PÁGINAS RECOMENDADAS

martes, 17 de febrero de 2015

El gato que amaba a los ratones

(calibre L  de 5 a 7 años)
El gato que amaba a los ratones


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie



Michus era un gato que amaba a los ratones, les tenía un cariño especial, pero se sentía muy desgraciado. Le encantaban los ratones desde que era pequeño, casi tan pequeño como ellos, ¡eran tan suaves! ¡y tan adorables!, con aquellos bigotillos que se parecían a los suyos y sus orejitas redondas...
Nunca había comido ratón, sólo comía queso, raspas de sardina y algún trozo de pescado, pero nunca ratón, y se horrorizaba cada vez que veía a uno de los suyos devorando un roedor.
No entendía que todos los gatos los persiguieran a muerte, ni que los humanos les tuvieran tanto odio, cuando no miedo. Pero se sentía muy mal cada vez que se acercaba a un ratón, extendía la zarpa como saludo, y éste salía huyendo como alma que lleva el diablo.
Les hacía saltar los cepos para que pudieran comerse el cebo de queso sin peligro, les llevaba queso a la puerta de sus agujeros, pero ellos no agradecían sus regalos, se apropiaban del queso a la carrera, y huían sin mirarle a la cara ni darle las gracias, pero él seguía intentando hacerse amigo de ellos.
Así pasó mucho tiempo hasta que los ratones comenzaron a darse cuenta de que no quería cazarlos, que sólo pretendía ser su amigo, y esta sensación se fue extendiendo por toda la ciudad de los ratones.
Mientras tanto, Michus estaba pasando un bajón de ánimo ante la actitud de los ratones, y también por las críticas de los otros gatos para que abandonara aquel extraño comportamiento tan impropio de su raza. Estaba tan nervioso que tuvo que mordisquear flores de tilo en lugar de hierba gatera, pero eso no lograba calmar la angustia que le atormentaba.
¿Debía de dejar de seguir intentando acercarse a los ratones?, ¿debía cazarlos como hacían sus familiares y amigos?
En vista de que la tila no le daba solución a su problema se dio un buen atracón de hierba gatera y, bajo sus efectos, comenzó a rodar sobre sí mismo como si estuviera loco, también a cazar ratones imaginarios, etc. hasta que se le pasaron algo los efectos y se encontró con una enorme soledad.
Decidió acercarse nuevamente a los ratones para saber si sus sentimientos hacia ellos seguían siendo los mismos de siempre.
En esto, la colonia ratonil había llegado a comprender que no debían temer a Michus, que era amistoso y que debían agradecerle todos los detalles que había tenido para con ellos.
Sabiendo que aquel día era el cumpleaños de Michus decidieron regalarle un pastel de pescado con salmón y lubina que habían robado de la cocina, le pusieron cinco velitas que encontraron en un cajón del comedor, porque cinco eran los años que cumplía, y todos juntos esperaron la llegada de su bienhechor.
Michus ya estaba cansado de lo desagradecidos que habían resultado los ratones a lo largo de tanto tiempo, se sentía también muy mal porque su comportamiento, hasta entonces, no había sido propio de un gato.
Cuando se acercaba al lugar en que siempre encontraba ratones, se iba acalorando cada vez más y su enojo con los roedores era cada vez mayor. Habían sido cinco años de desprecios e ingratitud y eso ya había afectado a su amor propio, superando con mucho el amor que hubiera podido tener hacia ellos.
Llegó al lugar y allí estaba, como retándolo, una multitud de roedores, tantos que nadie había visto algo igual en su vida. El rencor acumulado y reprimido, los instintos felinos y los efectos de la hierba gatera estallaron de golpe, como una oleada de furia ciega, y lo que antes era amor se transformó en un odio violento, ni siquiera vio el pastel de pescado ni tampoco las velas, sólo veía una masa enorme de presas a las que cazar. 
Se lanzó hacia ellos con toda la fiereza reprimida, pero ellos se dieron cuenta a tiempo de lo que pasaba y lograron escapar sanos y salvos en todas direcciones.
Allí cayó Michus, sobre el pastel de pescado, y las llamas de las velitas le chamuscaron los bigotes, por lo que durante un largo tiempo le fue imposible ventear ninguna presa hasta que volvieron a crecerle las vibrisas.
Y así fue como Michus se transformó en un gato normal, con los mismos instintos de caza de cualquier gato, con la misma falta de compasión y el mismo orgullo de cualquier otro felino y todo volvió al estado natural de las cosas, tal como debe ser.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se admiten comentarios incluso anónimamente. Lo único es que no se publicarán hasta su filtrado para evitar cosas indeseables para todos.