
Tras sacar el resto de su único pie, comenzó a caminar bajo la luz del sol vespertino y trepó a una mata de hinojo a mordisquear sus brotes tiernos. Había desplegado completamente sus cuernos, como solía/n hacer su/s progenitor/es y, desde lo alto, lo/s vio a lo lejos. Su @adre estaba comiendo una rica sopita de alfalfa en un gran perol que se había/n hecho con una cáscara de nuez.
Bajó de su ramita de hinojo y corrió lo más rápido que pudo hacia donde había visto a su @adre pero, como los caracoles son más lentos en caminar que en comer, cuando llegó ya no quedaba ni una cucharada de sopita.
Esas cosas pasan cuando uno remolonea y no se levanta cuando debe. 

AHORA UN SONETO

Estás tras de tu tela, caracol,
sumido en un letargo largo y frío,
refugiado en tu casa y atavío
sin sacar tus apéndices al sol

No pienses que pretendo hacerte un gol,
pues no quiere otra cosa el canto mío,
que franquees tu puerta a tu albedrío
y que partas en busca del perol

Ya tus padres comieron sus sopitas
bajo el sol, vaciando la cazuela,
de cebolla, de carne o verduritas

o de un ave casera que no vuela
con fideos, pistones o estrellitas
igual que en otro tiempo hizo tu abuela


Y, DE PROPINA, UN PEQUEÑO POEMA


Un gordo caracol está durmiendo
bajo una espesa mata de romero,
no sé si fue una hora o fueron ciento, 
pero lleva ya mucho en su agujero.
De pronto una gotita le salpica
y se dijo:
-¡Caramba! Está lloviendo.
He de salir antes que cambie el tiempo
 y pegarme una ducha, rica, rica
 y vuelvo luego.

Y salió de su casa, perezoso, 
deslizando su pie sobre la baba, 
y con los cuernos mira, receloso,
las gotas de agua.

Una gotaza enorme, gigantesca, 
aterriza en su concha como un mazo 
y siente en sus entrañas el porrazo, 
a cambio con el agua se refresca.

Una vez limpio, bien fresco y bien dispuesto, 
se retira a su casa hasta que escampe 
esperando salir luego más tarde 
a pasear las hierbas mas jugosas 
y pegarles un tiento y a otra cosa.

Ya dejó de llover, se despereza, 
como buen caracol sale a paseo 
dejando una autopista de babeo 
y a buscar qué comer febril empieza.

Le gusta el trébol y la mejorana, 
no le hace ascos al llantén ni al césped, 
el diente de león come con gana 
aunque el negro pulgón tenga por huésped.

Ya saciado y ahíto busca un claro, 
entre la sombra que el nublado extiende, 
a ver si algún rincón el sol enciende 
para extender sus cuernos al solano.

Al cabo encuentra un claro el caracol 
y tiende sus antenas hacia el cielo 
para cargar sus pilas con el sol,
igual que hizo su padre e hizo su abuelo.

Y recuerda los ratos en familia, 
en torno a aquel perol de rica sopa, 
de tomillo, cebolla o de vigilia,
de ajo, de cebada y otras hierbas, 
o bien de salazones o conservas; 
sus padres, sus hermanos…, ¡vaya tropa!

Su madre, que también era su padre, 
ya no puede guisar en su puchero, 
y aunque tan triste imagen le descuadre, 
ella acabó nadando en ajoarriero.

Le digo al contemplarlo desvalido 
sin madre ni perrito que le ladre, 
y antes que la añoranza le taladre, 
que aquellos viejos tiempos ya se han ido

Y tendrás que buscarte por perol,
la cúpula leñosa de bellota
o bien la cabecilla de ababol
si es que no puede ser de terracota;
y cocinar la sopa como antaño
te cocinaba a ti su santa madre;
porque tú, caracol, si no me engaño,
por más que el calendario no te cuadre,
con todos tus mareos y desganas,
llevas ya de retraso dos semanas
y habrás de cocinarle a tu rebaño.





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